miércoles, 14 de agosto de 2013

EL INSOMNE


Solo quienes hayan sufrido un episodio de insomnio sabrán el sufrimiento que genera este mal que cada vez afecta a mayor número de personas.

Contrario a otros males, quien lo padece aparenta estar en perfectas condiciones físicas por lo que casi nadie en su entorno le presta atención ni le cree su historia y encima lo tildan de hipocondríaco o mentiroso.

Eso no puede ser, una persona que no duerme en una semana estaría loca, y vos te ves muy bien”.
 
Es que no imaginan el infierno que viven cada noche estos desdichados  que por más que lo intentan no logran conciliar el sueño, mientras que el resto del mundo duerme a pierna suelta.

EL INSOMNE

Camina en las noches como alma en pena en la habitación describiendo una ruta circular que se acomoda a la medida de esta. Sale del cuarto rumbo a la cocina buscando la panacea en un vaso de leche tibia. Ya lo ha intentado casi todo: infusiones de valeriana, lechuga, toronjil, azahar, manzanilla, salvia y toronjil, una ramita de yerbabuena bajo la almohada, baños tibios.

Todo esto sin ningún resultado distinto que al de entretenerse un poco mientras elabora las recetas,  envolatando así  un poco el paso del tiempo.

Claro que no le faltó el intento de convocar a Morfeo escuchando la música de Bach: “Suites para violonchelo” y las recomendadas melodías de la música New Age, que según muchos  han demostrado muy buenos resultados, pero para esos otros muchos, no para nuestro insomne. No consiguió nunca quedarse dormido al son de las melodías clásicas pero al menos se volvió un experto en ellas.

Nadie sabe lo desconsolador que era para el insomne contemplar a los demás durmiendo plácidamente en sus noches de obligada vigilia, a veces hasta imaginaba sus sueños oníricos y sentía envidia, mucha envidia.

Como ya no eran semanas sino meses decidió leer los cuentos de Edgar Allan Poe en los que descubrió un fascinante personaje, Aguste Dupin, develando casos policíacos casi imposibles y convirtiéndose en el precursor de Sherlock Holmes.

En las horas del amanecer  descubrió el tic tac del reloj de pared, que en el resto de las horas diurnas  parece mudo. Tic, tac, tic, tac…

El sexto mes de su desvelo lo sorprendió inmerso en la obra de Borges y a través de sus “Ficciones”  pudo ingresar a la biblioteca Babel con sus galerías hexagonales con infinitas salas llenas de incontables combinaciones de palabras en las que lo normal era la incoherencia y lo racional una milagrosa excepción. Tic, tac, tic, tac…

Nuestro amigo insomne descubrió una noche que estaba solo en su agonía, que nadie estaba dispuesto a sacrificar un pedacito de su sueño para acompañarlo y transformar su monólogo nocturno en un pequeño diálogo que le hiciera más llevadera su situación por unos minutos. Pero eso ya no le importaba pues había descubierto que él mismo era buena compañía y que sus monólogos habían mejorado mucho.

Había ya transcurrido un año y al fin había descubierto la paciencia, una escasa virtud que le permitió comprender que todo pasaría y que un día cualquiera se sorprendería despertando de su anhelado sueño.

Muchos libros tuvieron que pasar por sus manos, muchas infusiones y vasos de leche tibia, montones de yerbas recomendadas arrumadas bajo su almohada, incontables caminadas circulares en su cuarto, montones de temas musicales sonados en su reproductor, muchos llantos, muchas angustias y desesperanzas, ahí estaba en ese aniversario de su insomnio el insomne, solo, tirado boca arriba en su cama, esperando su regalo de aniversario, mirando las aspas del ventilador girando como una galaxia lejana, lejana y cada vez más lejana, y el reloj acompañándolo con su percusión monótona, con su tic, tac, tic, tac, tic, tac

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