viernes, 22 de mayo de 2020

TRES GRADOS BAJO CERO

Algunas veces la realidad supera la ficción.
Dos cuentos cortos sacados de la nevera.

Los falsos falsos positivos



Doña Rosalba viajó a la ciudad para hacer algunas diligencias personales. Caminaba por la amplia plazoleta del Centro Municipal con una carpeta bajo el brazo. Ponía mucha atención para no pisar las junturas del piso y evitar que sus tacones se atascaran en las anchas grietas que quedaban entre los adoquines prefabricados.

De repente alguien le tocó el hombro sacándola de su ensimismamiento.

- Señora, ¿qué vueltas tiene que hacer?; si quiere le puedo colaborar.

- Gracias, tengo que pedir un certificado de libertad de una casita que tengo aquí en la ciudad.

- ¿Viene usted de un pueblo?

- Sí, de Santiago del río.

- ¿Ha perdido algún familiar en el conflicto armado en esa zona?

- No señor, gracias ha Dios nada malo nos ha pasado.

- Igual mi doña, si quiere le puedo sacar una compensación del presupuesto que hay para esos casos, solo tiene que darme el nombre de algún hijo para ponerlo en la lista de desaparecidos o de falsos positivos. Usted recibiría una buena compensación y solo me daría un pequeño porcentaje por la vuelta.

- Me suena el asunto, dijo doña Rosalba, mientras caminaba con el joven interlocutor en busca de una cafetería para que le explicara bien la cosa.

Así me relató su historia doña Rosalba en la sala de su casa recién remodelada de la  ciudad, adonde se vino a vivir con su familia.


Lideresa social.


Siempre pensé que los líderes sociales eran personas impolutas de reconocida honestidad, que dedicaban su vida a colaborarle a sus congéneres sin otra recompensa que la satisfacción del deber cumplido.

Igual pensaba que estos servidores eran seleccionados y escogidospor sus respectivas comunidades sin intervenciones de intereses políticos o particulares. En suma, elegidos democráticamente. 

Seguramente en algunos casos así será, pero, no falta el pero; mi desilusión fue mayúscula cuando conocí a uno de estos personajes. 

María, así la llamaré, tendría unos cincuenta años y siete hijos, todos ellos de diferentes padres, algunos de ellos no muy bien definidos. Seguramente en sus años mozos fue una mujer bella y atractiva, pero tristemente ahora le queda muy poco de esto.

Es analfabeta y carente de sensibilidad. No le proporcionó educación a sus hijos, que por el contrario tuvieron que rebuscarse la forma de ganar algunos pesos para colaborar en los gastos de la casa. 

Tal vez no era alcohólica pero que le gustaba el licor y la parranda, le gustaba.

No había perdido su natural coqueteo, pues aún era muy enamoradiza, en especial la atraían mucho los chicos malos.Y fue uno de estos el que la convenció para convertirse en una lideresa social de racamandaca. El susodicho muchacho le llevó a una amiga para cambiarle la imagen y dejarla bien pispa y proponerla como representante de su vereda.

El consocio de la nueva represa le entregó una nueva y digna vivienda en reconocimiento a su importante labor en pro de los más necesitados. La invitan algunas veces al Concejo del pueblo y a la misma Alcaldía Municipal, ocasiones que aprovecha para ser la mensajera de los muchachos que bajo cuerda consiguen ventajas para operar sus oscuros negocios. 

María lleva y trae recados y dinero para comprar votos y favores, y hasta lo ha hecho lo más de bien.

No dudo que muchos de los líderes sean honestos y sinceros en su entrega al servicio, pero igual habrá otras Marías y Pedros de los palotes que nos decepcionan enormemente.