Medellín 1922. Carroza de Camilo C. Restrepo .Fotógrafo Manuel A. Lalinde. |
Hace cuarenta o cincuenta años un viaje a Europa era empresa difícil y arriesgada. Había que comenzar por hacer el testamento: Tantos eran los peligros que esperaban los viajeros, que consecuentemente eran muy escasos.
Cuando alguno arreglaba viaje, debía de acuerdo a la buena educación de la época, "Pedir órdenes" a todo el mundo y desde meses antes comenzaban los encargos; y como aún no había industria nacional de importancia, eran muchos.
En cierta ocasión un señor arregló viaje para Europa y comenzaron a lloverle los encarguitos:
- Don Juan, ¿Me trae un galápago pa la yegua mora?
-_Si, demás.
- Y a mí un relojito fino de oro.
- _ Si demás.
- Y a mi un corte de paño café oscuro con rayitas rojas.
_ Si, claro.
Y los encargos seguían.
El día que el señor montó en su mula para iniciar el viaje, y estando rodeado de todos los que salían a despedirlo y a recomendarle que no olvidara sus encargos, se acercó un chiquillo se seis o siete años y le dijo:
- Don Juan, ¿Me quiere traer un pitico? Y tome los diez centavos pa que me lo compre.
El buen hombre recibió la moneda, la guardó en su bolsillo, y en tono solemne exclamó:
-Hijo mío, ¡Tu pitarás!.
Desde ese momento, el verbo "pitar" empezó a tener un significado más en Antioquia: Dar dinero cuando se exige algo.
Fuente El testamento del paisa de Agustín Jaramillo.
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