sábado, 3 de diciembre de 2016

UN PAÍS DE AGUA



Alberto López
A Iosu Urrétxola

Nací en un pequeño país de agua
recostado entre el mar y la montaña
un país que entre fuentes que nacen del amor de una roca
vena madre de arroyos rumorosos y ríos bravos
respira perfumes de tierra mojada.

Nací en un país
donde el mar se levanta amenazante
como un poderoso Leviatán
y el cielo llora derramando gracias
entre cortinas de lluvia
a veces impetuosa
a veces lenta, terca e incansable.

Un país, donde las gotas de rocío
que perlan las praderas
con el joven sol de la mañana
se deslizan por el cristal de la cocina
entre olores a leche caliente y cuajada
mientras la abuela
sentada junto al hogar en una silla de enea
cuenta al benjamín una leyenda de lamias.

Nací en un país
que se lleva en el ensueño infantil
de la humedad en los zapatos
en el suéter de una niña rubia
y en el olor de su cabello mojado.

Un país de hombres orgullosos
que para saludar
en lugar de doblar la cabeza…la levantan.

Un país de hombres silenciosos
donde las palabras de su ancestral lenguaje
son más antiguas que las viejas piedras
de los muros y los arcos.

Nací en un país
de mitos perdidos en un remoto pasado
compartidos ante el fuego del hogar
entre olores a carbón de leña y a humo embrujado.

Un país de infinitos verdes
donde la humedad, las brumas y las nieblas
hechizan los bosques
de helechos, robles, hayas y castaños.

Nací en un país
de txapelas y paraguas grandes
donde las gotas de lluvia
repican músicas de zortzikos por los tejados
y donde el silencio de las aguas muertas
hace soñadores a los charcos.

Nací en un país
donde la lluvia que nace en el mar
viene con sabor a sal y a historias de náufragos
donde el viento, peinándose en los riscos
llega a ráfagas… como silbando.

Nací en un país
donde los niños
juegan en la calle sin miedo a la lluvia
a los truenos y al relámpago
y donde los jóvenes
al ritmo de la txirula y el tambor
danzan con las manos enlazadas
como brincando.

Un país que, tras la tormenta
cuando se va abriendo el cielo por el valle
retorna apacible el sonido cadencioso del cencerro
llamando al canto de los pájaros.

Nací en un pequeño país de agua
que desde mi exilio voluntario
me duele profundamente
y profundamente extraño.
Un país que, en el largo camino de mi memoria
poco a poco, se va difuminando.

2 comentarios:

OrrantiaTar dijo...

Hermoso. Evocador. Con tu permiso, que espero me des, lo comparto. Salud.
Mikel Orrantia

danubio dijo...

Hola Mikel. Claro, lo puedes compartir dándole crédito a Alberto López. Feliz día.