sábado, 20 de julio de 2013

EL HOMBRE QUE NO LLORABA

 

No hay mayor causa de llanto que no poder llorar”.
Séneca (2 AC-65)
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Dicen que cuando nació no lloró a pesar que la partera le pegó una fuerte nalgada, tampoco reclamó nunca su turno para alimentarse, no emitió ni un sollozo, ni ningún sonido que delatara que el hambre lo carcomía, solo esperaba a que su madre eligiera el momento de amantarlo.
 
En una ocasión su abuela al ponerle el pañal accidentalmente le clavó el gancho con el que lo aseguraba y solo media hora después su mamá se percató de ello al ver la sangre que corría por sus muslos, pero no lloró, y no porque no sintiera dolor, era que no sabía cómo hacerlo.

Y así fue pasando el tiempo con sus inevitables situaciones de dolor y de tristeza, pero él no lloró nunca.  Ni una mueca de dolor vieron en su rostro el día que jugando en el patio de la escuela se fracturó un brazo jugando al fútbol, ni tampoco cuando su padre sufrió un inesperado infarto y murió.
 
Todos a su alrededor se sorprendían de tan extraño comportamiento y fue así que su madre lo llevó una tarde donde el galeno, quien después de un largo exámen nada anómalo halló en aquel mancebo, “Simplemente no quiere llorar”, le dijo el médico a su madre mientras encogía sus hombros.

Luego murieron la abuela, su madre, sus amigos y poco a poco se fue quedando solo mientras los años lo marcaban y se iba acortando su camino.

Un día se fue a vivir a las montañas y poco lo veían en el pueblo, todos sabían la extraña historia de aquel hombre y cuando por suerte lo veían murmuraban: “Ese es el hombre que nunca ha llorado en esta vida”.

Se hizo tan anciano y solitario que se le hacía difícil el camino, es por esto los víveres los encarga al joven Antonio Pestarino.

Encontró el viejo un amigo inesperado y una tarde de otoño le confiesa la desazón que le causa su gran impedimento.

- ¿Antonio, tú lloras?
- Sí señor, contesta este.
- ¿Y que sientes? , ¿Cómo haces para que llegue el llanto?
- No  sé señor él solo llega, y aunque no quiera, por mis ojos se derrama toda la tristeza de mi alma.
- Yo  quiero llorar, dijo el anciano. ¿Podrías ayudarme a tal portento? En mi alma albergo tantas penas que tras mis ojos debe haber un mar de lágrimas.

Antonio se queda pensativo, más de pronto sus ojos se iluminan.

- Ya sé señor, ya lo recuerdo. Una vez mi tío perdió el llanto de repente, y por más que quería nunca pudo, soltar ni un gemido  ni una lágrima furtiva.
 
Los ojos del anciano se encendieron y curioso al instante le pregunta:

- ¿Qué hizo tu tío?, dilo pronto, que cualquier cosa yo haría por sacarme este dolor que hay en mi alma, vivo en muerte, en pena vivo.
- ¿Hace cuanto no llora señor?
- Nunca he llorado, y solo quisiera que me dieran, para llorar alguna pócima bendita.
Antonio entonces se le acerca y al oído le dice su secreto.

- Haced señor esto y de seguro, se romperán los diques que te a tu alma apresan.
- Ve Antonio entonces donde sabes, que la pócima te hagan prontamente. Coged esta bolsa con monedas, que por el precio que pongan no hay tormento.
Corrió Antonio hacia el pueblo diligente,  para cumplir con ese encargo tan urgente.
Ya en la trastienda el viejo boticario, prepara el místico brebaje. Agua destilada, gotas de ajenjo, y otras hierbas que Antonio no conoce. Entonces el boticario a Antonio dice:

- Dile a tu amigo que el viernes en la noche, se tome este brebaje lentamente, que en poco de más menos una hora, surtirá sus mágicos efectos.

Ya en la noche del viernes convenido, Antonio nervioso  le da al viejo la bebida. Este con mano temblorosa de un solo trago la toma esperanzado, de que por fin en un rato llegue el anhelado llanto.

Antonio se sentó junto a la cama, para vigilar tan raro asunto. Sentía compasión por ese anciano, que por oculta causa tan raro mal padece. El reloj en la pared marcaba aquella espera, segundo tras segundo.

-¿Cómo se siente usted?, al fin pregunta, pero el viejo se guarda la respuesta.

Cuarenta minutos han pasado y el viejo a agitarse ya comienza, al tiempo que suda enfebrecido.
Puja, tiembla y se agita poseído, por los efectos de la fórmula secreta.
Antonio no quita su vista de sus ojos, buscando en ellos alguna lágrima furtiva.

De repente ante el terror de Antonio, los ojos del viejo de sus cuencas caen y dos chorros de lágrimas vigorosos fluyen inundando pronto el lúgubre recinto. El viejo grita, ha encontrado el llanto, pues son de sangre las lágrimas del alma.

Antonio corre para ponerse al salvo de aquella riada que fluye loma abajo, inundando corrales y sembrados.

En el pueblo despiertan asustados, por los bramidos que emite la montaña. ¿Será un volcán?, comentaban unos, o el mismo diablo dio aquel absurdo grito.

Al fin coinciden en que fue una riada que surgió del suelo y regresan a sus casas a seguir sus vidas.
 
Muchos años han pasado desde entonces, cuando Antonio narra esto que les cuento.
- Nadie nunca me creyó esta historia y le juro por dios que no la invento.

domingo, 14 de julio de 2013

EL AMOR Y LA LOCURA


Leyendo una de las publicaciones gratuitas de ofertas publicitarias de la ciudad me encontré un  cuento exraordinario que de inmediato captó mi atención. Me dí a la tarea de buscar quién era el autor de ese escrito y encontré que era una de las reflexiones que ha grabado un locutor mexicano, Mariano Osorio.

El es el conductor del exitoso programa radial "Hoy" que transmite diariamente la emisora Stereo Joya en México D.F a las 12 Meridiano. (93.7 FM) Online Escuche aquí. Aún desconozco si es el autor del texto o solo el intérprete de la grabación. Aquí lo pego para que lo disfruten.

EL AMOR Y LA LOCURA.

Cuentan que una vez se reunieron en un lugar de la tierra todos los sentimientos y cualidades del hombre. Cuando el aburrimiento había bostezado por primera vez; la locura como siempre propuso.
- Vamos a jugar a los escondidos?

La intriga levantó la ceja intrigada y la curiosidad sin poder contenerse pregunto:
¿Y como es eso?

Es el juego - Explico la locura - en que yo me tapo la cara y cuento hasta 1000 y el primero de ustedes que encuentre ocupará mi lugar para continuar el juego.

El entusiasmo bailo entusiasmado secundado por la euforia. La alegría dio tantos saltos que terminó por convencer a la duda e incluso a la apatía a la que nunca le interesaba nada. Pero todos quisieron participar.

La verdad, prefirió no esconderse ¿Para qué? Si al final siempre la hallaban, y la soberbia opinó que era un juego tonto (En el fondo le molestaba que no hubiera salido de ella) y la cobardía prefirió no arriesgarse.

1, 2, 3 comenzó a contar.

La primera en esconderse fue la pereza que como siempre se dejo caer tras las piedras del camino.
La fe subió al cielo y la envidia se escondió tras el triunfo, que con su propio esfuerzo había logrado subir al árbol mas alto.

La generosidad casi no alcanzaba lugar para esconderse, cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos. Así termino por acurrucarse en un rallito de sol.

El egoísmo en cambio encontró un sitio muy bueno desde el principio: aireado, cómodo, pero sólo para él. La mentira se escondió en el fondo de los océanos (mentira, en realidad se escondió detrás del arcoiris) y la pasión y el deseo en el centro de los volcanes.

El olvido... se me olvidó donde se escondió el olvido.
Cuando la locura contaba 999 el amor no había encontrado aún un sitio donde esconderse entre las flores.

1000 contó la locura y comenzó a buscar.

La primera fue la pereza a solo tres pasos detrás de una piedra, después se escuchó a la fe discutiendo con dios en el cielo sobre zoología y a la pasión y al deseo los sintió vibrar en los volcanes.
En un descuido encontró a la envidia y claro, pudo deducir donde estaba el triunfo.

Al egoísmo no tuvo ni que buscarlo el solo salió disparado de su escondite que resultó ser un nido de avispas.

De tanto caminar sintió sed y al acercarse al lago halló la belleza, con la duda resultó más fácil todavía, pues la encontró sentada en una cerca sin decidirse en que lado esconderse.
Así fue hallando a todos.

Al talento entre las hierbas frescas, a la angustia en una oscura cueva, a la mentira detrás del arcoiris (mentira, la encontró en el fondo del mar). Hasta el olvido había olvidado que estaba jugando a los escondidos.

Pero solo el amor no aparecía por ningún sitio, la locura lo buscó detrás de cada árbol, bajo cada arroyuelo del planeta, en la cima de las montañas y cuando iba a darse por vencida divisó un rosal y pensó:

El amor como siempre tan cursi seguro que se escondió entre las rosas.
Tomó una horquilla y comenzó a mover las ramas, cuando de pronto un doloroso grito se escucho.
Las espinas habían herido los ojos del amor.

La locura no sabía que hacer para disculparse, lloró, rogó, imploró, suplicó, pidió perdón y hasta juró ser su lazarillo.

Y entonces.
Desde que por primera vez se jugó en la tierra a los escondidos:El amor es ciego y la locura lo acompaña.


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