jueves, 14 de mayo de 2009

MARÍA SANTIFICADORA

En una montaña enclavada en medio de la agreste geografía Antioqueña, sucedió un hecho sorprendente e inexplicable que les narraré en versión de primera mano, pues fué el mismo protagonista del controvertido fenómeno quién me lo reveló.

Don Luis Federico Blandón, quien me distinguió con su amable amistad, sentado en la sala de su casa comenzó a contarme el suceso que cambió totalmente su vida.




Antes de este acontecimiento, el era un hombre común y corriente, afanado solo por los asuntos cotidianos de los que nos ocupamos día a día la mayoría de los mortales.

Vivía en Concordia, en un pequeño pueblo Antioqueño cuando amasó una pequeña fortuna, poseía algunas fincas ganaderas, su casa y una próspera panadería, cosas que lo convertían en uno de los hombres más adinerados de esa región.

Era alegre y fiestero, gustaba del licor, el tabaco y las bellas mujeres. Tenía con su esposa una familia numerosa a la que por sus actividades comerciales no podía dedicar todo el tiempo que hubiera querido.

Eso si, siempre fué responsable de la manutención de su casa y sus hijos, a los que nunca entonces les faltó nada. Así pasaron muchos años de su vida, en relativa opulencia y sin mayores altibajos, pero sentía que algo le faltaba, sentía un profundo vacío en su espíritu que le impedía ser feliz.

Entró un día en una profunda crisis existencial y sintió que debía darle un nuevo rumbo a su vida. Analizando las alternativas, concluyó que el origen de su desazón era Don dinero, que su meta hasta entonces se había centrado en las ganancias mercantiles y que por ellas prácticamente había dejado a un lado a su propia familia.

Al día siguiente visitó al párroco del pueblo para hacerle una inusual petición:
- Padre, por favor pídale a Dios que me quite mis bienes y fortuna.
El padre sorprendido se negó tajantemente a molestar al creador con esa descabellada solicitud, pero tanto rogó e insistió Don Federico que no tuvo más remedio que recomendarle otra opción:

- Madruga mañana y te diriges a la puerta del templo, antes de la misa de 5:00 pídele entonces a los primeros tres ancianos que ingresan a misa que recen tres padre nuestros por una gran necesidad que tienes, pero Federico, aún me sigue pareciendo absurda tu petición, terminó diciendo el padre.

Muy de madrugada, Don Federico se dirigió a la iglesia a esperar a los dichosos ancianos e hizo su tarea, conforme a lo aconsejado por el sacerdote, volvió a su casa y durmió otro rato, hasta que lo despertó el ruido que alguien hacía golpeando fuertemente la puerta de su casa.

Su esposa entró al cuarto y le dijo que un empleado de la panadería lo necesitaba pues se estaba quemando el negocio, como no había en la población servicio de bomberos, nada quedó de la pujante panadería de Don Luís, contemplando las ruinas recordó su petición matutina y no pudo evitar estremecerse por la impresión, ya comenzaba a cumplirse su deseo.

Desde ese día el descalabro de sus negocios no paraba, el ganado de sus haciendas enfermaba o lo robaban los cuatreros surgidos de una violencia que comenzaba a asolar el país, rápidamente la ruina fué total y como pudo empacó y viajó como un desplazado más a la gran ciudad, Medellín, esa urbe que comenzó a acoger a gentes de todos los rincones de nuestra patria Antioqueña, que se debatía en una desaforada orgía de rapiña disfrazada de guerra política.

Aquí en la ciudad un amigo le dió posada en un pequeño garaje, en el cual Dios sabe como se acomodó con su gigantesca familia y menaje mientras conseguía trabajo y un lugar más adecuado para vivir. Conseguido el empleo tuvo que comenzar de cero y con mucha paciencia y ayudado por su abnegada esposa comenzaron su nueva vida en la tierra prometida, su espíritu comenzó a alivianarse, recuerdo esa sentencia que dice: Solo de las grandes crisis surgen los grandes hombres”. Sintió que la voluntad del Creador estaba tras todo aquello y comenzó a percibir esa paz que tanto anhelaba.

Arrendaron una casona y su familia comenzó a tener una vida desahogada y tranquila. Pero muy lejos estaba Don Luís de imaginar lo que pronto ocurriría en su vida, como fué comenzar a protagonizar el bello legado de la renovación de la fe que le encargaría la misma Madre de Cristo: María Santificadora.

Una mañana de 1976, cuando visitaba un terreno de un cuñado suyo, se alejó del grupo y subió por la pequeña cuesta de un cerro, que se cubría en ese momento con ese manto blanco de niebla tan común en las veredas de Guarne en el oriente Paisa, notó que una arboleda que limitaba el terreno arriba y al pié del alambrado se sacudía fuertemente a pesar de no haber viento, subió hasta allí y fué cuando vio por primera vez a la Divina señora con su Hijo en brazos, el sintió pánico y sin poder asimilar esta visión se volvió hacia el otro lado cayendo de rodillas sobre el húmedo pasto, sintió que un par de manos fuertemente lo giraban hacia la sorpresiva aparición y de nuevo la vio, era la más bella entre la bellas y la más dulce entre las dulces, el pequeño niño le sonreía y extendía sus bracitos como pidiéndome que lo tomara...

Al contarme esto, el rostro de Don Luis resplandecía de emoción, ya no estaba conmigo en la sala de su casa, estaba en ese momento y en ese lugar de nuevo, en el cerro, arrebatado por sus recuerdos.
- Ninguno de mis acompañantes se percató de esto, pues me había alejado mucho del grupo, ellos dicen que me veían arriba del cerro de rodillas, hasta que extrañados por mi prolongada actitud subieron y me encontraron en una total conmoción.
- Ya más calmado les conté lo sucedido y el primer mensaje que me había revelado María Santificadora, nombre con el que quería ser llamada.

Miles de personas ascienden al ahora llamado “Alto de la Virgen”, peregrinos llegados de todas partes de la ciudad, el país y el mundo, buscadores de salud, de consuelo de sabiduría, tampoco faltan los curiosos, los noveleros y los vendedores de baratijas, hasta curas que recorren el sitio por su cuenta, costal en mano, pidiendo ofrendas dizque para la Santificadora.

Don Luís amigo mío, escúcheme desde esa nueva dimensión en la que ahora habita, es inevitable todo esto, lo cierto es que sus mensajes y las revelaciones que usted recibió allá son conmovedores, las curaciones, algunas de las que soy testigo, corroboran que algo muy grande ocurrió en ese cerro que se cubre de repente con un espeso manto blanco de niebla, el manto de nuestra María Santificadora.



Luis Federicio Blandón Calle (Dic. 22 de 1929 - Febr. 28 de 1998)


Un enlace para más datos:

http://www.virgensantificadora.org/Folletos/Federico%20Blandon%20el%20vidente.pdf

Testimonios: http://foros-testimonios.blogspot.com/2009/04/testimonios-sobre-maria-santificadora.html

http://www.virgensantificadora.org/

Fotos: http://mariasantificadora.org/galeria.html