domingo, 7 de diciembre de 2008

FELIZ NAVIDAD

NAVIDAD 2008


El pesebre de mi casa, diciembre 8 de 2008
Día de la Inmaculada Concepción, la tradicional prendida de velitas.
Dic. 7 y 8



FELIZ NAVIDAD Y AÑO 2009


PARA TODOS MIS LECTORES




La riqueza no se mide con lo que se lleva en el bolsillo sino con lo que se tiene en el corazón.



El secreto es servir, el que no sirve, no sirve.

martes, 2 de diciembre de 2008

LA CASA DE LOS MORALES.

La casa que habla

Casa de los Morales 1931
Solo queda la parte frontal, en la parte posterior hay un edificio.
La misma casa 2 de diciembre de 2008, 2 P.M., 77 años después.

Quién sabe cuantos años lleva esta casa en este viejo barrio mío, la conozco desde siempre, desde que tuve uso de razón, que en mi época era como a los 7 años, cuando en el entorno de mi cuadra solo había mangas, (zonas despobladas), en las que jugábamos chucha, (alcánzame si puedes), guerra libertada, estatua, si ese mismo juego del chavo del 8 (encantado), esconde la correa, golosa, (rayuela), etc.., es que aún no había video juegos. Hoy pueden ir a la casa de los Morales para conocerla y disfrutar de un buen café de los que allí preparan los descendientes del doctor Morales. Su ubicación es carrera 89 con calle 42C. Anteriormente a la carrera 89 se le conocía como calle El Palo y oficialmente aún figura como calle Apolinar Villa.

Ningún juego era virtual, todo real y maravilloso, sudábamos, nos golpeábamos con las ramas o nos pinchábamos con espinas reales. Pero lo que quiero contarles es lo de aquella vieja casona, en otros años de seguro la casa del mayoral, de algún afortunado hombre de una época gloriosa en la que surgió la gran industria y el comercio en Medellín. Tiene toda la estampa de haber sido una próspera hacienda, de esas que abundaron en este sector de la Bella Villa, en lo que antaño llamaron Otrabanda, o sea del río para acá, hacia el centro oeste del valle, hoy Barrio La América.

OTRA CASA CENTENARIA DEL SECTOR

Cuentan los viejos que estaba lleno de lagunas, de hecho conocí algunas en lo que hoy es Santa Mónica. Dicen también que del centro partía un camino de herradura, por el que pasaban los arrieros rumbo a San Cristóbal; parada obligada era la fonda LOS JOTOS que aún existe y les muestro como se ve hoy día, donde los corajudos transportadores de ese entonces se apuraban unos buenos aguardientes anisados antes de continuar sus épicos viajes hasta Santa Fé y Cañasgordas.

Esa casa vieja, esa de la que publico dos fotos, una de 1931 y otra de hoy 2 de noviembre de 2008, que fotografié 77 años después en medio de lejanos recuerdos míos y ajenos, esa es la que me movió a pegar este escrito que espero los sorprenda, aunque sea un poquito, mira pasar el tiempo, el inexorable rio de la vida y del cosmos, con palabras de una casa que habla.
DZR. Diciembre 2/2008


TABERNA LOS JOTOS



Día del partido Brasil Colombia.  Julio 4 - 2014 en Los Jotos.

jueves, 20 de noviembre de 2008

El PAPA DE BARBOSA

Esta nota que me envió Humberto Arango y creo que merece ser compartida con mis lectores pues es muy interesante, desconozco al autor original del texto, si alguien me comenta su nombre lo agregaré con gran gusto. 

EL PAPA DE BARBOSA

Pedro II, primer papa antioqueño

Antonio José Hurtado, un dentista de Barbosa (Antioquia), se autoproclamó Pedro II luego de la muerte de Pío XI, en 1939. El pontífice gobernó desde un Vaticano que mandó construir en su pueblo y desde allí dio misa e impartió bendiciones a personajes como Libertad Lamarque.


En una fría mañana de Roma, el encargado de la correspondencia del Sacro Colegio de Cardenales, en la ciudad del Vaticano, no pudo dejar de sonreír cuando abrió uno de los cientos de telegramas llegados a su oficina, proveniente de un pueblo colombiano llamado Barbosa. La fecha era reciente, febrero de 1939, y el texto escrito en castellano no le fue de difícil lectura:“Salón del Vaticano en la ciudad de Barbosa, Colombia, departamento de Antioquia, a 14 de febrero de 1939. Eminentísimo y reverendísimo el hoy Jefe de la Iglesia Católica, cardenal Camarlengo.


Ciudad del Vaticano, Italia. ¡Su Santidad el Papa Pío XI ha muerto! Mi corazón que lo amaba más que todos está de luto. Sacro Colegio de Cardenales: ¿Buscáis vuestro futuro Vicario? ¡Soy yo! Antonio Hurtado. Año tercero de su candidatura pontificia”.

Para desgracia de Antonio Hurtado, pocas semanas después el cardenal Eugenio Pacelli se le adelantaba en su postulación al solio de Pedro y el 2 de marzo fue declarado como legítimo sucesor papal bajo el nombre de Pío XII. Hurtado, que guardaba firmes esperanzas de ser convocado al cónclave, se quedó con las ganas de que el cardenal diácono Gaccia-Dominioni saliera ante la multitud expectante, luego de la fiumata blanca, pronunciando aquellas famosas palabras que él acariciaba como preciosas joyas:“Os anuncio una gran alegría. Habemus Papam".

Los primeros líderes de la iglesia católica no se cambiaban sus nombres hasta la elección de Mercurio, entre los años 533 y 535, cuando éste implementó la tradición de buscar uno nuevo porque el original sonaba muy pagano, llamándose Juan II. No obstante, cuatrocientos años después, con la elección de Octaviano, que se llamó a sí mismo Juan XII, arrancó en firme esta costumbre tan natural y hasta obligada hoy día.Antonio Hurtado, tras la visita a la casa cural se transformó totalmente, llegó a considerarse la encarnación del Espíritu Santo; así como Melquisedec lo era del Padre y Jesús lo era del Hijo en la Santísima Trinidad.



Antonio José Hurtado posa con María Iñíguez, una poetisa de La Habana, que fue la única mujer de la que Pedro II -antes de ser Papa, por supuesto- había estado enamorado y a quien, con frecuencia, le enviaba flores.



El eminentísimo magister Antonio José Hurtado Hernández, quien ha tomado el nombre de Pedro II”. La autocandidatura pontificia, sin embargo, perduró dos papas más, hasta su muerte ocurrida en 1955, sin que la Iglesia que él tanto amaba le prestara la más mínima atención. 

Aun así, Pedro II siguió desarrollando el apostolado en su pequeño reino terrenal,Barbosa a 39 kilómetros de Medellín, muy lejos del boato de su cargo y de la responsabilidad de dirigir a millones de creyentes en el mundo, en un momento crítico del siglo XX. Los vientos que presagiaban la guerra se veían en el horizonte y el desenlace bélico iba a ser una de las mayores carnicerías que padecería la humanidad en toda su historia. 

Pedro II, definido por sus contemporáneos como un Papa moderno, igual que un “automóvil Lincoln Zephir 1939 o un televisor”, con “preciosa cara de Apolo”, “apuesto como un actor cinematográfico”, por sus obras y forma de ejercer la caridad y el amor al prójimo merece estar en un sitio de honor aunque no sea oficialmente como el primer y único pontífice americano en 15 siglos de historia papal.Barbosa es un pueblo al norte del área metropolitana de Medellín. 

A mediados del siglo pasado una empolvada carretera y una serpenteante línea férrea conectaba a esta población con el río Magdalena y el centro de Antioquia, punto de paso obligado de mercancías, viajeros y comerciantes, muchos de ellos prósperos campesinos cargados de oro pero con pésima salud bucal. La pobreza, la falta de higiene y de conciencia en su cuidado entre los colombianos de la época hicieron que las caries y los dientes pútridos fueran una plaga extendida que atacaba por igual a ricos y pobres. Y este fue un factor incidental que facilitaría la enorme popularidad y el servicio de apostolado de Antonio Hurtado, el Papa de Barbosa. 

Inteligente, seminarista frustrado y autodidacta por naturaleza, el joven Hurtado aprendió leyendo en libros y tratados de dentistería a sacar muelas con altas dosis de dolor y reemplazar las partes del esmalte perdido por finas placas de oro fundidas de libras esterlinas.

Incluso si el cliente lo deseaba, podría estrenar una brillante dentadura a prueba de todo tipo de bacterias, pero inmensamente atractiva para los ladrones. 

En el periódico El Bateo apareció, tras la muerte de Achille Ratti, Pío XI, un artículo titulado Aunque usted no lo crea, donde dibujaron con sarcasmo los principales rasgos de Pedro II: “Antonio Hurtado, natural de Barbosa, dentista de profesión, de 45 almanaques Bristol, soltero, de regular estatura, preciosa cara de Apolo, más afeitado que un míster, apuesto como un galán cinematográfico, discreto, correctísimo y definitivamente conquistador de la simpatía, llegó a nuestra redacción y nos entregó la siguiente comunicación que será transmitida telepáticamente". (La copia del texto al cardenal Camarlengo). Así dice textualmente y textualmente nosotros decimos: tiene figura de Papa, esperaba la muerte del Papa y probablemente le debe gustar bastante la papa, especialmente envuelta en huevo.

Y que la razón se le traspapeló y no la ha podido encontrar, lo dice claramente el telegrama anterior, por lo cual estamos seguros, por primera vez en la vida del internado (manicomio) de Uribe Calad, va a tener el primer Papa alimentándose de papa, yuca, plátano y fríjoles con col… ¡Casi nada de brinco: de sacamuelas a puro Papa!”. Presionado por el alcalde Enrique Bedoya y el cura párroco, Jesús Antonio Arias, Pedro II ingresó el 23 de febrero al instituto municipal de salud mental dirigido por el doctor Uribe Calad para una revisión psiquiátrica. Con mansedumbre soportó las preguntas y demás interrogatorios que dieron por diagnóstico un singular padecimiento: “delirio sistematizado crónico de matiz místico, que puede considerarse como una verdadera teomanía con desdoblamiento de la persona consciente y coexistencia de la personalidad mística con la personalidad real, observándose en él que una y otra pueden actuar en sus esferas respectivas sin perjudicarse recíprocamente”.

Para Antonio Hurtado toda esta “palabrería” se resumía en una frase: “Yo soy el Papa, yo soy Dios”.“Efectivamente no estaba loco, según los puntos analizados por el especialista y no necesité tratamiento de ninguna especie en este tiempo ni ahora. "Los que sí resultaron locos en esos años fueron los que me acusaron de ese mal, los presbíteros Jesús Antonio Arias y Octavio Aguilar”, escribió años después en su testamento. 

No obstante, las provocaciones a la curia local no pararon en ese momento, menos todavía con la autoproclamación de que él era la encarnación divina y así debía actuar.

Siendo Sumo Pontífice y Vicario de Cristo, consideraba que tenía el pleno derecho de realizar sus actos litúrgicos y hasta sus propias procesiones durante la Semana Santa, además de contar con un sitio especial y apropiado para ejercer su apostolado mientras corregían el error en Roma. Aún así, el éxito de su trabajo, sumado a la calidad de las dentaduras postizas, llamadas cajas, y de las muelas artificiales moldeadas en oro macizo, proyectaron su nombre de Medellín y Copacabana a Puerto Triunfo, Segovia o Caucasia, ricos enclaves de negociantes llenos de dinero en los bolsillos y caries en sus sonrisas. Así transcurrió su vida civil hasta que escuchó el llamado, la noche del primero de enero de 1937, cuando una voz en la penumbra de su habitación, cerca del parque del pueblo, le susurró: “Serás Pedro II”.

Ante la revelación, buscó en los libros parroquiales su partida de bautismo. Teológicamente creyó ver que su nombre completo, Antonio José de los Dolores, significaba Emmanuel, la señal que esperaba para comprender su verdadero papel en este mundo y elevarse hasta el sitial más alto de líder de los católicos. 

Pero no escogió cualquier denominación para su labor pastoral en la tierraEn su particular visión teológica, mezcla de su trunca formación para sacerdote en el seminario Santo Tomás de Aquino, de Santa Rosa de Osos, al norte de Medellín, tomó el nombre de Pedro II a pesar del enorme respeto y la leyenda que pesa sobre esa denominación desde que se institucionalizó el papado, pues una profecía asegura que así ha de llamarse el último romano pontífice antes de que se cumpla el anhelado regreso de Jesús a la Tierra y el Juicio Final.

Sobrina del Papa, señalando una pintura de su tío en la sala de su casa.

Hurtado estaba convencido de que él sería el renovador de la cristiandad y de la fe católica, lo único que necesitaba era su infinita capacidad de sufrimiento por amor a la humanidad y una oportunidad en el Vaticano para que reconocieran que era digno de llevar el título de Vicario de Cristo. Durante varios días la noticia se regó como la aparición de un fantasma y en Medellín varios reporteros llenaron páginas de sus periódicos con la insólita noticia de la candidatura papal colombiana.Ahí entró a jugar su éxito de dentista. Con el dinero ganado, además de ofrecer empleo a 20 personas, siendo el único después de la nómina municipal en generar trabajo para sus coterráneos, decidió construir su propia Santa Sede: el Vaticano II.

La Calle del Comercio hoy es una línea de casas y edificios no muy altos de apartamentos, la mayoría nuevas construcciones de adobe y cemento revocado que poco o nada recuerdan a las construcciones de bahareque tan común en los pueblos. Todavía numerosos almacenes se ciernen a lado y lado de este paso peatonal que en los años cuarenta estaba formada por casonas amplias, de patios internos y ventanas grandes con rejas de madera.

En una de esas construcciones, junto a la habitación de la entrada que contenía la silla de extracción (construida por él), el estante con los múltiples ganchos y tenazas sacamuelas, los frascos repletos con productos químicos y el fuelle para la fundición del oro, erigió su sede.Allí, una enorme cruz daba la bienvenida al visitante e invitaba al sobrecogimiento, mientras que dos tablas retráctiles colocadas en la parte inferior sostenían la patena, el copón de oro y la custodia del mismo precioso metal, adquiridas en Medellín en alguno de los almacenes religiosos cercanos a la iglesia de La Candelaria.

Una lamparilla con aceite de higuerilla resplandecía pintando con una coloración amarilla su interior y brillando en los ojos de cristal de una mula de madera que sacaba durante la procesión del Domingo de Ramos. Junto a todo esto, un atril sostenía una Biblia siempre abierta, la cual diariamente era leída por una empleada durante las ceremonias que él llamaba “misas”. Varias imágenes sacras acompañaban en silencio la meditación del tropical pontífice: las imágenes de todos los Papas hasta el momento, otra de Santa Apolonia, patrona de los dentistas después de que la martirizaron sacándole todos sus dientes, y una Virgen Crucificada, la misma que se ve en la fotografía suya con su traje de Vicario y en posición de impartir la bendición urbi et orbi.Pedro II no quiso formar otra iglesia ni separarse del catolicismo en un cisma doctrinal o teológico, simplemente quería cumplir su sueño trunco de ser sacerdote. 

Definido por sus contemporáneos como un Papa moderno, igual que un "automóvil Lincoln Zephir 1939 o un televisor, con preciosa cara de Apolo".

Y como un pastor sin grey es un simple ermitaño, se dedicó a escoger muchachas y familiares casi adolescentes para enseñarles el oficio de la dentistería al mismo tiempo que le ayudaban con sus labores del papado.

En un momento determinado las 20 personas a su servicio cumplían cada una funciones determinadas. Una, por ejemplo, se encargaba de lo económico, otra de barrer la casa y el taller de trabajo, una más alimentaba los peces del estanque, otra sacaba las muelas cuando el caso no ameritaba su precisa atención o de aplicar el yeso para los moldes dentales. Ana Ofelia Gómez era la señalada para darles la bienvenida a los clientes y advertirles que al dirigirse a él lo debían llamar Papa.

Si algún olvidadizo le decía su nombre de pila, un grito rompía la tranquilidad de la estancia: “Ofeliaaaaaa… ¿No le dijiste a este hombre que me llamara Papa?”.

Cuentan que a finales de 1939 grandes personajes de la vida nacional e internacional pasaron por su sede atraídos por las noticias de un hombre excéntrico, pintoresco e inteligente que le dio el honor a su pueblo de no sólo contar con cura párroco y alcalde, sino también con Sumo Pontífice. 

El presidente liberal Alfonso López Pumarejo, junto a su hijo, el también futuro presidente Alfonso López Michelsen, periodistas, literatos, cantantes como la argentina Libertad Lamarque o poetisas como la cubana Dalia Iñíguez, a quien el poeta Juan Ramón Jiménez bautizó “el dulce ciclón poético de las Antillas”, se cuentan entre los más reconocidos acudientes; de la misma forma en que la niebla del olvido cubrió los nombres de tantos seres anónimos que, desde diferentes latitudes, se congregaron en la estación Barbosa del Ferrocarril de Antioquia en constante romería a esta nueva Roma.

Como lo veían pasearse con sus trajes pontificios en Navidad o Semana Santa todos creían que, en efecto, estaban ante el máximo jerarca de la iglesia católica, para más rabietas del padre Arias. Tanto que en una catequización en la escuela, el sacerdote preguntó a los pequeños el nombre del Papa: “Antonio Hurtado”, gritaron al unísono los chiquillos.

Carpintero, sastre, predicador, orfebre, veterinario, fotógrafo, taumaturgo, médico, dentista y periodista empírico, Hurtado se encargó de propagar su particular forma de vivir la fe desde un periódico propio llamado El Emmanuel, del que hoy no sobreviven ejemplares.

Harto el padre Arias de estas provocaciones impías y blasfemas, lo excomulgó por primera vez en junio de 1939. El Bateo, una vez más, narró así lo sucedido: 

El padre Arias de Barbosa, parapetado desde su púlpito, lanzó la excomunión al santísimo padre Pío Antonio Hurtado, sucesor de Pío último, junto con el cardenal Pacelli. El único mortal que nos dio la honra de sentirse en un Vaticano, levantado por su santa fantasía en Barbosa, sucursal de Roma, agencia imaginaria de los cardenales y sede pontificia de Antioquia.

Lo despapó de un guascazo, tirándole desde el púlpito una excomunión al expapa su santidad Antonio Hurtado registrándose por primera vez en la historia del mundo que un presbítero deje en cesantía a un papa, desembaucándolo todo y dejándolo empapado en la más sacrosanta de las angustias.

La segunda excomunión se produjo cinco años después en plena Semana Santa. El Domingo de Ramos de 1944 la procesión liderada por el padre Arias se encontró frente a frente, por una calle aledaña al templo principal, con la que encabezaba a su vez Antonio Hurtado y sus seguidores. El religioso, iracundo por el atrevimiento, desde el púlpito amenazó con excomulgar a todos los que asistieran a los actos del antipapa colombiano.

Pedro II, sin desanimarse, ingresó a su sede de forma apresurada con la sentencia de que los alimentos comprados especialmente para la cena, donde había latas de sardinas importadas y panes en forma de peces traídos desde Medellín y realizados por las mejores panaderías de la capital antioqueña, “se reparten porque se reparten o me dejo de llamar Papa de Barbosa…”. En la puerta sacó una bocina y a todo pulmón, en medio de su sacrosanta ira gritó: “He tenido que suspender la procesión porque las autoridades eclesiásticas y civiles no me han dejado hacerla, pero la cena sí se hará porque mi casa es mi casa y aquí tiene entrada todo el mundo”. Acto seguido, comenzó a repartir una lata de sardinas, un trago de vino y dos panes a los curiosos y presentes.

Yo quería quedarme con alguna cosa, porque las sardinas eran importadas y los panes eran muy bien hechos y deliciosos, pero él no me dejó”, recordó Ofelia Gómez, una de sus más queridas empleadas y familiares. El comandante de la Policía, entonces, trató de impedir la entrega de viandas. “Le estoy dando a la gente que necesita celebrar su cena aquí, pues ustedes no me dejaron, y ¿ahora quieren que no les dé a ellos esto?”, espetó Hurtado.

Hablando como nunca antes tiró por la ventana a la muchedumbre los bizcochos y los panes especialmente preparados para él.Derrotados ante la desobediencia y testarudez, los agentes se marcharon antes de causar un lío de orden público. Con las panzas llenas y agradecidos, una vez retornada la calma, Pedro II salió a la puerta de su casa y aún con la bocina en la mano les sentenció: “Pues sepan mis queridos compañeros que ustedes han quedado excomulgados por la cena que les di”.

La amplitud con los demás era opuesta al régimen de vida casi monacal que llevaba dentro de su palacio y reino. A las 6.30 de la mañana lo despertaban sus ayudantes saludándolo en inglés (decía que ésta iba a ser la lengua del futuro, por eso debían aprenderla). Luego, a las 8 a. m. se levantaba después de un masaje completo dado por sus discípulas, la afeitada correspondiente y el opíparo desayuno, que con frecuencia era una mesa amplia llena de frutas de todo tipo.

“Yo me encargaba con un trapo de espantar a las moscas, porque le daba asco que alguna se asentara en la comida. Pero de todas esas frutas, él pellizcaba pedacitos y eso comía. En el almuerzo, igual, probaba una o dos cucharadas de la sopa, del aguacate y el banano y lo dejaba casi limpio, sin tocar más”, dice Ofelia Gómez. La totalidad de los alimentos era entregada a las personas más pobres del pueblo. También lo hacía porque tenía miedo a engordar.


Silla Papal que el mismo Hurtado mando construir, al estilo de las de dentisteria con incrustaciones de baldosin y lujos de detalles.



“El papado es el cargo más paradójico del mundo, es el más absoluto y sin embargo el más limitado, el más rico en ventas pero el más pobre en ganancias personales. Lo instituyó un carpintero nazareno que no tenía dónde reposar la cabeza, pero se hallaba rodeado de pompa y parafernalia excesiva para este mundo hambriento.

De su cuello cuelgan las llaves del Reino pero puede encontrarse desterrado para siempre de la Paz de la Elección y de la Comunión de los Santos. Si dice que no lo tienta la autocracia y la ambición, es un embustero. Si no avanza a veces aterrorizado ni ora a menudo en la oscuridad, entonces es un necio”, dejó escrito en El Emmanuel.


Inquietos como eran su carácter y personalidad, Hurtado se dedicó en algún momento de su vida a leer libros de botánica y medicina, buscando la cura de las enfermedades más comunes, pero sobre todo el cáncer que su madre, Luisa Hernández, padecía desde hacía varios años, generándole una herida muy grande en la cabeza. Como muchas de las yerbas que necesitaba para sus menjurjes no las encontraba en un clima tan cálido como el de Barbosa, el novel herbolario cambiaba los ingredientes que exigían los textos para el compuesto por otros más asequibles y comunes. Horas y días invirtió tratando de hallar la milagrosa sustancia y a pesar de que su madre se curó aparentemente con sus mezcolanzas, nunca dejó en claro si había hallado la cura del mal, si ocurrió por pura coincidencia o, porqué no, un milagro.


Y milagro dicen que fue el saludo que una guacamaya le dio cuando un hombre se acercó a vendérsela, sabiendo que en su Vaticano II había implantado una réplica del Jardín del Edén, con animales de toda pelambre y forma.El ave, luego de las constantes negativas de Antonio Hurtado para comprarla abrió el pico y repitió “Papa, Papa”. Gracias a ese detalle el campesino se fue del lugar con algunos centavos y la guacamaya engrosó la lista de huéspedes en su zoológico personal.Allí, por ejemplo, en un estanque, nadaban diversos peces de vivos colores y tamaños, algunos perros callejeros que habían sido abandonados por sus amos encontraban refugio y cariño, y hasta los caballos viejos y mal heridos eran partícipes de muchos mimos y atenciones, en una especie de versión andina de San Francisco de Asís.


Cuando se reponían y estaban gordos, la puerta del reino terrenal se abría para que corrieran libres por el pueblo, hasta que caían en manos de algún carnicero o un campesino necesitado de vender una bestia.Si la santidad de un hombre es un calificativo equivalente a la capacidad de entrega desinteresada a los demás, el Papa de Barbosa bien tiene merecido el título que él se prestó sin permiso de Roma. Los pobres, mendigos y familias con mínimos recursos económicos fueron sus mayores desvelos. Consideraba que como buen guía espiritual debía ayudar a sobrellevar la carga de la indigencia a aquellos apabullados por ese gran peso.


Varios miércoles de la década de los años cincuenta viajaba en su Packard a Medellín con el ánimo de comprar numerosos billetes de la lotería, hacer algunas diligencias como adquirir los materiales para la dentistería o entregar sus obras por encargo. Allí adquiría los billetes con la esperanza de ganarse el premio mayor, $100.000, para distribuir entre los conocidos.“Cuando tenía la plata para los pobres la repartía en varios sobres y colocaba en una ruleta los nombres de los vergonzantes.

Al que ganaba se lo mandaba y era el equivalente al mercado de un mes. En otras ocasiones, sin que lo supieran, se lo remitía a una familia muy necesitada o al asilo de ancianos”, añadió una de las personas que lo conocieron.Consciente de su frágil condición de divinidad eterna envuelta en empaque temporal, en mayo de 1955 vaticinó que de esa semana no pasaría. Los 58 almanaques Bristol eran un lastre duro de cargar y sus cansadas piernas no respondían a su infatigable labor caritativa, a pesar de los ungüentos y masajes que le daba Nina Ríos, una de sus más cercanas colaboradoras. Cuando iba hacia el ancianato, cada paso era acompañado por un descanso sentándose en un taburete que varios ayudantes portaban cuando él salía de la casa.


Las relaciones con la Iglesia local eran mucho mejor que antes. Incluso el padre Pérez, quien reemplazó al beligerante Arias, iba a su casa a conversar sobre la actualidad del país y de temas teológicos. “Esa casa está llena de conocimientos y saberes”, había expresado en una ocasión. Incluso el padre Antonio Mesa, quien lo había visitado antes de fallecer, sólo atinó a decir: "He confesado a un santo".


“Hay que recuperar su memoria por su gran valor, pues fue un gran odontólogo cuando enseñar esa profesión era muy difícil. Tuvo una vida intachable y una visión clara de sacrificio a la verdad, a la fraternidad y al servicio a los demás. En esos aspectos se adelantó a los cambios que vivió la Iglesia con el Vaticano II".


Pinzas usadas por Antonio José Hurtado en su dentisteria.

El 14 de mayo de 1955, tras la visita a los ancianos donde repartió sobres con dinero, con las manos en el pecho y rodeado de sus allegados y obreras, puso Dios fin a su calvario por esta tierra. Eran las 5.15 de la tarde. El párroco no obstante haberlo aceptado al principio, no permitió que lo enterraran vestido con su traje de Papa. Sólo se le dejó el alba, con el solideo en la cabeza y el resto de sus vestimentas a modo de almohada.

Conocedor de la vida de los pontífices, de seguro en su mente todo pasó como él quiso pero no fue: el cardenal Camarlengo se acercaría a su rostro y con un martillo de oro le golpearía tres veces la frente preguntando “Antonio Hurtado, ¿estás muerto?”. Al ver que no respondía, se arrodillaría junto a su lecho cantando el salmo 129: “Vere papa mortuus est”, y con voz cansina entonaría “Clamivi ad te, Domine: Domine ex audi voceam meam/fiant aures tuae in tendentes/ in orationem servi tuis…”. 

Las campanas que por años habían estado silenciadas echarían al vuelo su repicar como lágrimas sonoras a los cuatro vientos, acompañando el De profundis y un coro de campanarios en el mundo católico se uniría al dolor de la cristiandad por la pérdida de Pedro II, el Papa de Colombia.


Muchos artistas de Barbosa y Colombia se han inspirado en la imágen de este celebre Papa Colombiano.

El siguiente artículo fue publicado en el diario El Tiempo el 9 de abril del 2005 por Luis Alberto Miño Rueda.

En el siglo pasado, un dentista se proclamó papa en Barbosa (Antioquia) Luís Alberto Miño RuedaEl Tiempo 09-04-05Tras la muerte de Pío XI, en 1939, Antonio Hurtado mantuvo por 16 años un Vaticano. Dio misa, fue excomulgado, ayudó a pobres y se volvió un mitoEn un pequeño osario de la iglesia de la Divina Misericordia, en la entrada de Barbosa, un pueblo antioqueño de antiguos cultivadores de caña, yacen los huesos del Papa Pedro II, que durante 16 años del siglo pasado repartió bendiciones, sacó muelas, salió en procesiones de Semana Santa, promulgó la palabra de Dios y se convirtió en una leyenda.Su nombre de pila era Antonio José Hurtado. Había nacido en 1892 y estudiado para cura en el Seminario de Santa Rosa de Osos, pero no pudo terminar por la muerte de su padre. Para ganarse la vida, cuentan sus descendientes, trabajó como ebanista, fotógrafo ambulante en los trenes, joyero y modisto, en Bogotá.

Antonio regresó en 1923 a Barbosa y, como les había sacado las muelas a sus compañeros soldados, cuando prestó el servicio militar, montó una dentistería en la calle principal, donde les leía la Biblia y les ponía dientes de oro a políticos y campesinos.Mirando caries, comenzó a gestar en su mente su pontificado tras la enfermedad de Pío XI y en 1939, luego de oír por la radio la noticia de la muerte del Sumo Pontífice, decidió sucederlo, con el nombre de Pedro II, sin importarle la profecía de Malaquías, que anunció que se acabaría el mundo el día que un Papa tuviera ese nombre. Convencido de sus capacidades, se fue a Medellín a enviar un telegrama al Vaticano. "Eminentísimo Cardenal Camarlengo. Su Santidad Pío Once ha muerto. Mi corazón que lo amaba más que todos, está de luto. Sacro Colegio de Cardenales: ¿Buscáis a vuestro futuro vicario? ¡Yo soy! Antonio Hurtado".El periódico El Bateo de la capital antioqueña publicó el texto y comenzó a correr el cuento de que Barbosa tenía un Papa.

La sede del Vaticano Mientras esperaba una respuesta del Vaticano, que nunca llegaría, Antonio decidió comprar un anillo con una piedra preciosa y con su sabiduría de sastre se hizo dos vestidos papales. Mandó a traer Cristos, santos, hostias, copones y hasta una custodia de oro puro.En la gran casa de balcones y bahareque donde funcionaba la dentistería construyó su sede del Vaticano y aumentó el número de empleados que le ayudaban a hacer las cajas de dientes para que le colaboraran en sus labores eclesiásticas.Pese a que se enteró de que el cónclave de Roma había nombrado días más tarde como nuevo Papa al Cardenal Eugenio Pacelli, que se llamó Pío XII, el dentista siguió con su obra como Pedro II en Barbosa.
"Él manda en Roma y yo aquí, así como en Italia manda Mussolini y en Colombia el Partido Liberal", le dijo al cronista Juan Roca.En la sala de espera de su consultorio puso las fotos de todos los Papas, mandó a hacer una capilla donde oficiaba misas y a construir una silla especial de dentistería, giratoria, que le servía para sacar muelas y como trono papal.En un lote contiguo mandó a construir un lago donde nadaban sabaletas y en los alrededores había micos y una guacamaya que le decía Papa. Le gustaba ir allá a hablar con los animales.

Tenía además un kínder donde les enseñaba inglés a los niños y les presentaba películas con un proyector importado.Lo acompañaba un grupo de cardenales, entre los que se encontraban el carnicero, el peluquero y el tendero del pueblo, que le acolitaban sus andanzas.
Entre sus empleados estaba su sobrina Ana Ofelia Gómez Hurtado, que era portera del Vaticano y hacía pasar tanto a los que venían por un dolor de muelas como a los que buscaban al Papa para conocerlo, pedirle plata o un consejo. "Mucha gente lo veía como un loquito, incluso un hermano se le puso bravo por andar con ese cuento, pero se formaban largas filas de campesinos para verlo. Él los recibía y les hablaba en latín. A mí me pagaba 50 centavos por día y me parecía que no le hacía daño a nadie", comenta doña Ofelia. Antonio sacaba el periódico El Emmanuel, donde publicaba sus pensamientos, entre los que se encontraban aumentar a 16 los mandamientos y prohibir la intervención del clero en la política.
Las peleas santas Las extrañas ideas del dentista preocuparon al párroco del pueblo, Jesús Antonio Arias, y al alcalde Enrique Bedoya, quienes lo obligaron, con policía, a que fuera a una revisión siquiátrica a Medellín, de la que volvió con el diagnóstico de que sufría de "delirio místico".No pudieron internarlo y volvió al pueblo a dar misas y repartir hostias.

Se vestía con sus trajes de Papa en Navidad y Semana Santa, tiempos en los que repartía panes con forma de peces y hacía las tradicionales procesiones, que le daban la vuelta a la cuadra, en medio de una multitud curiosa."A los que le decían loco, él les respondía: 'Perdónalos, Señor, porque no saben lo que hacen'", recuerda Ana Ofelia, que tenía que decirle 'magíster' y saludarlo con un 'good morning'.En junio de 1939, el padre Arias excomulgó al dentista y a su familia desde el púlpito, porque les preguntó a unos niños que estaba catequizando quién es el Papa, y ellos respondieron: "Antonio Hurtado".

"Después de eso, la gente nos tiraba piedras", asegura Ana Ofelia.Pese al castigo, el Vaticano seguía funcionando a unas pocas casas de la iglesia del padre. Y Pedro II continuaba atendiendo a pacientes, dando comida a los viejos, dulces a los niños y sobres con plata a los más pobres. Pero el padre Arias volvió a atacar cinco años después y lo excomulgó nuevamente al encontrarse un Domingo de Ramos su procesión con la de los seguidores de Pedro II. Después de esas peleas vinieron tiempos más calmados para este Papa, quien hizo las paces con la Iglesia tras irse el padre Arias y hablar con el arzobispo Joaquín García Benítez.
"Después de eso, Antonio se confesó e iba a misa en la madrugada", recuerda Ana Ofelia.Una vida célibe Con el paso de los años, en el Vaticano de Barbosa llegaron a trabajar 25 personas, la mayoría vírgenes del pueblo, a las que despedía si decían malas palabras. Pese a las bellas mujeres que lo rodeaban, Ana Ofelia asegura que el Papa fue célibe y que nunca se le conoció novia alguna. Los diarios decían que tenía cara de Apolo y las mujeres, que vestía elegante.En su sede se daba la buena vida. "Solo mordía una vez las frutas. Tomaba vino, comía cordero y sardinas enlatadas. No podía ver en la mesa una mosca revoloteando y me tocaba espantárselas con un trapo -recuerda Ana Ofelia-. Dormía en una cama de plumas y tenía una persona que le hacía masajes".

Pedro II no acostumbraba a irse de gira por pueblos lejanos, solo iba a Medellín, a dos horas, a comprar oro para hacer dientes. Y visitaba a pie un monte del pueblo, a donde decían que iba a enterrar el oro para que no se lo robaran.Con el paso del tiempo, comenzó a hablar de que hacía milagros. En su periódico escribía que curaba a personas de cáncer y hacía caminar a niños minusválidos.

Por su fama regional, Pedro II atendía desde borrachos, a los que les mandaba con sus empleadas el anillo para que se lo besaran y no tener que recibirlos, hasta personajes como la poetisa cubana María Dalia Iñiguez, la actriz Libertad Lamarque y el político Alfonso López. "Algunos salían serios y otros se iban burlándose", comenta Ana Ofelia.Adiós a un Papa Esperando que Pío XII se muriera y escribiendo encíclicas, a Pedro II se le fueron los años. A comienzos de los cincuenta, les dijo a sus servidores que había llegado la hora de su muerte.
El carpintero le hizo un ataúd de pino, sobrio, que se midió y se llevó a su casa. "Nosotras íbamos con él al cementerio a arreglar su tumba -recuerda doña Elvia de Meza, que trabajaba en el taller dental-. El padre nos decía: ‘Él, loco, y ustedes ayudándole’ ".Le dictó su testamento a Cielo, su ama de llaves. En el texto, que fue publicado por Víctor Bustamante, en el libro Noticias de Pedro II, decía que le dejaba la máquina de escribir a Ana Ofelia, el automóvil Packard a un sobrino, su invento para curar el cáncer obtenido de plantas de la región al Instituto Pasteur de París y su silla de dentistería y su anillo al museo del Vaticano europeo. "A mí me pedía que le leyera el testamento todos los días para verificar que nada le habían cambiado", comenta Elvia, que también le leía las noticias judiciales. El día vaticinado llegó en 1955.

El 14 de mayo, el Papa de Barbosa, de 63 años, murió de diabetes a las 5 de la tarde, luego de volver del ancianato, donde les repartió comida a los viejos. Su cuerpo fue metido en el ataúd de pino vestido con el alba y el solideo en la cabeza. Fue cargado por una multitud y sepultado en una tumba con un ángel negro. Así terminó el apostolado de Pedro II, en cuyo Vaticano funciona hoy un almacén de ropa, rodeado de cafés y tiendas. La silla de dentistería, que le servía de trono, no fue a parar al museo del Vaticano sino a la Casa de la Cultura del pueblo. Y sus restos descansan en la pequeña fosa de la Divina Misericordia, rodeado de huesos de humildes campesinos, descendientes de sus clientes, a los que bendecía y les ponía los dientes de oro.



Articulo extraído del libro El periodismo de Antioquia por Juan Roca Lemus (pdf).


Sigo encontrando cosas extraordinarias acerca de este personaje, como les parece:
Noticias de Pedro II, el Papa de Barbosa
Víctor Bustamante


Conocido es el propósito del presidente conservador Laureano Gómez de convertir a Colombia, a principios de los años cincuenta, en una Repúbli­ca Católica, Nacionalista y Orgánica, que llevaría por nombre "Cristalandia", modelo de exporta­ción de la reproducción en Hispanoamérica de los fascismos europeos.
La historiografía ha registrado tímidamente la participación de la Iglesia Católica en el delirio fascista y su incidencia en la oscura noche fratricida que costó la vida a 300.000 colombianos. Pero las historias que aún no han sido contadas están en el filo de la ficción y la realidad. La obsesión de Antonio Hurtado por su proverbial vocación, en Noticias de Pedro II: El Papa de Barbosa, de Víctor Bustamante, deja de ser un caso clínico o una leyenda municipal para despojar de majestuosidad los medievales rituales tras los cuales la Iglesia oculta la esencia violenta de su dogmatismo y la anulación de los instintos vitales de los individuos.

El equilibrio entre el monólogo grandilocuente de Pedro II y el boato autoedificado alrededor suyo sirven al autor para captar lo fantástico que la fría ciencia psiquiátrica o historiográfica escamotea. Esta novela le devuelve a la palabra su poder de ironía y regodeo estético, perdidos en los fragmentos de la memoria colectiva.
(Juan Carlos Celis)

Víctor Bustamante [Barbosa, 1954] es economista de la Universidad de Medellín, director de la revista Babel y autor de Luis Tejada: una Crónica para el Cronista [1994], Amábamos tanto la Revolución [1999] e Historia del Estadio [2001]]. Darío Lemos: Cuando el poeta muere [2008] y uno de los fundadores de el movimiento poético NEONADAISMO.

Entrada original: http://www.igooh.com/notas/noticias-de-pedro-ii-el-papa-de-barbosa/

domingo, 9 de noviembre de 2008

RADIOAFICIONADOS Y ONCEMETRISTAS MEDELLÍN


Asistí a la cita del 8 de noviembre, muy juicioso a las 3 P.M., para comprobar que los Colombianos seguimos manejando el tiempo con nuestro propio reloj "made in Colombia", es decir: Cuando una cita es a las 3, significa realmente que es a las 4, Hay que hacer la salvedad de que los anfitriones si estaban preparados en el salón con puntualidad Inglesa. Entro al teatro esperando ver a muchos de los colegas de mi época después de tantos años, recorro el sitio con mi vista y no sé si es que el alzaimer me acompaña, pues no reconozco a nadie, Como pasan los años, cuantas cabezas blancas (la mía incluída), algunos bastones, y eso si para no faltar a la verdad no había ni un solo equipo de oxigeno, solo ví equipos portátiles de 2 metros. Las señoras si estaban muy bonitas y elegantes y nos recordaban nuestros alegres comienzos en la adolescencia de nuestra radioafición, cuando inauguramos el gallinaceo electrónico, mucho antes de ser inventado el desabrido e impersonal chat.



Lamentablemente a esta cita no respondieron los Oncemetristas, eso sí los Barbas Largas parecen estar muy activos en el medio y allí estaban, como en sus mejores tiempos, el señor Goldman, Fernando Vélez, Alberto Villegas, Benjamín Martinez V., Juán Enrique Jaramillo y muchos otros directivos y asociados del Radio Club Antioquia y la Liga Radio Medellín, Morito, Doberman, Willy, Ferney Maya, Florencio Rocador, William Cuartas nos recordaron los 27 MegaHertz de los 70 y 80, rememoramos la época en la que nos tomábamos un tinto en la antigua sede del RCA en el Pent House de Camacol cuando transmitían ATV por UHF y el cable T.V. aún no aterrizaba en nuestra Patria.






Recordé que al primer radioaficionado que conocí, fué a Fernando Vélez, transmitiendo con un equipo de tubos que a mis 10 años me pareció, (y aún me parece) magia.

Fuimos a esta reunión como 40 personas, prometo ir agregando detalladamente los nombres de los asistentes. Sobre el tema que se trató, solo les diré que giró en torno a la seguridad y al compromiso que como ciudadanos tenemos ante la sociedad, filosofía que no es novedad para el espíritu radio aficionado pero que no sobra estar recordando de cuando en cuando, saqué algunas fotos que estoy publicando, por favor, espero sus comentarios.


miércoles, 29 de octubre de 2008

ASI NOS CRIAMOS

Para los que nacimos hace algunos años...


La verdad es que no sé como hemos podido sobrevivir. Fuimos la generación de la: "espera." Nos pasamos nuestra infancia y juventud esperando. 

Teníamos que esperar "dos horas de digestión" para no morirnos en el agua de la piscina, esperar meses los nuevos zapatos para la clase de educación física y así casi todo. Nos dejaban en ayunas toda la mañana del domingo hasta la hora de la comunión, ¿acaso no recuerdan como se desmayaba la gente en misa?.

Mirando atrás, es difícil creer que estemos vivos.

Los que podían, viajaban en autos sin cinturones de seguridad y sin airbag, y se hacían viajes de 10 y12 horas, hasta la costa, con cinco personas, y no pasaba nada. 

Montábamos en bicicleta sin casco. Los columpios eran de metal y con esquinas en pico. Jugábamos a ver quien era el más bestia. Nos rompíamos los huesos y los dientes y no había ninguna ley para castigar a los culpables.

Salíamos de casa por la mañana, jugábamos todo el día, y sólo volvíamos cuando se encendían las luces de la calle. Nadie podía localizarnos. No había celulares. Ligábamos con las chicas persiguiéndolas para tocarles la cola, no en un chat diciendo tonterías. 



Quedábamos con los amigos y salíamos, o ni siquiera quedábamos, salíamos a la calle y allí nos encontrábamos y jugábamos a la pelota, a las tapitas, las canicas, guerra libertada, a las penas, en fin, tecnología de punta. En los juegos de la escuela no todos participaban en los equipos, y los que no lo hacían, tuvieron que aprender a lidiar con la decepción. 

Tuvimos peleas y nos "reventábamos" unos a otros y aprendimos a superarlo. Comíamos dulces pero no éramos obesos.

Si acaso alguno era gordo y punto. Entonces no había día de Halloween, pero si el día del niño, y nuestra mamá nos disfrazaba de indio con una falda corta con flecos de papel de globo y la cara pintada con colorete, no los costosos atuendos de hoy día. 

Compartimos botellas de refrescos o lo que se pudiera beber a pico de botella y nadie se contagió de nada.
Leíamos historietas de Batman, Supermán, el Santo y cuentos, no los videojuegos de ahora. Bebíamos agua directamente del grifo, sin embotellar, y algunos incluso chupaban el grifo. 

Íbamos a cazar lagartijas y pájaros con la "escopeta de balines", antes de ser mayores de edad y sin adultos. ¡¡DIOS MÍO!!.

Coleccionábamos estampas del álbum de naturaleza de chocolatinas jet, de futbol etc. En vacaciones íbamos a las mangas del barrio y pasábamos horas al sol, sin crema de protección solar ISDIN 15, no a clases de manualidades, de sistemas o de etiqueta, pero sabíamos construir fantásticos castillos de arena y chozas con chamizos. 

Nos abríamos la cabeza jugando a guerra de piedras y no pasaba nada, eran cosa de niños que se curaban con agua oxigenada y unos puntos en el consultorio del médico del barrio, pués no había ¡ EPS !.

Nadie a quién culpar, sólo a nosotros mismos. No había al final del año compensatorios y algunos se "volaban de la casa en tren" porque perdían el año, y sus papás tenían que ir a buscarlos hasta Puerto Berrío, lugar de destino preferido de las fugas.

Tuvimos libertad, fracaso, éxito y responsabilidad, y aprendimos a crecer con todo ello.No te extrañe que los niños salgan ahora tan flojos y poco creativos.

Si tu eres de los de antes...¡Enhorabuena!. Comparte este artículo con otros que tuvieron la suerte de crecer como niños. A lo mejor todavía estamos a tiempo de que nuestros hijos crezcan también como niños.

Finalmente no le paren bolas a esto, que tiempos tan distintos nos tocaron, los niños de hoy día también son maravillosos, hagamos de sus días un tiempo feliz y seguro.

viernes, 12 de septiembre de 2008

Montecristo

Guillermo Zuluaga, Montecristo

Actor, presentador, humorista.

Esto no tiene que ver con mi libro, que temporalmente esta QAP, pero me parece interesante y aclara el origen del nombre artístico de Don Guillermo Zulaga Montecristo, hay una versión que su título de Conde de Montecristo se lo había dado Cantinflas, pero en esta nota de la revista Cromos de 1968 se nos presenta otra versión muy convincente.

En 1946, Guillermo Zuluaga era un modesto empleado en Cali de la Compañía Colombiana de Tabaco. Ya estaba casado con Emma Bonilla.

Y no daba asomos de querer ser algo diferente de "un buen padre de familia".

En la fábrica era considerado como un buen narrador de cuentos. Algunos de sus amigos estimaban que también tenia capacidades de cantante.

Estos últimos lo convencieron de que se presentara en un programa de aficionados al canto. Guillermo fue a "Radio Cultura' acompañado de un guitarrista que tenía 'oído de artillero".

El resultado -dice- fue desastroso. El iba por un lado, solitario con su guitarra, totalmente distanciado de mí. Nos encontramos a la salida, después de que nos dieron una tremenda silbatina.

Guillermo se disgustó con los amigos que lo habían incitado a cantar, les hizo varios reclamos, pero éstos le dieron otro estímulo:

-Preséntate como "contador" de cuentos -le dijeron.

El aceptó. Fue a "Radio Calcará' nuevamente a pedir cupo para narrar varios cuentos. Y triunfó.

-La gente se rió -recuerda-. Yo tuve que hacer varias salidas. El director de la emisora quedó bastante satisfecho conmigo.

Así fué su comienzo.

El programa en que debutó se llamaba "La hora variedades". Entusiasmado por el éxito el locutor de la estación le obsequió un saco verde para que actuara en próximos programas.

Cuando Guillermo entró al radioteatro, luciendo el saco, el locutor dijo:

-Ahí llega el Conde de Montecristo.

Fue su bautizo.

'Monte" -como se le dice entre amigos- no recuerda el nombre de ese locutor.

Lo que sí recuerda es que el saco se lo comió una vaca mientras él se bañaba en un río de Cali.

-Si mi memoria no me falla -dice- era un señor de apellido Ruiz. Después, hace unos catorce años, me lo encontré en Barranquilla en una reunión social. El me dijo que llevaba muchos años tratando de conocerme. Y le recordé entonces lo de Cali, el día que me bautizó. Fue tal la alegría de los dos, que nos emborrachamos. En medio de la borrachera le pregunté pór su nombre, pero no se me quedo en la memoria. Sigo recordando únicamente que es de apellido Ruiz.

Meses después de estar trabajando en "Radio Cultura", "Montecristo" fue llevado a Bogotá para actuar -narrando cuentos- en una gran velada, en el Teatro Colombia. A la velada asistieron destacadas personalidades de la capital. 'Monte' fue aplaudido con delirio.

Al día siguiente regresó a su trabajo de Cali, pero convencido de que tenia "todas las de salir adelanté'. Y renunció en la compañía.

-Me equivoqué por completo -dice ahora-. Yo creí que me iba a llenar de plata, pero sucedió todo lo contrario. Aguanté mas hambres que un chivo en un garaje.

Sin empleo estable, `'Montecrlsto" aceptó cupo como humorista en la Carpa Martín, que viajaba por todo el país. Con ella fue en gira de Cali hasta Manuales, donde recibió la noticia de que su pr mer hijo -Jaime- estaba agonizando.

Los hermanos Hernández-Pocho, Gonzalo, Héctor-, que deseaban sacarlo de la Carpa para vincularlo artísticamente a otro grupo, le reunieron cíen pesos para que volviera a Cali, pero su esfuerzo de nada sirvió. Jaime murió como consecuencia de la incontrolable gastroenteritis que lo afectaba.

Lo más dramático sucedió horas después de su deceso. "Montecris to" no tenía con qué pagar los gastos de su funeral. Y fue así como tuvo que hacer humor en una emisora -en el programa "La última chiva" mientras el cadáver de su hijito esperaba ser sepultado.

Eduardo Gómez Alzate, periodista, vió llorar a "Montecrísto" durante la actuación. Le preguntó por la razón. El humorista se la dió. Y ello bastó para que le pagaran doble el programa. Le dieron cien pesos, apenas suficientes para financiar el "entierro".

Días después, cuando pensaba en "hacer algo distinto a contar cuentos", fue contratado para participar en una gira con el cantante Leo Marini. En Medellín lo conoció el finado Willíam Gil Sánchez, máximo ejecutivo de "Caracol". Este, al comprobar sus cualidades, lo contrató como artista exclusivo de la cadena.

Son, pues, veinte años que lleva Guillermo Zuluaga como humorista de la principal cadena de radio de Colombia. Veinte años haciendo chistes para todo un país. Veinte años de servicios a un país que apenas está aprendiendo a reír.

En el lapso de los primeros nueve, "Montecristo" trabajaba tres veces por semana. Pero su éxito creció hasta tal punto, que la cadena tuvo que contratarlo para un programa diario.

Podría decirse que el programa de "Montecristo" es el más atractivo -como factor de ventas- en la programación diaria de Caracol.

Tomado de la Revista Cromos No. 2629, abril 1 de 1968



lunes, 23 de junio de 2008

El arriero más rico de Colombia

Esta historia es tan interesante, que me atreví a adicionarla al libro, textualmente y con el respectivo crédito a su autor:

DON PEPE SIERRA.

Prototipo del empresario antioqueño.

El arriero más rico del país.


Luis Fernando Molina Londoño
Revista Credencial Historial (Bogotá- Colombia).
Tomo II. Enero-diciembre, 1991. No.13-24

Arriero. Grabado de «Historia naturalis palmarum», de Carl F. Ph. von Martins, Leipzig,1850.


José María Sierra Sierra, más conocido como don Pepe Sierra, "El Becerro de oro" o "El Campesino Millonario'' es junto con Marco A.Restrepo "El Rey de la Leña", Carlos Coriolano Amador "El Burro de oro", y Gonzalo Mejía "El Fabricante de Sueños', miembro del selecto grupo de personajes que ha dado vida al mítico prototipo del empresario antioqueño, pragmático, hábil e ingenioso para traer dinero. Caso único en la historia de Colombia, se dice que llegó a ser más solvente que todo el gobierno de su época.

La manera sencilla como un campesino de origen humilde acumuló y administró una de las mayores fortunas del siglo XIX y principios del XX, lo ha convertido en un personaje de leyenda.


Don Pepe Sierra nació en 1848 en Giradora, bella población situada al norte de Medellín, famosa por sus trapiches, el aguardiente de contrabando, los gallos de pelea y el santuario del Señor Caído. A la endogamia entre los Sierra se atribuyeron los desequilibrios mentales en varios miembros de la familia. La educación de don Pepe no sobrepasó el silabario, la suma y la resta. Pero eso no importó. Ya anciano y rico, contestó a quien pretendió enseñarle la ortografía de la palabra "hacienda": "Mire, joven, yo tengo setenta haciendas sin h, ¿y usted, cuántas tiene con h?".

Según su nieto y biógrafo Bernardo Jaramillo Sierra (Medellín:Bedout, 1947), inició la acumulación de fortuna en la juventud,trabajando duro en el campo en la cría de ganado, siembra de caña y fabricación de panela la consolido en la madurez con el remate de las rentas y finalmente la invirtió en bienes raíces. La expansión de su Patrimonio se dio en el siguiente orden: Valle de Aburrá, Calle Real (Carrera 7a.), Sabana de Bogotá y Valle del Cauca. Don Pepe siempre tuvo claro que con una economía inflacionaria como la colombiana, lo único que engordaba eran los lotes de terreno y el ganado que pastaba en ellos.

A los catorce años tuvo su primera parcela. La araba de día y en las noches de luna. Sábados y domingos era arriero subía panela a San Pedro, porque en tierra fría la pagaban mejor, y bajaba papa a Girardota y Copacabana. La yunta fue su único juguete los gallos de pelea y los bueyes se convirtieron en su símbolo del lucro."Hasta ya viejos los bueyes dan plata engordándolos", repetía. A los veinte años contrajo matrimonio con Zoraida Cadavid y a los veintiocho tenia en su haber varios hijos naturales y cuatro legítimos, muchas haciendas que se extendían entre Itagüi y Barbosa, y el control de los precios de la panela y de la vara de sierra en el Valle del Aburrá.

En 1886 pasó a residir en Medellín. Allí fundó varías sociedades como "La Cuarta Compañía", dedicada a la cría de ganado y a la siembra de extensos cañaduzales para abastecer de melaza a sus fábricas de aguardiente, va prósperas en todo el departamento.


La sobreproducción de los alambiques se evacuaba a través de la organización de intempestivas fiestas en los pueblos, concertadas con los curas y los alcaldes, quienes prestaban santo para procesión y plaza para la corrida de toros, a cambio de participación en las ganancias. El eficiente manejo que hizo de esta compañía le dio renombre a don Pepe en Antioquia como negociante creativo y habilidoso.

El primer viaje a Bogotá lo realizó en 1888. Fue el principio de una residencia de 26 años en la capital, donde se inició como apostador y gallero en los bajos fondos de San Victorino y terminó en la Calle Real, en medio de los bancos y de los opulentos. Casó a su hija Clara con un hijo del ex presidente Rafael Reyes, pisó con frecuencia las alfombras del Palacio de San Carlos y llegó a ser el mayor propietario de sierras y ganado de la Sabana. Rápidamente desapareció la timidez del campesino, convencido de ser el único capaz de sacar de apuros a los paupérrimos gobiernos de su época. Los presidentes Rafael Núñez, Miguel Antonio Caro, Carlos y Jorge Holguin, José Manuel Marroquin, Rafael Reyes, Ramón González Valencia y Carlos E. Restrepo estuvieron en su lista de clientes. Don Pepe nunca participó abiertamente en la política partidista, pero en la primera página de su libreta de cuentas y apuntes estampó el lema del régimen nuñista: "Regeneración o catástrofe".


Inició la conquista de Bogotá con el remate de la renta de degüello de ganado y el cuero de Cundinamarca, pero luego se sintió casi con derechos perpetuos sobre las rentas, lo cual le granjeó enemigos y problemas.

Don Pepe aprovechó la coyuntura económica de su época, caracterizada por la permanente crisis que al fisco nacional produjeron las rebeliones internas. Durante la Regeneración, luego de la guerra civil de 1885, el problema tocó fondo.

Rafael Núñez intentó solventar las finanzas públicas a través de la reactivación del remate y monopolios estatales, de abundante emisión de papel moneda de curso forzoso y de la colocación de bonos y libranzas en el mercado. Los remates eran el medio para procurarse anticipos de individuos particulares. Estos generalmente eran muy solventes, dado que se les exigían garantías económicas (hipotecas, fianzas, depósitos monetarios anticipados) a cambio del privilegio de gozar de las seguras utilidades producidas por tales monopolios.

Vertiginosamente él se convirtió en el más fuerte rematador y prestamista a nivel nacional, con base en un simple sistema administrativo de negocios, pero con una intrincada red de agentes diseminada por todo el país, encargados de negociar con especuladores particulares y gobiernos locales la adjudicación de las apetecidas, jugosas y hasta insólitas rentas, como aquella del monopolio del hielo en Panamá, establecida en el gobierno de Reyes.

Extendió el negocio del aguardiente al Valle del Cauca junto con Apolinar, uno de sus hermanos esquizderénicos. En la hacienda San José de Palmira y en otras de Cali y Yumbo, creó uno de los imperios agroindustriales de la región, comparable sólo con los de la familia Eder. Las siembras tecnificadas de caña y la maquinaria francesa "Egrot" produjeron por muchos años el mejor licor del país. También en el Cauca remató la hacienda Salento y otros bienes del ciudadano italiano
Ernesto Cerruti, puestos en subasta por el gobierno de Popayán (ello dio origen al célebre conflicto Cerruti durante las décadas de 1880 -90, que trajo como consecuencia un escándalo internacional, el bloqueo de la costa norte colombiana por parte de la armada de Italia y una fuerte multa para resarcir los perjuicios a ese empresario extranjero).

Parece que su parecido fisco con Bismarck era asombroso. Sin embargo,a causa de un accidente de coche cerca a San Victorino, quedó descaderado de por vida y ligeramente desfigurado. Gustaba de los paseos a caballo por Medellín y los potreros de las fincas, y en carroza por la capital. Las contrariedades diarias de la
administración de los negocios, junto con los cotidianos problemas de la casa, acentuaban su acostumbrado mal humor. Desde su juventud fue un apostador empedernido en las galleras de Girardota, Itagüi, Medellín y Bogotá. Se enojaba con los hijos, no porque jugaban mucho sino porque siempre perdían. El hombre más rico de Colombia vivía de manera franciscana: nada de lujos ni cosas superfluas su fama de mujeriego iba acompañada por la de egoísta y tacaño consideraba el ahorro como el valor fundamental. Cuando arribó a las altas esferas bogotanas, no aumentó en lo más mínimo los gastos de representación social de su familia. Las residencias en Medellín y Bogotá, hoy desaparecidas, eran ampliasy austeras, más dispuestas para tratar negocios que para ostentar. Su despacho constaba de sólida mesa de varios puestos, cómodo sdeá para la siesta y desvencijada máquina de escribir. Esa era la escenografía donde don Pepe, apoyado en sus altas dotes histriónicas, representaba al desesperado e incauto auditorio de vendedores de inmuebles, magistrales libretos escritos por él mismo en los papeles de cuentas.

Tratándose de negocios, era implacable su rigidez y fingido desinterés no tenían consideración: el cliente era un enemigo que, en la farsa, siempre llevaba la peor parte.Don Pepe fue empresario financista de la última etapa de los ferrocarriles en Colombia. A él se debió la terminación del Ferrocarril de Amagá y parte del Ferrocarril del Pacifico. Fue fundador del Banco de Sucre, del Banco Central y de la Compañía del Hielo en Panamá. Pero en todos fracasó: así comprobó su principio de que sólo la propiedad raíz era la única y verdadera generadora de riqueza segura.

Al final de sus días, fue atacado por crisis nerviosas y fuerte arteriosclerosis, acompañadas de crónico desinterés por los negocios. La familia empeoró la situación: gastaba a manos llenas en Europa, sin prestar atención a la administración de las fincas, en muchas de las cuales se construyeron lujosos palacetes, como el del Chicó, al norte de Bogotá, convertido hoy en museo.

En la biografía sobre su abuelo, Bernardo Jaramillo anotó que las negociaciones de Pepe Sierra serian vistas hoy como irregulares pero fue el débil sistema económico colombiano lo que dejó al Estado en manos de prestamistas como única forma de garantizar su funcionamiento.
Entonces no existían medios como el control de cambios, ni un emisor sistemático y acreditado, y si graves problemas como una tasa de cambio entre el diez mil y el quincemil por ciento y fuerte inestabilidad política.

La comercialización anticipada de los ingresos fiscales del Estado se mantuvo a disposición del mejor postor. Pepe Sierra murió en 1921 en su casa de la plazuela de San Ignacio de Medellín y la fortuna que creó, a pesar de las múltiples subdivisiones, sigue siendo sólida. Su nombre es recordado por uno de los más ricos y jocosos anecdotarios populares, y su vida y obra son temas de trabajo de los especialistas, como que resulta básico para comprender muchos aspectos de la historia social y empresarial del país.

domingo, 22 de junio de 2008

REMINISCENCIAS



REMINISCENCIAS

Ayer caminando, cuando iba rumbo a mis diligencias sorpresivamente vinieron a mi mente recuerdos de mi infancia. De niño me encantaba la televisión, al fin y al cabo tuve la fortuna de ser un televidente pionero en Colombia, cuando la programación era poca y muy cultural, la presentación de inicio mostraba las imágenes de Simón Bolívar a un lado y en la otra esquina la del General Gustavo Rojas Pinilla presidente y creador del sistema en nuestra patria, en el centro de la pantalla veíamos el escudo de Colombia. Sobra decir que en esa época no se había inventado la T.V. a color, de pronto sonaba el himno nacional y comenzaban los programas.

Teleteatros de Bernardo Romero Lozano en los que su Anuncia Pereiro, Hugo Pérez y otros actores y actrices comenzaron la estirpe de ídolos televisivos. Conciertos largos programas de sabiondos, musicales de la tierra y otras cosas aburridoras para un niño de siete años. Sin embargo la fascinación por esas imágenes mágicas nos mantenían sentados frente al nuevo habitante del hogar, esa caja cuadrada y pesada llamada televisor.


El nuestro era un General Electric de caja metálica color madera beteada. Con mis hermanos nos sentábamos en tarros de saltinas Noél todos los días a las 6 P.M. sin espavilar aguardando que sonara la patriótica melodía y luego ver casi las inexplicables figuras animadas en la pantalla de cristal; en varias ocasiones traté de descubrir a esas pequeñas personas que aparecían mirando por los agujeros redondos de la tapa trasera.

Ya mas grandecito empecé a ver programas que si lograron emocionar mis fibras
preadolescentes:

¨ El investigador submarino.
¨ El enigma fosfogén
¨ El desafío del hombre.
¨ El Show de Jerry Lewis.
¨ el Show de Carol Burnet.
¨ Rintintín.
¨ Lassie.
¨ Telecirco Colombina.
¨ Perdidos en el espacio
" El tio Alejandro
" La isla de Gilligan

Agrega tus primeros programas recordados en las líneas
finales. Si de los anteriores coincides con mas de uno tienes
en este momento, año 2005, mas de 50 años, si tus primeros
recuerdos fueron a color y viste plaza sésamo estarás entre el
tercer y cuarto piso, anota tus programas de infancia
preferidos:


EL DOCTOR CITO.

Cierto día me invitaron a un club de golf muy renombrado de la ciudad y pude entender el porqué tantos profesionales se aficionaban tanto a este extraño deporte.
El solo paisaje sería para mi suficiente incentivo para visitar con frecuencia estos sitios, la ausencia del infernal ruido citadino complementaba las características del club invitando al descanso.

Las cascadas con su constante y refrescante chapuceo y el trinar de los pájaros invitaban a unirnos al palpitar sosegado de la naturaleza.
Poco me interesó lo demás, o sea el tonto empujar a las pequeñas bolitas con un costoso palo hacia los predeterminados agujeros en el césped.

Me desprendí del grupo y después de quitarme los zapatos recorrí el inmenso campo sumergiéndome a ratos bajo la reconfortante sombra de los pinares.
Mi olfato disfrutaba, ora de las fragancias que brotaban de los pinares, ora de los vapores medicinales de los eucaliptos y la yerbabuena. Mis pies sentían el húmedo y mullido tapete vegetal y mi mente reconocía entre las nieblas de los tiempos a mis antiguos antepasados.

Una pequeña y vivaz ardilla saltó desde una rama y caminó recelosa hasta situarse frente a mí, ávida de las rosetas de maíz que estaba yo comiendo, puse el paquete al alcance del bello animal y proseguí mi camino, nunca antes había ofrecido algo con más gusto.

Atravesé varias quebradas usando de puente las saltonas piedras que sobresalían y distinguí a través de sus cristalinas aguas montones de pececitos de colores que danzaban entre los yerbajos de las orillas. ¿Como preferían mis amigos andar tras una pelotica sintética en lugar de estar contemplando tantas maravillas que bullían de todas partes?.

Desde atrás de un montículo de blanca arena vi surgir la despeinada cabeza de un curioso personaje que se acercaba, era un enigmático hombre que vestía un raído traje de buen corte, lucía una corbata de seda de un color indefinible, pues la mugre se había adueñado de ella, avanzaba rápida y firmemente mientras observaba el paisaje girando su cabeza de un lado al otro. Sus labios esbozaban una inocente sonrisa de niño.

Cruzó mi camino sin verme y pude percibir en sus azules ojos que para el nada existía, salvo su propio mundo.
Lo vi por ultima vez sambuyéndose en la espesa maleza que delimitaba el campo, desapareciendo como un fantasma.

Ya más tarde en el comedor le comenté a mi amigo Alex sobre mi raro encuentro.
Ah, me dijo el, ese debió haber sido el doctor cito, ya no es socio del club pero de todas formas se cuela por las mallas, los vigilantes por lástima y en recuerdo de sus buenos tiempos ,cuando se portaba bien con ellos, lo dejan deambular a sus anchas.

-¿Quién es él?, o mejor ¿Quién era?, inquirí curioso.

-Él fué mi médico jefe en el hospital central cuando hice mi internado en el
año 74, respondió Alex.




-¿Y?, repregunté mientras abría mis manos palmas arriba y entrecerraba los
ojos en ademán de querer escuchar todo el cuento.

_Bueno, bueno..., acomódate bien que voy a contarte todo el rollo mi querido amigo:

En 1974 ingresé al programa de internado del hospital central con otros veinte compañeros más, todos estábamos llenos de ilusiones y emoción, pues nos habían asignado como médico jefe a nuestro profesor Diofano Campos, eminencia en
medicina interna y neurocirujano de renombre mundial.

Afable por naturaleza y a pesar de su juventud, pues no llegaba a los cuarenta años entonces, estaba lleno de excelsas virtudes, nunca negaba atención a nadie, así el paciente no tuviera seguros médicos ni recursos monetarios, esto le ocasionó muchos enfrentamientos con los directivos y le creó muchas enemistades y envidias

Nosotros los estudiantes en cambio lo adorábamos y dábamos cualquier cosa por llegar a ser la mitad de lo que el era. Su esposa Inés era una hermosa mujer de ojos verdes y tenía una piel de esas que solo se ven en los almanaques de fin de año, su hijo Andrés Felipe estaba en secundaria y era un aventajado estudiante y además campeón nacional y suramericano de tenis, el muchacho tenía asegurado un brillante futuro y era la más preciada joya de su hogar.

Alex continuó su historia: El tiempo pasó y yo quedé como médico de planta del hospital, realicé con el doctor Campos muchas cirugías en las que no dejaba de asombrarme con su increíble capacidad médica, me honró con su amistad y fueron muchos los gratos momentos que compartimos en familia. Mi esposa Fabiola llegó a ser la mejor amiga de Inés y con el tiempo nos convertimos en compadres, pues ellos aceptaron ser los padrinos de nuestro hijo Tomasito, todo era perfecto, pero nadie conoce las albures que nos depara el futuro.

Alex interrumpió su historia y bajando la cabeza limpió disimuladamente con su mano unas lágrimas que habían brotado de sus ojos.
Yo intuyendo que algo le causaba un profundo dolor guardé silencio.
- Disculpa, dijo Alex y continuó:
- Como te decía nadie sabe que nos espera a la vuelta del camino, como va uno a saber que un solo error le puede derrumbar el mundo; como imaginar siquiera que
un solo desliz en la vida de un ser perfecto pueda aniquilarlo, esto es increíble.

Muchos hombres, la mayoría de nosotros creo, erramos con una frecuencia vergonzosa, hacemos sufrir a otros, herimos sus sentimientos, somos una porquería, pero con una o dos disculpas limpiamos nuestras faltas y seguimos nuestras vidas como si nada hubiera pasado. Yo mismo hubiera dado cualquier cosa para evitarle tal martirio a mi querido maestro, la vida a veces es tan injusta...

Solo un error, solo uno, que tristeza...

Cierta noche que estábamos de turno Campos y yo la congestión de servicios fué desacostumbradamente anormal, parecía que la ciudad estuviera en guerra, el ulular de las ambulancias no cesaba y la puerta de emergencia no daba a vasto para tantos heridos, llegaban con heridas de bala, puñal y garrote, el piso era un mar de sangre y los lamentos llenaban la sala, ni las enfermeras ni nosotros alcanzábamos a cubrir tal demanda, llamaron más personal pero mientras tanto teníamos que multiplicarnos, era como una pesadilla, nadie sabe lo difícil que es para un médico escoger prioridades para la atención, cualquier error de evaluación puede costar vidas. Campos parecía un San Francisco, en verdad lo era, no solo suturaba y daba órdenes
precisas, sino que con su actitud consoladora calmaba a los familiares de las víctimas.
Ante la crisis y viendo que era imposible más cobertura ordenó no recibir mas pacientes y además evacuar otros tantos a otras instituciones de acuerdo al plan de emergencias.

Eran como las cuatro de la madrugada y parecíamos máquinas zurcidoras, corriendo de una camilla a otra en medio del insoportable barullo, de repente la puerta de la sala se abrió violentamente golpeada por una camilla en la que reposaba el cuerpo irreconocible y sangrante de un hombre, doctor Campos los amigos de este jóven ruegan para que lo atiendan, están muy angustiados...

- ¡Cela, (vociferó Campos), la orden fué clara, no podemos físicamente recibir a nadie más!
El exánime y destrozado cuerpo fué retirado de prisa rumbo a otro hospital y continuamos con nuestro penoso trabajo ininterrumpidamente hasta las siete de la mañana.
Nos dejamos caer en una mullida poltrona que estaba en la sala de espera, exhaustos y jadeantes, pero con la íntima satisfacción del deber cumplido, todos los pacientes habían sobrevivido y casi nos sentíamos dioses, de repente Campos se levantó como un resorte y quitándose el gorro dijo:

- Carajo, el grado de mi hijo, lo olvidé por completo, pobre Andresito no pude acompañarlo.
- El comprenderá amigo mío, le dije, no fué tu culpa; sabes que en esta profesión no somos dueños de nuestras vidas, cálmate que más tarde iremos a felicitarlo compadre.

- Tienes razón, después de esta noche que cosa peor puede pasarnos, dijo Campos recostándose de nuevo ya mas calmado.
El correteo de una enfermera nos sobresaltó e imaginamos que algún paciente
estaba en crisis...

- Doctor Campos, doctor Campos, acaban de llamar de su casa, que su hijo sufrió un accidente.

-Pobre Campos, solo un error en su vida, como iba el a saberlo, ese paciente que remitió a otro sitio era su propio hijo, se accidentó en la motocicleta que le había comprado como regalo de grado, su vida se derrumbó, asumió toda la culpa para sí, pobre campos como diablos iba el a saberlo.
¿Acaso somos dioses?


DATOS CURIOSOS

El instinto natural de las aves para construir sus nidos perdura en ellas por cinco generaciones, así no tengan oportunidad de hacerlos por estar enjauladas.

Si el hombre viviera 500 años, ¡sus orejas le crecerían casi medio metro!

Como hipocondríaco se conoce a la persona que demuestra una preocupación desmesurada por su salud. El rey de estos sigue siendo Samuel J. de Inglaterra, en los últimos años de su vida tomó cerca de un cuarto de millón de píldoras, llegando a tomar en un año 52.000 pastillas, murió a la edad de 65 años.

A los sesenta años de edad, un hombre promedio habrá comido unos trescientos mil seiscientos kilos de carne, tres mil de pescado, diez mil de café... y para mitigar sus penas unos diez litros de alcohol.

Durante 24 horas un hombre desarrolla tal cantidad de energía, que toda esta acumulada podría levantar una locomotora a un metro de altura.

De donde viene la expresión O.K.
Durante la guerra civil en Estados Unidos se ponía fuera de los campamentos las siglas 0.K. que significaban 0 (cero) Kills (muertos) , o sea que no habían bajas en esa unidad tras el enfrentamiento.

Porque a los Franciscos les dicen Paco (Pacho en Colombia).
El origen de Paco viene de San Franciso de Asís, primer abad y fundador de la orden franciscana o lo que es lo mismo, "Pater Comunitas" - (Padre de la Comunidad franciscana). Por lo que "Paco" sería el acrónimo de "Pater comunitas".

En el lenguaje mandarín el símbolo de la palabra mujer repetido dos veces significa pugna y tres veces chismografía.

El Galés Oprins es el hombre más liviano registrado en los anales médicos, pesaba al morir en 1.754 2 libras, a la edad de 17 años.