Definitivamente todos nacemos sin experiencia, pero la vida nos ofrecerá cada instante un nuevo desafío. Aprender y hacer es la consigna desde el momento en que nacemos.
El bebé luego del parto debe aprender a respirar, es la primera decisión trascendental que toma en su primer segundo de vida, descubre que el aire es el que le da aliento, y llora con todas sus fuerzas para que se dilaten sus pulmones.
Aunque aún no tiene control de su cuerpo no duda en agarrarle un seno a su madre y localizar la fuente de su primer alimento, cosa complicada que luego de pocos minutos domina a la perfección.
Después viene el aprendizaje de gatear, ponerse en pié y caminar, otro de los grandes desafíos, y lo logra a pesar de que la estructura humana parece no haber sido diseñada para andar erguido. En esa etapa también descubre por primera vez el dolor y el bienestar, la alegría y la tristeza, en general comienza a descubrir los sentimientos, el calor y el frío, el amor y el sexo. Que curioso, pero si parece una programación binaria.
El primer día en el jardín infantil puede ser angustioso, pero le hace vislumbrar que el mundo es grande y se extiende más allá de las paredes de su hogar. Y siguen la escuela, el colegio, la universidad, el trabajo. Se hace cada día más grande en edad y experiencias.
Pero siempre habrá una primera vez, un nuevo desafío a superar. Y qué bueno que sea así. Un día en el que no aprendamos algo nuevo, que no nos sorprenda algo por primera vez, será un día desperdiciado.
Como decía Séneca: “Debes aprender mientras dure tu ignorancia"; Y si creemos al dicho, eso será mientras dure tu vida.
Para muestra un botón, este hombre nativo de Papúa Nueva Guinea aún descubre a su edad un nuevo desafío al ver por primera vez una escalera eléctrica. Resume su actitud la esencia del Aprender y hacer.
Nada es fácil ni difícil, solo atrévete y la próxima vez lo harás mejor.
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