sábado, 14 de septiembre de 2013

TERRITORIOS DE LA EXISTENCIA

Alberto Lopez

"Los lugares se llevan…dirá Borges… los lugares están en uno".


De la serie Territorio del fotógrafo y escritor Casimiro Martinferre

La dimensión espacial en el ser humano, no está menos marcada que la temporal. De la misma manera que hay un tiempo sentimental y un tiempo histórico guardado en la memoria del hombre, el territorio está en nosotros, quizás, antes que nuestro ser histórico.


Nunca dejamos de pertenecer a la tierra de nuestras infancias. Todos los territorios de la madurez remiten a los territorios de nuestra niñez. Todos los paisajes, los vivimos desde los paisajes vistos con los ojos del niño que nunca dejó de habitar en nosotros.

 Los bosques y los desiertos futuros, todas las referencias a nuestro verde, como los cielos que siempre los vemos a través de nuestro primer cielo, como los mares que surcamos a lo largo de la vida que siempre nos hablan del mismo mar, el mar de nuestro origen.

Cuando aprendimos de verdad las cosas importantes de la vida, fue en nuestra infancia. Entonces, todavía aprendíamos más con la felicidad que con el sufrimiento.


Con la madurez llegará el conocimiento de lo práctico, de lo coyuntural, de lo histórico, de lo prescindible.

Con la vejez, los territorios de la madurez se olvidan y entonces caemos en la cuenta que nuestros verdaderos lugares fueron los de la infancia…y vuelve la memoria de aquellos tiempos, iluminados por la luz de la felicidad.

Las vivencias nos ligan al territorio y a los espacios que son el recuerdo presente de los recuerdos.
La memoria espacial está ahí, en la calle, en las plazas, en los montes, en los jardines, en el desierto, en el bosque, en el mar, en los lugares más recónditos.

A lo largo de la vida vamos poseyendo lugares que hacemos nuestros por encima de otros. Lugares que van confeccionando el mapa existencial de nuestro territorio, que cuando acudimos a ellos, acudimos a los territorios fecundos de la memoria para revivir en ellos el recuerdo, porque sabemos que solo quien recuerda vive. Así lo siente Borges con su Buenos Aires:

“…Y la ciudad, ahora, es como un plano
 de humillaciones y fracasos.
 Desde esta puerta necesito los ocasos
 y ante ese umbral he aguardado en vano…”

Y el soneto termina:

“…No nos une el amor sino el espanto.
 Será por eso que la quiero tanto…”

Los lugares se llevan…dirá Borges… los lugares están en uno..

Nuestro paisaje natal, en aquel patio de vecindad; la esquina en donde se juntaba la banda del barrio; el portal aquél en donde jugábamos las tardes de lluvia; el cine donde dimos el primer beso a la vecinita de enfrente; la plaza de aquel pueblo, en cuya verbena, conocimos a la que sería nuestra mujer; la chabola perdida en el bosque, medio derruida, donde pasamos la noche cuando en aquella excursión a la montaña nos cogió la tormenta.

Todos y cada uno de estos lugares son para el profano los lugares santos de su universo privado.
Mapa que dibujamos con las imágenes vividas y guardadas en la memoria y que recuperamos a través de la ensoñación de un espíritu en paz.
Mapa también de lugares con sus nombres, que hacemos nuestros, para así poseer el territorio de nuestro mundo.

Mapa individual, particular, que recoge la geografía humana del ser de cada uno, concretado en lugares, sitios y objetos espaciales a los que asociamos rostros, sentimientos y signos de nuestra infancia y nuestra adolescencia, que nos permiten hablar, de la geografía como biografía.

Bachelard nos dice que a lo igual que hay un ensueño del reposo, hay un ensueño del hombre que anda. Un ensueño del camino, del paseo, del sendero. ¡Qué evocadora palabra “sendero”!.

Los montes que recorrimos en nuestra juventud, aquellas marchas y travesías, están unidas para siempre a la camaradería, a la confidencia, a la lealtad, a los cantos ante el fuego de la hoguera, al amor y al cansancio físico. Aquellos son nuestros montes, nuestros caminos, cuyas imágenes cuidamos y mantenemos vivas en nuestra memoria, de luces, de olores, de calor, de sed, de esfuerzo que, también recuerdan nuestras piernas y nuestros músculos, y que guardamos en la memoria de los cansancios.

Nuestro territorio, y especialmente el que habitamos en nuestra infancia, es un espacio, en el que habitar supone, como afirma Heidegger, algo más que residir en un lugar, puesto que con él establecemos una relación auténticamente existencial, una relación que recreamos en los posteriores lugares y territorios que vamos poseyendo y haciendo nuestros a lo largo de la vida.
Un territorio formado de lugares, porque todo lo que en el hombre es específicamente humano es, logos.

El arquitecto Christian Norberg Schulz hablaba del genus loci, del espíritu del lugar” con el que el arquitecto entabla, a través de su obra, una relación existencial.

En la perspectiva de las sociedades arcaicas, dirá Mirciade Eliade, que todo lo que no es nuestro mundo, no es todavía mundo. No puede uno hacer suyo un territorio, si no lo crea de nuevo.
Para Bachelard no se alcanza a meditar en una región que existiría antes del lenguaje. Por eso hay que nombrarlo. Para convertirlo en lugar.

El espacio captado y poseído por la imaginación no puede seguir siendo espacio abstracto o espacio indiferente entregado a la medida y reflexión del topógrafo. Es espacio vivido, no en su positividad física, sino con todas las parcialidades de la imaginación.

Esta relación existencial, precisa de una dualidad entre hombre y territorio, en la que tanto uno como otro se pertenecen mutuamente. Ello requiere abandonar el concepto de progreso que, ve el territorio como una posesión absoluta al servicio y disposición arbitraria del hombre. Y es que no hay posesión real, si no hay entrega. Por eso el territorio como la naturaleza pertenecen al hombre en la medida en que este es poseído por ellos y vivido existencialmente. Por eso dirá Hölderling que es poéticamente como el hombre habita la tierra.

De igual manera que todos los territorios tienen su forma y su historia canónica, la tienen también de forma particular para cada uno de sus habitantes. Incluso los territorios que desde nuestra óptica occidental y urbana resultan inescrutables, planos y sin matices, tienen sus lugares, formas y significados específicos, para los hombres que los habitan.

En las grandes praderas argentinas, donde la vista se pierde en el horizonte, los pastores se orientan y se reconocen en el color de la hierba y en el olor de la tierra.

La selva amazónica, masa compacta e inescrutable de vegetación para el hombre urbano, es hábitat acogedor para el indio que se orienta y reconoce en los distintos árboles, en el musgo de sus troncos, en los colores, en la humedad del aire y del suelo, en los olores, en la señal que siempre deja el machete, en la vegetación de una antigua trocha ya totalmente cerrada.

La arena del desierto que ve con monotonía el europeo, son para el beduino, distintas arenas de granos, colores y brillos diferentes. Donde nosotros vemos un mar uniforme de arena sin matices y sin historia, el ve un mapa cruzado de caminos, que llevan a esos lugares de encuentro y descanso que, desde cientos de años son los oasis. Arenas de la memoria, lugares donde habitan los genios del desierto.

Hasta en el mar, donde no existen riberas, encuentra el pescador sus lugares de referencia donde ir a pescar, orientado por el sol, por el brillo de la superficie o por la profundidad oscura de las aguas. En sus brazos guarda todavía la memoria, de aquel lugar donde libró la batalla con aquél gran pez, el mayor de todos, que se escapó en última instancia, y que él sabe, le sigue allí aguardando, desafiante y dispuesto para un nuevo duelo.

De la misma manera que guardamos un territorio de la memoria jalonado por lugares de posesión, por lugares amados, por espacios donde nos sentimos a salvo, protegidos y defendidos contra fuerzas adversas, por lugares que asociamos positivamente a nuestra vida, que nos permiten hablar de una logofilia, existe también un territorio del olvido, donde se apartan los lugares del desamor, del odio, del fracaso y de la pesadilla, que nos permiten hablar de una logofobia.

Así el territorio como espacio homogéneo, se jalona tanto de hitos positivos que surgen como ensueños deseados, como de vacíos negativos que queremos olvidar, pero que el territorio, terco, nos los hace presentes una y otra vez. Porque el territorio, especialmente el de la infancia, nunca se olvida

¿Cuántas veces hemos cambiado de acera o hemos dado un rodeo para no ver un lugar que nos trae recuerdos ingratos?...
¿Cuántas disculpas no hemos puesto para no tener que volver a aquél barrio o a aquella ciudad de los malos sueños y recuerdos?
Y por el contrario… ¿cuántas veces cambiamos la línea recta por la sinuosa para pasar por aquél lugar al que asociamos determinado momento de felicidad?.

Ensueños de imágenes de la memoria querida y de la memoria olvidada. El resto, solo espacio vacío, amorfo, sin cualificar, sin marcar, sin nombre, sin existencia…espacio sin consagrar.

Territorios de la alegría y del sufrimiento, de la iluminación y de la oscuridad, de lo sagrado y de lo profano, de la alegría y de la tristeza, del nacimiento y de la muerte. Territorios de la existencia.

"En cualquier parte del mundo en que me encuentre, cuando siento el olor de los eucaliptos, estoy en Adrogué. Adrogué era eso: un largo laberinto tranquilo de calles arboladas, de verjas y de quintas; un laberinto de vastas noches quietas que mis padres gustaban recorrer (…) De algún modo yo siempre estuve aquí, siempre estoy aquí. Los lugares se llevan, los lugares están en uno…”
(Borges)

viernes, 13 de septiembre de 2013

POR UNA CERVEZA

La primera vez que lo vi estaba acurrucado en un rincón de su celda, su largo cabello enmarañado  le ocultaba la cara. Emitía unos gruñidos como de animal salvaje y se frotaba sin descanso sus huesudas manos, en verdad inspiraba mucho miedo ver a ese remedo de ser humano hundido en su reclusión de alta seguridad a causa de su alto grado de peligrosidad.

Ya lleva diez muñecos* en su cuenta, me dijo el guarda que me acompañaba en mi visita al penal. De pronto al escucharnos  se tiró sus cabellos hacia atrás y levantó lentamente la cabeza para observarnos. Retrocedí espantado al ver su rostro desfigurado por una perpetua mueca de odio y sus ojos crispados e inquisidores.

Era imposible calcular su edad con solo mirarlo, pero aún así y a pesar de su piel ajada y apergaminada por la falta de sol se intuía que era la de un hombre de no más de cuarenta años.

El guarda me condujo entonces hasta un saloncito donde se me había permitido entrevistarme con un recluso que llevaba allí más de quince años y que había tenido cierta cercanía con “El engendro”, mote del pobre desgraciado de la celda de seguridad.

Estando ya en el sitio de encuentro el guarda se quedó montando guardia en la puerta asegurándome que pronto vendría el personaje que había solicitado para la entrevista.

El sitio estaba iluminado por una lámpara de dos tubos fluorescentes, uno de los cuales estaba ya pasando a mejor vida, pues parpadeaba y emitía un casi inaudible ruido eléctrico en su continua lucha por no apagarse definitivamente.

En el centro había una mesita y dos sillas de plástico, tomé asiento y al poco rato entró un hombre luciendo el uniforme naranja del reclusorio.

Se sentó en la otra silla y quedamos frente a frente. Encendí mi grabadora y me dispuse a escucharlo:

- Le voy a contar lo que sé del loco Lucho. Cuando llegué a prisión él ya llevaba un año, era todavía un muchacho tímido y solitario y me dio la impresión de que era un hijo de papi y mami.  Me sorprendí mucho cuando alguien me contó que el mismo día que llegó había matado a un preso que pretendía robarle los zapatos y que su agresividad fue tal que todos le cogieron miedo desde entonces. No hablaba con nadie y en las salidas al patio se retiraba para recostarse bajo un árbol que hay en ese sitio.

Lucho con el tiempo, no sé por qué, me cogió confianza y me contó cosas de su vida, por ejemplo me dijo que llegó a Buga cuando solo tenía cinco años pues su padre había comprado allí un pequeño almacén de cacharros, eran oriundos de un pueblito de Antioquia, su madre comenzó a hacer tamales que él luego vendía por las calles antes de ir a la escuela.

Me decía que las cosas iban bien, tanto así que con los años el negocio de su padre derivó en una respetable cacharrería.  Era un buen estudiante y mejor hijo, al los dieciocho años conoció al amor de su vida, una hermosa muchacha de ojos de miel y cabello rubio como el mismo sol.

Cuando me contó esto ya había cumplido tres años de condena y justo entonces tuvo un disgusto con otro preso que le exigía una cuota monetaria dizque para concederle el derecho de sentarse a la mesa en las horas de almuerzo. Entonces ese tranquilo muchacho se transformó en una furiosa bestia y se abalanzó sobre el abusivo personaje estrangulándolo con sus propias manos. Fue su segundo muñeco*en la cárcel.

Lina se llamaba su adorado tormento y pertenecía a una acomodada familia del lugar. Pronto se formalizó su noviazgo y no habían pasado cinco meses cuando la llevó al altar estableciendo un hogar ejemplar al que pronto arribó una hermosa bebita.

Su padre falleció de repente y él tuvo que encargarse del negocio, afortunadamente ya había terminado su bachillerato y estaba al tanto del manejo de  la cacharrería.

Sus desafortunados incidentes en el penal le habían creado fama de matón y no pocos enemigos. Una mañana estando en el taller un tipo buscapleitos comenzó a molestarlo echándole puyas y comenzó a empujarlo mientras gritaba palabras desafiantes, grave error, sobra decir que en el acto se convirtió en su tercer muñeco.

Ya casi ni me hablaba pero si me comentó que cuando hacía esas cosas sentía que se desconectaba de la realidad y que perdía totalmente el control.

Sus penas se iban acumulando y Lucho veía cada vez más lejano el día de su libertad. Mientras, Lina se fue para Bogotá con un vendedor que había conocido llevándose con ella a su hija.
La madre de Lucho tuvo que vender a menos precio la cacharrería y al poco tiempo murió de pena moral.

Ya no era necesario que alguien provocara a Lucho para que se desatara su furor, solo una mirada que el interpretara como desafiante o un inocente comentario eran detonante suficiente para que la locura lo poseyera y atacara con inaudita fuerza al desventurado que estuviera en su camino.

Cuando su hija cumplió su primer año lo celebraron con una hermosa fiesta, el mundo no podía ser más perfecto, su madre y su esposa organizaron el salón de banquetes tan hermoso como nunca antes se había visto en Buga, el helado y los sorbetes de frutas fueron la delicia de todos los niños invitados. Los mayores se sentaron en el fondo del salón para conversar y no se consumió ni una gota de licor, es que Lucho nunca tuvo inclinación por las bebidas alcohólicas.
No escatimó en gastos y contrató un teatro de títeres, un mago y un fonomímico traído desde Cali. Las sorpresas se las encargaron a un familiar que tenía en Medellín y descrestaron a todos por su calidad y buen gusto.

El pobre Lucho ya pasaba casi todo el tiempo en la celda de castigo, no se volvió a cortar el cabello y descuidó su aseo personal, había perdido el deseo de vivir, sentía que lo había perdido todo.
Hasta hoy ya son diez los que él ha despachado a mejor vida, es por eso que lo llaman el engendro, todos se apartan de su camino pues el desgraciado está loco.

Cuando llevaba dos años de matrimonio llegó al pueblo un agente viajero que le ofreció unos productos que le encantaron, hecho el negocio el hombre le insistió tanto que fueran a celebrarlo que finalmente terminó en un barcito en las afueras del pueblo, por primera vez se tomó una copa de aguardiente y sorprendentemente la encontró muy agradable, charla va y charla viene acabaron consumiéndose dos botellas. Su anfitrión pagó la cuenta y se despidió quedando solo Lucho en el bar. Se paró de la mesa y sintió que el mundo se movía bajo sus pies, se recostó en la barra del bar y pidió una cerveza para calmar la sed.
Eran como las dos de la madrugada y en el lugar había a lo mucho cinco clientes, todos tan embriagados como él.

Se bebió la cerveza a pico de botella en tres o cuatro tragos y cuando fue a cancelar su valor descubrió que había dejado la billetera en la cacharrería, el cantinero no tomo esto de buena manera y comenzó a tratarlo con palabras desobligantes, todos miraban la escena morbosamente y Lucho sintió que se le subía la sangre a la cabeza, luego todo quedó en negro y por un instante pensó que estaba en la cama al lado de Lina teniendo una pesadilla, solo oía a lo lejos gritos y ruidos, quería despertar y no podía.

Cuando al fin abrió los ojos descubrió que en su mano derecha tenía una botella de cerveza rota que estilaba gotas de sangre y que en el piso yacía el obeso cantinero con una gran cortadura en el cuello de la que salían borbotones de sangre que formaba un pequeño arrollo rojo brillante que se deslizaba como una serpiente por el piso…

Esa es la historia que conozco señor, La triste historia del engendro, de ese joven exitoso y con una vida maravillosa, que perdió todo por una cerveza.

*Muerto por asesinato


jueves, 12 de septiembre de 2013

ASTROPUERTA SEPTIEMBRE 2013

Hola:

El evento celeste del mes es la danza de la Luna con Spica, Venus y Saturno las noches de los días 8 y 9.

Un artículo sobre la Contaminación Lumínica en .astropuerta www.astropuerta.com
sección Texto de la Semana.
Germán Puerta Restrepo
gpuerta@astropuerta.com.co

Millones de habitantes de la Tierra  han perdido la espectacular vista del cielo que tenían nuestros antepasados durante las noches despejadas. El desarrollo de la luz eléctrica y el aumento de la urbanización han causado un veloz incremento del resplandor sobre pueblos y  ciudades. Como
resultado de esto cada vez menos personas tienen acceso a un cielo puro o incluso medianamente observable, y posiblemente la única experiencia que tendrán en el futuro para conocer las constelaciones o la Vía Láctea sera en el interior de un planetario. Hasta en las zonas rurales, el pésimo diseño de las instalaciones de iluminación oscurecen el esplendor del cielo nocturno.

El resplandor que afecta en forma adversa el ambiente natural se llama contaminación lumínica. La contaminación lumínica tiene su origen en el exceso de luz que no es útil para la iluminación nocturna. Es una luz que se difunde horizontalmente y hacia arriba gracias a luminarias mal diseñadas. Además de opacar las estrellas, el exceso de luz afecta el ritmo circadiano de los seres vivos, incluidos los humanos, o sea, los procesos reproductivos y los cambios metabólicos.
También genera toda clase de riesgos para muchas especies como aves, tortugas marinas, insectos y afecta hasta el crecimiento de las plantas.

La contaminación lumínica significa un desperdicio irracional de recursos energéticos que a su vez incrementan la polución del aire y las emisiones de CO2.

La contaminación lumínica representa un peligro muy especial para la astronomía. Muchas observaciones, incluidas la mayoría de interés cosmológico, pueden realizarse únicamente en cielos
perfectos, pero muchos de los grandes observatorios tradicionales como el Mount Wilson en California están afectados severamente por las luces de los centros urbanos en expansión. Y los aficionados en diversos países tienen cada vez que viajar más lejos para encontrar un cielo decente.

¿Soluciones? Es creciente el número de autoridades públicas que establecen leyes y regulaciones para combatir la contaminación lumínica.

Algunas medida evidentes son:

* Impedir que la luz se emita por encima de la horizontal y dirigirla sólo allí donde es necesaria.

* Emplear de forma generalizada luminarias apantalladas cuyo flujo luminoso se dirija únicamente hacia abajo.

* Usar lámparas de espectro poco contaminante y gran eficiencia energética, preferentemente de vapor de sodio a baja presión (VSBP) o de vapor de sodio a alta presión (VSAP), con una potencia adecuada al uso.
 
* Regular el apagado de iluminaciones ornamentales, monumentales y publicitarias.
* Prohibir los cañones de luz o láser y cualquier proyector que envíe la luz hacia el cielo.

*Reducir el consumo en horas de menor actividad, mediante el empleo de reductores de flujo en la red pública o el apagado selectivo de luminarias.

*Apagar totalmente las luminarias que no sean necesarias.

En todo esto es clave la educación, del público, de los políticos, y de los profesionales del diseño y las instalaciones eléctricas.

Astrónomos y ambientalistas pueden trabajar unidos en la causa de recuperar el cielo nocturno como un patrimonio público.

Ver:
www.darksky.org
www.twanight.org


Enseguida los eventos del mes.
Saludos
Germán Puerta
www.astropuerta.com


Principales eventos celestes de Septiembre 2013

 Jueves 5 - Luna nueva

Domingo 8 - Ocultación de la estrella Spica por la Luna visible en Europa, Norte de Africa y Asia
Ocultación de Venus por la Luna visible en el  Pacífico Sur y en Chile, Argentina y Uruguay

Lunes 9 - Conjunción de Saturno y la Luna

Jueves 12  - Luna en cuarto creciente

Jueves 19 -  Luna llena

Viernes 20 - Conjunción de Venus y Saturno

Domingo 22 - Equinoccio

Viernes 27 - Luna en cuarto menguante

Jueves 29 - Conjunción de Venus y Saturno


Principales efemérides históricas de Septiembre 2013

Domingo 1 - 1979: La nave Pioneer 11 envía las primeras imágenes cercanas de Saturno

Miércoles 11 - 1822: El Santo Oficio en Roma anuncia que las teorías de Copérnico pueden enseñarse libremente

Jueves 12 - 1758: Charles Messier observa la nebulosa del Cangrejo, M1 en su catálogo

Viernes 13 - 1959: Lunik 2, primera nave en impactar otro mundo, la Luna

Sábado 14 - 1769: Nace Alexander von Humboldt

Miércoles 18 - 1980: Arnaldo Tamayo, cubano, primer latinoamericano en el espacio

Sábado 21 - 2003: La nave Galileo entra en la atmósfera de Júpiter

Lunes 23 - 1846: Johann Galle descubre el planeta Neptuno

Lunes 30 - 1880: Primera fotografía de la Nebulosa de Orión

Esta información puede distribuirse libremente.


martes, 10 de septiembre de 2013

HOMENAJE A LA RUANA

SÍMBOLO DE LA PROTESTA CAMPESINA

La ruana es al campesino boyacense lo que el sombrero vueltiao es a los de Sucre y Córdoba.
Han pasado casi treinta años, pero tengo viva en la memoria, como si fuera de esta mañana, la imagen del papa Juan Pablo II celebrando misa solemne en Chiquinquirá con una ruana que le llegaba hasta las rodillas.

Descendiente directa de los amoríos que una capa española mantuvo con un poncho indígena en los altiplanos de Colombia, la ruana es al campesino boyacense lo que el sombrero de vueltas al agricultor de las sabanas que se extienden a lo largo de Córdoba y Sucre: símbolo de su vida y de su tierra, de sus alegrías y penurias, pero también una muestra de su alma.

Esta es la hora en que los historiadores no han podido ponerse de acuerdo: la mitad cree que la ruana consiste, apenas, en una grieta que los indígenas colombianos le hicieron a la capa que los caballeros castellanos usaban para disimular sus travesuras en noches de amantes.

Otros, en cambio, sostienen que no hay ningún parentesco entre las dos y que la ruana es un producto legítimo de la nueva tierra.

No falta quien afirma, con suspiros de nostalgia europea, que el nombre de la ruana se le debe a la ciudad francesa de Rouen (se pronuncia Ruan), de donde en alguna época se importaban paños que aquí convertían en ruanas.

Nada de eso importa porque lo cierto es que la vida se forma así, con pedacitos de aquí y de allá. Lo que importa es saber que, con el paso de los siglos, la ruana se fue convirtiendo en compañera y amiga, cama y chaqueta al mismo tiempo, confidente a la par que consejera, abrigo pero también bolsillo.

Por encima de todo, la ruana se volvió símbolo de la dignidad de los labriegos, como acaba de demostrarlo en los días de la protesta campesina.

De la papa a la yuca

La ruana es a la papa lo mismo que el sombrero de vueltas a la yuca.

El de la ruana no aguantó tanto atropello y salió indignado a los caminos porque le cuesta más producir la papa que venderla. Cultivar un bulto le vale 22.000 pesos. Los bancos lo pelan porque el crédito se Transformó en una usura. Los insumos lo pelan porque aquí se paga por el galón de plaguicida cinco veces más que en la Florida. El camionero lo pela porque la gasolina está casi tan cara como los peajes que paga para transitar por carreteras llenas de derrumbes y huecos. (En Colombia los peajes cuestan como si estuvieran en el camino al cielo.)

Sin embargo, cuando llega a la plaza de mercado, le ofrecen 10.000 pesos por el bulto.

Entonces se encasqueta la ruana dominguera, que es de paño tejido a mano, y entre los dos salen a protestar. Abandona por unos días su tierrita, como llaman bellamente a su terruño, y al cabo de dos semanas de marcha la ruana se impone a los políticos marrulleros que intentaron coquetearle para sacar provecho y a los vándalos profesionales que trataron de suplantarla.

Como si fuera poco, cuando regresa a sus pagos, lo está esperando el de la farmacia del pueblo para que le pague los medicamentos que le dio fiados a precios impagables. Porque si en las ciudades llueve, en los pueblos está cayendo el diluvio: por un frasco de ‘lágrimas naturales’, que en Bogotá cuesta 25.000 pesos, y ya es un abuso, en Choachí, que está apenas a 30 kilómetros de distancia, cobran 45.000.

“Es que el transporte está muy caro”, responde el boticario cuando le hacen el reclamo.

En el otro costado del país, mientras tanto, el del sombrero de vueltas presiente que un día de estos tendrá que botar la yuca en la orilla de la carretera porque el precio que le pagan por una carga tampoco alcanza para pagar los gastos.

Una ruana en Barranquilla

A veces se juntan la yuca y la papa en armoniosa convivencia: por las colinas de Sogamoso vi a un campesino que llevaba puesta su ruana infaltable con un sombrero de vueltas. Debió traérselo de un viaje al mar la hija de su tía Sinforosa, que vive por los lados de Guateque.

Al revés también, porque conozco gentes del Caribe que se ponen su ruana. No son muchos, pero los hay. A mi madre, para no ir muy lejos, le diagnosticaron hipotermia, que es una baja de la temperatura del cuerpo. Los doctores le mandaron terapias sofisticadas y remedios de todos los colores. Nada.

Sentada en su terraza, a las seis de la tarde, cuando la brisa del verano barranquillero soplaba desde el río, lo único que la curaba de aquel frío siberiano era la ruana que su nuera le compró en la plaza mayor de Villa de Leyva. Uno sudaba con solo vérsela puesta.

‘La capa del viejo hidalgo’

Yo, que canto bien, pero se me oye mal, iba una mañana por los corredores de RCN canturreando aquellos versos de Luis Carlos González, el gran poeta de Pereira, que el señor Macías convirtió en un bambuco hermoso:

La capa del viejo hidalgo / se rompe para hacer ruana…

Humberto de la Calle, que es caldense a mucha honra, y del marco de la plaza de Manzanares, para más señas, estaba en la cafetería tomándose un tinto y dio un salto. Casi se atora.

–Para ser ruana –me corrigió–. “Se rompe para ser ruana.” No es un problema de sastrería, sino de ontología.

Salí corriendo a buscar el diccionario. Ontología es la ciencia del ser en general, pero, sobre todo, de la manera como va transformándose hacia categorías superiores. En ese momento entendí. De la Calle tenía toda la razón. No es que a la capa le hayan hecho un roto para volverla ruana; es que el alma del pueblo la fue convirtiendo en ruana. Es cuestión de espíritu, no de hilo y aguja.

El ingeniero Alfredo Cardona Tobón, en su estupenda biografía de la ruana, relata que hace trescientos años, en los pueblos de América, los alcabaleros del rey de España aceptaban mantas de algodón como pago de impuestos. Después las convertían en ruanas colombianas, ponchos chilenos, sarapes mexicanos y muleras en las regiones más calientes. Todos son parientes entre sí. El nombre de ruana, por ejemplo, se usa en Colombia, pero también en Ecuador, Perú, Venezuela y hasta en Uruguay.

La ruana heroica

Al final de la campaña libertadora, Bolívar llevaba puesta una ruana que le regalaron en el pueblo de Socha, donde el cura se puso a recolectar ropa usada para el ejército libertador.

Eran unos llaneros bravos pero harapientos, prácticamente desnudos, a los que el virrey Juan Sámano llamaba “ejército de mendigos”, y que cumplieron la insólita hazaña de subir desde las planicies sofocantes de Arauca hasta demoler a las elegantes tropas españolas donde menos los estaban esperando, entre los cerros helados de Boyacá.

Con la ropita que les regalaron en Socha, algunos de aquellos centauros tan machos y tan peludos tuvieron que ponerse blusas de mujer por una razón aplastante: porque no había más. Ya se imaginarán ustedes las burlas de sus compañeros.

Además, el afortunado que tenía una ruana vieja no la usaba para protegerse del clima, como hubiera sido lo natural, sino para proteger la vida, que era mucho más importante. Envolvía el antebrazo en la ruana para enfrentar los mandobles de espadas y machetes, de modo que la ruana y el brazo le sirvieran de escudo.

Si no pudieron derrotarlos las legiones del rey de España, ¿ustedes creen que los descendientes de aquellos hombres van a permitir que los maten de hambre unos vendedores de insecticidas?

Adivinanzas y refranes

Las leyendas populares han hecho de la ruana protagonista de historias y bromas interminables. Los artesanos de Nobsa, en la parte alta del río Chicamocha, se divierten contándole al viajero esta adivinanza:

–Grande, peluda y en el centro una rajadura. ¿Qué es?

Cuando el visitante empieza a sonrojarse, ellos le dan la solución.

–La ruana –gritan, y sueltan la carcajada.

La ruana es una referencia constante en proverbios y refranes. Ya usted sabe lo que significa ponerse a alguien o a algo de ruana.

“Por debajo de la ruana” es sinónimo de trampa, de lo que se hace mañosamente, a escondidas, como ciertos contratos de obras públicas. El peso de la ley sigue siendo solo para los de ruana. En las grandes ciudades llaman “ruanetas”, con desprecio, a la gente del pueblo. En tierras de Antioquia y de las regiones paisas, cuando alguien dice que el hábito no hace al monje, la gente le añade: “Ni la ruana al arriero ni el vestido al caballero”.

Epílogo

En el edificio de la gobernación de Boyacá, el día en que los manifestantes y el Gobierno se sentaron a dialogar, un dirigente de los campesinos, llamado César Pachón, les dijo al ministro del Interior y al de Agricultura:

–Nosotros no pedimos subsidios. Tampoco queremos limosnas. Lo único que estamos pidiendo es que nuestro trabajo se pague con justicia.

Este país será distinto cuando la gente sienta que puede reclamar sus derechos sin miedo y sin destruir con vandalismo lo poco que tenemos.

Cuando la ruana y el sombrero de vueltas se encuentren en un recodo del camino y se den el abrazo que se están debiendo desde hace tanto tiempo. Espero estar vivo para verlo.

JUAN GOSSAÍN
Especial para EL TIEMPO



domingo, 8 de septiembre de 2013

JUDAS

Alberto López nos sigue sorprendiendo con sus escritos en Facebook. Ahora publica un texto sobre Judas y su verdadero  papel en el grupo de los doce apóstoles develando detalles con su original estilo literario donde uno no sabe dónde termina la realidad y comienza la fantasía. Como el mismo dice en uno de sus comentarios al margen del texto: “Está bastante claro que es un texto de creación y ficción... ni siquiera un ensayo... se aproxima más a un cuento”.

Sus apreciaciones de seguro lo hubiesen llevado a la hoguera o al potro de los tormentos de haber sido lanzadas en el siglo XIII, cuando la Sagrada Inquisición ejercía su tenebroso poder.

Su historia no deja de tener mucho arraigo histórico, aún más ahora que tanto se habla de unos papiros que permanecieron ocultos en el interior de una cueva a orillas del río Nilo en las afueras de El Minya en Egipto por más de 1.700 años y que al ser descubiertos por un nativo buscador de tesoros causaron revuelo entre los arqueólogos y teólogos pues resultaron ser después de traducidos y analizados, casi con toda certeza, fragmentos del evangelio de Judas.

Esta publicación de Alberto de inmediato causó algunos fuertes comentarios entre ellos uno que lo tildaba de haberla escrito inspirado por Lucifer y, por ende ser candidato seguro para arder en el mismísimo infierno, de la noche a la mañana  entraba a la lista de los autores malditos. Al final del texto publicamos algunos de estos comentarios al igual que las respuestas del  escritor que son bien interesantes.

Sin más veamos el texto no sin antes agradecer de nuevo a Alberto López su deferencia al compartirlo a través de este blog.


JUDAS

El personaje de Judas Iscariote, el apóstol del que apenas se habla, a no ser para denostarlo como alevoso y traidor, ha tenido siempre, para mí, no sé porque, una atracción especial. Quizás se deba, a mi inclinación natural por los perdedores.

El grupo de Jesús y sus apóstoles, no ha sido analizado, que yo sepa, como lobby o grupo con voluntad de dominio y poder, en el diverso conjunto de grupos judíos que se oponían, o luchaban desde la resistencia activa o pasiva, contra el poder imperial de Roma. Como en todo partido, debían darse en su interior, múltiples enfrentamientos, intrigas y luchas por la hegemonía, dadas las personalidades tan diversas que lo componían. Hegemonía que pasaba por ir ganando la proximidad y el favor de Jesús, quien, apoyándose en un lenguaje críptico plagado de segundas explicaciones, sabía, como líder inteligente, distribuir jerarquías y mantener el equilibrio entre los componentes del grupo.

De la personalidad de Judas nos ha llegado poco. La historia oficial lo presenta como traidor, envidioso y finalmente suicida, víctima, se dice, de sus propios remordimientos por la venta del maestro. La llamada Historia Sagrada, la de los Evangelios Canónicos, nos dice que era el tesorero del grupo, dejando deslizar arteramente una excesiva atracción por el dinero, que lo llevaría al pecado de la codicia, con la venta final del maestro por las dichosas treinta monedas. Una historia ésta, creada por la Iglesia Romana, para ilustrar a los espíritus infantiles de las primeras masas pobres e ignorantes que se apuntaron al partido cristiano, y que hoy, resulta no solo increíble si no que poco menos que ridícula. Aunque más ridículo resulta seguir manteniéndola como hace todavía la Iglesia, aunque bien es verdad que, en los últimos tiempos, acudiendo a la interpretación metafórica, como también ha hecho con el Diluvio Universal, La Creación del Mundo en siete días y tantos mitos más.

El asunto de esta compra venta, a pesar de su popularidad por la machacona interpretación de la Iglesia, no ha tenido entre la gente informada demasiada verosimilitud. De Quincey en 1.857, rebatiendo esta doctrina digamos oficial, decía que “no una cosa, sino todas las cosas que la tradición atribuye a Judas Iscariote son falsas”. De Quincey sugería que con la entrega de Jesús, Judas, con la lógica de un político revolucionario, pretendía que el nazareno declarara públicamente su divinidad, levantando así en armas al pueblo judío contra Roma. Es decir que el hijo del carpintero se declarara públicamente como Mesías. Y es que, Judas, estaba convencido, como ninguno otro de los seguidores de Jesús, que éste era el Mesías Divino.

Judas, efectivamente era el tesorero, pero no lo era por codicia como se ha dicho, sino porque era el único del grupo que tenía los conocimientos, la formación y la cultura para poder serlo. Frente al resto de sus compañeros, hombres sencillos, rudos, ignorantes, incluso muy humildes, como es el caso de los pescadores, el apóstol innombrable sería, en términos actuales, el intelectual, que debió tener evidentes dificultados de convivencia dentro de aquél grupo, cuyo seguimiento y fidelidad a Jesús, estaba por encima de cualquier lógica o razonamiento personal, hasta el punto de que, con la excepción de Judas, la capacidad de autocrítica dentro del grupo, era prácticamente inexistente.

La anulación de la personalidad y el abandono de la historia anterior de cada uno, era condición imprescindible para pertenecer al selecto grupo que seguía al Maestro, y esto, en Judas, tuvo que producir un gran desgarro interior, entre la obediencia ciega y el pensamiento libre, que se culminaría con su propia muerte.

El Nazareno se supo rodear de hombres en los que primaba la fidelidad, la entrega, incluso la tozudez, por encima de la inteligencia. El mensaje que tendrían que transmitir así lo requeriría. Un mensaje sencillo y fundamentalista, que no estaba dirigido a las gentes cultivadas, sino a las multitudes ignorantes, humildes, temerosas e iletradas. Un mensaje y una manera de trasmitirlo, que recuerda al que desarrollará más tarde el Islam, apoyándose en unas masas de ignorantes pastores que, saldrán del desierto para predicar la buena nueva. Frente a aquél público, Judas tendría evidentes problemas para dirigir su discurso. Y otro tanto le pasaría en el futuro partido cristiano, donde la inteligencia reflexiva y crítica de los artistas y los intelectuales, tenía difícil cabida. Así su rol se vería degradado y reducido a un papel puramente instrumental, condicionado por la coyuntura y necesidades políticas del momento.

En realidad, la labor de Judas dentro del partido, iba mucho más allá que la puramente administrativa y financiera. Consistía en la llevanza del aparato, de la logística y de la intendencia del grupo, así como en las relaciones con otros grupos que luchaban contra Roma y su organización de poder instituida con la colaboración de la aristocracia, los comerciantes y los sacerdotes del templo. Por ejemplo, Judas será el interlocutor con Barrabás y los Celotes, quienes estaban propugnando el levantamiento armado. El resto del grupo vivía como en las nubes, alejado de los problemas del día a día y de la realidad, obnubilados por la personalidad y ocurrencias del maestro, quien confiaba en que el Padre proveería de la misma manera que lo hacía con los pajarillos del campo. Pero quien en verdad proveía era Judas, que se las veía negras para encontrar comida para las masas de desarrapados que, acudían a un mitin a orillas del lago Tiberíades o para solucionar la falta de vino en los esponsales de Jesús con María de Magdala. La verdad es que, a Judas, estos asuntos le tenían que producir verdadera frustración, pues ante la ineptitud de sus compañeros que, solo conseguían unos pocos panes y peces para dar de comer a cuatro mil asistentes, él cargaba a sus espaldas la responsabilidad de resolverlos, y además, desde la total discreción, a fin de que el tanto del milagro ante las masas se lo apuntara el jefe, esto es el Nazareno.

Pero aun así, Jesús, como buen judío astuto y receloso, nunca depositó su total confianza en Judas, en su entrega acrítica y total a la causa, por lo que siempre lo mantuvo en un segundo plano, que desde la óptica del apóstol, resultaba inexplicable e injusto. Así que Judas, nunca acabó del todo de pertenecer a la cúpula del aparato del partido. El Maestro quería hombres que sintieran, no hombres que pensaran, pues sabía que el conocimiento y la imaginación son factores que hacen inseguro al hombre y producen un cierto tipo de cobardía, el de la duda. Por eso, para el mando del futuro partido cristiano escogería a Pedro. Fuerte, decidido, empecinado, violento, no muy inteligente, pero con esquemas sencillos y claros, era el hombre adecuado para llevar hasta el final y a costa de su inmolación, el mensaje de su Maestro. Juan, débil, frágil, siempre a la vera del Maestro, siempre buscando su protección era un joven sin el valor necesario para reconocer su condición homosexual y su perdido enamoramiento de Jesús. El resto de los compañeros de viaje, hombres sencillos, que en su deslumbramiento por la palabra y los hechos sorprendentes del Maestro, se dejaban conducir a cualquier parte, viviendo la vida que para cada uno de ellos aquel designase.

Judas por el contrario, se movía entre la duda y la admiración por Jesús. Como otros grandes malditos, sentía que, valía más pensar que vivir. En aquél grupo, estaba condenado a ser un extraño. Orgulloso, solitario y melancólico, consciente de su irreductible diferencia social, acabaría siendo precisamente por ello, como buen hijo de Saturno, su propia víctima.

La muerte de Judas, no se puede entender como vulgarmente se afirma, como un acto de cobardía. Morir solo, no es de cobardes, sino de solitarios. A diferencia de otros compañeros que, se dejaron matar o convirtieron su muerte en un espectáculo, para dar a las gentes testimonio del empecinamiento en su fe, Judas se ahorcó solo y alejado de todos en el campo del alfarero, en un acto de humildad y humanidad, sin otro parangón que con la propia muerte del crucificado.

Cuando Jesús murió, todos, incluido Pedro, dudaron de la divinidad del Maestro, de su palabra y de sus milagros. Pensando que se habían equivocado, se encerraron acobardados tras gruesas paredes en un cenáculo permanente, sin ninguna capacidad de reacción. En aquellos momentos de desconcierto, solo quedó, como testimonio del convencimiento en la divinidad de Cristo, el suicidio de un hombre, de Judas, que ante el inmenso sacrificio del Dios-Hombre no se creyó a sí mismo, como dirá Borges, ni digno de ser bueno.

Todas las historias, pero especialmente la del cristianismo, contada por la Iglesia Católica, están construidas tanto de recuerdos como de olvidos. De un gran recuerdo, mixtificado hasta hacerlo irreconocible, el de Jesús, y de un atronador olvido, el de Judas Iscariote, el traidor.

Con la crucifixión del Maestro y la muerte de Judas, el partido del Nazareno, una vez constatado su fracaso, prácticamente se disolverá. Juan, tan proclive al misticismo, acabaría creando en Éfeso su propio grupo, con su propia cruzada, como una secta más entre las múltiples sectas en que se dividirá inicialmente el cristianismo. Acabará ofreciendo una visión tan particular del destino cristiano que, su evangelio, tiene difícil encaje con los de los demás evangelistas. A pesar de su influencia en los primeros años, su críptico mensaje se acabará diluyendo, como el de tantas otras sectas cristianas, con el paso del tiempo.

En aquel desconcierto de los primeros años, aparecerá al final de la vida de Pedro (quien nunca saldrá de los límites del judaísmo) un personaje, Pablo, quien con su formación greco-latina, será el que rompa con el marco judaizante en el que se constriñe el primer cristianismo, para abrirse a los gentiles. Pablo de Tarso, el nuevo líder político de los judíos cristianos, sabrá ver que si el partido no se convertía en un partido de masas, en una internacional cristiana, estaba abocado a convertirse en una secta fundamentalista más del judaísmo, cuyo futuro sería desangrarse en luchas intestinas con otros grupos. Así que Pablo el implacable e intransigente perseguidor de los cristianos, se acabará convirtiendo en el primer propagandista de la nueva fe, poniendo sus indudables capacidades organizativas, al servicio de su nuevo partido, hasta el punto de pasar sin reservas, al territorio de los perseguidos.

El será quien imprima al cristianismo ese principio expansivo y de conquista que está en sus propios fundamentos programáticos y que ha llegado hasta hoy. Un principio y un programa, que requerirá de la organización y especialización de funciones, responsabilidades y jerarquías propias de un gran aparato político que, se concretará finalmente en la creación de La Iglesia. Una organización con voluntad imperial que, para algunos, como Ignacio de Loyola, se acerca a la organización de un ejército en línea de combate. Un aparato que por su innata voluntad de crecer y expandir su doctrina, ya canónica, le llevará a entrar en las miserias del mundo del poder y de la política, pactando alianzas con los poderosos de turno, a quienes legitimará a cambio de verse reconocida como religión oficial. Así Pablo, el perseguido, acabará enseñado a sus sucesores como pasar de perseguidos a perseguidores.

El camino abierto por el Nazareno dando ejemplo de una doctrina de la no violencia, hasta el punto de ofrecer su propia muerte, antes de caer en la humana tentación violenta de rebelarse, solo se mantendrá durante unos pocos años. Con el transcurso del tiempo, su testimonio se desvanecerá. Los que estuvieron a su lado irán desapareciendo, y a los que vendrán detrás, se les hará demasiado duro estar poniendo siempre la otra mejilla y sufrir en la oposición a contra corriente. El paso de una situación sectaria a una de masas, es el paso de las creencias personales, a la religión como institución. El paso de un grupo de humildes perdedores semiclandestinos, a una corporación ganadora y triunfante.

Parece cuando menos obligado preguntarse, el porqué de la traición de Judas, si tal traición existió, y si no fue así, por qué motivo se difundió tamaña leyenda difamatoria sobre su figura, máxime cuando en su vida anterior con Jesús, nunca apuntó el más mínimo desafecto hacia el Nazareno.

La traición de Judas y su comportamiento resulta para el sentido común, algo totalmente inexplicable, que suena a disparate clamoroso recogido en la historia oficial, una historia no lo olvidemos, que fue escrita por sus propios compañeros tras su desaparición. La cobardía mostrada por los apóstoles en la detención, proceso y muerte de Jesús, bien pudo haber dado pie a éstos para encubrirla, mediante la formulación de una falsa acusación contra aquél compañero que, hasta el final, se mantuvo fiel al Maestro, y al que por sus conocimientos, cultura y posición, siempre habían considerado un extraño.

La institucionalización de las doctrinas de Jesús en religión oficial, el paso de los cristianos peregrinos para dar testimonio de sus creencias a batallar para imponer estas, representó una transformación tan profunda de las ideas del Rabino que, en cuanto a su contenido filosófico, ético y moral, se puede hablar de dos cristianismos, que entre sí, presentan muy pocas coincidencias.

La vergüenza de Judas por verse incapaz de defender a su maestro, su error por no calibrar que Jesús llevaría hasta sus últimas consecuencias, sin rebelarse, sus ideas, es lo que le llevó al suicidio como acto de contrición y solidaridad con su maestro. Todos los demás, Pedro incluido, se ocultarán cobardemente. Su vergüenza no les impedía seguir viviendo y su escasa decisión y voluntad les llevaría a acusar a Judas con una burda difamación.

Esta inacción, en que el grupo de apóstoles se sumió después de la muerte del Maestro, habría continuado hasta convertirse en un grupúsculo marginal, si no hubiera sido por la intervención de Pablo, un extraño al grupo inicial de fundadores, que pasando por encima de estos (tuvo sus más y sus menos en el llamado primer Concilio de Jerusalém, con Pedro al no compartir éste la idea de abrir el mensaje de Cristo a los gentiles) renovaría el partido sacándolo de su misticismo sectario y paralizante.

Sobre la muerte e ignominia del único justo, del único santo de entre los apóstoles que no está en el santoral, se construirá el nuevo partido cristiano, que solo mantendrá de la doctrina del Nazareno, su nombre y el icono de su imagen crucificada como bandera.

LA POLÉMICA.
(Pego los textos tal cual aparecieron el la página de Alberto López)

CARMEN: ¿Quién puede aseverar o negar toda tu argumentación en defensa de Judas Iscariote? Es una cuestión de fe. No se puede saber con toda la tecnología que se cuenta actualmente, quién es el asesino en un crimen y tú pretendes distorsionar lo que por más de 20 siglos se sostuvo. Eres dueño de hacerlo... sin embargo lo que sostienes en este extenso texto es un dislate sin fuentes fidedignas, sin rigor científico... sólo una sospecha o una provocación literaria para que te comenten.

ALBERTO: Chica no sé porque te enfadas... esto solo es solo literatura... está bastante claro que es un texto de creación y ficción... ni siquiera un ensayo... se aproxima más a un cuento y si has leído algunas de las cosas de las que escribo, veras que es así... de todas maneras eres muy libre de pensar lo que quieras... y yo de escribir lo que se me ocurra y por descontado puedes no leerme... en cualquier caso te mando un saludo afectuoso... y gracias por leerme... Alberto.

ARNULFO: Creo que escribiste este relato con una franca inspiración diabólica. Solamente, con lo que dices de Juan, tu alma se va al infierno. Nada más inexacto en toda tu versión. Y si haces literatura  difamando al hijo de Dios y a sus apóstoles y rescatando a un caído, no faltará el incauto e inculto que te crea. Pero te acompañará al infierno. ¡Pobre de ti!

ALBERTO: La verdad Arnulfo, no sé qué contestarte... he dudado si hacerlo, pero te voy a contestar... podría recordarte que ya no hay Inquisición, pero supongo que lo sabes... que el Papa (el anterior, el alemán de las SS)* ya dijo que no hay infierno, pero supongo que lo sabes... que hay una cosa que se llama libertad de expresión... no sé si lo sabes... en fin te diría tantas cosas, como que no creo en el alma, pero si en las personas y no les recrimino por lo que piensan... que tampoco existe el diablo o sea que no creo que como tú dices me haya inspirado o dirigido mi mano sobre el teclado... que más... que más... ah¡ que no creo que los que lean estos textos, según tú irreverentes, vayan al infierno porque yo al lado de otros escritores mucho más famosos que yo en ideas critico-religiosas soy casi una monja... que más ...que más... si, te recomendaría un texto del gran Borges, sobre Judas donde también reivindica al que tu llamas el caído... por cierto a mi me parece mucho más cristiano estar con un apóstol caído, como Judas que, con un bruto como Pedro, que en lugar de poner la otra mejilla, saco la espada y desorejo a un soldado, que seguramente era un pobre mandado con un sueldo de mierda... ¡ah¡ si ¡ lo de la homosexualidad de Juan... chico a mí en los cuadros, ya desde el Renacimiento, es la sensación que me da, que quieres que te diga... tendrías que pedir explicaciones a quienes pintaron los cuadros... además ¿qué problema tienes con los homosexuales?... ah¡ claro, igual piensas que los maricones no pueden ir al cielo... mira yo ni soy maricón ni creo en el cielo, pero teniendo en cuenta lo que esta gente ha pasado en la tierra yo pienso que son los que más lo tienen ganado... por cierto no sé si sabes que como dice una canción de la Otxoa (una cantante vasca) ser maricón ya no es pecado... bueno eso lo dice ya hasta el Papa Francisco... aunque claro quizás para ti el argentino también se está ganado el infierno con las ultimas cosas que está diciendo... no sé... además yo solo soy un escritor pequeñito y esto que he escrito sobre Judas solo es un ensayo de ficción que no tiene ninguna importancia ni pretende dar ejemplo ni testimonio de nada... en fin que solo es literatura... y si te ha molestado, pues lo siento... a mí sin embargo, no me ha molestado que me indiques la autopista para el infierno, pienso que estás en tu derecho de decírmelo, lo mismo que yo en no hacerte caso.. por eso no nos vamos a pelear... o sea que sin acritud te ofrezco mi mano, te deseo buenas noches y que duermas con los angelitos.... Ah... que para mí tampoco los hay... un saludo (de verdad)... Alberto López.
* (Creo que Alberto se refiere es a Juan Pablo II)