lunes, 23 de junio de 2008

El arriero más rico de Colombia

Esta historia es tan interesante, que me atreví a adicionarla al libro, textualmente y con el respectivo crédito a su autor:

DON PEPE SIERRA.

Prototipo del empresario antioqueño.

El arriero más rico del país.


Luis Fernando Molina Londoño
Revista Credencial Historial (Bogotá- Colombia).
Tomo II. Enero-diciembre, 1991. No.13-24

Arriero. Grabado de «Historia naturalis palmarum», de Carl F. Ph. von Martins, Leipzig,1850.


José María Sierra Sierra, más conocido como don Pepe Sierra, "El Becerro de oro" o "El Campesino Millonario'' es junto con Marco A.Restrepo "El Rey de la Leña", Carlos Coriolano Amador "El Burro de oro", y Gonzalo Mejía "El Fabricante de Sueños', miembro del selecto grupo de personajes que ha dado vida al mítico prototipo del empresario antioqueño, pragmático, hábil e ingenioso para traer dinero. Caso único en la historia de Colombia, se dice que llegó a ser más solvente que todo el gobierno de su época.

La manera sencilla como un campesino de origen humilde acumuló y administró una de las mayores fortunas del siglo XIX y principios del XX, lo ha convertido en un personaje de leyenda.


Don Pepe Sierra nació en 1848 en Giradora, bella población situada al norte de Medellín, famosa por sus trapiches, el aguardiente de contrabando, los gallos de pelea y el santuario del Señor Caído. A la endogamia entre los Sierra se atribuyeron los desequilibrios mentales en varios miembros de la familia. La educación de don Pepe no sobrepasó el silabario, la suma y la resta. Pero eso no importó. Ya anciano y rico, contestó a quien pretendió enseñarle la ortografía de la palabra "hacienda": "Mire, joven, yo tengo setenta haciendas sin h, ¿y usted, cuántas tiene con h?".

Según su nieto y biógrafo Bernardo Jaramillo Sierra (Medellín:Bedout, 1947), inició la acumulación de fortuna en la juventud,trabajando duro en el campo en la cría de ganado, siembra de caña y fabricación de panela la consolido en la madurez con el remate de las rentas y finalmente la invirtió en bienes raíces. La expansión de su Patrimonio se dio en el siguiente orden: Valle de Aburrá, Calle Real (Carrera 7a.), Sabana de Bogotá y Valle del Cauca. Don Pepe siempre tuvo claro que con una economía inflacionaria como la colombiana, lo único que engordaba eran los lotes de terreno y el ganado que pastaba en ellos.

A los catorce años tuvo su primera parcela. La araba de día y en las noches de luna. Sábados y domingos era arriero subía panela a San Pedro, porque en tierra fría la pagaban mejor, y bajaba papa a Girardota y Copacabana. La yunta fue su único juguete los gallos de pelea y los bueyes se convirtieron en su símbolo del lucro."Hasta ya viejos los bueyes dan plata engordándolos", repetía. A los veinte años contrajo matrimonio con Zoraida Cadavid y a los veintiocho tenia en su haber varios hijos naturales y cuatro legítimos, muchas haciendas que se extendían entre Itagüi y Barbosa, y el control de los precios de la panela y de la vara de sierra en el Valle del Aburrá.

En 1886 pasó a residir en Medellín. Allí fundó varías sociedades como "La Cuarta Compañía", dedicada a la cría de ganado y a la siembra de extensos cañaduzales para abastecer de melaza a sus fábricas de aguardiente, va prósperas en todo el departamento.


La sobreproducción de los alambiques se evacuaba a través de la organización de intempestivas fiestas en los pueblos, concertadas con los curas y los alcaldes, quienes prestaban santo para procesión y plaza para la corrida de toros, a cambio de participación en las ganancias. El eficiente manejo que hizo de esta compañía le dio renombre a don Pepe en Antioquia como negociante creativo y habilidoso.

El primer viaje a Bogotá lo realizó en 1888. Fue el principio de una residencia de 26 años en la capital, donde se inició como apostador y gallero en los bajos fondos de San Victorino y terminó en la Calle Real, en medio de los bancos y de los opulentos. Casó a su hija Clara con un hijo del ex presidente Rafael Reyes, pisó con frecuencia las alfombras del Palacio de San Carlos y llegó a ser el mayor propietario de sierras y ganado de la Sabana. Rápidamente desapareció la timidez del campesino, convencido de ser el único capaz de sacar de apuros a los paupérrimos gobiernos de su época. Los presidentes Rafael Núñez, Miguel Antonio Caro, Carlos y Jorge Holguin, José Manuel Marroquin, Rafael Reyes, Ramón González Valencia y Carlos E. Restrepo estuvieron en su lista de clientes. Don Pepe nunca participó abiertamente en la política partidista, pero en la primera página de su libreta de cuentas y apuntes estampó el lema del régimen nuñista: "Regeneración o catástrofe".


Inició la conquista de Bogotá con el remate de la renta de degüello de ganado y el cuero de Cundinamarca, pero luego se sintió casi con derechos perpetuos sobre las rentas, lo cual le granjeó enemigos y problemas.

Don Pepe aprovechó la coyuntura económica de su época, caracterizada por la permanente crisis que al fisco nacional produjeron las rebeliones internas. Durante la Regeneración, luego de la guerra civil de 1885, el problema tocó fondo.

Rafael Núñez intentó solventar las finanzas públicas a través de la reactivación del remate y monopolios estatales, de abundante emisión de papel moneda de curso forzoso y de la colocación de bonos y libranzas en el mercado. Los remates eran el medio para procurarse anticipos de individuos particulares. Estos generalmente eran muy solventes, dado que se les exigían garantías económicas (hipotecas, fianzas, depósitos monetarios anticipados) a cambio del privilegio de gozar de las seguras utilidades producidas por tales monopolios.

Vertiginosamente él se convirtió en el más fuerte rematador y prestamista a nivel nacional, con base en un simple sistema administrativo de negocios, pero con una intrincada red de agentes diseminada por todo el país, encargados de negociar con especuladores particulares y gobiernos locales la adjudicación de las apetecidas, jugosas y hasta insólitas rentas, como aquella del monopolio del hielo en Panamá, establecida en el gobierno de Reyes.

Extendió el negocio del aguardiente al Valle del Cauca junto con Apolinar, uno de sus hermanos esquizderénicos. En la hacienda San José de Palmira y en otras de Cali y Yumbo, creó uno de los imperios agroindustriales de la región, comparable sólo con los de la familia Eder. Las siembras tecnificadas de caña y la maquinaria francesa "Egrot" produjeron por muchos años el mejor licor del país. También en el Cauca remató la hacienda Salento y otros bienes del ciudadano italiano
Ernesto Cerruti, puestos en subasta por el gobierno de Popayán (ello dio origen al célebre conflicto Cerruti durante las décadas de 1880 -90, que trajo como consecuencia un escándalo internacional, el bloqueo de la costa norte colombiana por parte de la armada de Italia y una fuerte multa para resarcir los perjuicios a ese empresario extranjero).

Parece que su parecido fisco con Bismarck era asombroso. Sin embargo,a causa de un accidente de coche cerca a San Victorino, quedó descaderado de por vida y ligeramente desfigurado. Gustaba de los paseos a caballo por Medellín y los potreros de las fincas, y en carroza por la capital. Las contrariedades diarias de la
administración de los negocios, junto con los cotidianos problemas de la casa, acentuaban su acostumbrado mal humor. Desde su juventud fue un apostador empedernido en las galleras de Girardota, Itagüi, Medellín y Bogotá. Se enojaba con los hijos, no porque jugaban mucho sino porque siempre perdían. El hombre más rico de Colombia vivía de manera franciscana: nada de lujos ni cosas superfluas su fama de mujeriego iba acompañada por la de egoísta y tacaño consideraba el ahorro como el valor fundamental. Cuando arribó a las altas esferas bogotanas, no aumentó en lo más mínimo los gastos de representación social de su familia. Las residencias en Medellín y Bogotá, hoy desaparecidas, eran ampliasy austeras, más dispuestas para tratar negocios que para ostentar. Su despacho constaba de sólida mesa de varios puestos, cómodo sdeá para la siesta y desvencijada máquina de escribir. Esa era la escenografía donde don Pepe, apoyado en sus altas dotes histriónicas, representaba al desesperado e incauto auditorio de vendedores de inmuebles, magistrales libretos escritos por él mismo en los papeles de cuentas.

Tratándose de negocios, era implacable su rigidez y fingido desinterés no tenían consideración: el cliente era un enemigo que, en la farsa, siempre llevaba la peor parte.Don Pepe fue empresario financista de la última etapa de los ferrocarriles en Colombia. A él se debió la terminación del Ferrocarril de Amagá y parte del Ferrocarril del Pacifico. Fue fundador del Banco de Sucre, del Banco Central y de la Compañía del Hielo en Panamá. Pero en todos fracasó: así comprobó su principio de que sólo la propiedad raíz era la única y verdadera generadora de riqueza segura.

Al final de sus días, fue atacado por crisis nerviosas y fuerte arteriosclerosis, acompañadas de crónico desinterés por los negocios. La familia empeoró la situación: gastaba a manos llenas en Europa, sin prestar atención a la administración de las fincas, en muchas de las cuales se construyeron lujosos palacetes, como el del Chicó, al norte de Bogotá, convertido hoy en museo.

En la biografía sobre su abuelo, Bernardo Jaramillo anotó que las negociaciones de Pepe Sierra serian vistas hoy como irregulares pero fue el débil sistema económico colombiano lo que dejó al Estado en manos de prestamistas como única forma de garantizar su funcionamiento.
Entonces no existían medios como el control de cambios, ni un emisor sistemático y acreditado, y si graves problemas como una tasa de cambio entre el diez mil y el quincemil por ciento y fuerte inestabilidad política.

La comercialización anticipada de los ingresos fiscales del Estado se mantuvo a disposición del mejor postor. Pepe Sierra murió en 1921 en su casa de la plazuela de San Ignacio de Medellín y la fortuna que creó, a pesar de las múltiples subdivisiones, sigue siendo sólida. Su nombre es recordado por uno de los más ricos y jocosos anecdotarios populares, y su vida y obra son temas de trabajo de los especialistas, como que resulta básico para comprender muchos aspectos de la historia social y empresarial del país.

domingo, 22 de junio de 2008

REMINISCENCIAS



REMINISCENCIAS

Ayer caminando, cuando iba rumbo a mis diligencias sorpresivamente vinieron a mi mente recuerdos de mi infancia. De niño me encantaba la televisión, al fin y al cabo tuve la fortuna de ser un televidente pionero en Colombia, cuando la programación era poca y muy cultural, la presentación de inicio mostraba las imágenes de Simón Bolívar a un lado y en la otra esquina la del General Gustavo Rojas Pinilla presidente y creador del sistema en nuestra patria, en el centro de la pantalla veíamos el escudo de Colombia. Sobra decir que en esa época no se había inventado la T.V. a color, de pronto sonaba el himno nacional y comenzaban los programas.

Teleteatros de Bernardo Romero Lozano en los que su Anuncia Pereiro, Hugo Pérez y otros actores y actrices comenzaron la estirpe de ídolos televisivos. Conciertos largos programas de sabiondos, musicales de la tierra y otras cosas aburridoras para un niño de siete años. Sin embargo la fascinación por esas imágenes mágicas nos mantenían sentados frente al nuevo habitante del hogar, esa caja cuadrada y pesada llamada televisor.


El nuestro era un General Electric de caja metálica color madera beteada. Con mis hermanos nos sentábamos en tarros de saltinas Noél todos los días a las 6 P.M. sin espavilar aguardando que sonara la patriótica melodía y luego ver casi las inexplicables figuras animadas en la pantalla de cristal; en varias ocasiones traté de descubrir a esas pequeñas personas que aparecían mirando por los agujeros redondos de la tapa trasera.

Ya mas grandecito empecé a ver programas que si lograron emocionar mis fibras
preadolescentes:

¨ El investigador submarino.
¨ El enigma fosfogén
¨ El desafío del hombre.
¨ El Show de Jerry Lewis.
¨ el Show de Carol Burnet.
¨ Rintintín.
¨ Lassie.
¨ Telecirco Colombina.
¨ Perdidos en el espacio
" El tio Alejandro
" La isla de Gilligan

Agrega tus primeros programas recordados en las líneas
finales. Si de los anteriores coincides con mas de uno tienes
en este momento, año 2005, mas de 50 años, si tus primeros
recuerdos fueron a color y viste plaza sésamo estarás entre el
tercer y cuarto piso, anota tus programas de infancia
preferidos:


EL DOCTOR CITO.

Cierto día me invitaron a un club de golf muy renombrado de la ciudad y pude entender el porqué tantos profesionales se aficionaban tanto a este extraño deporte.
El solo paisaje sería para mi suficiente incentivo para visitar con frecuencia estos sitios, la ausencia del infernal ruido citadino complementaba las características del club invitando al descanso.

Las cascadas con su constante y refrescante chapuceo y el trinar de los pájaros invitaban a unirnos al palpitar sosegado de la naturaleza.
Poco me interesó lo demás, o sea el tonto empujar a las pequeñas bolitas con un costoso palo hacia los predeterminados agujeros en el césped.

Me desprendí del grupo y después de quitarme los zapatos recorrí el inmenso campo sumergiéndome a ratos bajo la reconfortante sombra de los pinares.
Mi olfato disfrutaba, ora de las fragancias que brotaban de los pinares, ora de los vapores medicinales de los eucaliptos y la yerbabuena. Mis pies sentían el húmedo y mullido tapete vegetal y mi mente reconocía entre las nieblas de los tiempos a mis antiguos antepasados.

Una pequeña y vivaz ardilla saltó desde una rama y caminó recelosa hasta situarse frente a mí, ávida de las rosetas de maíz que estaba yo comiendo, puse el paquete al alcance del bello animal y proseguí mi camino, nunca antes había ofrecido algo con más gusto.

Atravesé varias quebradas usando de puente las saltonas piedras que sobresalían y distinguí a través de sus cristalinas aguas montones de pececitos de colores que danzaban entre los yerbajos de las orillas. ¿Como preferían mis amigos andar tras una pelotica sintética en lugar de estar contemplando tantas maravillas que bullían de todas partes?.

Desde atrás de un montículo de blanca arena vi surgir la despeinada cabeza de un curioso personaje que se acercaba, era un enigmático hombre que vestía un raído traje de buen corte, lucía una corbata de seda de un color indefinible, pues la mugre se había adueñado de ella, avanzaba rápida y firmemente mientras observaba el paisaje girando su cabeza de un lado al otro. Sus labios esbozaban una inocente sonrisa de niño.

Cruzó mi camino sin verme y pude percibir en sus azules ojos que para el nada existía, salvo su propio mundo.
Lo vi por ultima vez sambuyéndose en la espesa maleza que delimitaba el campo, desapareciendo como un fantasma.

Ya más tarde en el comedor le comenté a mi amigo Alex sobre mi raro encuentro.
Ah, me dijo el, ese debió haber sido el doctor cito, ya no es socio del club pero de todas formas se cuela por las mallas, los vigilantes por lástima y en recuerdo de sus buenos tiempos ,cuando se portaba bien con ellos, lo dejan deambular a sus anchas.

-¿Quién es él?, o mejor ¿Quién era?, inquirí curioso.

-Él fué mi médico jefe en el hospital central cuando hice mi internado en el
año 74, respondió Alex.




-¿Y?, repregunté mientras abría mis manos palmas arriba y entrecerraba los
ojos en ademán de querer escuchar todo el cuento.

_Bueno, bueno..., acomódate bien que voy a contarte todo el rollo mi querido amigo:

En 1974 ingresé al programa de internado del hospital central con otros veinte compañeros más, todos estábamos llenos de ilusiones y emoción, pues nos habían asignado como médico jefe a nuestro profesor Diofano Campos, eminencia en
medicina interna y neurocirujano de renombre mundial.

Afable por naturaleza y a pesar de su juventud, pues no llegaba a los cuarenta años entonces, estaba lleno de excelsas virtudes, nunca negaba atención a nadie, así el paciente no tuviera seguros médicos ni recursos monetarios, esto le ocasionó muchos enfrentamientos con los directivos y le creó muchas enemistades y envidias

Nosotros los estudiantes en cambio lo adorábamos y dábamos cualquier cosa por llegar a ser la mitad de lo que el era. Su esposa Inés era una hermosa mujer de ojos verdes y tenía una piel de esas que solo se ven en los almanaques de fin de año, su hijo Andrés Felipe estaba en secundaria y era un aventajado estudiante y además campeón nacional y suramericano de tenis, el muchacho tenía asegurado un brillante futuro y era la más preciada joya de su hogar.

Alex continuó su historia: El tiempo pasó y yo quedé como médico de planta del hospital, realicé con el doctor Campos muchas cirugías en las que no dejaba de asombrarme con su increíble capacidad médica, me honró con su amistad y fueron muchos los gratos momentos que compartimos en familia. Mi esposa Fabiola llegó a ser la mejor amiga de Inés y con el tiempo nos convertimos en compadres, pues ellos aceptaron ser los padrinos de nuestro hijo Tomasito, todo era perfecto, pero nadie conoce las albures que nos depara el futuro.

Alex interrumpió su historia y bajando la cabeza limpió disimuladamente con su mano unas lágrimas que habían brotado de sus ojos.
Yo intuyendo que algo le causaba un profundo dolor guardé silencio.
- Disculpa, dijo Alex y continuó:
- Como te decía nadie sabe que nos espera a la vuelta del camino, como va uno a saber que un solo error le puede derrumbar el mundo; como imaginar siquiera que
un solo desliz en la vida de un ser perfecto pueda aniquilarlo, esto es increíble.

Muchos hombres, la mayoría de nosotros creo, erramos con una frecuencia vergonzosa, hacemos sufrir a otros, herimos sus sentimientos, somos una porquería, pero con una o dos disculpas limpiamos nuestras faltas y seguimos nuestras vidas como si nada hubiera pasado. Yo mismo hubiera dado cualquier cosa para evitarle tal martirio a mi querido maestro, la vida a veces es tan injusta...

Solo un error, solo uno, que tristeza...

Cierta noche que estábamos de turno Campos y yo la congestión de servicios fué desacostumbradamente anormal, parecía que la ciudad estuviera en guerra, el ulular de las ambulancias no cesaba y la puerta de emergencia no daba a vasto para tantos heridos, llegaban con heridas de bala, puñal y garrote, el piso era un mar de sangre y los lamentos llenaban la sala, ni las enfermeras ni nosotros alcanzábamos a cubrir tal demanda, llamaron más personal pero mientras tanto teníamos que multiplicarnos, era como una pesadilla, nadie sabe lo difícil que es para un médico escoger prioridades para la atención, cualquier error de evaluación puede costar vidas. Campos parecía un San Francisco, en verdad lo era, no solo suturaba y daba órdenes
precisas, sino que con su actitud consoladora calmaba a los familiares de las víctimas.
Ante la crisis y viendo que era imposible más cobertura ordenó no recibir mas pacientes y además evacuar otros tantos a otras instituciones de acuerdo al plan de emergencias.

Eran como las cuatro de la madrugada y parecíamos máquinas zurcidoras, corriendo de una camilla a otra en medio del insoportable barullo, de repente la puerta de la sala se abrió violentamente golpeada por una camilla en la que reposaba el cuerpo irreconocible y sangrante de un hombre, doctor Campos los amigos de este jóven ruegan para que lo atiendan, están muy angustiados...

- ¡Cela, (vociferó Campos), la orden fué clara, no podemos físicamente recibir a nadie más!
El exánime y destrozado cuerpo fué retirado de prisa rumbo a otro hospital y continuamos con nuestro penoso trabajo ininterrumpidamente hasta las siete de la mañana.
Nos dejamos caer en una mullida poltrona que estaba en la sala de espera, exhaustos y jadeantes, pero con la íntima satisfacción del deber cumplido, todos los pacientes habían sobrevivido y casi nos sentíamos dioses, de repente Campos se levantó como un resorte y quitándose el gorro dijo:

- Carajo, el grado de mi hijo, lo olvidé por completo, pobre Andresito no pude acompañarlo.
- El comprenderá amigo mío, le dije, no fué tu culpa; sabes que en esta profesión no somos dueños de nuestras vidas, cálmate que más tarde iremos a felicitarlo compadre.

- Tienes razón, después de esta noche que cosa peor puede pasarnos, dijo Campos recostándose de nuevo ya mas calmado.
El correteo de una enfermera nos sobresaltó e imaginamos que algún paciente
estaba en crisis...

- Doctor Campos, doctor Campos, acaban de llamar de su casa, que su hijo sufrió un accidente.

-Pobre Campos, solo un error en su vida, como iba el a saberlo, ese paciente que remitió a otro sitio era su propio hijo, se accidentó en la motocicleta que le había comprado como regalo de grado, su vida se derrumbó, asumió toda la culpa para sí, pobre campos como diablos iba el a saberlo.
¿Acaso somos dioses?


DATOS CURIOSOS

El instinto natural de las aves para construir sus nidos perdura en ellas por cinco generaciones, así no tengan oportunidad de hacerlos por estar enjauladas.

Si el hombre viviera 500 años, ¡sus orejas le crecerían casi medio metro!

Como hipocondríaco se conoce a la persona que demuestra una preocupación desmesurada por su salud. El rey de estos sigue siendo Samuel J. de Inglaterra, en los últimos años de su vida tomó cerca de un cuarto de millón de píldoras, llegando a tomar en un año 52.000 pastillas, murió a la edad de 65 años.

A los sesenta años de edad, un hombre promedio habrá comido unos trescientos mil seiscientos kilos de carne, tres mil de pescado, diez mil de café... y para mitigar sus penas unos diez litros de alcohol.

Durante 24 horas un hombre desarrolla tal cantidad de energía, que toda esta acumulada podría levantar una locomotora a un metro de altura.

De donde viene la expresión O.K.
Durante la guerra civil en Estados Unidos se ponía fuera de los campamentos las siglas 0.K. que significaban 0 (cero) Kills (muertos) , o sea que no habían bajas en esa unidad tras el enfrentamiento.

Porque a los Franciscos les dicen Paco (Pacho en Colombia).
El origen de Paco viene de San Franciso de Asís, primer abad y fundador de la orden franciscana o lo que es lo mismo, "Pater Comunitas" - (Padre de la Comunidad franciscana). Por lo que "Paco" sería el acrónimo de "Pater comunitas".

En el lenguaje mandarín el símbolo de la palabra mujer repetido dos veces significa pugna y tres veces chismografía.

El Galés Oprins es el hombre más liviano registrado en los anales médicos, pesaba al morir en 1.754 2 libras, a la edad de 17 años.