jueves, 19 de junio de 2008

La flor de Apía

Flor era una jóven de gran belleza que por donde quiera que pasara causaba gran revuelo. Fuera de sus cualidades físicas poseía grandes valores espirituales, en resumen era una niña bien.
Estaba por cumplir quince años cuando Hildebrando Mesa puso sus ojos en ella y se empeñó en conseguir su amor. Era un hombre ya maduro y según las mujeres del pueblo bastante atractivo, tenía varios negocios que administraba responsablemente y le daban para llevar una vida bastante holgada.


Enfocó todas sus atenciones en la bella Flor y comenzó a colmarla de finas atenciones.
Encargó un hermoso vestido para su fiesta de cumpleaños que trajeron desde Cali a marchas forzadas por caminos de herradura y a lomo de mula, acompañaba la encomienda una buena provisión de frutas tropicales y adornos Europeos para la torta que elaborarían en la casa de las Gómez, famosas por su repostería. Sobra decir que Flor miró desde el comienzo con buenos ojos a su pretendiente y el día de su celebración formalizó el noviazgo con la bendición de sus padres.
Comenzaba el primer mes del nuevo siglo XX cuando Flor entró al templo vestida con un argentino y precioso vestido de novia, cuya cola cargaban diez pajecitos con trajes de terciopelo negro. Siete hermosas niñas regaban pétalos de rosa al paso de la radiante novia que mostraba una bella y tierna sonrisa.


La plaza estaba atestada de gente y los balcones exhibían bellas bromelias y jazmines en flor. Hildebrando ya había llegado minutos antes en una bella calecita arrastrada por un imponente percherón color miel y se encontraba a la espera de su amada en el altar principal. Su corazón dió un gran salto cuando la vió entrar tan hermosa y delicada por el pasillo central acompañada de su Señor padre Don Gonzalo.

Doña Amelia, madre de Flor, se había acomodado en la primera banca en compañía de Doña Josefa, madre del novio, las dos lloraban emocionadas al ver tan enternecedora escena.
Desde el coro salió una bella melodía entonada por las dulces voces del grupo de niños del colegio salesiano, si el cielo existía debía ser muy semejante a aquella iglesia en ese momento, el aire estaba impregnado de aromas de azahares y rosas y de los pebeteros salían vapores de sándalo e incienso.
Todo el corredor central estaba repleto de flores blancas, como la pureza de aquella criatura que finalmente llegó al sitio donde su enamorado la esperaba ansioso.
La ceremonia fué un hecho inolvidable para la población, que desde aquel día distinguió a la jóven como La Flor de Apía.


La nueva pareja se instaló en la hacienda El Vergel, cercana al casco urbano, la mano de Flor pronto se vió pues aquel lugar se transformó en un pequeño paraíso.

Hildebrando se complacía mirando a su preciosa compañera ora sembrando margaritas en el camino de acceso, ora plantando tulipanes bajo las barandillas de macana del corredor de su casa, era ella en aquel nuevo jardín su flor más preciada.
El amor retoñó y creció día a día al igual que las palmas de cera que sembraron en la vega sur de la finca, la ternura de Hildebrando afloró logrando convertirse en el perfecto complemento de Flor. Todo parecía perfecto pero, nunca falta el pero, faltaba en aquel lugar un pequeño gran detalle que era el gran anhelo de la Flor de Apía, una rubia criaturita que retozara por el campo invadiendo con su risa todo su mundo, una creación visible y tangible de aquel inmarcesible amor, un hijo. Hildebrando había sido muy claro al respecto, nunca tendría un descendiente con su esposa, era tan perfecto su cuerpo, tan sutiles sus líneas que un embarazo la echaría a perder, esto entristecía mucho a la jóven mujer e impedía que su gozo fuera completo.
O el destino a veces es implacable o los sueños y las ilusiones se abren paso contra viento y marea, verán lo que poco tiempo después sucedió.


Resulta que como su esposo era un gran comerciante tuvo que viajar a Cúcuta para cerrar unos negocios, montó en su brioso alazán y con gran pesar se despidió de su esposa que no pudo contener las lágrimas al verlo partir hacia tan distante lugar, distante digo, porque en aquel entonces no había sino trochas difíciles y escabrosas y algunos trayectos eran por la vía fluvial del Cauca y el Magdalena, fácilmente aquel periplo le tomaría por lo menos ocho meses.

Resignada, Flor asumió su forzosa soledad con estoicismo y disipó su vacío con duro trabajo, emprendió la construcción de un galpón para producir pollos y gallinas ponedoras, contrató para ello unos buenos peones que vivían en Chinchiná y encargó a varias de las criadas para que fueran por los ranchos vecinos a seleccionar aves de buena calidad para iniciar la cría, todo marchó a la perfección y comenzaba a ver los resultados cuando comenzó lo inevitable.


Flor visitó a su madre y le confió el motivo de sus angustias, estaba teniendo ya un largo retraso y comenzaba a notar que su vientre crecía con rapidez, se hechó a llorar en brazos de su madre sin saber que camino coger, después de mucho análisis y conociendo la renuencia de su esposo a los embarazos tomaron una drástica decisión, Flor debería viajar a Supía donde residía su tía Merche y permanecer desapercibida hasta dar a luz a la criatura, luego de su recuperación volvería a la hacienda como si nada hubiese ocurrido pues para entonces su marido estaría por retornar.

Dicho y hecho, regresó a El Vergel y puso todo en orden, encargando a su capataz Aparicio del manejo de la hacienda so pretexto de que iba a acompañar varios meses a una tía que estaba delicada. Viajó entonces a Supía hasta que llegó el día del parto. Todo se hizo en la más completa reserva, hijita. Cuantas veces había querido confesárselo a su marido, gritarlo voz en cuello, pero sus palabras se ahogaban en llanto porque al pasar el tiempo la advertencia del no al hijo anhelado se hacía más imponente.


Carmela llegaba a sus 38 años y sus hijos José Antonio y Román de 14 y 16 años payaseaban alrededor del ponqué de cumpleaños, Alirio su esposo reía divertido con las ocurrencias de los muchachos que bromeaban por la incandescencia de las 38 velitas, José Antonio era el vivo retrato de Hildebrando, cosa que siempre había incomodado a Carmela pues nunca se había tragado al esposo de su tía Flor.
Inconscientemente tenía una abierta animadversión hacia José, aunque era el más tierno y querendón, en cambio para Román eran todas sus caricias y atenciones, Alirio lo había notado y trataba de compensarlo tratando de no incomodar a su esposa que aún no se recuperaba de la reciente muerte de su madre Merche.

Transcurría entonces el año de 1.945 y la segunda guerra mundial había afectado bastante la economía mundial y por ende a Colombia, el negocio del café se había vuelto paradójicamente muy rentable y Alirio percibía grandes ganancias por sus exportaciones del grano, del cual tenía cultivos en varias fincas que poseía en Montenegro. Parece ser que el estado mayor Americano hacía grandes compras del aromático café de nuestro país para enviarlo a sus tropas en el frente de batalla, los soldados lo tomaban en unos tarros de acero inoxidable con oreja y así lo vemos en todas las películas sobre ese acontecimiento. La guerra estaba por terminar con las terribles explosiones atómicas de Hiroshima y Nagasaky, pero definitivamente nuestro principal producto quedaba consolidado porque los Americanos en un arranque de nacionalismo, habían canjeado su afición del té Ingles por el café Colombiano. La violencia también irrumpía por esa época por las tierras de la patria, dejando desolación y muerte, fue este el motivo para que Alirio empacara maletas y se fuera con toda su familia para Medellín en busca de mejores oportunidades para sus hijos. Medellín tenía un crecimiento desaforado, los finqueros y comerciantes de todo el departamento de Antioquia estaban trasladando sus negocios y capitales a esta bella ciudad que estaba llamada a convertirse en la ciudad industrial y cultural del país.


Román y José Antonio eran en 1.968 dos destacados profesionales en administración de empresas y Alirio había montado una empresa de exportación de café suave y seguía prosperando a la par que la ciudad.
Carmela se había vuelto una vieja refunfuñona y amargada, solo cuando la visitaban sus nietos, los hijos de Román, se transformaba en un mar de miel y los colmaba de regalos y besos, en cambio todo lo contrario ocurría cuando era José Antonio quien los visitaba con sus tres hijos, el no entendía por que su madre le odiaba tanto, si el solo vivía para ella.


Sería la verdad, que apuraba por salir a flote, la que le resolvería ese enigma. Flor acababa de cumplir 83 abriles cuando resolvió visitar a Carmela, aún gozaba de estupenda lucidez pero su salud se había menguado desde que Hildebrando falleciera.


La Flor de Apía sacaría sus últimos alientos para dar el grito que tenía ahogado en su garganta por tantísimo tiempo. Tomó un avión de Aerocondor en el aeropuerto de Manizales y partió rumbo a la bella Medellín, donde se resolvería el misterio de su vida.
En el aeropuerto la esperaban Alirio, Carmela, Román y José Antonio con sus hijos, la vieron bajar de la nave muy erguida, vestida de seda blanca, caminando segura, como siempre, igual que cuando cumplió sus quince años, igual que en la iglesia al casarse con su amado Hildebrando, la vieron tan bella, con su sonrisa pura e inocente, la Flor de Apía traía alrededor una luz de amor indefinible, una paz interior invadía su ser, todos la miraban sorprendidos percibiendo que aquella visita
sería la última y la más inolvidable y a fé que no se equivocaban, finalmente llegó hasta ellos, los niños recibieron alegres su equipaje sospechando sus regalos, entonces la flor de Apía abrazó sollozando a su Carmela diciéndole dulcemente, como solo una madre puede hacerlo:- Hijitamía...



Las gemelas.


(Sobre la tragedia del 11 de septiembre de 2.002)

Nota para el blog:
Estaba sen
tado frente al computador, cuando en el canal de televisión español que tenía sintonizado pasron el extra de un accidente en una de las torres gemelas, inmediatamente recordé un accidente similar que había sufrido el Empire State, como en los años 50, cuando una pequeña avioneta se incrustó en uno de sus pisos. Ahora era un avión grande de pasajeros el que había colisionado, que horror; seguí tecleando mi libro cuando ante mis ojos ví a otro avión chocando contra la otra torre, el periodista ni se dió cuenta en ese momento, pero luego fué todo confusión y caos. Paré mi tarea y empecé a escribir lo que salió desde el fondo de un corazón abrumado por la perversidad de algunos seres humanos: Las gemelas.

Grandes nacieron, de hecho las más grandes en el mundo, esbeltas y
coquetas, enjoyadas con alhajas invaluables,
eran la admiración de todos, pues su belleza era incomparable.
Como la escala de Jacob eran, como un puente entre el cielo y la tierra.
A veces su corona entre nubes se perdía, mientras sus pies se clavaban en la tierra.

También eran símbolo y emblema de un imperio insuperado, más grande que
Bizancio y el de Roma.
Todos al mirar las dos hermanas se decían, quién como ellas, tan sólidas y
hermosas.
Quién osaría desafiarlas, tan poderosas y opulentas.
Cada amanecer peinaban juntas sus cabellos, mirándose aleladas en las aguas,
mientras que sus hermanas menores las rodeaban respetuosas en silencio y
admiradas.
Acogían día a día y amorosas, a los hijos que llenaban sus entrañas, y al
mirarlas de nuevo repetían, quien como ellas gemelas de mi alma.

En las noches de la ciudad nueva, coquetas con brillantes se vestían y
cuidaban el sueño de sus hijos.

Una de ellas, metálica corona se ceñía, era la única que hablaba.

Cogidas de la mano las gemelas se adoraban y cuando el viento rápido
cruzaba, sus cantos virginales entonaban, quién como ellas murmuraban.

Un aciaga mañana de septiembre, dos flechas de plata por un loco disparadas,
hirieron de muerte a las hermanas.

Gimiendo y crujiendo, asidas de la mano se desploman, en agónico alarido
mortecino, dejando sobre tierra sus restos esparcidos, quién como ellas
clamaron en el orbe, quién como ellas...


DZR.

El avaluador

Nota para el blog:

Como el compromiso es ir revelando a los protagonistas de algunas de las historias, este es otro oncemetrista, Humberto Giraldo "Humgiro", quién por esa época fué concejal de Medellín y estaba por publicar un libro "Los bobos de pueblo", en los que haría una recopolación de esos personajes tan especiales que viven en todos nuestros municipios.


EL AVALUADOR.

Humberto es un avaluador de catastro departamental que por motivo de sucargo viaja constantemente conociendo casi todos los más de cien municipios de la región, obviamente conversar con él es una maravilla por las innumerables experiencias que ha vivido, sin exagerar es un Marco Polo paisa.


Cuenta que cierta vez que visitó a Santa Fé su viaje coincidió con las fiestas del pueblo, por lo que le fué imposible encontrar alojamiento, todos los hoteles y pensiones estaban abarrotados de turistas, anduvo con su equipaje de arriba a abajo sin hallar nada, resolvió entrar a un bar a tomarse una cerveza para mitigar la sed, inevitable en esa tórrida ciudad y entabló conversación con un policía que había allí, este le recomendó que fuera a la casa cural, pues a veces en casos como el actual el cura le daba alojamiento a algunas personas, así lo hizo el avaluador cuando ya comenzaba a entrar la noche, pero lamentablemente no había espacio, pues la familia del clérigo lo estaba visitando y se había hospedado en el sitio, cuando ya se retiraba el padre lo llamó, recordando la casa juvenil que aunque en obra negra podía ser habitable para el preocupado peregrino, -Es un poco incómoda, pero hay un cuartico con cama y colchón, electricidad si no hay todavía, le aclaró el párroco.

Humberto respiró tranquilo y aceptó la oferta recibiendo las llaves de la casa. En el camino compró velas, algo de comer y una botella de aguardiente, en la tienda encontró al policía que había conocido y lo invitó a acompañarlo mientras se
instalaba.

Era una casa de ladrillo aún sin revoque, pero de agradable arquitectura, entraron alumbrándose con una de las velas hasta hallar el cuarto, como Humberto cargaba siempre sábanas no tuvo problema para preparar de forma agradable la pequeña cama, compartió con su nuevo amigo las viandas y se tomaron poco a poco la sabrosa botella de licor. -Yo si no sería capaz de amanecer aquí, le dijo el policía, en esta soledad tan oscura no faltarán los espantos, los dos rieron al unísono por la ocurrencia y brindaron con el último trago de la botella, acto seguido el amable agente se despidió y el avaluador quedó totalmente solo. Dejó abierta la puerta del cuarto para refrescarse un poco, se acomodó boca arriba en el camastro y claramente vió la figura de una viejita que cruzaba frente al cuarto por el corredor, sobresaltado se tiró de la cama y salió a buscar a la señora alumbrándose con la vela, pero por más que buscó por todos los vericuetos no halló a nadie, seguramente el cura le había dado la llave a alguien más que se había marchado tan rápido que no le dió tiempo de alcanzarla. Después de hechar el cerrojo a la puerta principal se recostó de nuevo algo preocupado y dejó la vela encendida, estaba por quedarse dormido cuando la misma anciana de pelo cano se paró frente a su puerta mirándolo con curiosidad.


Humberto volvió a tirarse de la cama y siguió a la extraña señora a través del largo corredor que enmarcaba un patio lleno de malezas. Esta vez la viejecita llegó hasta el fondo frente al último cuarto y mirándolo le hizo un ademán para que la siguiera, ingresando a la oscura habitación, Humberto sacando valor del terror entró
lentamente al saloncito donde había arrumada una cantidad de tejas de asbesto y unas tablillas de roble, pero de la viejita nada de nada, revisó otra vez la casa sin encontrar ninguna otra salida, salvo una reja en el patio que estaba bien cerrada con una gruesa cadena y un candado.


Sus cabellos se erizaron y vistiéndose presuroso salió hacia el parque principal donde se tomó otro montón de tragos para calmar el susto, ya estando medio borracho regresó a la casa y durmió como un lirón hasta el día siguiente. Buscó en su maleta un destornillador y comenzó a levantar los tablones del misterioso cuarto, dicho y hecho, tal como lo imaginaba bajo el piso encontró una cajita de madera pulida que al destapar dejó ver el pequeño tesoro de la anciana, un paño de agujas, hilos de colores, viejas fotos de una familia frente a una mansión rodeada de palmas, unas tijeritas y un rosario de madera. “Donde está tu tesoro, está tu corazón”. Se dirigió a la casa cural para agradecer al padre su amabilidad y le contó lo sucedido, el padre lo escuchó atento y sorprendido, Humberto le enseñó su hallazgo y le pidió el rosario para tenerlo de recuerdo, el cura sonriente asintió a su petición mirando las fotografías, -Mira, le dijo, estas fotos son de una antigua mansión que quedaba en el sitio que hoy ocupa la nueva construcción, era la hacienda de las palmas, la más próspera de la región tiempo atrás, guarda el rosario como recuerdo para que te acompañe por todos estos caminos de Dios, seguidamente lo bendijo antes de despedirse.

Humberto ahora es jubilado del Departamento y aún conserva la bella camándula (rosario), que ya ha hecho examinar y que resultó ser una verdadera antigüedad.


AUSENCIA.

Partir es morir un poco, viejo dicho que es pura sabiduría popular. En verdad como duele la ausencia de los seres queridos que cuando se alejan por largo tiempo se llevan un pedazo de nuestro corazón y cuando somos nosotros los que nos alejamos, dejamos jirones de nuestra alma enredados en la angustia del ser amado. La única y fundamental diferencia con la muerte,es que siempre guardamos la sublime esperanza del retorno.

Algunos sabios en su discurso fundamental proponen el desapego afectivo a todo y a todos como principio básico de la paz interior. Aducen que el sufrimiento es la consecuencia de nuestros apegos y en verdad creo que así es. ¿Pero no será que este sufrimiento es el yunque donde se forjan las fortalezas del ser humano? ¿acaso la nostalgia que causa la lejanía de nuestros afectos no es la dulce sensación que corrobora nuestros mas nobles sentimientos?.

Definitivamente no quiero renunciar a mis apegos mas puros y sinceros, con el cobarde fin de evitar el sufrimiento. Claro que no todos los apegos son sanos, incluyendo algunas relaciones sentimentales que se basan mas en la posesión que en el afecto, o que tal aquellos apegos dirigidos a objetos y actividades abiertamente inconvenientes, a las drogas, la violencia y todo tipo de cosas que dañan a otros o a nosotros mismos. Quiero extenderme un poco sobre la diferencia entre la posesión y el afecto.



AMAR NO ES POSEER.

Uno jamás puede ser dueño de lo que ama, solo se puede poseer lo que se usa.

El amar y el tener son dos cosas muy diferentes.
El que ama siente, quien posee solo utiliza.

Quien ama entrega su vida sin temor al ser amado, el que posee solo trata de
llenar el vacío de su desamor.

El que ama se conmueve ante la presencia de su amor, quien posee alardea de
su adquisición.

El que ama disfruta plácidamente del amor, quien solo posee no haya placer
en el tener.

Quién sabe amar es amado, el que solo quiere poseer siempre estará solo con
sus tesoros.

Si amas, atrévete y dilo, porque el amor auténtico brilla con tal intensidad,
que si lo ocultas puede quemarte.

D.Z.R.



AMOR A MI CIUDAD.

También el amor que se siente por tu lugar en el mundo es hermoso, así como yo vivo en Medellín, mi bella ciudad habita en ese rinconcito de mi corazón reservado solo para mis afectos. Cuando me marcho siento que la dejo sola, a pesar de quedar en ella sus tres millones de habitantes menos uno. Cada día que paso lejos, la extraño como un hijo que añora a su madre lejana, y cuando regreso mi corazón salta de dicha al verla de nuevo, arropada entre sus verdes montañas.

¡ Como te quiero Medellín.!


EL REGRESO.

Hoy vuelvo ya a Medellín,
mi ciudad, como te extraño yo.

Cubierta de granito y hormigón,
mi ciudad, se creció.

Vuelvo a caminar tus calles,
Vuelvo a respirar tus aires...
Como te quiero yo.
D.Z.R.

miércoles, 18 de junio de 2008

El resucitado.



En la casa de Jorge todo era confusión, porque después de tres días de haber desaparecido luego de salir de rumba, su mamá lo había reconocido en el anfiteatro, hasta los más mínimos detalles correspondían a su hijo, el lunar en la espalda y la pequeña cicatriz en su rodilla izquierda..., ¿o derecha?, producto de una caída en bicicleta. Gastaron todos sus ahorros y contrataron los servicios funerarios de una costosa empresa. Alquilaron veinte automóviles, tres buses y diez niñas acompañantes, de esas cariacontecidas y vestidas de riguroso luto. El entierro del negro, como le decían a Jorge, tenía que ser un acontecimiento que no olvidara el barrio.

Las vecinas elaboraron cadenetas de papel de globo blanco y negro que atravesaron de lado a lado de la calle en toda la cuadra. Sus amigos compraron voladores y aguardiente para el velorio y Anita su novia empezó a practicar ataques desde antes que llegaran con el féretro a la casa. Su tía Domitila no se olvidó de hacer los riegos con ruda y caléndula para que ni de riesgo fuera a quedar su espíritu en la casa . Cuando lo trajo finalmente la funeraria la calle hervía de gente que se apretujaba, lloraba y daba gritos lastimeros.. En los balcones y azoteas otros batían pañuelos blancos y lanzaban voladores al tiempo que destapaban las botellas de licor.


Acomodaron el sarcófago en la salita principal en medio de cuatro cirios y frente a un enorme crucifijo de base cromada, Nando, su mejor amigo, le llevó una corona de flores rojas y azules haciendo alusión al escudo del DIM, equipo de fútbol al que era aficionado el difunto. Su hermana Luisa, que terminaba de hacer un curso de arreglos navideños, enredó una instalación de bombillitos intermitentes de colores alrededor del cajón, que aunque muy bonitos, con su prende y apague hacían ver el rostro del muerto como haciendo muecas.

Todos hicieron una larga fila frente a la pequeña vivienda y pasaban para contemplar por última vez a su vecino y amigo. Los voladores tronaban afuera y desde el balcón del frente unos enormes parlantes dejaban escuchar la canción:- NADIE ES ETERNO EN EL MUNDO.., al tiempo que todas las señoras recitaban: - Brille para él la luz perpetua... Otras pasaban las copas de aguardiente y los pasantes.

En la cocina las matronas preparaban en una enorme olla un sancocho carnudo para servir a la media noche. Todo aquello enorgullecía sobre manera a la familia del negro, que aunque algo endeudada con tanto gasto había superado en mucho al velorio de Ananías, el abuelito de los Gonzos que era la familia mas fulera y encopetada del barrio.


Los ataques de Anita comenzaron en serio y se robaron la atención de la concurrencia que por poco los aplaude. El tío Ernesto ya borracho comenzó a recitar el trisagio del:- No somos nada, Se empezó a desgranar la mazorca, ay... Mi muchachito como era de bueno, ¡Muerte llevame a mí, muerte!.


Así llegó la media noche y luego de consumirse el sancocho se animó de nuevo el velorio, se recogió dinero entre los asistentes para comprar mas licor y cigarrillos, para voladores si no alcanzó.


Las tías del negro se sentaron en un rinconcito de la cocina y en voz baja comentaban sobre la mala crianza que les estaban dando a sus sobrinos:- Si ves querida, ahí están los resultados de la falta de rejo, decía Inés a sus hermanas.


El tiempo fué pasando y cuando menos pensaron ya eran las diez de la mañana, el velorio había terminado y los de la funeraria llegaron para llevarse al negro a su última misa, cuatro muchachos encorbatados y de traje oscuro tomaron el cofre de sus dorados anillos y comenzaron a sacarlo lentamente entre la guardia de las diez niñas que cabizbajas y portando ramitos de flores blancas los miraban pasar en silencio.

El bafle del balcón volvió a tronar: NADIE ES ETERNO... Alguien que había guardado voladores para el último momento los empezó a lanzar y Anita, pálida de muerte caminaba tras su desaparecido amor sostenida por las compañeras de su colegio.

Estando en este clímax llegó un taxi que detuvo el triste desfile, la puerta de atrás se abrió y se bajó un hombre que aterrado preguntó:- ¿Dios mío quién se murió en mi casa?, todos voltearon a verlo y oh sorpresa, era el mismísimo negro el que estaba parado allí frente a todos, con las piernas temblorosas, esperando angustiado una respuesta.


El baile del retorno duró hasta el otro amanecer en la casa de Jorge, desde entonces más conocido como EL RESUCITADO.




JUGANDO CON CANDELA.



Francisco era un jóven estudiante de secundaria, serio e inquieto investigador de temas esotéricos. Me enseñó muchas cosas al respecto, entre ellas a visualizar el aura de las personas.

Cada vez me sorprendía más con sus conocimientos metafísicos, en su casa tenía una buena biblioteca al igual que algunos instrumentos para experimentación.


Fueron muy amenas las reuniones que tuvimos y en las cuales me hizo
interesantísimas confidencias de sus experiencias personales.


En cierta ocasión me confió que pensaba hacer un rito para invocar a una poderosísima entidad y luego me invitó a participar, pues necesitaba a otra persona, yo no acepté porque estas cosas no me gustan mucho. Para realizar el rito me contó él, necesitaba entre otras cosas una sotana de cura, un pentagrama, velas negras y cortinas negras para cubrir las paredes del cuarto, luego solo a la luz de las velas el recitaría las invocaciones para que aquel espíritu se hiciera presente, buscaba Francisco con esto adquirir más poder y fuerza para sus experiencias esotéricas.

Le indagué sobre lo que se supone pasaría después de la invocación y el me respondió que seguramente se sentiría un viento casi huracanado en la habitación, que quedaría totalmente en tinieblas y muchas entidades lo zarandearían y empujarían como una prueba a superar.

Si el temor no lo poseía, el ser invocado cuyo nombre nunca me dijo, se haría presente y le otorgaría grandes poderes.
Yo le recalqué que definitivamente no contara conmigo y que más bien después me contara sobre los resultados que obtuviera. Pasó la fecha del esperado evento y por más que traté de comunicarme con mi amigo no fué posible. Pasó mucho tiempo y ya había olvidado el asunto cuando recibí la sorpresiva llamada de Pacho. Después de los saludos de rigor ni corto ni perezoso le pregunté por los resultados de su experiencia, pero el sobresaltado me contestó: - Por favor no me hables de eso, Yo quemé todos mis libros y regalé todo lo demás, me pasó algo muy terrible que más bien personalmente te contaré, mientras tanto te digo que es muy peligroso jugar con candela. Aún espero ese reencuentro con Francisco.



EL DIABLO.

Después del misterioso incidente de Francisco, el que jugaba con candela, dialogué con su hermano Carlos, que recién había llegado de Los Estados Unidos, país en el que residía hacía cinco años.

-Mira, me dijo, mi hermano nos tiene muy preocupados con esas cosas extrañas que anda haciendo, yo no creía mucho en estos fenómenos hasta que tuve una experiencia personal hace mucho tiempo y que nunca le he contado a nadie, hizo una pausa y prosiguió

.


Cuando tenía yo trece años era un muchacho problema, en mi casa no podían conmigo porque era voluntarioso y rebelde mi , madre sufría mucho por que mis compañías no eran las mejores, además el estudio me resbalaba. Decidí un mal día volarme de la casa y sin tener a donde ir comencé a recorrer las calles, inicialmente comía lo que me daban en los restaurantes y dormía donde me cogiera la noche, sin más abrigo que el de viejos periódicos, en resumen me volví un gamín. Como siempre fuí muy avispado me las ingenié para sobrevivir en este duro ambiente callejero, aprendí a robar y pronto estaba durmiendo en un cuarto de hotel, fué pasando el tiempo y ya me vestía bien y hasta tenía mis bambas, para mi desgracia empecé a fumar yerba y a coger vicios sin darme cuenta de de que estaba destruyendo mi vida.

Casi ni pensaba en mi familia, lo que hace la droga, es increíble.Una noche deambulando muy aburrido por el centro me senté solitario en un andén y me sentí muy solo, Alguien se sentó a mi lado, pero como no quería hablar con nadie no me molesté en mirar quien era, como pasó un largo rato y el que estaba a mi lado permanecía allí me inquieté mucho y mirándolo con disimulo me sobrecogió su rostro, daba miedo mirar a aquel ser, su cara estaba arrugada y de un color cadavérico, sus inflamadas ojeras apenas dejaban entrever unos ojos hundidos y apagados, metí mi cabeza entre mis rodillas y deseé estar muy lejos de aquel

engendro, pero algo me impulsaba a mirar de nuevo, había en aquel ser algo familiar que urgía ser reconocido.

No puedo explicar porqué, pero volviendo a mirarlo reconocí en aquel ser mi propio rostro, era un espejo aterrador donde veía lo que yo había hecho en esos años con mi propio ser, ese niño que huyó de su casa ya no existía, en cambio esa masa informe de carne pseudo humana era lo que yo había hecho de él. Sentí un dolor inmenso en el alma y comencé a llorar amargamente, así pasé toda la noche y con las primeras luces del día comencé a caminar hacia mi casa.

Varias horas después y lleno de vergüenza estaba frente a la puerta, casi no me decido a llamar pero al fin mi madre abrió y conmovida al verme me abrazó mezclando sus lágrimas con las mías, el hijo pródigo había regresado.

Terminé mis estudios y rehice mi vida, tuve la oportunidad de viajar al norte
donde he tenido buena fortuna, al punto que compré una buena casa en la
Castellana con cuya renta ayudo a mi familia.

Ahora esa casa está vacía en oferta de alquiler y ayer fuí a darle un vistazo, al entrar cual sería mi sorpresa, pues las ventanas estaban cubiertas con cortinas negras, igualmente encontré velas negras y unos libros muy extraños de brujería, Francisco me había dicho que la estaba utilizando para estudiar, pero obviamente son otros los propósitos que tiene. Muy nervioso me fuí al centro y me tomé unos tragos con unos amigos, me despedí de ellos y caminé hasta encontrarme con un grupo de pelafustanes, les compré pollo asado y hamburguesas, hablé con ellos y los traté como amigos, es que yo si sé lo duro de sus vidas.


Regresé a la casa de mi madre ya muy tarde, abrí sin hacer ruido y vi la luz de la sala encendida y escuché voces, pasé de largo pensando que mi hermana o mi hermano tenían una reunión con sus amigos y me fuí directamente a mi cuarto durmiéndome prontamente pues estaba agotado. Al día siguiente indagué sobre la reunión, pero todos sorprendidos se miraron y me dijeron que yo lo había soñado. Yo mismo entonces lo creí así.
Al día siguiente salí al centro y compré alguna ropa que entregué a los gamines conversando con ellos largo rato, busqué luego un salón de billares donde encontré a mis amigos con los que pasé el resto de la tarde.

Estaba dichoso de estar de vacaciones en mi ciudad. Nuevamente nos despedimos al amanecer y regresé en un taxi a la casa, cuando abrí la puerta recordé el sueño del día anterior y me pareció divertido, pero al ingresar volví a ver la luz de la sala encendida, extrañado y nervioso me asomé y vi un grupo de personas conversando en voz baja, ninguno de ellos pareció sorprenderse al verme, al contrario, un señor elegantemente vestido de saco y corbata se me acercó y me dijo:

- Te estábamos esperando...
- Yo quedé paralizado de miedo sin saber que hacer, sintiendo la mirada de toda esa gente que jamás había visto, para empeorar todo una señora robusta con largo vestido azul de satín y adornada con perlas me dijo:

- Te estábamos esperando jóven, necesitamos tu cuerpo.
-Ya no aguanté más, corrí hasta el cuarto de Francisco y despertándolo a gritos le pedí que no siguiera haciendo esas cosas tan extrañas con espíritus. Mi madre y me hermana se levantaron y todos fuimos a la sala donde ya no había nadie, pero si se sentía como un olorcito a azufre, no había dudas esta vez, no había sido un sueño.

lunes, 16 de junio de 2008

El fantasmita

EL FANTASMITA.

Recién contrajeron nupcias, Carlos y Rosa alquilaron un apartamento nuevo en el sector de Buenos Aires, el cual ocuparon con la emoción propia de una pareja que comienza a recorrer junta los caminos de la vida.


Como ambos trabajaban, salían prácticamente todo el día, dejando el apartamento solo. Fué pasando el tiempo, pero debido a sus ocupaciones no habían entablado amistad con ninguno de sus vecinos, solo conocían de vista y saludo a algunos de ellos, en especial a una señora del bloque del frente que los saludaba con especial amabilidad. Entre esto y aquello esa señora se acercó un día a ellos muy simpática y les dijo:Hola vecinos, espero que estén contentos en el barrio, aquí somos muy unidos, quiero que sepan que para cualquier cosa que necesiten estamos a sus órdenes. Le agradecieron ellos a doña Luisa su atención y se disponían a marcharse al trabajo pero los detuvo nuevamente Doña Rosa, cuando quieran pueden dejar a su niño conmigo, es que nos da mucha lástima verlo todo el día sentadito en el balcón tan solito. Carlos y Rosa se miraron sorprendidos y le dijeron que aún no tenían hijos, aclarado el asunto se despidieron de la señora convencidos de su confusión.


Peropasando el tiempo fueron conociendo a sus vecinos, y sin excepción todos les hicieron comentarios muy semejantes sobre un niño de unos seis años que se sentaba todo el día en el balcón causándoles mucho pesar al verlo tan solito.

Se empezó a preocupar mucho mi pareja de amigos al no encontrar explicación a estos comentarios, explicación que muy pronto ellos hallarían de una manera sorprendente. Una noche de sábado, invitaron a su cómodo apartamento a varios amigos, sentándose todos en la sala principal situada frente al balcón, la conversación y el ambiente era cálido y agradable, sonaba una canción de Julio Jaramillo cuando sintieron que una ola de frío penetró por la puerta del mirador, Carlos se levantó presuroso a cerrarla, cuando desde allí entró hacia el salón un niño de unos seis años, que silencioso y sin mirar a nadie pasó entre los presentes dirigiéndose a uno de los cuartos del apartamento.

Carlos y Rosa corrieron tras él, pero al entrar a la habitación no hallaron a nadie, buscaron por todos lados y no vieron allí a ningún niño. Regresaron a la sala y le explicaron a todos la rara situación. Todos se sorprendieron mucho pues habían pensado que el niño era sobrino de ellos. Rápidamente se despidieron asustados y lo propio hicieron mis buenos amigos que al día siguiente se fueron de ese sitio.



EL PODER DEL ESPÍRITU

Este, aunque parezca increíble, fue un hecho totalmente cierto que salió en todos los medios informativos y merece ser recordado. 

Foto de www.proclamadelcauca

"Noviembre 12 de 2001, Puracé, Coconuco (Cauca), decenas de habitantes entre campesinos e indígenas enfrentaron a 300 guerrilleros de las Farc e impidieron que se llevaran a 5 de los 23 policías que completaban 12 horas defendiendo su cuartel". 
Ver la noticia: Revista Semana

Puracé es un caserío situado en el departamento de Cauca, habitado por gentes pacíficas y trabajadoras . Allí el tiempo parece no transcurrir, pues la tranquilidad de ese lugar bucólico lo asemejan más a un pueblo fantástico estilo Macondo.

Pero el diablo persiste en entrar al paraíso, por tercera vez un frente guerrillero movido por algún interés en la región irrumpió agresivamente al sitio blandiendo sus diabólicas armas y tomando posiciones estratégicas, dispuestos esta vez a arrasar el poblado si fuera necesario. Estaban entrenados para combatir cualquier reacción de defensa que encontraran y de verdad que  lo habían demostrado en otros lugares con cruel saña. Pero aquellas gentes aparentemente inofensivas les tenían preparada una sorpresa inigualable, el poder del espíritu.

Marcharon por las calles llevando velas encendidas entonando villancicos y canciones de paz, todos en interminable procesión como un solo cuerpo ante la mirada atónita de los guerrilleros, que por primera vez veían entre aquella gente a sus hermanos, a sus madres, a sus amigos, seguramente se miraron entre ellos con una comunión de pensamientos, avergonzados y con el alma desgarrada.

Salieron en silencio hacia el monte con la alegría íntima de haber sido derrotados por tan digno rival: El poder del espíritu.

"Nosotros pensamos que lo que sonaba era pólvora navideña. Pero cuando nos dimos cuenta que los guerrillos se nos habían metido, empezamos a tocar bien duro bambucos y cumbias y decidimos rodear a esos manes", recuerda Ricardo Cerón, integrante de la chirimía.

La rebelión pacífica de los campesinos e indígenas de Coconuco surgió espontáneamente, aunque sus pobladores aceptan que están siguiendo el ejemplo de los otros municipios caucanos.

Cuando anoche decidimos enfrentar a la guerrilla, nos dividimos en grupos, unos rodearon a los subversivos y otros nos fuimos a proteger a los policías para decirles que no les iba a pasar nada, porque estamos con ellos", dijo Dolly Valencia, una campesina que en medio del fuego cruzado, les llevó a los uniformados aguapanela caliente con pan, como gesto de solidaridad.


El agente Jesús Ortíz, comandante de la estación de Coconuco, quedó asombrado con la manera como el pueblo unido los rodeó y protegió, por primera vez en muchos años.


EL EXORSISTA.

Andrés González es un sacerdote español Franciscano que en la época de los noventa estuvo en Medellín encargado de la parroquia de la planta en el barrio Caycedo, hombre jóven y jovial de unos dos metros de estatura y más de 100 kilogramos de peso, en sus tiempos de estudiante en Madrid participó en torneos profesionales de rugby, pero luego por casualidades del destino dedicó su vida al servicio del prójimo a través de la comunidad franciscana, vestía en forma casual y mostraba una tupida barba, nadie al verlo podía percibir su rango religioso. En el seminario de la capital ibérica fue instruído con un pequeño grupo de compañeros en la dura labor del exorsismo, a la vez que terminaba sus estudios en la facultad de parapsicología. Fueron llamados por primera vez para resolver un extraño fenómeno que se presentaba en un edificio de apartamentos allí en Madrid .

Los habitantes del bloque contaban que en un apartamento que no duraba en arriendo, se escuchaba de cuando en cuando un terrible ruido como de explosión y que ya constructores e ingenieros habían revisado la estructura de arriba abajo sin encontrar explicación alguna. Fué entonces cuando entraron en acción estos curiosos caza fantasmas.

El edificio era muy nuevo y el apartamento en mención casi no había sido habitado, pues el problema existía desde la entrega de la obra, la única explicación posible era que allí se había cometido algún crimen espeluznante durante la construcción y una energía remanente del infeliz que había sufrido allí, había quedado atrapada manifestándose con estrépito.

Hicieron un sencillo ritual de limpieza que liberó a aquel infeliz espíritu.

Pero volviendo a nuestra historia inicial mi amigo Hugo Escobar, reconocido comerciante y radioaficionado de la ciudad le comentó al padre Andrés sobre lo que ocurría en la casa de un amigo suyo situada en el sector de Simón Bolívar.
La casa había tenido que ser cerrada pues todo el que allí había vivido sufrió fenómenos tan extraños como el que las puertas de alcobas y armarios se abrieran y cerraran inexplicáblemen- te, los cajones salían de su sitio y los vidrios de las ventanas vibraban. El Franciscano aceptó colaborar para remediar este mal y mas tarde poniéndose de acuerdo con ellos les encomendó que le consiguieran una mesa,un mantel blanco, tres velones y un crucifijo, acordaron reunirse en esa casa a las 11 de la noche.

Así lo hicieron, el franciscano llegó acompañado de un sacerdote y de un hermano cristiano que concelebrarían el rito, Hugo y su amigo ayudaron a colocar la mesa en el centro del un gran salón cubriéndola con el mantel, Andrés llevó un copón con hostias consagradas, un frasco de agua bendita, un voluminoso libro y otros elementos sagrados, se vistió con el hábito franciscano y se anudó un grueso cinturón de hilo en su cintura, prendieron los cirios cuando estaban a punto de ser las 11:30 de la noche y apagaron los bombillos, Andrés pidió a sus amigos salir de la casa. A puerta cerrada y casi en tinieblas quedaron los tres religiosos para enfrentar lo desconocido, Hugo y su amigo, el propietario de la casa, subieron a la camioneta chevrolet, que como buen radioaficionado tenía Hugo equipada con lo mejor en equipos de radio transmisión, pero los nervios que sentían solo los hizo pensar en destapar una botella de aguardiente que sin cruzar palabra fueron vaciando poco a poco.

Estando parqueados frente a esa casa solo escuchaban el silencio de la noche, hugo miró su reloj y vió que eran las 12.


De repente las ventanas de la casa vibraron con fuerza al tiempo que se escuchaban fuertes portazos en el interior de la casa. Se apearon del carro y corrieron hacia la puerta esperando noticias de lo que estaba sucediendo, vuelta la calma Andrés abrió la puerta y los dejó pasar, ya con la luz encendida vieron que el hermano cristiano estaba despeinado y con su sotana en añicos, el almidonado cuello que distingue a los de su comunidad estaba literalmente hechado para atrás, Andrés nos mostró su cordón de San Francisco en hilachas, Hugo se acercó al grueso crucifijo de base, prestado por un funerario amigo suyo, lo vió entorchado sobre su eje vertical como un tirabuzón, lo iba a tomar pero una fuerte advertencia del padre lo detuvo:

- Yo me haré cargo de él, le dijo. El que se veía tal como entró era el sacerdote que es había colaborado, era el único que conservaba su cabello en orden y su sotana intacta. Andrés ya organizado les comentó que siendo casi las 12, sintieron un gran viento en la habitación, que los cirios se apagaron y en las tinieblas fueron atacados por manos misteriosas que los empujaban y arañaban, ellos no cesaron de repetir las oraciones del exorsismo hasta que todo volvió a la calma.

“En este sitio, en este mismo salón, debajo de las losas del piso yace el cuerpo de un hombre que fue asesinado cuando la casa se construía. Este espíritu pide justicia y quiere que sus restos sean llevados a un campo santo”, dijo el padre Andrés, Hugo y su amigo se miraron sorprendidos.

Luego, me contó Hugo, excavaron el sitio y en efecto hallaron unos restos humanos que fueron llevados a un cementerio. La casa embrujada ahora está en paz y bien alquilada.