jueves, 3 de junio de 2010

TODO TIEMPO PASADO NO FUE MEJOR

Index expulgatorius

Eso de que todo tiempo pasado fue mejor no pasa de ser un dicho popular, en realidad el pasado de la humanidad está lleno de muchos hechos dolorosos que serían tema para muchos libros.

Épocas como el oscurantismo, el feudalismo, la inquisición, el colonialismo y muchas otras que en suerte no nos tocó vivir, o tal vez si, teniendo en cuenta la posibilidad de que la reencarnación sea cierta, fueron períodos dolorosísimos para la humanidad.

Recordemos lo que dijo Cicerón: “historia magíster vitae” (la historia es maestra de la vida), y la sentencia de Santayana. “Quien no conoce la historia está condenado a repetirla”, dos verdades indiscutibles que se corroboran en muchas acciones políticas y cotidianas de esta sociedad del siglo XXI.

Como ejemplo cito lo publicado en la revista Inglesa Ñ:

Según una encuesta encargada por la asociación de beneficencia para veteranos de guerra británicos, Erskine, uno de cada veinte chicos de primaria en Gran Bretaña cree que Adolf Hitler fue un entrenador de fútbol alemán, y que el Holocausto fue una ceremonia para conmemorar el fin de la guerra. Además, uno de cada seis piensa que el campo de exterminio de Auschwitz fue un parque temático y uno de cada doce piensa que Blitz (el constante bombardeo de la Alemania nazi sobre el Reino Unido) era una operación de limpieza realizada tras la guerra. Los alumnos "confundidos" en esta encuesta -basada en preguntas sobre las dos guerras mundiales a 2.000 niños de entre 9 y 15 años- no son tantos, pero los errores causaron alarma. Erskine solicitó un plan nacional urgente para enseñarles historia a los pequeños británicos.

No hay que ir muy lejos, aquí mismo en nuestra amada Colombia sufrimos una amnesia semejante y olvidamos como era nuestro país hace apenas unos años. La atención en salud antes del advenimiento de el seguro social era solo para los ricos, o sea para casi nadie, la gente moría en sus casas ante la imposibilidad de acceder a un servicio médico adecuado; en materia de educación la cosa no era mejor y el analfabetismo era la regla, las comunicaciones obsoletas, las carreteras los mismos caminos que los arrieros usaron para sus mulas se convertían en trampas mortales para los que viajábamos en buses destartalados, la lista de falencias da para un tema aparte.

Pero como lo prometido es ley, ahora voy a tocar un tema que para muchos de esta nueva generación es desconocido y les parecerá casi de ciencia ficción, el del “index expulgatorius”, conocido en nuestros países latinos como “índice de libros prohibidos”.

Nadie de esta época de consulta ilimitada, con un acceso a la información a través de los medios radiados, escritos y ciber náuticos podría concebir tal despropósito. Y no fue hace mucho tiempo, pues el que esto escribe algo recuerda y da fe de ello.

Había entonces miedo, mucho miedo al incumplimiento de las normas de la iglesia católica, ellos dominaban su redil, que éramos entonces casi todos. La excomunión era como un infierno anticipado que sufría quien se rebelara a los designios del indice de libros prohibidos, toda norma surgida del vaticano era sagrada e inspirada por el mismo Creador, según ellos, los únicos y verdaderos representantes de Dios en la tierra.

La infabilidad del papa no tenía discusión y solo muchos siglos después gracias a Juan Pablo II se puso en duda, este gran hombre reconoció desde el día de su proclamación, que si erraba en algo recibiría humildemente la respectiva corrección, que maravilla de ser humano, atreverse a decir tantas verdades después de siglos de mentiras.

Juan Pablo II fue más allá cuando más tarde dió disculpas a nombre la santa iglesia a las víctimas de la inquisición y la colonia, reconoció la gran injusticia que habían cometido con Galileo Galilei, padre de la astronomía moderna, cuya teoría heliocéntrica fue condenada por el santo oficio el 16 de febrero de 1616 y ratificada por la inquisición días después por el papa Pablo V pues querían preservar la teoría geocéntrica como la más acorde con las Sagradas Escrituras.



La Teoría geocéntrica es una antigua teoría de ubicación de la Tierra en el Universo. Coloca la Tierra en el centro del Universo, y los astros, incluido el Sol, girando alrededor de ella (geo: Tierra; centrismo: centro). Esta teoría venía desde el siglo VI A.C.

Según Platón, la Tierra era una esfera que descansaba en el centro del Universo. Las estrellas y planetas giraban alrededor de la Tierra en círculos celestiales. Entraba pues la observación de Galileo en oposición a esta: La Teoría heliocéntrica es la que aprueba que la Tierra y los demás planetas giran alrededor del Sol.

El papa Urbano II apoya a Galileo en 1632 y este se anima a publicar su libro “El diálogo”, en el que ratifica su posición heliocentrista burlándose de la interdicción puesta en su contra en 1616.

Esta obra despertó de nuevo la ira de sus contradictores y hasta el papa Urbano II le retiró su simpatía. Así fue que en 1632 fue requerido para presentarse en Roma, por su voluntad o por la fuerza, enfermo y ya con 68 años a cuestas Galileo el 19 de abril se enfrentó a un duro interrogatorio.

Como los acusadores no tenían pruebas legales en contra de el, amenazaron con torturarlo si no se retractaba de sus ideas y que en cambio de hacerlo serían benevolentes con el, el lo hizo inmediatamente y el 21 de junio fue condenado a prisión perpetua. Luego le piden que abjure de sus ideas, cosa que también hace, el papa entonces le conmuta la condena por la de arresto domiciliario de por vida.

Giuseppe Baretti afirmó que después de la abjuración Galileo dijo la frase: «Eppur si muove» (y sin embargo se mueve),
Como verán, no todo tiempo pasado fue mejor.

Volví a perderme del tema que traía, pero es que estas notas son necesarias para que conozcan el enorme poder que la iglesia tenía desde esos tiempos.

Como les decía, recuerdo en mi tiempo de infancia el temor que infundía la iglesia a sus feligreses, el índice de libros prohibidos circulaba en todas las instituciones e incluía los nombres de autores y obras prohibidas. Leer o poseer cualquiera de ellas era castigado con excomunión. Afortunadamente entonces yo aún no sabía leer, pues estaría como de tres años, pero si escuchaba a los mayores hablando sobre ello. Se percibía mucho temor, máxime que en mi casa había una biblioteca con algunos “libros prohibidos”. Los buenos frutos cuando los prohíben, saben mejor.


ALGUNAS OBRAS Y AUTORES PROHIBIDOS ERAN:
• Giordano Bruno
• Anatole France (1922)
• André Gide (1952)
• Denis Diderot
• Émile Zola
• Honoré de Balzac
• Jean-Paul Sartre (en 1959)
• Maurice Maeterlinck
• François Rabelais
• Henri Bergson (en 1914)
• René Descartes (en 1633)
• David Hume (1761)
• Erasmo de Róterdam (1500)
• Amar y sufrir, o su vida, de Santa Teresa de Jesús
• Ensayos de Michel de Montaigne
• Pamela o la virtud recompensada (1740) de Richardson
• El contrato social y Emilio, o De la educación de Jean-Jacques Rousseau
• Justine y Juliete del Marqués de Sade
• Los miserables, Nuestra Señora de París de Victor Hugo (en 1864)
• Madame Bovary de Gustave Flaubert
• Gran Diccionario Universal de Pierre Athanase Larousse
• Algunas obras de Alejandro Dumas y Alexandre Dumas, hijo
• Las novelas de Stendhal (en 1828)
• Las novelas de George Sand (en 1840)
• Las novelas de Gabriele D’Annunzio (en 1911)
• Principios de economía política de John Stuart Mill (1856)
• Pensées, avec les notes de Voltaire de Blaise Pascal
• Science de l’homme de Claude-Henri Saint-Simon
• Cours de philosophie positive, de Auguste Comte
• Kritik der reinen Vernunft de Immanuel Kant
• Prólogo a la Historia general de la masonería, por G. Danton, de Emilio Castelar
• Historia de la Decadencia y Caída del Imperio Romano, de Edward Gibbon.


De los Colombianos solo recuerdo a Vargas Vila, cuyas obras no solo fueron prohibidas por el vaticano, sino que ofendieron al gobierno y los jerarcas eclesiásticos de turno, hasta el punto de ordenar su captura “Vivo o muerto” después de la publicación de "Pinceladas sobre la última revolución de Colombia; siluetas bélicas".

Muy conocidas son sus obras:
1887 Aura o las violetas, Maracaibo; 1892, Bogotá; 1920, París; s.f., RS.
1895 Flor de fango, París; 1918, PM, Biblioteca de los Novelistas; 1918, RS, t 14.
Nos dejó muchas otras novelas, cuentos y poemas, que desde luego eran de prohibida lectura.
Un cura jesuita colombiano, Pablo Ladrón de Guevara, incluyó a Marat de Sade dentro de su libro Novelistas malos y buenos, publicado en 1910, como un autor amoral que no cumplía con la doctrina católica.
Sade, novelista, capitán de caballería, vivió vida de orgía y de pésimas deshonestidades. Murió en el hospicio de Charenton, en donde Napoleón le había hecho encerrar como a loco incurable y peligroso, escribía Ladrón en el libro editado por la imprenta Eléctrica, en Bogotá.
Novelistas malos y buenos, según se lee en la contraportada de este libro reeditado por Planeta en 1998, fue para más de una generación de colombianos la carta de navegación de sus lecturas y lleva a cuestas el precario honor de ser el primer y único manual de censura literaria elaborado y publicado en Colombia.
La Biblioteca Nacional conserva ejemplares que fueron castigados por la Santa Iglesia. Algunos rayados, otros rasgados y unos cuantos más con páginas faltantes. La institución tiene aproximadamente 63 piezas de ese tipo en su sección de libros raros.
Toda la obra de Vargas Vila estaba en el índice, dice Gabriel Iriarte, editor de Planeta y creador de Lista negra, una recopilación de las obras más importantes prohibidas o censuradas en Colombia. En las obras de Vargas Vila estaba presente el tema sexual, la religión y la política y por esto fue condenado. Es el escritor colombiano más perseguido, agrega Carlos José Reyes, director de la Biblioteca Nacional.

Index librorum prohibitorum.

- Lista negra de los libros maldecidos por los sabios de la iglesia católica que ningún fiel podía leer sin quedar en el acto excomulgado por voluntad divina y convertido, debido a ciertos indicios de mala conciencia, en potencial candidato a la hoguera de la Inquisición. Otra relación, denominada Index expurgatorius, llevaba la cuenta de los libros castrados y puestos en salmuera por el Vaticano; castrados justo en los meros pasajes que no encajaban en la ranura de la hucha del dogma.

Esto de prohibir la lectura de libros lo había hecho el emperador Maximiliano I en 1510, cuando había ordenado que se confiscaran y entregaran a las universidades todos los libros judíos para analizarlos y quemarlos si fuera el caso.

El primer Papa que hace una condena expresa de los libros del Talmud, es Gregorio IX, de finales del siglo XII. Le sigue Inocencio IV (1243-54), quien dicta la Bula Impía Judeorum
Perfidia, de 9 de mayo de 1244. En la edición del Index Expurgatorius (catálogo de los libros expurgados o sucios), publicada por orden de León XIII en 1887, se hace esta referencia expresa al Talmud y a dos Papas anteriores a él.

En la inquisición la lectura de cualquier biblia en versiones no autorizada era prohibida, y hasta la posesión de las autorizadas por personas ajenas a la predicación eran motivo de proceso ante la inquisición.

Las obras parcialmente censuradas fueron recopiladas en el Index Expurgatorius, publicado por primera vez en Amberes en 1571, bajo la dirección de Arias Montano”.

En la America Colonial no era de extrañar, que pese a las prohibiciones estas obras se abrieron camino burlando los controles a través del contrabando desde el siglo XVI.

A Hispano América no solo entraban por debajo de la mesa obras protestantes Luteranas, si no también las de Homero, Plutarco, Virgilio, Cicerón, Ovidio, Marco Aurelio, Lucano y Terencio; y se verá cómo era popularísimo el Ariosto y muy común la lectura de las obras del Petrarca y de Camoens.

La inquisición fue abolida en España en 1843, trayendo como consecuencia el fin de esa odiosa represión que duró más de tres siglos en América Latina. Tuvimos que aguardar hasta el siglo XIX a que con el surgimiento de gobiernos independientes de la corona Española se abrieran los caminos de la tolerancia, todos los nuevos países tomaron caminos y tiempos diferentes para ello, Colombia tardó bastante, pues aún recuerdo ese miedo, ese temor irracional que causaba el hecho de tener libros de Vargas Vila o Sartre en la biblioteca. Entonces ya no se torturaba o ejecutaba al poseedor de dichos libros, pero la excomunión y el repudio social no se harían esperar.

Por eso no olvido el término con el nombraban a estos seres de espíritu inquieto que se atrevían a desafiar tan vil represión, que no temían deleitarse con los cuentos de Séneca leídos bajo la cama a la luz de una vela, las deliciosas novelas de Dumas o la irreverencia de Vargas Vila. Espíritus valientes que fueron llevados a la hoguera de la inquisición, o en mi pueblo sometidos a humillación y al escarnio público por el solo hecho de no rendirse ante las absurdas prohibiciones y sobre todo por buscar la verdad, esa verdad que es la única que nos hará libres y dignos hijos de Dios.

Un lamentable pasaje de la historia de la humanidad que jamás debió ocurrir,
El índice de libros prohibidos fue mantenido desde 1559, cuando fue creado por la Sagrada Congregación de la Inquisición de la Iglesia Católica Romana, posteriormente llamada la Congregación para la Doctrina de la fe hasta la próxima fecha de 1966 y abandonado definitivamente durante el papado de Pablo VI dentro de los preparativos del Concilio Vaticano II.
Descanse en paz el Index expulgatorius, que hoy recordamos en este blog como testimonio de lo que no debió ser y sobre todo de lo que no debe nunca volver a ocurrir, se vuelven vigentes las sentencia iniciales de esta entrada, la de Cicerón: “historia magíster vitae” (la historia es maestra de la vida) y la de Santayana. “Quien no conoce la historia está condenado a repetirla”.

DZR.