lunes, 20 de noviembre de 2017

LOS ENCARGOS

Medellín 1922. Carroza de Camilo C. Restrepo .Fotógrafo Manuel A. Lalinde. 

Hace cuarenta o cincuenta años un viaje a Europa era empresa difícil y arriesgada. Había que comenzar por hacer el testamento: Tantos eran los peligros que esperaban los viajeros, que consecuentemente eran muy escasos.

Cuando alguno arreglaba viaje, debía de acuerdo a la buena educación de la época, "Pedir órdenes" a todo el mundo y desde meses antes comenzaban los encargos; y como aún no había industria nacional de importancia, eran muchos.

En cierta ocasión un señor arregló viaje para Europa y comenzaron a lloverle los encarguitos:

- Don Juan, ¿Me trae un galápago pa la yegua mora?
-_Si, demás.
- Y a mí un relojito fino de oro.
- _ Si demás.
- Y a mi un corte de paño café oscuro con rayitas rojas.
_ Si, claro.
Y los encargos seguían.

El día que el señor montó en su mula para iniciar el viaje, y estando rodeado de todos los que salían a despedirlo y a recomendarle que no olvidara sus encargos, se acercó un chiquillo se seis o siete años y le dijo:
- Don Juan, ¿Me quiere traer un pitico? Y tome los diez centavos pa que me lo compre.

El buen hombre recibió la moneda, la guardó en su bolsillo, y en tono solemne exclamó: 
-Hijo mío, ¡Tu pitarás!.

Desde ese momento, el verbo "pitar" empezó a tener un significado más en Antioquia: Dar dinero cuando se exige algo.
Fuente El testamento del paisa de Agustín Jaramillo.

domingo, 19 de noviembre de 2017

INFORME SOBRE EL FUTURO III

INFORME SOBRE EL FUTURO Y LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS (NT)
CAPITULO III. DE LA RED, LAS TECNOLÓGICAS Y SUS CEOS
Alberto López
No quedará otra opción que asaltar la nube y volarla en mil pedazos
KARPIN

Jeff Bezos, Tim Cook, Mark Zuckerberg, Larry Page y Satya Nadella, líderes de las cinco grandes compañías de la industria tecnológica.

Entre 1760 y 1830, la primera revolución industrial marcó el paso de la producción manual a la mecanizada. La segunda, alrededor de 1850, trajo la electricidad y permitió la manufactura en masa. Para la tercera, la digital, hubo que esperar a mediados del siglo XX, con la llegada de la electrónica, la tecnología de la información y las telecomunicaciones. La llamada cuarta revolución industrial en ciernes, no se define por un conjunto de tecnologías emergentes en sí mismas, sino por la transición hacia nuevos sistemas que, están construidos sobre la infraestructura de la revolución digital anterior. Esta cuarta vuelta a la tuerca, trae consigo una tendencia a la automatización total, para llevar la producción a una total independencia de la mano de obra humana.

La automatización corre por cuenta de sistemas ciberfísicos que, combinando maquinaria física y tangible con procesos digitales, son capaces de tomar decisiones descentralizadas y de cooperar entre ellos y con los humanos, mediante el internet de las cosas y el cloud computing o nube. Lo que veremos próximamente, dicen los teóricos la IA, es una fábrica totalmente autónoma e inteligente.
Internet, la red de redes, ha sido la base fundamental para la revolución digital y la explosión de las Nuevas Tecnologías que están cambiando el mundo. Ambas han sido vendidas y también entendidas como un ámbito de libertad y de conocimiento abierto, a la vez de como la gran biblioteca universal, resumen de todo el conocimiento humano que soñara Borges. 

Esto que, nos lo vienen recalcando machaconamente desde los distintos ámbitos del poder político, económico y científico, lo hemos acabado aceptando como un hecho natural, como un futuro al que estábamos, sí o sí, abocados, y ello, a pesar de las reiteradas tomaduras de pelo a que nos tiene acostumbrado el poder. Quizás en esta ocasión, se deba al ropaje científico y tecnológico con que han venido envueltas, pero la cosa es que no hemos dudado de su bondad y sin muchas dudas le hemos dado al me gusta y les hemos entregado toda la información de quienes fuimos, somos y deseamos ser. 

Sin embargo yo vengo desconfiando desde hace tiempo de esa bondad tan desprendida, y siempre que le doy al botón, me entra en la mano el escozor de la duda. Quizás solo se deba al escepticismo propio de la edad, pero he llegado a pensar que tras la red y las grandes empresas tecnológicas que la dominan, Apple Google, Amazon y Facebook, se oculta un objetivo perverso que le es necesario y casi innato al desarrollo del capitalismo en su fase hipertecnológica actual. 

Me surgen dudas de toda índole. La primera de ellas es de quién es Internet y porque es gratuita. No he encontrado contestaciones satisfactorias, solo sé que, nació del complejo armamentístico y de defensa norteamericano y que quien autoriza los dominios es una entidad privada yanqui, que Busch, consciente de la importancia de su control, hizo todo lo posible para que se quedara en su país y que ni chinos ni europeos han conseguido hasta ahora participar en ella. 

Es como si la red funcionara autónomamente, de manera semejante a la desregulación propia de las leyes del mercado del que hablan los neoliberales. Esto les ha llevado a pensar ingenuamente a muchos, que la red es de todos. Pero la red existe y adquiere todo su significado, en la medida en que existen las redes sociales y las empresas tecnológicas que le dan, su proyección, su trascendencia y le dotan de contenido. Es como la red de carreteras que construye el estado, para que las empresas puedan asentarse y desarrollar su actividad y negocio en el territorio. 

Su importancia no estriba en su propiedad ni en su papel estratégico-militar, como las entendía Franco. Incluso las autopistas de pago han resultado un mal negocio para la economía de un país y solo adquieren significado desde la perspectiva del clientelismo del capital especulativo, anclado en las esferas del poder político que las construye y las explota.

El objetivo perverso que oculta la red, es el de homogeneizar universalmente todo aquello que tiene que ver con las formas particulares de vida, que como el idioma o las costumbres tradicionales, dificultan la mundialización del mercado. Se trataría pues de eliminar la diversidad, las diferencias y las culturas de las gentes y de los pueblos. 

Y es que nos quieren iguales, porque la producción y la distribución capitalistas requieren que a todos nos guste lo mismo, para que nos puedan vender lo mismo. Por eso la lucha por mantener la biodiversidad del mundo, es una batalla estratégica para la supervivencia de la raza humana, una posición sin duda trasnochada para los profetas de las grandes multinacionales de lo digital que, nos ven a quienes defendemos aquella posición, como reliquias de un mundo sin futuro que se muere con nosotros. 

Por eso cuando hablan de la fecha mítica del 2050, no solo es porque se dan unos años para consolidar los avances científicos y tecnológicos actualmente en curso, sino porque para esa fecha los que todavía defendemos aquella causa de la biodiversidad habremos muerto y dejado paso a las nuevas generaciones que, sin conocer la historia, ya han sido conquistadas por la internacionalización de las tecnologías, el mercado y las redes sociales.

Internet y las redes sociales no son pues inventos tecnológicos asépticos que, como dicen sus ingenieros propagandistas, ni buenos ni malos a priori (su bondad o maldad dependen del manejo del usuario) sino que por el contrario, son una creación genuina del sistema capitalista neoliberal y de sus grandes empresas de la computación, tan explotadores y acumuladores de capital, como la organización de la producción de una fábrica de automóviles, el capital financiero o la distribución de una cadena de hipermercados. La diferencia está en que se ocultan, tras las careta, aséptica y objetiva de la ciencia, los servicios sociales, la filantropía hipócrita y sin rubor y la pretendida mundialización democrática del conocimiento. 

La imagen como empresas modernas y enrolladas que tratan de hacer un mundo mejor, forma parte de su retórica de relaciones públicas, que para nada se corresponde con sus prácticas reales. Lo mismo que los jeans y las zapatillas deportivas de sus principales y jóvenes ejecutivos, no es más que un disfraz de márquetin estético.

Cuando los voceros de estas grandes empresas hablan del futuro que con la NT nos espera, no nos encontramos frente a filósofos o pensadores, ni siquiera a científicos o investigadores, sino, todo lo más, a ingenieros informáticos, a sueldo de empresas que han puesto toda su creatividad, al servicio de la rentabilidad de una idea empresarial orientada por la rentabilidad. Así vemos a los grandes creadores que, en cuanto pillan una idea, sea de quien sea, la convierten en producto de una nueva empresa para fabricarlo y comercializarlo. 

El mundo de las nuevas tecnologías es así un mundo de tiburones, a la búsqueda de productos innovadores. Por eso, son habituales las acusaciones entre ellos (recordemos la batalla entre Jobs y Gates) cuando unos y otros se pisan y roban las ideas. Una visión yanqui de la investigación subordinada al dinero, al éxito y a la rentabilidad de su puesta en el mercado.

No hay tras ellos ni voluntad humana de conocimiento, como se dice, ni humanismo, ni búsqueda de un nuevo horizonte para los hombres movida por la solidaridad. Si tras el éxito, los grandes de esta industria crean fundaciones, para dotarlas económicamente y hacer frente a algún tema como las enfermedades, la investigación o la cultura, no lo hacen sino para reducir impuestos. 

Incluso prefieren dotar de dinero a estos organismos privados que, ponerlo en manos del estado, para que los distribuya en sus políticas sociales. Un mundo de monumental hipocresía, que, sin embargo, engalana a estos próceres de la NT, que se presentan en sociedad como mucho más efectivos, prácticos y competitivos en la gestión de los problemas sociales que, las obsoletas organizaciones estatales.

El discurso de las NT se expone como la suma de una serie de mentes brillantes, como una historia de héroes, que desde un pequeño garaje, con imaginación y esfuerzo, consiguieron llegar a la cumbre del éxito y de la riqueza. Nunca se menciona que, lo que está detrás, son las grandes corporaciones y fondos de inversión que orientan, alientan y financian a los gurús que ponen la cara. No es tan diferente de cuando estaban tras Hitler, los grandes industriales alemanes, asociados en muchos casos, como ahora se sabe, al capitalismo yanqui, sin que por entonces nadie clamara al cielo. Y es que las guerras no las provocan los locos, sino la locura de los más cuerdos, que mueven los hilos tras ellos.

En el mundo de las grandes empresas capitalistas, la última década ha sido liderada por cinco tecnológicas Apple, Google, Microsoft, Amazon y Facebook, empresas que han superado a las multinacionales clásicas de los 90, como Exxon, General Electric, Johnson & Johnson o AT & T. Y es que los datos se han convertido en el petróleo del siglo XXI. Si tuviéramos que resumir el poder mundial que tienen, en una frase, diríamos que, son los nuevos amos del mundo. Daré un dato complementario: entre las 20 personas más poderosas del mundo en 2014, al margen de políticos, aparecen Bill Gates (Cofundador de Microsoft, puesto 7), Sergey Brin (Cofundador de Google, puesto 9), Larry Page (Cofundador de Google, puesto 10) y Jeff Bezos (CEO de Amazon, puesto 17). 

Es falso, como dicen los propagandistas de la fe tecnológica, pretender que las NT liberarán al hombre del trabajo alienante, físico y repetitivo. El capitalismo no se ha vuelto de pronto bueno ni convertido al cristianismo comunitario. El único motivo que está detrás es, optimizar y aumentar la productividad, aun sabiendo que va a llevar a millones de trabajadores al paro, y para los que no tienen otra solución que un fondo para soportar las formas más trágicas del desempleo, o en el mejor de los casos, la famosa Renta Básica, como se pretende para el primer mundo, que no así para el resto.

Las corporaciones industriales y financieras privadas, los fondos de inversión, los organismos estatales de la industria armamentística, las grandes del petróleo y ahora las grandes empresas que controlan la informatización del mundo, han cambiado totalmente el rol social de la ciencia y el papel de los científicos, convirtiendo todo en tecnología. Antes era una derivación de la ciencia a la que llamaban ciencia aplicada, ahora la llaman I + D + I (Investigación + Desarrollo + Innovación) un producto como inversión financiera, del que se espera una adecuada rentabilidad.

La idea de ciencia pura, prácticamente ha desaparecido, incluso de las universidades, que ahora viven de los acuerdos con las corporaciones privadas. El investigador en su laboratorio, con su pequeño equipo de colaboradores, ya no tiene sentido. Ha sido sustituido por los grupos de tecnólogos y los grandes laboratorios, a los que financia una corporación industrial y financiera que impone los objetivos y la estrategia. Es lo que desde hace tiempo venía haciendo la industria farmacéutica, pero que ahora se ha extendido a los múltiples sectores que puedan tener una cierta relevancia económica. Los caminos de la ciencia ya no dependen del interés o inclinación del científico, sino de la empresa, porque antes que científico, es un empleado de aquella.

Cuando el artesano perdió el control de su herramienta, perdió la independencia y se convirtió en obrero. Cuando el científico pasó a investigar para otro, paso a ser un burócrata, lo mismo que un contable, o un analista de riesgos de un banco. A la ciencia ya no le interesa el conocimiento sino el descubrimiento de nuevos productos, tangibles o intangibles, susceptibles de comercializarse. Así que, cuando hablamos de la NT y del mundo futuro que con ellas nos espera, no estamos hablando de ideas de filósofos o pensadores, ni siquiera de científicos o investigadores, sino, todo lo más, de ingenieros informáticos a sueldo de grandes empresas que, han puesto sus conocimientos y su creatividad, al servicio y la rentabilidad de una idea. 

Si tuviéramos que resumir el poder mundial que tienen Google, Amazon, Facebook y Apple, en una frase, diríamos que son los nuevos amos del mundo. Daremos un dato. Entre las 20 personas más poderosas del mundo en 2014, al margen de políticos, aparecen Bill Gates (Cofundador de Microsoft, puesto 7), Sergey Brin (Cofundador de Google, puesto 9), Larry Page (Cofundador de Google, puesto 10) y Jeff Bezos (CEO de Amazon, puesto 17). 

Al contrario de lo que sucede en el capitalismo financiero, en el que el control lo tiene la junta de accionistas representada por el consejo de administración, el poder en estas instituciones digitales, viene velado por un cierto ocultismo y falta de transparencia, consecuencia de la novedad del sector, la ausencia de control y la desregulación de la cultura empresarial yanqui. 

Junto a los contratos privados donde se pacta tanto lo legal como lo paralegal e ilegal, se da un sistema dual de acciones, por el cual los fundadores acumulan todo el poder de decisión, aunque tengan solo el 5% de las acciones. Estas acciones, con superderechos de voto, son como tí¬tulos nobiliarios adscritos a la persona, que les convierte en señores de sus territorios digitales. A esto se le ha llamado neofeudalismo.

Aunque no son demasiado grandes, estas empresas son enormemente poderosas, porque su control tecnológico hace que estén fuera del alcance de la regulación o incluso de la luz pública. El funcionamiento de su tecnologí¬a es muy poco transparente y eso hace que no se pueda controlar lo que hacen con ella. Además, no hay ningún organismo público o internacional capaz de controlar el uso que hacen de los datos, por lo que no se sabe, si respetan o no sus propias normas de privacidad. 

Además, con todos los datos recopilados de la opinión pública almacenados en la nube, una empresa como Facebook tendría la capacidad de procesarlos en sus sistemas de inteligencia artificial, para establecer un monopolio de los datos, gracias a los cuales puede proveer buena parte de los servicios de un futuro donde los bienes materiales cada vez tienen menos peso en la economía.

Por otro lado, los recursos en tesorería de que disponen son enormes, lo que les permite adquirir cualquier compañía sin resentirse. Algunos han advertido que esa disponibilidad de liquidez, unido a sus medios tecnológicos y al control de la nube, les permitiría desarrollar un nuevo concepto de banca, que haría entrar en crisis a la tradicional, quien precisamente les compra su tecnología, sus servicios y sus datos, y a la que arrienda el almacenamiento en la nube.

Estas empresas llevan en su ADN la voluntad monopolista de que todas las transacciones tengan que pasar por ellas. Podrá seguir habiendo pymes y comercio minorista (incluso aliado con aquellas), pero este se llevara a cabo a través de ellas. Esto ya se está empezando a producir, con Amazon, y con las plataformas que llaman de “consumo colaborativo” como Uber o Airbnb que, lo que hacen, es abrir un mercado desregularizado, en el que no hacen falta licencias para operar, desarrollando una competencia desleal con otros sectores. 

Hijas del neoliberalismo más puro y duro y militantes de la desregulación más oscura, son la punta de lanza del proyecto neoliberal. El ejemplo de Amazón es, un ejemplo paradigmático de esta voluntad de imponer el monopolio, incluso internacional. De vender libros ha pasado a vender casi de todo. Sorprende que su rentabilidad sea tan solo del 2% frente al entorno del 20 % de margen de compañías como Apple o del 30 % como Facebook. Pero esto tiene su sentido, en la medida en que la empresa se encuentra en un permanente proceso de crecimiento y expansión mundial que, le lleva a reinvertir todos sus recursos generados. 

El proyecto de Amazón no es el de una rentabilidad a corto plazo sino de consolidar a largo una posición de prominente monopolio, lo que requiere a su vez una contención de los precios para eliminar todos los competidores, desde otras redes de ventas a las pequeñas librerías de barrio. Es lo que hacen los grandes hipermercados cuando se implantaban en una población: bajan los precios para arrasar con la competencia y los vuelven a subir cuando esta ha desaparecido. Para ello, solo se requiere de importantes recursos, y Amazón los tiene.

La ideología que anima a muchos de estas empresas es, una ideología anti-estatal que, apuesta por el gobierno absoluto de los sistemas de mercado, y esto obviamente implica más desigualdad, ausencia de derechos sociales, e incluso políticos, y por supuesto de bienes públicos o bienes comunitarios. 

La tentación de sus jefes y su ideología neoliberal les lleva como, algún crítico ha observado, a despreciar la política de partidos, como mecanismos poco eficientes, y a proponer liderazgos de los CEOS (en castellano los jefazos) que, administren la sociedad en una nueva democracia dirigida bajo principios empresariales de efectividad, rentabilidad y competitividad. 

Y es que la sociedad hiper competitiva actual no es un resultado no deseado del progreso, sino el objetivo explícito de la ideología que anima estos proyectos empresariales. En la era digital, donde la estructura social se privatiza hasta su último reducto, la libertad es cada vez más un servicio que, debe adquirirse en el mercado para poder ser consumida. Lo sorprendente es que, este proyecto perverso y totalitario, se está haciendo con nuestro permiso.

Alguien ha dicho que el contenido de las redes sociales, como esta de Facebook en la que publico, son un basurero donde se acumulan todo tipo de desperdicios. Lo suscribo. Como la TV, no aportan a las gentes culturalmente nada. Las masas que, en el pasado no se cultivaron en las bibliotecas públicas, tampoco lo harán, ni ahora ni en el futuro con las NT y las RS, por muchas facilidades de información que se les ofrezcan. 

Es lo que ha pasado con el paso de la televisión analógica a la digital, que si bien ha visto crecer el número de canales, no ha aumentado la diversidad de los mismos, pues todos ofrecen los mismos contenidos. No cabe televisión a la carta, porque en estos restaurantes televisivos, como en los de comida basura (hamburguesas, pollo frito o pizza) siempre se sirve lo mismo. Por eso las cadenas de TV, como las redes sociales, todas, se llenan de bazofia, y debe forzosamente ser así, si se quiere tener como Face, dos mil millones de usuarios. 

Las RS se han convertido con la TV y en detrimento de la prensa, en los nuevos pilares de la sociedad del espectáculo, porque las propias redes son en sí, un gran espectáculo, sino, el espectáculo.
La etapa final del dominio del mundo por el capitalismo, no ha llegado por el dominio de las armas y de la guerra. La guerra (con la excepción del holocausto nuclear que, no es guerra) es algo que está ya fuera de la historia, por eso queda reducida cada vez más a conflictos en el tercer mundo. 

Ya no se conquista con la guerra. No hace falta. Para eso, ahora, tienen internet, las nuevas tecnologías, las redes sociales y los teléfonos móviles. Pronto se tendrá la inteligencia artificial, que como dijo Stephen Hawking, puede ser el peor error de la humanidad.

INFORME SOBRE EL FUTURO II

INFORME SOBRE EL FUTURO Y LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS (NT)
Alberto López

CAPITULO DOS… DISQUISICIONES SOBRE EL FUTURO.

Elysium 2013

En ninguna otra época anterior, ha habido tanto interés por el futuro, por conocer el futuro y por controlarlo, como en la actual. Conocer el futuro ha sido desde siempre, una ambición de los hombres, pero en la actualidad es como si se hubiere disparado un interés desorbitado que, está en todas partes, en los medios, en las universidades, en el cine, en los bancos, en las redes sociales etc. lo que hace sospechar, de hasta qué punto, es un interés real de las personas o un interés inducido por el sistema como parte de la implantación de una nueva ideología. 

En ello tienen su papel central las NT, que se dice, están cambiando el mundo, y configurándolo de tal manera que en un próximo futuro todo será profundamente diferente a lo que conocemos. El umbral de este cambio lo cifran los gurús especializados, en el 2050.

Hasta ahora el futuro era lo desconocido, lo aleatorio, lo imprevisible, algo incontrolable cuyo conocimiento y alteración solo estaba al alcance de los dioses. Los hombres se limitaban a vivir en el presente y con ello tenían bastante, porque pensar el futuro era pensar el presente. E intentaban hacerlo de la mejor manera posible, disfrutando de la naturaleza de la tierra y de la suya propia, porque la tierra era su casa. 

El futuro era motivo de la adivinación de las pitonisas, del oráculo de Delfos y de la predestinación de los dioses. Pero con la llegada del cristianismo la cosa cambió. Durante los siglos dominados por la Iglesia, el hombre vivió en la tierra en un régimen transitorio de alquiler, a la espera de la casa definitiva en otra vida mejor, en la casa del Señor. Fueron siglos (todavía lo son) de servilismo y esclavitud en los que el placer estaba proscrito en este valle de lágrimas sin futuro, porque el único futuro posible, se encontraba en el más allá. 

El Renacimiento intento colocar de nuevo al hombre en el centro del universo, volviendo a retomar el pensamiento clásico de cuando los dioses se mezclaban con los humanos, hasta que el intolerante dios único, los expulso del Olimpo. Pero fue un movimiento de élites que solo cambio la piel de las cosas.

Fue largo, el periodo de oscuridad cristiana, hasta que el hombre, con el Iluminismo, consiguió de nuevo liberarse del futuro en el más allá y reconstruir una nueva morada en la tierra para vivir en libertad y armonía con la naturaleza. Parecía que la ciencia iba a colaborar en la construcción de un mundo de nuevos ciudadanos, presidido por la libertad, la igualdad y la fraternidad, pero la ciencia fue secuestrada por la tecnología práctica y el maquinismo, y una nueva raza de esclavos desarraigados de su tierra y de sus medios de producción, volvió a poblar la tierra. 

Las máquinas no liberaron al hombre del trabajo físico, como aseguraban los ideólogos del incipiente capitalismo industrial y algunos del socialismo, sino que lo esclavizaron mediante el trabajo repetitivo y alienante, como ya adelantaron clarividentemente que pasaría William Morris y algunos otros socialistas, a los que los marxistas calificaron de utópicos.

Ahora los hijos y herederos de aquella acumulación capitalista industrial, vuelven a predicar la liberación del trabajo físico con las NT, asegurando que, sí o sí, serán (son) el futuro. Sus predicadores han cambiado el determinismo histórico de los marxistas sobre el acontecer de un nuevo mundo sin explotación del hombre por el hombre, sustituyendo las utopías sociales por las utopías tecnológicas igualmente deterministas. 

Las pretendidas leyes del desarrollo histórico que aseguraban que las leyes de la historia eran más fuertes que las de los aparatos políticos, se han visto así sustituidas por las propias leyes del desarrollo tecnológico tan deterministas, falsas e ilusorias como aquellas. 

La ideología social ha pasado a ser sustituida por la ideología de las NT, que nos prometen una inteligencia sin límites unida a las máquinas, incorporando estas al organismo humano como ya se está haciendo con el organismo social a fin de dominarlo; una vida sin dolor con tantos repuestos biotecnológicos como sean necesarios para reponer los fallos o defectos de nuestro cuerpo a fin de alargar la vida hasta casi la eternidad, lo que nos convertirá en Dioses; una memoria casi infinita a la que podremos conectarnos abandonando en el desván de los trastos viejos nuestra memoria obsoleta de humanos; sin lenguaje, porque la conexión directa entre cerebros será más fiable y eliminará los malos entendidos, aunque con el tiempo quizás nos convierta a todos en mudos; sin literatura ni poesía humanas, porque los algoritmos permitirán una más amplia combinación de elementos del repertorio poético… En resumen en una nueva naturaleza que será difícil calificar de humana. 

Pero… ¿y la identidad, se preguntan algunos escépticos?... ¿Qué es eso?... responderán los sabios…Quizás una cosa antigua de los hombres, una debilidad para los nuevos poshumanos, raza hibrida de hombres y máquinas que no necesitaran ni el sexo (¡qué asco y que cosa más sucia!) para reproducirse, como avanzaba Woody Allen en su delirante película.

El hombre nuevo del marxismo y de los socialistas utópicos del que hablara Karel Kosik, se construía sobre la solidaridad del grupo, en la medida en que el hombre se definía como animal social (a decir de Aristóteles, fuera de la sociedad el hombre es una bestia o un Dios) como ciudadano de una civilidad clásica de la que somos herederos. Por el contrario el hombre nuevo, el poshumano que se predica desde las NT, es por oposición, el sumun de la individualidad, del ensimismamiento y del aislacionismo. 

La paradoja es que cuanto más se desarrollan las NT de la memoria y la comunicación, más aislado se encontrará el hombre en su pompa de jabón. La comunicación sin límites deriva en incomunicación. El nuevo poshumano apenas guardará, más allá del nombre, nada de humano. Sin memoria propia, sin historia, con sentimientos prestados, sin saber distinguir que es suyo y que fiado, que piensa él o que piensa la maquina gobernada por otros, será sin duda un nuevo Frankenstein, un ser vacío, un ser sin alma. La racionalidad incontrolada, como sucedió con el maquinismo, una vez más creara monstruos. 

La pregunta que me hago después de escribir esto y que está fuera de lugar para el sistema, cuyo futuro desarrollo a partir de la NT no está en cuestión y se da por hecho, es…y todo esto ¿para qué?...Lo intentaremos tratar en los próximos capítulos.