sábado, 1 de noviembre de 2014

CUANDO EN ANTIOQUIA NO HABÍA HALLOWEEN


En nuestra tierra nada sabíamos del Halloween hasta finales de los años setentas. Antes de eso nos celebraban el día del niño en la primera semana de agosto en las escuelas y colegios.

Los profesores preparaban sancocho en improvisados fogones de leña. También nos daban leche achocolatada, panes, confites y queso.

Era un día de recreación muy animado. Los disfraces los hacían las madres o las tías. En muchas casas tenían máquina de coser  y algunos conocimientos de costura, así era que los disfraces eran confeccionados en el hogar económicamente.

Otros no tenían tanta suerte y se las arreglaban para hacer sus disfraces con papel de globo, periódicos, ropa vieja, etc.

Cualquier cosa que nos pusieran nos satisfacía, sin importar quien tuviera más o menos, la cosa era pasarla bien ese día.  Las tiendas de disfraces para niños, si las había, nunca las conocí.

Los juegos en el patio eran variados y entretenidos, se jugaba la golosa (Rayuela), la chucha (Alcánzame si puedes), guerra libertada, el bate (Beísbol con palo de escoba y pelota de letras, Mazotes y pico y cuarta (Canicas), fútbol, elevábamos cometas (Papalotes), intercambiábamos caramelos (Laminitas coleccionables). Nada de juegos electrónicos, pues todavía no se inventaban.

En Estados Unidos ya conocían el Halloween desde 1921, cuando la fiesta comienza a celebrarse masivamente en Minnesota.  Allí se realizó el primer desfile de Halloween, las siguientes décadas la fiesta se volvió más popular, y sin lugar a dudas años después de esto la internacionalización del Halloweeen se fue dando con la recolección de dulces y la cancioncita de truco o trueque incluida.

A nosotros aún no llegaba esa costumbre, pero la pasábamos muy bien sin esas bobadas.

También recuerdo que en las mangas que estaban frente a la escuela construíamos ranchos, con palos y ramas que cortábamos de los árboles que allí había. Eran días inolvidables que se repitieron hasta que llegó ese día de las brujas, cargado más de mercadeo que de diversión.

Pero los niños siguen siendo niños y se divierten a su manera, mientras los almacenes hacen su agosto y los padres milagros para comprarles los costosos disfraces.

viernes, 31 de octubre de 2014

CUANDO EN COLOMBIA NO HABÍA HALLOWEEN

De la revista CARRUSEL - Periódico EL TIEMPO

ÁNGELES SOMOS - LIMONADA DE COCO.

Ilustración: MiguelYein

Cada 1° de noviembre los niños salían a pedir limosnas de casa en casa cantando coplas.

Aquella tradición combinaba dos rasgos distintivos de la costa Caribe colombiana: el espíritu expansivo y el gusto por las coplas.

Entonces nuestra región no tenía ciudades sino pueblos grandes. Barranquilla y Cartagena aún conservaban costumbres rurales: en cada familia alguno de los padres procedía de una aldea cercana o remota, así que en las casas prevalecía un tipo de alimentación campestre: productos agrarios frescos recién traídos de las fincas, víveres del día que no habían pasado por un refrigerador.

Ese marco rural era apropiado para que floreciera entre nosotros el ritual conocido con el nombre de ‘Ángeles somos’. Cada 1º de noviembre los niños salían a pedir limosnas de casa en casa por medio de coplas. Dos de ellos cargaban a hombros un palo de escoba en el cual iba colgada una olla de cocina.

Al llegar repentinamente a cada casa soltaban un primer canto que funcionaba como carta de presentación:

Ángeles somos
del cielo venimos
pidiendo limosnas
pa’ nosotros mismos

Si el anfitrión de turno demoraba para salir, la cuadrilla de niños lo increpaba con versos:

No te escondas, no te escondas
porque te tiro con la honda.

Cuando finalmente aparecía el dueño de casa, los niños seguían haciendo rimas para dar a conocer sus peticiones.

Sancocho y vino pa’ Marcelino
Arroz y ron pa’ Marcelón

Los dueños de casa, por lo general, contribuían con la causa: les daban a los niños algunas viandas que ellos guardaban en la olla: ñame, yuca, plátano, costillas de res. Pero a veces, antes de entregar su aporte, fingían un poco de indiferencia para poner a prueba la habilidad de los niños en la versificación:

No te dilates, no te dilates
Saca el bollo del escaparate.

No te rías, no te rías
Que la olla está vacía

Cuando los niños recibían sus obsequios, lanzaban unas coplas finales para expresar gratitud:

Esta casa es de uvita
Donde viven las bonitas

Esta casa es de arroz
Donde vive el Niño Dios

Luego seguían recorriendo las calles. Cuando llegaban a un lugar donde no les daban nada, esgrimían versos de protesta:

En esta casa no me amaño
Porque hay mucho tacaño

Esta casa tiene espinas
Porque hay muchas mezquinas

Al final de la jornada se reunían en el patio de alguno de ellos y preparaban un sancocho fraternal con los víveres que habían recibido.

La tradición estuvo vigente, más o menos, hasta finales de los años 70. Después llegó el Halloween y todo cambió, desde la fecha –se pasó del 1º. de noviembre al 31 de octubre– hasta el espíritu de la celebración. La olla fue reemplazada por una calabaza, los víveres de cocina fueron trocados por confites, el asalto a las casas derivó en visitas a los centros comerciales, los niños dejaron de crear coplas y se dedicaron a recitar cánticos preestablecidos.

No pretendo concluir que todo tiempo pasado fue mejor. Tan solo diré que fui testigo de un momento en que nos atrevíamos a ser lo que somos. Y, para despedirme, lanzaré unas coplas al viento antes de sentarme con tres amigos de infancia a devorar este sancocho fraterno, memorioso, que hemos querido regalarnos:

No se rían, no se rían
que la identidad quedó vacía
Esta casa es de agujas
Porque está llena de brujas

ALBERTO SALCEDO RAMOS

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miércoles, 29 de octubre de 2014

TEOLOGÍAS DEL MAS ALLA – 2ª PARTE

EL CIELO, EL PURGATORIO, EL INFIERNO Y LOS PAPAS
Alberto López

foto Eugene Atge

En el año 1254, el papa católico Inocencio IV, con motivo de I Concilio de Lyon, acuñó la palabra “purgatorio” como un “lugar” y un “tiempo”, un “infierno temporal” en que las almas recibían castigo por sus pecados, pudiéndose ser este reducido por medio de sufragios, sacrificios o indulgencias…sobre todo indulgencias. Esta doctrina sería rubricada en II Concilio de Lyon, 1274 y en el de Viena, 1311-1312. En 1476, el papa Sixto IV, tomando las ideas establecidas en el Concilio de Florencia, le dio su formulación “definitiva”:
« Los que murieron en la Luz de la Caridad de Cristo pueden ser ayudados con las oraciones de los vivos. Y no sólo eso. Si se dieren limosnas para las necesidades de la Iglesia, las almas ganarán la indulgencia de Dios »

En fin que tras reiterados dictámenes de varios Papas (infalibles todos ellos) el asunto quedaba zanjado. Tomás de Aquino, suma teológica del catolicismo, puntualizaba el asunto afirmando que entre los placeres que disfrutarán los que van al cielo, el primero era la visión de Dios, y el segundo, la contemplación de los sufrimientos a que están sometidos los arrojados al infierno. ¡Menuda ternura de corazón tenía el santo!

La devoción a las almas del purgatorio, nacida en la Edad Media se propagó como la peste, porque paso a representar el modo de subsistencia de muchos sacerdotes. Los párrocos de parroquias grandes tenían sus prebendas, pero los pobres curas de pueblo se las pasaban canutas para llegar a fin de mes, así que se dedicaron a vender misas a la gente, a diestro y siniestro, para poder ayudar a sus deudos a salir del Purgatorio.

Y así ha continuado más o menos hasta hace poco, y hablo por propia experiencia, porque mi madre, después del fallecimiento de mi hermana se gastó buena plata por las llamadas intenciones de las ánimas del Purgatorio. Bien es verdad que para mantener un poco el tipo, la Iglesia comenzó a otorgar las Indulgencias con carácter general para todas las almas, y no para una u otra en particular, ya que los ricos a base de misas estaban venga a sacar del fuego a su gente y el Purgatorio se estaba convirtiendo en una barrio periférico de chabolas de las afueras de Madrid.

Por eso, a mí, desde bastante joven, el asunto del Purgatorio siempre me ha sonado un poco a Hacienda: un tingladillo como otro cualquiera para recaudar pasta, que con el tiempo, como lo denunció en bueno de Lutero, en sus “95 tesis de Wittemberg” del año 1517 ( anteriormente, ya lo habían denunciado en el siglo XIV, John Wickliffe y Jan Hus) se fue convirtiendo en una verdadera compraventa y tráfico de indulgencias, que aunque no es lo mismo que lo del actual tráfico de influencias en que esta embardunada España, no le va muy a la zaga en cuanto a corrupción.

Bueno así estaban de tranquilas las cosas teológicas, hasta que llegó el Papa polaco y en agosto de 1999 puso patas arriba la doctrina tradicional sobre el Cielo, El Purgatorio y el Infierno, proclamando que estos, no son lugares físicos, sino meros estados de ánimo : “El cielo, dijo, no es "un lugar físico entre las nubes"…el infierno tampoco es "un lugar", sino "la situación de quien se aparta de Dios"…el purgatorio es un estado provisional de "purificación" que nada tiene que ver con ubicaciones terrenales… y Satanás "está vencido definitivamente. Jesús nos ha liberado de su temor"…Y el Wojtyla se quedó tan pancho.

O sea que el polaco, que también era infalible (y supongo que más que otros porque ha llegado a ser santo) se pasó por el arco de triunfo las infalibilidades de los Papas anteriores y dijo que donde hasta entonces se había dicho “digo” ahora había que decir “Diego… y todo dios tragó sin decir ni mu.

Sin embargo, esta corrección, que ponía en crisis la interpretación clásica de los textos sagrados, apocalípticos, tenebrosos y vengadores, no gustó a muchos jerarcas del catolicismo. Sin ir más lejos, su sustituto, el alemán neonazi, volvió sobre el asunto con su vocecita bífida, afirmando que "el infierno existe y es eterno". Y claro, éste también era infalible, aunque supongo que un poco menos, porque tiene muy poco gancho, ha dimitido (lo que en la Iglesia no está muy bien visto) y con el currículo que tiene no se prevé que llegue a santo.

El Bene sostiene ahora que el purgatorio no es un lugar del espacio en las entrañas de la Tierra, ni un fuego exterior, sino un fuego interior que purifica las almas en el camino de la plena unión con Dios. En fin un sufrimiento o comida de coco psicológica que no hay dios que la pase, si no es, a base de antidepresivos. Aun así, intentando estar en consonancia con el polaco, invitando a rezar por los difuntos aclarará: “El Purgatorio no es un lugar del espacio, del Universo, sino un ‘fuego interior’ que purifica el alma del pecado”. En fin que, otra vez, empleando términos vascos, los papas se traen un lío de la ostia.

Así que, si antes, cuando nos moríamos, el cura nos deseaba con la última frase del responso mortuorio “Requiescant in pace” aunque todos sabíamos que de descansar en paz nada de nada, pues nos mandaban a sufrir al Purgatorio, ahora con lo que se han inventado los últimos papas, lo de descansar en paz ni antes ni después de muerto, porque con la nueva doctrina, los vivos las vamos a pasar canutas con unas depresiones por arrepentimiento, de tomo y lomo. Yo supongo que por ahí debe ir la actual crisis económica, donde los bancos, han tomado, por delegación divina y con la intermediación de la Iglesia, el lugar de los funcionarios del Purgatorio para jodernos la existencia.

¿Y que dice de todo esto el moderno y liberal papa argentino?... Pues poco…casi nada. En realidad parece que deja las cosas donde las dejaron los dos anteriores. Yo pienso que, se ha dado cuenta que esto es un lío monumental, y que mejor es dejarlo pasar confiando más en que el tiempo lo aclare que en la sabiduría de la blanca paloma que ya debe estar muy vieja para estos menesteres. Mientras ha tenido una ocurrencia a la altura de las de su presidenta, la señora Kirchner: incorporar la adquisición de indulgencias plenarias, a sus seguidores de las redes sociales. Normalmente, un acto de este tipo estaba reservado para quien sostenía una entrevista en persona con el Papa, pero ahora, Francis, lo quiere extender a los que lo siguen virtualmente.

Los seguidores (los followers) del Papa que hayan confesado sus pecados, que vayan a misa y hayan sido absueltos por el sacerdote de su elección, pueden seguir los eventos por el sitio de microblogging y recibir el perdón especial.

O sea estimados colegas de face book, que ahora, se puede sacar a las almas del purgatorio a través de internet, rezando por el Papa en Facebook, Twitter y demás inventos internaúticos. En otros términos menos teológicos pero no menos claros: que si las putas cobran ya en tarjeta de crédito por sus servicios, porque no va a hacerlo la Iglesia para cubrir los suyos. Es simplemente un asunto práctico…que nadie se molesta…nada más que practico.

Todo este fregado en que se han metido últimamente los Papas, está trayendo una profunda crisis de identidad y valores en el mundo católico, porque, si ni el purgatorio ni el infierno (con mayúsculas) existen… ¿qué queda a los predicadores del más allá como el lugar donde son premiados eternamente los justos y castigados los pecadores?...Tomando conciencia de este peligro que se avecinaba, el alemán, dando un paso atrás en abril de 2007, y dibujando la figura de un Dios "de justicia" y castigador dijo que, el infierno, del que se habla poco en este tiempo, existe y es eterno"

En todos estos dimes y diretes sobrevuela el dogma católico de la “Infalibilidad pontificia en ‘ex cathedra’ “ ( según el Concilio Vaticano I, 1869, y rubricado por el famoso y progre Concilio Vaticano II, 1962-1965, que siguió manteniendo lo de la infalibilidad) una infalibilidad que en asuntos relacionados con la fe, la moral, el más acá y el más allá, resulta, según la Iglesia, incuestionable para cualquier católico por presentarse como una “revelación divina. Pero la realidad y la historia van por otra parte y una y otra vez la doctrina cambia y se desdice. En fin, que como diría un vasco, lo de la infalibilidad del Papa es una cosa que es la ostia y en ella ya no cree ni Dios.

lunes, 27 de octubre de 2014

MI PRIMER PROGRAMA DE TELEVISIÓN

La televisión llegó a Colombia el 13 de julio de 1954, veintisiete años después de que se hiciera la primera emisión pública de la BBC en Inglaterra y 24 años luego de las primeras emisiones en Estados Unidos, aunque en verdad entonces no tenían horarios fijos. Fue en Alemania donde comenzó la primera emisión de televisión pública con horarios regulares en 1930.


Realmente es muy joven este invento en términos históricos, y aún más si hablamos de la primera emisión en Colombia que en julio de este año 2014 cumplió sesenta años.

A mi casa el primer televisor llegó en medio de la algarabía de todos. Era un General Electric muy pesado y con mueble metálico, inmediatamente lo instalaron en la sala y se convirtió en centro de atención de todo el vecindario, de inmediato mi mamá se encargó de decorarlo con una carpeta que había tejido a mano y la acostumbrada porcelana. Es que eran muy costosos esos aparatos: $350, cuando el salario mínimo era de $120.

Por eso desde entonces no fue raro ver todas las noches a los niños vecinos tocando la puerta con cara de sobrino huérfano haciendo esta solicitud: ¿Me deja entrar a ver tilivisión?

Así fue que mi casa se convirtió de la noche a la mañana en el teatro de la cuadra. Nos apretujábamos sentados en el piso desde antes de que comenzara la programación a las seis de la tarde. Aquello parecía una guardería donde todos gritaban y se peleaban los mejores lugares. Llevaban galletas, confites, recortes, gaseosas y hasta en cierta ocasión presas de pollo, esto último lo descubrió mi mamá pues barriendo una mañana encontró los huesos debajo del sofá.

Rosalba era la vecina más pequeña que nos visitaba,  indefectiblemente al salir descubríamos que hacía chichí en el piso. Los programas aunque eran bastante aburridos no mermaban nuestra curiosidad infantil, es que eso de ver gente moviéndose, bailando y cantando tras un virio era mágico y misterioso. En una ocasión cuando no había nadie en el salón me asomé tras el mueble del televisor para mirar por los huecos de la tapa posterior a ver si podía descubrir a los Tolimenses allá metidos en esa caja, pero nada, solo se veían las luces de los tubos.

Todas las noches lo mismo, el Himno Nacional, las palabras del presidente: General Gustavo Rojas Pinilla y el concierto de la Sinfónica de Colombia. La cosa cambiaba cuando aparecían Los Tolimenses, que con sus salidas, chistes y canciones nos hacían desternillar de la risa. Se acababa temprano el espectáculo y todos los invitados salían rumbo a sus casas.

Era tal la novedad que al finalizar la emisión empezábamos a ver ese torbellino de puntos negros y blancos, como avispero alborotado, y escuchábamos  un extraño ruido: SHISSSSS…, pues ni eso nos perdíamos, y lo mirábamos buen rato embelesados hasta que nos vencía el sueño o nuestra madre nos amenazaba con una pela si no nos íbamos a dormir.

Solo hasta hace poco me di cuenta que aquella imagen de estática era ni más ni menos que el 1%  de los residuos de la radiación electromagnética del Big Bang. Pues nosotros nos graduamos en eso, fueron muchas las horas que lo estuvimos viendo.

Sesenta años no es nada, el tiempo pasa volando y la televisión en Colombia ya es digital y hasta con conexión a internet. ¿Qué vendrá después? Pues ni lo imaginamos, a lo mejor veremos televisión holográfica con olores incluidos, o es que no recuerdan a doña Gloria Valencia de Castaño, en su extraordinario programa Naturalia, diciendo: Lástima que la televisión no sea en colores.

domingo, 26 de octubre de 2014

TEOLOGÍAS DEL MAS ALLA

1ª PARTE
 EL PURGATORIO Y EL INFIERNO
Alberto López



 Quien ha pasado por los campos de exterminio nazis en Europa.
 Quien ha sufrido los bombardeos israelíes en Gaza.
 Quien ha pasado por manos de la DINA de Pinochet.
 Quien ha estado encerado en la cárcel de la base de Guantánamo.
 Quien ha sido deportado a Siberia por el estalinismo.
 Quien ha sufrido la lluvia de fuego del napalm, en los arrozales de Vietnam
 Sabe que el purgatorio y el infierno existen y que están en este mundo.

Durante el periodo del nacional catolicismo español en el que me adoctrinaron, las cosas estaban bien amarradas. Los buenos iban al cielo, los malos al infierno y los que se habían comportado así…así… se pasaban una temporada en el Purgatorio penando por sus pecadillos veniales. Con una Iglesia que lo sabía todo, con un Papa infalible y con unos libros dictados por el mismísimo Dios, nadie se hacía preguntas, y al que se les hacía, acaba llevándoselo la policía. Sin embargo yo, que según mi familia, siempre fui un chaval un poco raro, no lo tenía tan claro, y asuntos como los de El Limbo, El Purgatorio y El Infierno, nunca dejaron de suscitar mí interés, incluso ahora, que ya no soy creyente, le sigo dando vueltas a estos asuntos. Marcas indelebles de una infancia traumatizada por el Franquismo.

Mi primer interrogante era sobre cuánto tiempo se pasaba en el Purgatorio. Los curas decían que dependía del número y gravedad de los pecados. Pero quien era el encargado de juzgar e imponer la pena ateniéndose a la entidad de los mismos. Donde estaba por así decirlo el Código Penal donde se fijaban pecados (delitos) y en correspondencia, las consiguientes penas. Los curas contestaban que Dios, que todo lo ve, es el único juez. Pero… y nosotros… los juzgados ¿cómo sabíamos medir la gravedad de nuestros pecados?... ¿Dónde estaba el baremo para saber a qué atenernos?... Cuando le metíamos mano a la novia en la oscuridad de las últimas filas del cine de barrio, ¿dónde estaba la raya entre lo venial y lo mortal cuando la mano subía por la pierna acercándose al sexo? Si era por encima de las bragas el asunto era más probable que fuera venial, pero si era por dentro, la seguridad de mortal estaba garantizada.

En fin que, si al salir del cine te caía un ladrillo del tejado y te mataba, la habías jodido, porque te habías condenado para toda la eternidad.

Así que, cuando yo salía de la confesión, nunca me quedaba vacío del todo y me poseía la duda de si lo habría contado todo con el detalle necesario para que el cura calibrara bien lo que me estaba perdonando. Pero quien era el valiente de contarle a Don José Luís, el temible párroco trentino, con pelo y señales, como le habías metido mano a Rosita en el cine o como te la cascabas frente a un cromo de Ava Gardner. Y eso a pesar de su insistencia en sacarnos información: ¿”Hasta donde hijo… hasta donde han llegado los tocamientos?... ¿Ha habido eyaculación?... ”No le entiendo padre”… ”¡Coño! que si te has corrido hijo, que si te has corrido”… Más tarde nos enteramos que, el cochino aquel, se excitaba con aquellos diálogos y se la cascaba sin compasión dentro del confesionario.

Y si Dios nos juzgaba para mandarnos a un destino u otro… ¿Para que servía un segundo juicio? Me refiero al famoso Juicio Universal, que al final del mundo se iba a producir de nuevo ante Dios con la presencia multitudinaria de todos los hombres, desde que los echaron del Paraíso Terrenal?... ¿Y dónde encontraría Dios un local para celebrar el macro juicio y juntar a tanta multitud que podría cubrir varias veces la superficie de toda la tierra?... Y si como dicen las escrituras nos iría llamando de uno en uno para darnos el resultado, ¿cuántos siglos se tardaría en aquel juicio?... Por cierto ¿acudirían también a aquel juicio los que ya estaban en el infierno y en el cielo?...¿ Pero para qué sacarlos y volver a meterlos de nuevo?... Ya digo que a mí las cosas no me encajaban.

Después de mayor he aprendido que un principio inalienable del derecho es el del “Non bis in ídem”… (No dos veces por lo mismo)… que impide juzgar a alguien dos veces por el mismo delito…Pero claro, la Iglesia, ya se sabe, es como Sevilla, tiene un color especial.

Los Papas dicen que para entrar al Cielo hay que estar totalmente libre de todo pecado y que por eso para purificarnos hay que pasar por el Purgatorio. En fin más o menos como lo que me decía mi madre: Luis Alber si no te lavas bien las manos, no comes. O sea que de ir al cielo derechitos, derechitos, más bien pocos. Porque díganme ustedes, quien más quien menos ¿quién no tiene un pecadillo en la mochila? Conclusión: que al cielo solo van los santos.

Pero que yo sepa, gran parte de ellos también tuvieron su época de golferío y puterío, de la, justo es decirlo, más tarde se arrepintieron… ¿Pero yo me pregunto, estos, también pasaron por el purgatorio?...Y a los que ahora hacen santos, donde los tienen todo el tiempo, desde el momento en que se mueren hasta que los elevaron a los altares?... ¿En el Purgatorio?...¿En alguna residencia para posibles santos, como las salas VIP de los aeropuertos?

Los que parece lo tienen claro son los niños que, una vez bautizados, no han llegado a la edad de la toma de conciencia. Estos angelitos, si se mueren, como no han tenido todavía la oportunidad de pecar, si que van seguro derechos al cielo…Pero de los demás…pocos muy pocos. Esto me lleva a pensar que, desde la perspectiva de la Iglesia, es un chollo morirse de niño, porque sin necesidad de pasar por este valle de lágrimas, con sus crisis económicas, el paro, las estrecheces para llegar a fin de mes y tantos otros sufrimientos más que nos hacen sufrir y nos incitan al pecado de dejar de pagar la hipoteca al banco, se van al cielo a toda leche en AVE, en lugar de hacerlo, como en el caso de los adultos, en incómodos mercancías recorriendo todas las vías secundarias, en un viaje, a cuyo estación término parece no llegarse nunca.

En fin que, con salvadísimas excepciones, todos vamos a pasar a broncearnos (en el infierno no te bronceas te quemas) una temporadita al Purgatorio…Pero tranquilos, se sale… como de la cárcel, se sale.

Cada momento histórico ha tenido su propia valoración en el asunto de los pecados. Lo que en un momento fue mortal ha resultado después venial y al revés. Incluso en la misma Biblia (una suma de textos, de autores distintos, cuya redacción cubre un arco de más de mil años) se encuentran apreciaciones no solo diferentes, sino hasta opuestas, sobre el mismo concepto de pecado. Por poner un ejemplo. La homosexualidad para la Iglesia católica ha sido durante siglos un pecado nefando y abominable. Hoy sin embargo ser maricón ya no es pecado, como cantaba la famosa Otxoa de Bilbao.

El problema se plantea ahora con todos lo maricones que pueblan el Purgatorio o el infierno… ¿Quién les va a compensar de todos sus días de fuego?... ¿La Iglesia?... ¿Los Papas que, uno tras otro los condenaron?... ¿Se equivocó Dios al mandarnos al fuego temporal o eterno?... ¿Se va a revisar su causa en el momento del Juicio Final? … ¿Va ser éste una especie de casación ante el último Tribunal, como lo es en la vida civil el Tribunal Supremo?... Un principio jurídico de la justicia es que, si no es posible volver las cosas dañadas a su estado anterior, la compensación debe ser equivalente al daño causado ¿Cómo se van a compensar este daño y este sufrimiento?... ¿Con una nueva vida?... ¿Creando un cielo especial para los maricones?... ¿En metálico o con participaciones celestiales en la sociedad divina?

La verdad es que a estas alturas del partido del género humano, resulta sorprendente que cuando en cualquier sociedad mínimamente civilizada, las penas por delinquir han dejado de calificarse como castigos, abandonándose la pena de muerte, los trabajos forzados y la reclusión perpetua, la Iglesia, El Papa y el Dios de la Biblia, sigan manteniendo los castigos físicos (nunca he sabido si de los cuerpos o de las almas) y las condenas al fuego para toda la eternidad.

Por eso, siempre me he preguntado… ¿cómo una religión que predica la paz, la caridad y el perdón, puede seguir manteniendo la existencia de unos lugares como estos (donde se inspiraron las mazmorras de la Inquisición) destinados al ejercicio del sufrimiento (transitorio o eterno) y de una doctrina del castigo irreversible sin posibilidad de perdón?... ¿Qué madre sería capaz de castigar y condenar a su hijo criminal al sufrimiento para toda la eternidad?...¿Que aberración de madre sería esa?...¿Cómo, la auto titulada Santa Madre Iglesia, puede defender y proponer estas barbaridades para los que dice ser sus hijos?...¿Cómo puede argumentarlo diciendo que esa es la voluntad de Dios?...¿Está envileciendo su Santo Nombre o el envilecimiento es el del propio Dios, que convertido en juez burocrático, ha olvidado que su mayor virtud era, la de no dejar nunca de perdonar a sus propios hijos.