viernes, 28 de noviembre de 2014

LA MUJER LOCA

A veces encontramos en la televisión estupendos programas, y este es el caso de "Diálogos" del canal Capital de Bogotá. Me sorprendí con una entrevista que le hicieron al escritor español Juán José Millás, que nos asombra con sus ágiles y entretenidos comentarios y su profundo conocimiento del idioma.



Durante sus visitas, el escritor se siente atraído por la idea de novelar la vida de Julia, aunque para lograrlo deberá enfrentarse a su bloqueo creativo con la ayuda de una psicoterapeuta. La realidad trastoca los planes del escritor cuando Emérita revela un secreto que ha guardado celosamente toda su vida. Lo que había comenzado como una crónica periodística se convierte entonces en una suerte de novela en la que él se verá involucrado como personaje. 

Historias como esta, escrita por Juán José Millás en el periódico El País de Madrid nos maravillan.

Duro destino

Por Juan José Millás

EL PAÍS - Cultura - 26-07-2006

Como la situación es un poco difícil de entender, el comunicado del museo la aclara asegurando que se ha llegado al acuerdo de llevar a cabo "la reposición de las piezas de acero que conforman la escultura Equal-Parallel / Guernica-Bengasi, que se encuentra en paradero desconocido". La verdad es que debería decir: Nos han robado una escultura de 38.000 kilos cuya búsqueda está resultando más complicada que la de una aguja en un pajar, por lo que hemos decidido realizar una copia exacta, una réplica idéntica, un facsímil análogo. Nada de eso. 

Vamos a reponer las piezas de acero que forman la escultura etcétera, etcétera, que se encuentra en paradero desconocido, etcétera. Pero a continuación, ladinamente, añade: "La escultura resultante tendrá a todos los efectos la consideración de original". Pura magia. Nada por aquí, nada por allá. ¿Sería usted capaz de adivinar en qué momento la expresión "reposición de piezas" se ha convertido en "la escultura resultante"? 

Alguien con esa capacidad para ocultar un hecho evidente -que se va a proceder a la copia de una escultura- puede esconder 38.000 kilos delante de sus narices. O sea, que yo investigaría entre los miembros del patronato (es broma, no se envisquen).Con todo, lo mejor es que ahora vamos a tener dos esculturas, una falsa, pero legal, y otra auténtica, pero ilegal. La escultura falsa, pese a su legitimidad, vivirá el resto de sus días amenazada por la existencia invisible de su hermana gemela. Duro destino saber que eres original porque lo dice un papel, un acuerdo, un decreto y no porque lo seas de verdad. La escultura robada no tiene papeles, es cierto, pero todo el mundo sabe -quizá ella misma también- que es la verdadera. Fantástica metáfora en un mundo amenazado por oleadas de sin papeles a los que llamamos ilegales, cuando quizá seamos una copia de ellos.

Julia trabaja en una pescadería y de noche estudia gramática porque está enamorada de su jefe, un filólogo apasionado de su profesión. Para completar su apretada agenda la joven ayuda en el cuidado de una enferma terminal, Emérita, en sus ratos libres. Es en su casa en donde coincide con Millás, que se encuentra allí preparando un reportaje.


Ahora los invito a ver su entrevista en el canal Capital



DIALOGOSMILLAS08OCT from Canal Capital on Vimeo.

lunes, 24 de noviembre de 2014

PARA ESO LEEMOS


Librería Shakespeare & Company, París, Francia

PARA ESO LEEMOS

Para saber
 que no sabemos
 y recordar
 lo que hemos olvidado.

Para soñar
 que todavía hay futuro
 y conjurar la amargura
 de nuestros fracasos.

Para escapar de un presente
 que nunca fue nuestro
 añorando los caminos
 que recorrimos en el pasado.

Buscando consuelo

Para eso leemos.

Para soportar
 nuestras soledades
 con las soledades
 prestadas de otros.

Para eso leemos.

Para no estar solos
 y esperando…olvidar
 lo que desde siempre sabemos
 que como solos venimos
 solos nos iremos
 desnudos…pero
 con un libro en las manos.

(Alberto López)

domingo, 23 de noviembre de 2014

CABOS SUELTOS - 3

 HABLAR Y ESCRIBIR
 Alberto López

Jorge Luis Borges

- Maestro… ¿Pudiendo hablar, porque escribir?
 - Porque no se habla como se escribe, ni se escribe como se habla y porque no se dicen las mismas cosas, cuando se habla que, cuando se escribe.

El hablar brota de nuestra espontaneidad como una reacción urgente a algo de fuera de nosotros. Hablar lleva implícito la incontinencia espontánea y la falta de reflexión y medida. Porque el hablar no brota de la integra totalidad de nuestra persona.

 Siempre que hablamos, al poco sentimos que lo hemos hecho en exceso, que hemos dicho algo que no queríamos decir y que lo que queríamos decir, quizás no lo hemos dicho. Así que en el hablar siempre sobran palabras. A veces, las palabras parecen brotar solas, fuera de nuestro control, como si tuvieran vida propia. A posteriori ni nos reconocemos en ellas. Por eso, tras el hablar viene el arrepentimiento y de esa derrota, de esa limitación del hablar, surge la necesidad de escribir.

 Escribir conlleva un retener las palabras, para medirlas y pesarlas antes de dejarlas caer sobre la hoja en blanco. Conlleva soltarlas de forma lenta y precisa, poniendo cada una en el lugar apropiado que le corresponde y para el que parece estar predestinada. La escritura exige librar a las palabras de su vanidad, limpiándolas de los excrementos dejados en ellas por la vida, la historia y el habla, hasta quedar pulidas como diamantes. Esa es la labor del escritor, una labor que se hace en voz baja, como si se contara un secreto y en el silencio que demanda la reflexión, el pensamiento y la ensoñación de la imaginación creadora. Porque su verdad, la verdad intima del escritor, su gran verdad, acto de fe, y de fidelidad para con el lector, no se puede decir hablando, se tiene que decir escribiendo.

 Hoy, sin embargo, cuando la gente ya no escribe ni cartas, se tiende a escribir como se habla (mal) devaluando la profundidad de la escritura. Y no se trata de un nuevo realismo sucio, sino de una falta de ilustración y de mal gusto. Así que no debe sorprender que, una sociedad como la española, totalmente alfabetizada desde hace años, tenga tantos analfabetas funcionales como analfabetas tenía hace un siglo. Y no es diferente en el caso de la escritura, si acaso es más agudizado. Porque… ¿qué porcentaje de la población del país sabría hoy en día escribir correctamente una carta, plasmando en ella sus sentimientos?... Y la perspectiva no es previsible que mejore, si nos atenemos al desarrollo triunfante de la escritura telefónica de los portátiles, último resto de la escritura de las masas populares, al margen de los formularios de las declaraciones de la renta del Ministerio de Hacienda.

 Hay un caso que siempre me ha sorprendido, de un escritor que no escribía como hablaba, sino que hablaba como escribía. Me refiero a Borges, cuyas entrevistas pasadas a escritura, resultaban tan perfectas literariamente como si se hubieran escrito desde un principio.

 Cuando respondía a las preguntas del entrevistador, Borges lo hacía lentamente, tomándose su tiempo, pensando, reteniendo las palabras, buscando el adjetivo adecuado, corrigiéndolo a veces, mediante una pausa por otro más ajustado, y construyendo finalmente la frase con la perfección propia de un texto escrito. Pero claro Borges no vivía en este mundo. Era un ser extraño, cuyo cosmos se circunscribía al espacio encerrado por las cuatro paredes de una biblioteca.

CABOS SUELTOS – 1

Doy comienzo hoy, a la publicación de una serie de pequeños textos cortos, sobre temas diversos, que a lo largo del tiempo han ido poblando como cabos sueltos, mis libretas de notas. Espero contar con la aceptación de mis amigos lectores. 
(Alberto López)


CONFESIÓN

Ilustración de William Blake

 El mío es un talento malogrado por la falta de un empeño sostenido, la necesidad sicológica del reconocimiento social, la falta de cariño familiar en la infancia, mi escaso éxito con las chicas, la poca paciencia y la prisa por triunfar… ¿Complejos?...probablemente. Después vendrían las obligaciones sociales, las responsabilidades familiares, los compromisos económicos y todo eso. Y era difícil saber distinguir entre lo importante, lo que tenía consistencia, de lo prescindible. Y como otros tantos, yo mismo me amarré las alas con unas cargas sociales que, me condenaron a un vuelo rasante entre las brumas de la mediocridad.

 Me he tenido que hacer mayor, casi llegar a la vejez, para reconocer y aceptar esto. Algo que, por otra parte, desde hace tiempo, intuía. Pero tenía miedo a mi medianía y me fui engañando con justificaciones cobardes. Me decía: sitúate, acepta, asiéntate y después tendrás tiempo para hacer lo que siempre has querido hacer, sin ceder ante nada ni ante nadie. Y hubo bastante gente próxima, que decía quererme, que me animaba y empujaba por este camino.

 Y era más fácil aceptar esto, dejarme llevar por el entorno, que hacerle frente y romper con el. Pero el tiempo transcurría y me fui acomodando aun trabajo profesional bien hecho, pero que no brillaba con luz propia. En ocasiones, cuando lo hacía, era con las luces prestadas de otros. Y me consolaba diciéndome que, copiar o relaborar una idea, haciéndolo bien, no era nada fácil. Y es verdad, no es fácil, pero no era lo que el cuerpo venía pidiéndome desde que comencé a estudiar. Y ahora sé, que tenía talento para ello, pero me faltaban cojones y que si hacemos lo que hacen los demás, al margen de nuestras intenciones, acabaremos siendo como ellos. Y es que no hay manera de oponerse a la retórica del discurso del sistema empleando su sintaxis.

 La arquitectura, la literatura y las artes en general, requieren de una dedicación tan decidida. que solo es posible sustentarla desde una manera de ser y de vivir, que yo no tuve el valor de asumir. Quise hacerlo compatible con la idea del ejercicio profesional, pero reconozco que fue una cobardía y un error. Porque el arte no es una profesión que permita pactos ni mediaciones con el mundo, a no ser que sea a través del diablo, y cuando en alguna ocasión fui a visitarlo siempre estaba ocupado.

CABOS SUELTOS – 2

LEER

Alberto López

Fotógrafo húngaro André Kértsz (1894-1985)

 Los educadores recomiendan que los niños se habitúen a leer desde pequeños, para que cuando sean mayores sean asiduos lectores y personas cultas. Sin quitar la razón a este argumento, pienso que cuando en verdad hay que leer, es cuando uno se va haciendo mayor, porque los años de la infancia, la adolescencia y la juventud no son para leer, si no para descubrir el mundo y vivir directa e intensamente la vida. Porque leer es siempre una reflexión, un balance de lo vivido. Por eso la lectura más productiva es la de la vejez, que es, cuando se tiene la mochila bien llena de experiencias. Leer en la vejez es leer con y desde la memoria. Leer en la infancia es como leer desde el vacío.


 Los que leen mucho de niños y jóvenes, suelen ser niños con poca calle, retraídos y encerrados sobre sí mismos, que buscan en los libros, las aventuras que son incapaces de vivir directamente. De ahí surgen muchos escritores (yo que soy un escritor tardío, me admira lo que algunos de estos escritores llegan a decir cuando afirman que, ya lo querían ser desde su más tierna infancia) que solo escriben sobre lo leído, no sobre lo vivido, porque no han conocido la vida más que a través de las vidas de otros, en los libros de otros. Por eso aunque Borges me parece un gran escritor, también me parece un pobre hombre que murió rodeado de libros sin saber lo que era la vida real. Solo de viejo, apreció un poco su perfume, cuando conoció a María Kodama, una mujer que, pienso, le comió el seso al escritor, ya envejecido, con las tradicionales armas de mujer. Y es que Borges de las mujeres solo conocía a los personajes de las novelas.

 En una sociedad superficial y evanescente como la actual, donde los valores de la juventud, la fuerza, la belleza física, el sexo, la rapidez y la competitividad han arrinconado a los de la madurez, la experiencia, el conocimiento y la sabiduría, la lectura como reflexión apenas encuentra su lugar. En esta sociedad de consumo, donde impera el despilfarro, también la vida y la cultura están montadas sobre este concepto. Así nos pasamos la vida aprendiendo a vivir, acumulando sabiduría y experiencia, para acabar tirándolo todo por la borda cuando nos morimos, o cuando nos jubilan, que es como otra manera de morir poco a poco. Así que no debe extrañarnos, cuando vemos, como los cerebros más maduros de la universidad, son enviados a sus casas, para dar paso (eso dicen) a los jóvenes a fin de ofrecerles un futuro. Vender el coche para comprar gasolina, diría mi amigo El Dandy.

 Antes se decía que escribimos para que no nos olviden y que leemos para no estar solos. Olvido y soledad son sentimientos de la auto conciencia, apenas existentes en la infancia y la juventud, que se acentúan con el paso de los años y que se experimentan plenamente en la vejez. Pero hoy parece que esto no es así. La literatura, la que se publica (si no se publica no existe) ha pasado a formar parte de la llamada cultura (¿cultura?) del entretenimiento, que caracteriza a una sociedad dominada por el espectáculo, hasta el punto, de que ya solo es una parte del marketing empresarial.

Esto es evidente, si analizamos las novelas premiadas en los concursos literarios, casi todas las cuales, responden a un canon que recoge los elementos necesarios para responder a los gustos e intereses tipificados de un público de masas, al que hay que entretener y hacer olvidar la dura realidad diaria. Así el éxito, responde punto por punto a un canon, fuera del cual solo queda la marginalidad, a la que con toda conciencia y responsabilidad me adscribo. El resultado final es que, la literatura ha dejado de formar parte de la cultura, para pasar al mundo del entretenimiento, en una versión renovada de la vieja fórmula de “fútbol, pan y toros”. Leer para un viejo como yo, se está haciendo hoy cada vez más difícil. Por eso ya solo leo a los muertos.