sábado, 27 de mayo de 2017

UN CUENTO CORTO DE TERROR

Cuando ellos vengan.


El día que lleguen, y bajen por las laderas a la aldea comenzará a cumplirse lo que dijo el profeta: “Una escopeta y una mala intención se parecen”.

Entonces los habitantes de Tambo sabrán lo que es la rapiña y el fuego. La muerte recorrerá las calles y los parques, y nadie se sentirá seguro. El príncipe pondrá sus fichas en el gran tablero, solo para descubrir que el oponente no respeta las normas del juego. Los cuadros se pintarán de rojo y negro y las torres del bunker caerán.

Los habitantes de Tambo tendrán que acostumbrase a vivir dentro de una violencia que ya se había venido acomodando poco a poco en su valle. 

 El humo de la yerba será el nuevo paisaje que ocultará la punta de los rascacielos y todos añorarán los tiempos idos.

Eso dijo el profeta, y muchas cosas más en una página perdida de su libro. Es que no solo las escopetas y las pistolas y hasta el cuchillo más pequeño se parecen a una mala intención; las azadas también comenzaron a parecérsele al ser usadas para cultivar la verde hoja palmeada, la milenaria planta amazónica y la hermosa flor de cuyos pétalos extraen un elíxir maldito.

Las hordas de los recién llegados recorren las calles rompiendo todo a su paso, saqueando los grandes almacenes y atracando a cuanto desprevenido transeúnte encuentran a su paso.

El rey les dio su bendición para que fueran nuestra maldición. A veces, queriendo o no,  el salvador se convierte en verdugo. La hora señalada fue precedida por los Maras, eso dijo el profeta.