jueves, 17 de septiembre de 2009

NAVIDAD EN EL TIEMPO DE UPA


Los niños del tiempo de upa contábamos los días que faltaban para la navidad. Soñábamos con ella añorando su alegría, el olor de la natilla, los buñuelos y las hojuelas.  Comenzaba la expectativa de la llegada del niño Dios cargado de regalos, los cuales en forma inexplicable y mágica metía debajo de las almohadas de los niños sin despertarlos.

Una noche de navidad yo estaba resuelto a conocer al niño Dios cuando entrara a mi cuarto a dejarme sus regalos, para lograr esto elaboré un plan que no podía fallar y se lo conté a mis padres. Extendí por toda la habitación delgados hilos atados a tarros y latas, de manera que el ruido delatara a quien entrara al sitio y así yo pudiera verlo. Me acosté aferrado a mi almohada por si lo primero fallaba entonces el menor movimiento de esta me despertara.

La posibilidad de quedarme en vela la descarté. En ese entonces los niños estábamos diseñados con algún tipo de circuito que nos desconectaba a más tardar a las 9 de la noche. Pero analizando el plan que tenía, veía que era perfecto, ese año iba a ver al niño Dios frente a frente y de solo imaginarlo se me erizaban los pelos.

Los mayores estaban muy contentos y no paraban de cantar y bailar, el vino y los manjares mostraban que ese año la cosecha había sido buena. No eran más allá de las 8:30 de la noche cuando mi madre nos llevó a mi hermano y a mí a nuestro cuarto. Entramos léntamente, cuidándonos de no activar la rudimentaria alarma. Me acomodé en mi lecho según lo planeado ocupando el mayor espacio posible, las piernas abiertas extendidas y aferrando mi almohada con todas mis fuerzas, Niño Dios este año te pillo.

Como les dije, los niños de entonces nos dormíamos con solo poner la cabeza en la almohada.
Afuera en el patio sonaba la música y las risas y estallaban los petardos navideños, pero eso no era óbice para conciliar el sueño.

El otro día llegó en un instante, abrí los ojos incrédulo, el niño Dios tenía que ser muy avispado pues había burlado todas mis trampas, revisé presuroso bajo la almohada y no hallé nada, mi hermano desde su lecho me aconsejó que buscáramos debajo de la cama, me dijo que a veces los regalos no caben debajo de un pequeño almohadón. Nos tiramos emocionados al piso casi seguros de que este sería el caso y tampoco hayamos nada.

Por poco me pongo a llorar, yo había espantado al niño Dios con mis bobadas y ese año no tendríamos regalos, con nuestro aspaviento entraron nuestros padres haciendo sonar estrepitosamente la singular alarma. Corrí a abrazar a mi mamá con lágrimas en mis ojos: Mamá, por mi culpa el niño no nos trajo nada..., ella me interrumpió diciéndo: Como se te ocurre, lo que pasa es que él este año los dejó en la poltrona del corredor. Allí estaban como nos dijo mamá; a mi hermano le trajo un hermoso trencito rojo de cuerda y a mi un triciclo rojo mas grande que yo.

Tardé muchos años en comprender porqué en esa inolvidable navidad el niño Dios nos dejó los regalos en el corredor de la casa y no en la cama.

Ahora el viejo Noel es quien trae los regalos, y los niños cada vez más pequeños lo descubren con solo jalarle la barba.
Que tiempos aquellos.

* ¿De donde viene el dicho: más viejo que el tiempo de upa?

Buscando un poco encontré que este dicho lo usamos no solo en Colombia, si no en otros paises latinoamericanos como Costa Rica, en un diccionario de Colombianismos encontramos:

Tiempos de Upa: En el tiempo del rey perico, en época muy antigua, es decir, cuando todavía se creía en la existencia del "upa", árbol fabuloso al que se le atribuían poderes.


miércoles, 16 de septiembre de 2009

GOLONDRINAS

No pude evitar después de escribir el cuento "Viaje fantástico", evocar el recuerdo de las golondrinas que visitaban a Medellín cuando terminaba el invierno, llegaban por millares a disfrutar la primavera de la Bella Villa, se posaban en los alambres de la energía, en las ramas de esos árboles, entonces llenos de grises melenas, surcaban los cielos en grandes grupos en acrobáticos vuelos circulares.

Algunos decían que venían escapando del gélido frío de Canadá, otros que de África, eso se lo dejo a los expertos, lo cierto es que siempre llegaban en primavera a deleitarnos con su presencia.

Hacían en los huecos de los muros sus temporales nidos y año tras año nos confirmaban que todo estaba bien, que la naturaleza estaba en armonía con el hombre. El cielo de aquella época aún era claro y limpio, la ciudad gozaba de un clima más templado y en algunas zonas podría decirse que era frío, Muchos hombres usaban ruana y las damas sueter.

El ruido todavía no llegaba a Medellín y el estrés era solo una palabra en el diccionario.

Por eso las golondrinas se veían tan contentas y "amañadas" en esta ciudad que entonces estaba repleta de árboles y zonas agrestes, de quebradas cristalinas en las que cogíamos bellos pescaditos de colores que metíamos en frascos de mermelada.

Los sapos y los renacuajos abundaban en las quebradas de todo el valle de aburrá y eran nuestros compañeros de juego, en la quebrada Ana Diaz pescábamos corronchos (Ancistrus caucanus), pez emparentado con el bagre y los fritábamos ahí mismo, a la orilla de la quebrada en un fogoncito de leña.

A pocas calles de nuestras casas había grandes terrenos con mangos, pomos, moras silvertres y ochuvas, abundaba una mata que llamábamos adormidera, de hojas tan sensibles que se cerraban al tocarlas. En lo que hoy es el barrio Santa Mónica había varias lagunas y quebradas y solo había fincas con cultivos de tomate.

Como verán el solo recuerdo de las viajeras golondrinas ha rescatando un montón de retazos de la vida que parecían perdidos en algún rincón de mi mente. Donde andarán las bellas golondrinas, tan diminutas, alegres y hermosas. A donde irían, ya no encuentran esa paz y sosiego que antaño les ofrecíamos.


Las golondrinas
Gustavo Adolfo Becker


















Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán;


pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha al contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres,
ésas… ¡no volverán!


Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde, aún más hermosas,
sus flores se abrirán;


pero aquellas cuajadas de rocío,
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer, como lágrimas del día…
ésas… ¡no volverán!


Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará;


pero mudo y absorto y de rodillas,
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido… desengáñate,
¡así no te querrán!


Gustavo Adolfo Becquer


También es bueno recordar esta bella canción de Narciso Serradell:

La Golondrina

A donde irá veloz y fatigada
la golondrina que de aquí se va.
No tiene cielo, se halla extraviada
buscando abrigo y no lo encontrará.
Junto a mi pecho
Le pondré yo su nido
en donde pueda
la estación pasar.
También yo estoy
en la región perdida
¡Oh cielo santo!
y sin poder volar.
A donde irá veloz y fatigada
la golondrina que de aquí se va
¡Oh, si en el viento, se hallara extraviada!
buscando abrigo y no lo encontrará.
Junto a mi pecho hallará su nido
en donde pueda la estación pasar
también yo estoy en la región perdida
¡oh, cielo santo! y sin poder volar.
Dejé también mi patria adorada,
esa mansión que me miró nacer,
mi vida es hoy errante y angustiada
y ya no puedo a mi mansión volver.
Ave querida, amada peregrina,
mi corazón al tuyo estrecharé,
oiré tus cantos, bella golondrina,
recordaré mi patria y lloraré.





Gracias a un amable lector agrego estos datos sobre el compositor de esta hermosa canciòn:

D. Narciso Seradell Sevilla (Alvarado, Veracruz, 1843 – Ciudad de México, 1910).Después de iniciar sus estudios como seminarista sacerdotal, los abandonó y continuó estudiando Medicina y Música. Durante la llamada 2ª intervención francesa en México fue seguidor del general mexicano D. Ignacio Zaragoza, siendo capturado y exiliado a Francia.D. Narciso regresó a México en 1896, ejerciendo entonces su profesión de médico, al mismo tiempo que seguía componiendo música y dirigiendo bandas militares. Murió en la Ciudad de México a los 67 años.

VIAJE FANTÁSTICO


Recuerdo un agosto de hace muchos años, cuando las golondrinas aún venían a pasear Medellín y las melenas se aferraban a los árboles y hasta a los alambres de la energía. Entonces éramos niños y hacíamos nuestro trabajo: Jugar y jugar. Voy a contarles la historia de lo que le pasó entonces a un amigo de infancia al que apodábamos “Minuto”, por ser muy delgado y pequeño.

Minuto era muy inquieto y soñaba conocer el mundo. Era hiperactivo y jocoso, siempre estaba riendo y corriendo por el vecindario.

Un día, como de costumbre salió a jugar con sus amigos sin imaginar lo que le esperaba. Don Carlos, cometero profesional y padre de nuestro amigo Alonso construyó su gran obra, una cometa “media mesa” de descomunal embergadura, lo acompañamos jubilosos hasta el barranco para ver como la volaba. A Minuto se le iluminaron los ojos al ver la imponente estructura y la templada lona caqui que ya vibraba con el viento..

Ya Don Carlos la estaba elevando al borde del barranco, y la impresionante fuerza de la “pequeña cometa” sorprendía a toda la gente que se arremolinaba para ver el inusual espectáculo, como planeaba el enorme papalote elevándose cada vez mas y más en ese cielo azul de mi ciudad. Don Carlos se zarandeaba y difícilmente se tenía en pié.

Como era de esperarse, Minuto quería sostenerla y sentir la brutal fuerza de empuje en sus propias manos, Préstemela, préstemela Don Carlos, gritaba sin parar nuestro pequeño amigo. Don Carlos, hombre serio y responsable, le negaba lógicamente a Minuto tal petición ya que sabía que no podría aguantarla. El insoportable berrinche del chico logró su objetivo y Don Carlos supervisándolo le entregó a Minuto el carretel del gigantesco ingenio.

A duras penas y ante la fuerza del viento Don Carlos le ayudaba a Minuto a sostener la cometa, de repente una fortísima ráfaga de aire le hizo perder el control al improvisado instructor de vuelo y Minuto tuvo que enfrentar solo el impresionante empuje de la cometa que lo arrebató del barranco llevándoselo por los aires como si fuera parte de la piola. Todos vieron como Minuto se iba perdiendo en el horizonte rumbo al sur. Se hacía cada vez más y más pequeño hasta perderse por completo.

La angustia de sus amigos que inútilmente corrían tras él, contrastaba con la felicidad de Minuto que aferrado con todas sus fuerzas al carrete emprendía la gran aventura de su vida, conocer el mundo.

Minuto nunca regresó, pero todos estábamos felices porque sabíamos que se había cumplido el gran sueño de nuestro querido amigo Minuto: Conocer el mundo...

Cuando escribo esto ya han pasado muchos años y a veces pienso que estos recuerdos son solo sueños o fantasías de una feliz infancia, pero no, esculcando en los viejos cajones encontré un pedazo de hoja de cuaderno con un dibujo que hice de Minuto emprendiendo su vuelo hacia el infinito y fechado en agosto 10 de 1963...

D.Z.R.