martes, 29 de noviembre de 2011

LOS HOMBRES INVISIBLES

Vicente Vargas Ruiz
Los hombres ha veces tienen que mimetizarse para sobrevivir, los camaleones nos enseñan eso en la selva, igual algunos insectos y aves se mimetizan en la foresta al punto de hacerse invisibles. Los hombres de la ciudad aprendieron a hacerlo de forma sorprendente, y cuando se desplazan por las calles atestadas de gente se cruzan en las aceras y en las cebras pintadas en las calles sin mirarse nunca a los ojos, sin verse ni tocarse. Eso los hace invisibles a los ojos de los demás y lo más triste: a los de su corazón.

Esto ocurrió durante la violencia que azotó a Colombia en los años cincuentas y obligó a los habitantes del pueblo Embera de las zonas del suroeste de Antioquia, Chocó y Risaralda (Entonces Antioquia), a refugiarse en la espesura de la selva para no ser asesinados por los “Hombres blancos”, que aprovechando la situación les quitaban las tierras y la vida.

Eso contaba el Jaibaná Salvador Tascón, Chamán y padre del resguardo Marcelino Tascón de Valparaiso, Antioquia. Hombres mujeres y niños Embera huyeron y se confundieron con el follaje de la espesa selva para sobrevivir a la matanza. Se dedicaron a la caza y la pesca, construyeron sus casas en lo más alto de los árboles para no ser descubiertos, borraban con cuidado toda evidencia de su presencia y la naturaleza los proveyó de agua y frutos en abundancia, lograron convertirse en hombres invisibles. Algunas veces en torno a una cálida fogata se reunían para comer carne de guagua, rememorar a sus ancestros y planear el día que sería prudente retornar a sus parcelas.

Muchos años después emprendieron camino hacia sus tierras, y al salir de la espesura descubrieron que sus hermanos de sangre habían sido muertos y sus tierras estaban ocupadas por hombres blancos que fraudulentamente las habían usurpado. Los nuevos verdugos habían sido en su correspondiente turno la guerrilla, los paramilitares, los oportunistas y los bandidos emergentes. Llegaron ahora por las inmediaciones del río Conde, entre los poblados de Valparaíso y Caramanta,.Sin nada más que sus ganas de sobrevivir comenzaron a ejercer la caza y la pesca; el abigeato fue otra opción que tuvieron que practicar, a riesgo de sus propias vidas.

De ser propietarios pasaron a trabajar tierras ajenas hasta que por fortuna se cruzó un hombre justo en su camino, Vicente Vargas Ruiz, Así se llamaba este hijo de ricos hacendados, bachiller del colegio San Ignacio de Medellín y egresado de Artes Plásticas de la universidad de California en Los Ángeles, Estados Unidos, país donde vivió durante diez años. Vicente vivió de primera mano las protestas contra la guerra del Vietnam y la lucha por los derechos de los negros.



Vicente Vargas Ruiz con sus padres.
Regresó a Colombia ofendido con el maltrato que le daban a los negros allí, se vino a vivir con su madre a la finca El Bosque, situada en Valparaiso.

Dado su su profundo humanismo no fue extraño que Vicente llamara un día al indígena Horacio Tascón y le diera el cargo de mayordomo de la finca la María, otra de sus recién heredadas propiedades. Esto le acarreó profundas diferencias y disgustos con algunos familiares, vecinos y amigos.


Tanto fue así que cuando Vicente y su administrador iban al pueblo a hacer alguna diligencia, la gente les buscaba pelea y los policías los requisaban y los detenían por cualquier motivo.

Pero la ira de sus contradictores no era nada comparable con lo que suscitó la entrega de la hacienda La María a los Embera. Ante un reclamo que alguien le hizo, el respondió: "Yo heredé una tierra ajena". "Yo solo se las estoy devolviendo".


Todo el pueblo se le vino encima, pero Vicente mantuvo impasible su decisión. Más aún, años después les entregó toda su heredad al pueblo Embera para que construyeran sus chozas, pidiendo solo a cambio que le reservaran una pequeña franja para hacer una casa y cultivar una huerta. Así se hizo y Vicente vivió entre los indios el resto de sus días.

El Chamá Salvador Tascón relató más tarde ese acontecimiento:

“Todavía recuerdo cuando Vicente nos reunió a todos y nos dijo que esa tierra era de nosotros, que nos juntáramos de nuevo y construyéramos los ranchos donde quisiéramos e igualmente que nombráramos nuestras propias autoridades”.

Los Farallones desde Valparaiso
Vicente murió el 20 de noviembre de 2011 en la Clínica El Rosario, de Medellín, Los indios de Valparaíso perdieron a Buchi, su padre, como lo llamaban. Ellos fueron a Medellín en un camión para asistir a su funeral. Después lo llevaron a Valparaíso y lo despidieron en el recinto del Concejo, donde él era su representante. Su hermana Margarita contó que finalmente llevaron sus cenizas por un camino hecho con flores, y que iba desde la carretera hasta su casa, construida por ellos, en mitad del resguardo. Que brille para él la luz perpetua en esa tierra y en esa casa que eligió como su última morada.