martes, 12 de febrero de 2013

MADRE LAURA MONTOYA

UNA SANTA EN CAÑASGORDAS

Santa Laura Montoya Upegui.


Laura Montoya
Es difícil imaginar que en 1914 una mujer con un grupo de cinco amigas y su madre haya iniciado un arduo viaje por los abruptos caminos de Antioquia y a lomo de mula hacia las tierras de Dabeiba. Contra viento y marea había conseguido  organizar este viaje con la ilusión de llevar la palabra de Dios a esas ignotas tierras del occidente Antioqueño.

El grupo de viajeras estaba integrado por : Laura Montoya Upegui, Mercedes Giraldo Zuluaga, Matilde Escobar Posada, Ana de Jesús Saldarriaga Jaramillo, Carmen Rosa Jaramillo, María de Jesús López y su madre, Dolores Upegui V. de Montoya

Por el sector de Robledo salieron con su recua de mulas encabezada por un peón, su equipaje, alforjas y costales llenos de abarrotes y trastos conseguidos gracias al poder de su palabra cuando visitó al Gobernador Carlos Cock y le habló de su proyecto. Por más que este trató de disuadirla para que no saliera hacia ese lugar por los peligros que podrían correr siete mujeres solas por un camino tan largo, solitario y lleno de alimañas ponzoñosas no logró convencerla terminando al fin accediendo a sus peticiones y otorgándole un auxilio monetario de $120 pesos y hasta las ollas y utensilios que le pidió de “ñapa” y que justificaron como útiles escolares.

Tan impresionado quedó el gobernador con la vehemencia de Laura que hasta le hizo el nombramiento de maestra de los indígenas ingresándola a la nómina pafándole el primer mes por adelantado.

NOMBRAMIENTO: Escuela de Dabeiba creada y nombradas como Profesoras: Srtas.
Laura Montoya, Matilde Escobar y Mercedes Giraldo, por Decreto Nº 104 de abril 29 de
1914. Gobernador Carlos Cock. Secretario de instrucción pública Pedro P. Betancourt.

Algo parecido había pasado días antes cuando acudió a pedirle consejo a monseñor Crespo, Obispo de Santa Fe de Antioquia, este igual le advirtió de los riesgos del viaje, pero no hubo poder humano que la hiciera renunciar. Monseñor no pudo evitar reír ante los graciosos comentarios de Laura y medio en broma la llamó “Madre del monte”.

Cuenta Laura que algunas amigas también le dieron algunas limosnitas para contribuir con el viaje. De todas formas, reunidas todas las colaboraciones eran nada para tan gran empresa. Sobre esto escribió en su libro: "Para las empresas de la gloria de Dios, el caudal debe ir en el corazón, en toneladas de confianza"

LA FECHA DEL VIAJE.

Nota de el periódico El Espectador reseñando el viaje:

72 No. 1243 del periódico EL ESPECTADOR. Mayo, Miércoles 6 de 1914. Medellín. 
VIDA SOCIAL. "La señorita doña Laura Montoya, en compañía de otras tres damas de esta ciudad, salió para Dabeiba con el propósito de catequizar a los indios de esa región". (Archivo de la Universidad de Antioquia)

Ya financiado el viaje fijaron el día 5 de mayo para iniciarlo. Mientras, algunas hacían ajuares, otras elaboraban vestidos para los indígenas y otras empacaban. Laura atendía las visitas de amigos y personas que les llevaban dinero y cacharros y le respondía sus preguntas acerca del viaje.

El martes 5 de mayo de 1914 madrugaron las viajeras levantándose a las tres de la mañana con la intención de salir a las cinco, pero entre una y otra cosa y haciendo honor a su género solo estuvieron listas para partir a las ocho.

El desfile del grupo misionero por las calles de Medellín fue algo nunca antes visto, diez cargas y dos peones adelante, luego las misioneras en fila india seguidas de la muchachada y de gentes curiosas, las aceras estaban llenas y por las ventanas se asomaban muchos otros pidiendo oraciones y despidiéndolas. Laura mientras tanto se estaba posesionando en la gobernación para aplicar a la nómina como maestra y salió a las nueve para reunirse con sus compañeras en Robledo.


Iban pues estas damas en sus mulas Robledo arriba con sus ponchos y pavas por la ruta de los arrieros, los campesinos las miraban curiosos tras los alambrados y les decían: Buen viaje madrecitas, la bendición hermanitas. Laura no se explicaba por que les decían eso pues ellas ivan vestidas con trajes normales de la época.

Ese primer tamo fue muy corto hasta llegar al alto de Boquerón, no muy lejos de Medellín. Para los que no conocen es un sitio casi siempre cubierto por niebla y hace bastante frío. Muchas incomodidades debieron sufrir pernoctando en un pequeño local que era una cantina frecuentada por los arrieros  y de seguro acostadas en el piso.

El segundo día regresaron a la ciudad sus compañeras Margarita y Mercedes Restrepo que solo les hicieron compañía hasta aquel sitio. Ese día les rindió más porque el camino es cuesta abajo rumbo al cañón del gran río Cauca vadeando a veces arroyos de aguas cristalinas que bajan de la montaña. Así fue que ya anocheciendo llegaron a San Jerónimo.

En San Jerónimo ya su madre Doña Dolores Upegui y María Jesús López que habían llegado adelantads por ser las mejores chalanas consiguieron una casa muy grande para alojarse, era de una anciana que había perdido a toda su familia y tres o cuatro de ellos tal vez impenitentes o suicidas habían sido sepultados en la misma casa. El cuarto era largo y lúgubre pareciéndose más a un pabellón de cementerio, colgaban de sus paredes  retratos medio tenebrosos de los difuntos y daba mucho miedo.
Esa noche allí para todas fue un verdadero tormento.

Dolores Upegui
Amaneciendo y luego de comulgar salieron del pueblo por escarpados caminos cuidando de no perder la ruta y fatigadas terminaron en un lugar llamado “La Nuarque”, entraron a una pequeña casa donde sus dueños las acogieron con caridad cristiana y amanecieron en un diminuto cuarto como cigarrillos en paquete pero durmiendo mejor que el día anterior.

Al amanecer de ese tercer día de viaje el cansancio había desaparecido y el viaje fue agradable.

Al pasar por Santa Fe de Antioquia hicieron una corta parada para reaprovisionarse y aprovecharon para visitar a un tío de Laura que vivía allí donde fueron muy bien atendidas. Decidieron seguir para ganar camino  llegando ese día a Pantanillo. Durmieron esa noche en un piso húmedo y desigual compartiendo el espacio con animales domésticos, un anticipo de lo que sería su futura vida misionera.

Muy de madrugada emprendieron su cuarto día dirigiéndose hasta La Laguna y más o menos a las cinco de la tarde llegaron a un lugar llamado La Ciénaga, como doña Dolores estaba muy fatigada atinaron a entrar a una humilde casa para que les permitieran preparar la comida. Así fue que compraron una gallina y gozaron con las dificultades de una de sus compañeras persiguiéndola para que finalmente fuera a parar al sancocho.

Juan de la Cruz Montoya
Llegó allí una señora de Cañasgordas diciéndoles que avanzaran un poco hasta la finca de su nuera donde les tenían buena posada. Les debió sorprender sobremanera eso pues nadie conocía de su viaje en ese lugar ni tenían amigos en Cañasgordas. Laura sentía que El Señor las llevaba de su mano.

Preguntaron a qué distancia estaba eso y todos señalando con su dedo les decían: Aquí muy cerquita, muy cerquita.

Como ya se habían apeado de las bestias no creyeron necesario montarlas y se fueron a pié, oh, que tremendo error, el concepto de cerca, cerquita debe ser distinto para estas personas, pues la caminada se hizo larguísima y Laura sentía pena por su pobre madre que tenía ya las piernas hinchadas como un banco.

Llegadas por fin a Loma Grande, que era el nombre de la finca, fueron objeto de las más finas atenciones por parte de su dueña doña María Londoño de Restrepo que les tenía finas comidas y tibios y blandos lechos. Luego de comer seguramente conversaron con sus benefactores en el corredor de la casa mientras contemplaban el mágico espectáculo de miles de luciérnagas que parecían estrellitas, se acostaron y durmieron plácidamente arrulladas con el canto de las ranas y los grillos.

Laura las tuvo esa noche en sus oraciones pidiendo bendiciones para tan atentas personas.

El canto de un gallo inició su quinto día de viaje, se despidieron de sus anfitriones que les dijeron antes de partir que desde Cañasgodas venían a su encuentro, Dios mío dijo Laura como es esto si nadie sabe allí de nosotras.

Emprendieron su camino, se hace camino al andar.

LLEGADA  A CAÑASGORDAS.

Así que fue que en las mulas partieron con el cuerpo adolorido pero llenas de dicha por llevar más de la mitad de camino recorrido, no llevaban ni media jornada cuando se toparon en el camino con un grupo de señoras y señores a caballo y entre ellos un cura.

Sorprendidas se detuvieron y se asombraron más cuando el sacerdote les explicó que venían desde Cañasgordas para acompañarlas y darles la bienvenida que se merecían. Ellas no lo podían creer, Laura intuyó de nuevo que esto solo podía ser obra de Dios. Aunque el cura les dijo que estaban cerca y les cambiaron sus mulas por caballos muy bonitos para ellas el camino fue eterno.

Cañasgordas 1914
Entrando al pueblo las saludaban montones de personas que haciéndoles calle de honor les pedían la bendición, Laura se sintió muy avergonzada pues creía que no era digna de tal acogida y además solo eran un grupo de muchachas comunes y corrientes, que equivocada estaba, aún no imaginaba su grandeza espiritual y solo estaba inundada de la humildad propia de los santos.

Las atenciones que recibieron en Cañasgordas las abrumaban. Las llevaron hasta la casa de doña Valvanera Álvarez de Restrepo donde les tenían dispuestos cuartos con mullidas camas. El banquete fue exquisito y muy bien servido, Cuenta Laura que esa noche se alegró mucho porque una joven que las visitó resultó ser pariente suya con la que sostuvo una amena charla.

Yo creo que esa joven debió ser mi abuela materna Guillermina Monsalve Montoya, recuerdo que varias veces ella nos contó que era prima de la Madre Laura.

Quedó muy agradecida Laura con toda la gente de Cañasgordas y solo explicaba aquel despliegue de gentileza al mismo Creador. Yo pienso que en mi pueblo vislumbraron la grandeza de esta extraordinaria mujer que había nacido para hacer cosas muy grandes.

El padre Clímaco Lopera, así se llamaba el párroco de Cañasgordas, las acompañó en su siguiente trayecto hasta Frontino y cuenta la madre Laura en su biografía que a partir de ahí el dulce fue a mordiscos.


SORPRESA EN FRONTINO

El padre Lopera se convirtió en el  guía  de viaje y convenció a Laura de incluir a Frontino en la ruta de la expedición a Dabeiba, le dijo que de no hacerlo el párroco de Frontino Manuel Justino Uribe se sentiría muy mal, Laura quería evitar el sitio para evitar tantas manifestaciones de aprecio que ella consideraba desproporcionadas. Al fin accedió viajar a Frontino.

LAURA MONTOYA EN FRONTINO.

Llegaron a la casa de Doña Mercedes Correa, una atenta señora que ya les había colaborado y acompañado en la búsqueda de los nativos de Rioverde, ella su esposo y sus seis hijos las acogieron con mucho cariño y desde entonces fueron sus grandes amigos.

El padre Manuel Justino Uribe también ya era conocido de Laura y de Mercedes Giraldo durante el mencionado viaje a Rioverde. Contrario a lo que les pasó en Cañasgordas en Frontino ocurrió algo muy desafortunado. Si en Cañasgordas reconocieron en su peregrinaje la luz de Señor, en Frontino no vislumbraron lo mismo.

ANTES MUERTAS QUE DEVUELTAS

Así fue que la visitó un grupo de notables del pueblo  entre los que estaban, el padre Uribe, el doctor Álvarez, Don Carlos Góez,  el inspector provincial Francisco Nanclares y otros señores que se autoconstituyeron en consejeros de Laura, sin haberlos ella nombrado, eso la hizo sentir muy incómoda y más cuando le dijeron el motivo de su visita, Visitar Dabeiba es una locura.

“Por ningún motivo permitiremos que sigan hacia Dabeiba”, Esa población está desolada, hace siete años tiene una plaga de langostas, el hambre es atroz, tiene una epidemia de fiebre amarilla, ustedes no encontrarán que comer allí. El clima es insoportable, las serpientes abundan y la gente es mala y está prevenida para no recibirlas. Los indios son feroces e indomables. Ir a Dabeiba ahora puede costarles la vida. Si las dejamos seguir en Medellín no nos lo perdonarían.

Laura les respondió que por nada del mundo desistirían del viaje, que seguirán hacia Dabeiba.
- ¿A morir?, les preguntó el párroco.
- Si, a morir o a fundar la misión.

Viendo su obstinación se ofrecieron entonces a llevarlas a Nutibara o a Rioverde.
Laura les contestó que las órdenes del obispo y del gobernador eran hasta Dabeiba.

Laura entonces regresó a su cuarto en donde estaban sus compañeras orando para que Laura no fuera a ceder. Al entrar Laura al cuarto le dijeron: Antes muertas que devueltas”. Laura se sintió muy orgullosa de sus compañeras y regresó a la sala donde estaban redactando un mensaje para el gobernador de Antioquia.

“Insigne locura continuar señoritas Dabeiba. Rogámosle ordenarles regreso.
Irá carta". Luego las firmas de todos.

Consintió Laura que enviaran el telegrama pero advirtiendo que la respuesta final solo la aceptarían si llegaba del mismo obispo Crespo.

A los dos días llegó la respuesta:
Sigan su destino”.

Las compañeras de viaje gritaron de alegría y los notables quedaron petrificados y solo les quedó la opción de ponerse a la orden cuando regresaran enfermas y cansadas. No faltó uno que les garantizó sitio en el cementerio si lograban sacar sus cadáveres de esa selva infernal.

Excelentísimo señor Maximiliano Crespo
Aceptó Laura sus ofrecimientos y comenzaron a empacar para proseguir la expedición.
El padre Uribe y el inspector provincial Francisco Nanclares se ofrecieron amablemente para unirse al grupo y tratar de protegerlas en la peligrosa entrada a Dabeiba.

En Uramita fueron acogidas en la casa de don Eliseo Gutierrez donde permanecieron hasta que Francisco Nanclares regresara de un viaje de observación a Dabeiba para ver la situación y preparar su entrada. Nanclares encontró que el alcalde de Dabeiba se había escondido para evitar encontrarse con las misioneras y no contrariar al pueblo que abiertamente estaba en contra de esa visita. Hasta les tenían negada la utilización de la escuela, siendo que ellas llegaban con nombramiento de maestras y que desde la gobernación habían sido impartidas instrucciones para que les colaboraran.

Como el camino a partir de Uramita se hacía casi intransitable Laura le pidió a su madre que permaneciera en la casa de Don Eliseo y emprendieron camino. El padre Lopera, de Cañasgordas iba adelante y detrás todos los demás, con disimulo le preguntó a Laura: ¿Por qué una de las señoritas nunca habla?, Laura le preguntó que cual y el le señaló a una de las muchachas, era Ana Saldarriaga. Laura contestó que ella también se preguntaba lo mismo y fue así que se le acercaron y le preguntaron por qué nunca hablaba durante el viaje.

-  “Padre, es que si hablo esta mula me tumba”. Dios mío dijo Laura, todo este trayecto y apenas ahora nos enteramos de su fobia a las mulas, nos lo hubiera dicho antes y tal vez se hubiera evitado semejante trauma.
Próxima publicación:

ALLÁ VAMOS DABEIBA.


Salieron las viajeras por fin rumbo a Dabeiba contra viento y marea. Laura guardaba cierto disgusto con los señores de Frontino que tanto le habían insistido no continuar con su expedición,  era tanto su deseo de llegar a esa tierra que no comprendió que ellos solo querían protegerlas de todos los peligros que les ofrecía tal viaje. En fin, la cosa era que cabalgaba con sus compañeras hacia su destino anhelado.

Recordó entonces como sus últimas alumnas en el colegio habían dibujado como tarea unos mapas de América bajo la supervisión de otra profesora, cuando los revisó Laura se sorprendió mucho al ver que habían dibujado el mapa de Dabeiba con un tamaño descomunal: - ¿Pero qué es esto?, les increpó Laura, y una de ellas le contestó: - Profesora, es que viendo todo el amor que usted siente por ese lugar y según el amor que nos ha dicho siente por los indígenas resolvimos hacerlo así.

Laura haciéndose la disgustada les dijo: - Pero eso es una barbaridad, pintaron ese pueblo más grande que el mismo Antioquia, entréguenme esos dibujos. Sus alumnas entonces le contestaron que no lo harían pues eran de ellas y así los conservarían.

Laura no pudo evitar una sonrisa y una profunda gratitud con esas muchachas que habían sabido interpretar la magnitud de su sueño.

Cabalgaban por caminos pantanosos, que digo, caminos no, trochas por las que a duras penas avanzaban las mulas.

Así como ella amaba a Dabeiba, Dabeiba se preparaba para no recibirlas. Eso la animaba aún más pues pensaba que las grandes obras no están exentas de grandes sacrificios.

Ana Saldarriaga , la compañera "mulofóbica" les confesó tiempo después que en ese trayecto observó dos serpientes enormes pero que no lo dijo por temor de caer de su cabalgadura si hablaba. Eso de todas formas no fue nada extraño pues en esa zona abundaban las serpientes, muchas de ellas venenosas.

Llegaron al pueblo muy tarde y Francisco Nanclares en compañía de algunos muchachos y niñas de la escuela salió a su encuentro en el sitio de Alto Bonito. Los niños ni les respondieron el saludo pues resultaron ser tan tímidos y desconfiados como los indios.

Don Francisco les contó que como autoridad había logrado conseguirles un lugarcito que serviría como escuela y vivienda para ellas. Caminaron hacia el sitio en medio de las miradas nada amigables de muchas personas, hasta escucharon a alguien comentar en voz baja: - ¿Y ahora con que vamos a sostener a este montón de mujeres?.

No comprendían que la misión que llevaban no solo sería espiritual sino también económica, pues impulsaría su comercio y permitiría que los auxilios departamentales se invirtieran en obras de educación y desarrollo social.

Algunos llegaron a comentar que de donde sacarían tantos hombres para casarse con tantas mujeres, Laura se entristeció al ver que esta gente no conocía del celibato y llegara a pensar que ellas andaban buscando maridos entre los indios.

Estaban esas mujeres lejos de todo, en una casa desvencijada que con gran esfuerzo les pudo conseguir Francisco Nanclares,  el Inspector Provincial, un rinconcito con una cama desbaratada y tres esteras para descansar y dormir, no se podía concebir más sencillez y pobreza.

La gente de Dabeiba entraba y salía al sitio a su gusto y las observaban como animales raros sin decir palabra, Comieron esa primera noche gracias a una señora que estaba allí en ese momento. El cura del pueblo había salido de correría y tardaría tres meses en regresar.

Se acomodaron en las esteras a la vista de todos pues no había nada que aislara su sitio del resto del saloncito, la cama estaba en tan lamentable estado que no pudieron usarla. El sitio estaba plagado de avisperos y murciélagos que con sus deposiciones impregnaban su improvisada guarida con un nauseabundo hedor. Pero para ellas eso no contaba, lo importante era que estaban en Dabeiba y Dios proveería. Así pues luego de orar, rendidas por el cansancio y las  emociones encontradas se quedaron dormidas. Mañana será otro día.


 Bibliografía.
Historia de la misericordia de Dios en un alma.
Autobiografía
Santa Laura Montoya Upegui
Fundadora Congregación de Misioneras
de María Inmaculada y Santa Catalina de Sena
Primera edición
Editorial Bedout S.A
Medellín, Colombia Julio de 1971




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