lunes, 28 de junio de 2010

AUSENCIA

Sus ojos se pusieron vidriosos y su mano ya no apretaba la mía, se estaba yendo para siempre y no podía evitarlo.

Porque será que la gente tiene que irse, a veces en la mejor parte de la vida, cuando queremos disfrutar más de su compañía y regarle más de nuestro tiempo.

Antes de partir, hablaba con visitas invisibles, sonreía dulcemente, cosía con sus manos en el aire ropitas etéreas para sus amados sobrinos.


Yo solo podía contemplarla y asentir que aunque nada oía o veía, sus actos tenían mucho sentido, estaba deshaciendo sus pasos, estaba viajando, como solo saben hacerlo los moribundos, hacia sus lugares más queridos, hacia su jardín secreto, donde tenía plantadas muchas orquídeas de inenarrables fragancias, violetas y jazmines.


En algunos momentos yo sabía que estaba allí, volando como hada de los bosques, con ese raro poder de ubicuidad que solo los que se están yendo adquieren.


Sabía que se iba y no podía evitarlo. ¿Por que se va la gente en el mejor momento de la vida?, cuando apenas vamos a comenzar a decirle que la amamos, cuando más requerimos abrazarlos.


Su mano perdió su calor y ahora en el lecho solo estaba ese empaque que la contenía, vacío y frío, cual crisálida que abandona la mariposa que vuela libre hacia una nueva vida, ya se había ido y yo nada pude hacer para evitarlo.

D.Z.R.