lunes, 27 de octubre de 2014

MI PRIMER PROGRAMA DE TELEVISIÓN

La televisión llegó a Colombia el 13 de julio de 1954, veintisiete años después de que se hiciera la primera emisión pública de la BBC en Inglaterra y 24 años luego de las primeras emisiones en Estados Unidos, aunque en verdad entonces no tenían horarios fijos. Fue en Alemania donde comenzó la primera emisión de televisión pública con horarios regulares en 1930.


Realmente es muy joven este invento en términos históricos, y aún más si hablamos de la primera emisión en Colombia que en julio de este año 2014 cumplió sesenta años.

A mi casa el primer televisor llegó en medio de la algarabía de todos. Era un General Electric muy pesado y con mueble metálico, inmediatamente lo instalaron en la sala y se convirtió en centro de atención de todo el vecindario, de inmediato mi mamá se encargó de decorarlo con una carpeta que había tejido a mano y la acostumbrada porcelana. Es que eran muy costosos esos aparatos: $350, cuando el salario mínimo era de $120.

Por eso desde entonces no fue raro ver todas las noches a los niños vecinos tocando la puerta con cara de sobrino huérfano haciendo esta solicitud: ¿Me deja entrar a ver tilivisión?

Así fue que mi casa se convirtió de la noche a la mañana en el teatro de la cuadra. Nos apretujábamos sentados en el piso desde antes de que comenzara la programación a las seis de la tarde. Aquello parecía una guardería donde todos gritaban y se peleaban los mejores lugares. Llevaban galletas, confites, recortes, gaseosas y hasta en cierta ocasión presas de pollo, esto último lo descubrió mi mamá pues barriendo una mañana encontró los huesos debajo del sofá.

Rosalba era la vecina más pequeña que nos visitaba,  indefectiblemente al salir descubríamos que hacía chichí en el piso. Los programas aunque eran bastante aburridos no mermaban nuestra curiosidad infantil, es que eso de ver gente moviéndose, bailando y cantando tras un virio era mágico y misterioso. En una ocasión cuando no había nadie en el salón me asomé tras el mueble del televisor para mirar por los huecos de la tapa posterior a ver si podía descubrir a los Tolimenses allá metidos en esa caja, pero nada, solo se veían las luces de los tubos.

Todas las noches lo mismo, el Himno Nacional, las palabras del presidente: General Gustavo Rojas Pinilla y el concierto de la Sinfónica de Colombia. La cosa cambiaba cuando aparecían Los Tolimenses, que con sus salidas, chistes y canciones nos hacían desternillar de la risa. Se acababa temprano el espectáculo y todos los invitados salían rumbo a sus casas.

Era tal la novedad que al finalizar la emisión empezábamos a ver ese torbellino de puntos negros y blancos, como avispero alborotado, y escuchábamos  un extraño ruido: SHISSSSS…, pues ni eso nos perdíamos, y lo mirábamos buen rato embelesados hasta que nos vencía el sueño o nuestra madre nos amenazaba con una pela si no nos íbamos a dormir.

Solo hasta hace poco me di cuenta que aquella imagen de estática era ni más ni menos que el 1%  de los residuos de la radiación electromagnética del Big Bang. Pues nosotros nos graduamos en eso, fueron muchas las horas que lo estuvimos viendo.

Sesenta años no es nada, el tiempo pasa volando y la televisión en Colombia ya es digital y hasta con conexión a internet. ¿Qué vendrá después? Pues ni lo imaginamos, a lo mejor veremos televisión holográfica con olores incluidos, o es que no recuerdan a doña Gloria Valencia de Castaño, en su extraordinario programa Naturalia, diciendo: Lástima que la televisión no sea en colores.

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