viernes, 6 de febrero de 2009

LA AMÉRICA


Calle San Juan


Cuando tenía cuatro años llegamos a Medellín entrado el primer lustro del siglo pasado. La primera imagen de esta ciudad que tanto quiero, fué la que descubrí desde una curva de la carretera al mar, bordeada de olorosos pinos.

Era una amplísima y sorpresiva vista de la gran urbe, entonces de algo más de 430.00 habitantes. Al fin, luego de un largo viaje por una carretera estrecha y polvorienta que atraviesa la accidentada cordillera occidental, los pasajeros del destartalado bus de transportes Gómez Hernández se daban de narices con este nuevo paisaje.

Tendida sobre un verde y apacible valle estaba Medellín, enjoyada de blancas construcciones, el verde de inenarrable belleza, como no había edificios altos, se distinguían claramente unas extrañas construcciones que luego supe que era el coliseo y el estadio.

El panorama de la Bella Villa nos llegaba de forma interrumpida, pues al tomar el vehículo las curvas se nos perdía, a veces oculto por la montaña, la niebla o el tupido pinar que rodeaba el camino.

Ensimismados así por el fabuloso espectáculo llegamos a “tierra firme”, el bus se estacionó lentamente en el bullicioso sector de Guayaquil, muy semejante a mi pueblo en domingo, con casas antiguas y plagado de vendedores que vociferaban ofreciendo sus productos y servicios, olía a verduras y frutas, debido a que allí estaba una gran plaza de mercado.


En ese momento sonaba el silbato del tren, que llegaba desde Puerto Berrío a la bellísima estación Medellín, larga y blanquísima construcción de ese mismo sector.
Empacado el equipaje en un taxi, nos dirigimos emocionados hacia el descubrimiento de La América, un barrio que desde ese momento sería y sigue siendo mi segunda patria chica.

Boquiabierto y pegando mi cara al vidrio de la ventanilla, vi pasar la inmensa estación del tren, luego el inmenso edificio de gaseosas Lux, muchos años después ocupado por RCN y hoy día el edificio inteligente, Unos metros más adelante hacia el occidente, encontramos el puente de San Juan, que atravesaba un río que me pareció enorme, no sé si fué por la percepción infantil de entonces o porque realmente así era en ese tiempo, estando el taxi en lo alto del puente vi aparecer por el lado izquierdo una gran imagen blanca de Cristo Salvador, salté hacia la ventana de ese lado para verla mejor, estaba anclada a la terraza del un edificio rectangular como de tres pisos, verde y blanco al otro lado del río, y que exhibía también unas enormes letras metálicas que decían “Proleche”, aclaro que obviamente aún no sabía leer, pero si distinguía los logos de los productos más conocidos.

La imagen miraba con sus brazos extendidos hacia el río. Alguien gritó:

- ¡La Macarena!, señalando ahora a la derecha una construcción que parecía una gran torta de chocolate con cubíerta de azúcar y coronada con un hermoso aviso de cigarrillos Pielroja.


Plaza de toros La Macarena de la época



Las sorpresas no terminaban, muy cerca sobre la misma avenida san Juan estaba la fábrica de textiles Tejícóndor, que tenía una altísima torre con su logo en la cúspide, torre que quiso conservar el ahora inmenso almacén Makro. Mi corazón latía de gozo viendo tantas novedades.

En nuestro recorrido estaban también el moderno teatro América y la fábrica de licores, llamada entonces el zacatín, al pasar por allí había un inolvidable aroma a caña molida, más arribita vi por primera vez un supermercado: “La Candelaria”, hoy cooperativa de consumo, el lugar que ocupaba el zacatín es ahora un lote a la espera eterna de convertirse en una clínica del seguro social. Adelante nos topamos con la glorieta de Pérman, llamada así porque en una de sus esquinas estaba y sigue estando esa panadería, en otra de sus esquinas quedaba entonces el almacén Ley de La América, derrumbado en estos días para la construcción de una mole de concreto.



Glorieta de Perman, tiempo después La Candelaría ocupó por un tiempo el sitio del Ley



La calle San Juan era solo de dos carriles sin separador con grandes árboles de mangos y guayacán en sus costados.
El templo de La América nos bendijo al pasar rumbo al nuevo hogar, tenía una fuente de bronce en su atrio y en la acera del frente un busto plateado del libertador Simón Bolívar, en esa época La América ya tenía mucho comercio, la papelería El Pibe, Mercados América, Panadería Gloria, teatro Santander, Fábrica de sostenes Saligia, foto Lía, heladería noches de luna, carnicería la reina y otros negocios que ahora se me escapan.
Dobló el taxi a la izquierda al llegar a la carrera 88 para conducirnos a la vieja casona de seis habitaciones y un solar grande, en la que habríamos de pasar gran parte de nuestras vidas. Esa noche casi no puedo dormir tratando de asimilar tantas emociones.



PIELROJA HISTORIA DE UN BELLO LOGOTIPO


1925 Cajetilla de cigarrillos Pielroja. Diseño: Ricardo Rendón. Solicitado por concurso, casualmente Miguel Angel del Río presentó una propuesta parecida. Salieron al mercado los 2 diseños y solo hasta 1940 se optó por la de Rendón.



Logotipo de los famosos cigarrillos pielroja en los años 30 y 40

Logotipo más recordado. (El cigarrillo es nocivo para la salud)



El efecto multinacional


Las entidades financieras, así como las compañías de licores y de cigarrillos, viven procesos de compra o de fusión, motivo por el cual se ven obligados a cambiarle el rostro a la entidad. Pero mientras algunas compañías optan por conservar de alguna manera la imagen construida a lo largo de los años, otras han hecho borrón y cuenta nueva, como es el caso de Colsubsidio (ver recuadro). En contraste, Pielroja decidió conservar la imagen del indio diseñada por Ricardo Rendón en 1924. "Lo típico habría sido arrasar con todo por el cambio de dueño -explica Jon Ruiz, gerente general de Coltabaco, empresa adquirida por Philip Morris-, pero la gente terminaría denigrando de los gringos. Nos dimos cuenta de que estábamos hablando de un ícono nacional". Por ello, para relanzar la marca y complementar su tradicional presentación sin filtro, crearon un cigarrillo rubio con filtro y lo ofrecieron en una cajetilla dura, como exige la tendencia.



Extractado de la revista Semana.


¿DISEÑO DEL FUTURO?


Propuesta diseño para la Cajetilla de cigarrilos Pielroja publicada en DESIGN AND DESIGN Worldwide community of designers como "Packaging of the day". Proyecto que lanzará en Enero de 2009 un libro con lo mejor de diseño mundial.



PIELROJA ¿ DE NUESTRA TIERRA?


Cuestionable lema el de la nueva publicidad de Pielroja.
Aunque soy franco opositor del tabaquismo y del consumo de cigarrillo en todas sus presentaciones, manifestaciones y variables, injusto sería el no reconocer la relevancia iconográfica de una ilustración como aquella que identifica a los Cigarrillos Pielroja, más allá de lo tóxica que pueda resultar la inhalación del tradicional y cancerígeno producto.

Fue éste el fruto de una convocatoria, llevada a cabo en 1924, con el propósito de escoger el mejor entre muchos posibles diseños que engalanarían al coloquialmente denominado ‘peche’.

Hubo dos propuestas ganadoras: una del artista Miguel Ángel Del Río, y la otra del padre de la caricatura moderna en el país –el gran maestro Ricardo Rendón–. Ambas fueron utilizadas en un par de cajetillasdistintas. Los dibujos, como lógico resultaba suponerlo, recreaban a un indio de la ya conocida tribu. El de Rendón ostentaba 12 plumas en su cabeza.

Tan censurable como la venta y producción de cigarros puede quizá ser el hecho de haber escogido a un estandarte tan ajeno a la nacionalidad colombiana como lo era un aborigen norteamericano, en lugar de haber expuesto, tal vez, a algún símbolo algo menos distante, el cacique Calarcá, por ejemplo.

Rendón, como suele ocurrir con aquellos dueños de excepcionales genios, murió en forma prematura por su propia voluntad.

Se despojó de la vida en uno de los lavabos de la cafetería La Gran Vía. Había tomado una cerveza y, tras escribir la lúgubre sentencia de despedida: “suplico que no me lleven a casa”, descargó sobre sí un disparo.

Con él se fue quien sería pionero del género en Colombia, además de uno de los más célebres ilustradores de El Tiempo y El Espectador. Con él se fue un antioqueño capaz de amar tanto a su adoptiva ciudad, que llego hasta el extremo de rechazar una atractiva oferta de trabajo en el New York Times, por su temor a irse de Bogotá. Era 1931.

En 1950, José Posada, director del departamento publicitario de la tabacalera, fue encargado de unificar la presentación de ambas cajetillas. La solución fue democrática: conservó la ilustración de Rendón, despojándola de una pluma, pero a la vez utilizó la tipografía de Del Río; de este último también escogió el color blanco de fondo.


Cajetilla en 1.925

De Andrés Ospina en el tiempo (extracto).

6 comentarios:

el drummondvillano dijo...

No lo sé pero al menos me pasa a mí. Esos recuerdos de infancia siempre tan fuertes en nuestra mente y recreados decenios después alimentan maravillosos escritos como el que acabo de leer. No se si se trate de la decadencia. Quizás lo único que no ha cambiado mucho son esos caminos polvorientos y olvidados de ese occidente de donde vienes. Porque ya al pasar el boquerón, tenebroso paso donde muchas avionetas quedaron estrelladas, los elementos del paisaje actual son bien diferentes a esos días. Los cinturones de miseria que ya van llegando a la vieja fonda donde se disfruta el pandequeso caliente con chocolate preferiblemente temprano, las fortalezas del amor y el deseo, la mejor forma de lavar el fabuloso dinero, la terminal de transporte para norte y occidente instalada al frente de la montaña de basura que en los tiempos de su escrito aun no era una vergüenza para la ciudad. En su escrito se ven los vestigios de una ciudad que se volvió industrial más por necesidad que por vocación. Aun lejanas de nuestro paisaje urbano los iconos del mundo global de nuestros días. Refrescante su imagen del genial dibujo del caricaturista Rendón, el pielroja de la macarena, esa torta de chocolate ahora aplastada por una cubierta antifuncional y de mal gusto.
Los cientos de nuevas edificaciones que no envidian a ninguna del mundo aparecen como un milagro en un país tercermundista que ha visto morir muchos de esos intentos industriales del pasado. El sustento de todo este milagro sigue ahí, siempre escondido por supuesto. Quien sabe si a pesar del espejismo el niño de 4 años viviendo los primeros años del nuevo siglo pueda describir con esa nostalgia dentro de 50 años un escrito así de maravilloso.

danubio dijo...

Hola que tal, que bueno saber de vos, gracias por el extraordinario comentario, gracias por permitir tenerlo como lector.

danubio dijo...

La Bruja, recomendadísimo para leer, le cuento que por esas "casualidades" que tanto menciono, conocí a Carlos Mario, un constructor del Poli que nos remoledó la fachada, como era de Fredonia aproveché para preguntarle si conocía a la esposa de Jaime Builes, el personaje dueño de la finca que mencionas, resultó ser su prima, el mundo es un pañuelo. Esa dama seguro es la que viste en tu visita al sitio.

Anónimo dijo...

Gracias Darío ; que interesante todo esto que nos hace aflorar todos aquellos recuerdos.
Sigue adelante con esta loable labor

danubio dijo...

Hola Eduardo, que bueno que este escrito te hizo rememorar esos hermosos días en los que nuestra ciudad era tranquila y limpia, no solo en su parte física sino también en sus gentes.

Anónimo dijo...

hey tengo para la venta una cajetilla de cigarrillos pielroja edicion 1925 se abre una subasta...envien sus ofertas a esta pagina... o al facebook joseeljefe91@hotmail.com