jueves, 26 de mayo de 2016

OVNIS EN CAÑASGORDAS

Publicado el 11 de junio de 2008


Estaba por cumplir trece años cuando una noche de abril yo jugaba en la puerta del patio con una linterna de tres tacos que me había dado mi papá, que rayo tan bonito el que daba y como se trazaba en la niebla que por aquella época cubría al pueblo. Frente a mí se dibujaba con dificultad la línea superior de una montaña boscosa hacia la que enfilé la luz.

Estaba entretenido en esto cuando una luz redonda y blanca surgió tras la cordillera y lentamente se balanceó en el aire, alumbré hacia ese sitio y entonces salieron otras dos luces iguales.

Ya un poco asustado prendía y apagaba mi luz una y otra vez y esto ocasionó que esas luces se comenzaran a agitar erráticas como avispas asustadas, llamé a mi mamá y a mi hermana para que vieran, pero ellas tampoco supieron que era aquello.

Como seguí haciendo señales con mi linterna las luces se fueron veloces, una hacia el norte, otra al sur y la tercera hacia arriba, tan rápido que las perdimos en un instante, ya dábamos por terminado el raro fenómeno cuando por donde se fueron volvieron aquellas luces blancas como lunas y se fusionaron en una sola, como tres gotas de mercurio que se unen.

De nuevo se separaron y ante nosotros tuvimos una maravillosa e impresionante demostración de vuelo imposible, los objetos describieron toda una serie de ángulos, curvas y detenciones instantáneas luego de hacer recorridos en línea recta a velocidades increíbles, quedó claro que ningún tipo de desplazamiento estaba negado a lo que aquellas cosas fueran, sorpresivamente se aquietaron y quedaron suspendidas sobre la misma montaña de la que surgieron.

Una de ellas se fue acercando lentamente hacia nosotros, que sorprendidos no sabíamos que hacer, ya esta luz estaba a no más de veinte metros en el límite mismo de la tapia trasera del patio y como a seis del piso cuando se estacionó totalmente inmóvil en el aire cerca de un poste de energía.

Yo que soñaba con sacarme una guaca pensé que era algún espanto y recordé los cuentos de las muchachas del servicio. Me decidí a gritar:
¡DE PARTE DE DIOS TODO PODEROSO DIGA QUE QUIERE!
No recibimos respuesta, silencio absoluto...

Comenzamos a sentir un frío doloroso en todo el cuerpo, y no exagero cuando digo que tiritando oíamos castañear nuestros dientes.
Con dificultad mi mamá nos dijo que entráramos a la casa, pero no podíamos mover ni un dedo.

Con mucha dificultad Balbuceamos comentarios sobre lo extraño que nos sentíamos, pero casi no podíamos hablar.

Luego de pasado un tiempo indefinible percibimos que nuestros músculos se soltaban y corrimos como locos a refugiarnos en la casona, cerrando tras nosotros las puertas con las gruesas aldabas sin querer saber más de esa cosa, esa blanca y opaca luz que flotaba sobre el patio.

No sabía que hora era, y no sobra decir que entonces en el pueblo la gente acostumbraba dormirse no más tarde de las ocho, no había teléfonos ni televisión en el pueblo y no encontramos nada más que hacer que acostarnos a dormir,

Al día siguiente en el colegio pregunté discretamente a algunos amigos si no habían visto algún avión o algo raro la noche anterior. Ninguno me pudo dar razón, pues se había acostado muy temprano.

Siempre que tuve oportunidad le preguntaba a mi madre y hermana si recordaban aquello, pues sentía la necesidad de estar seguro de no haberlo soñado.


miércoles, 25 de mayo de 2016

EL AGUADUCHU

"Da gusto leer escritos como este, que contiene una gran fuerza narrativa. Alberto López nos describe el aguaduchu de Bilbao, nos transporta a ese momento en el que la fuerza de la naturaleza nos hace recordar nuestra pequeñez en el universo". 

Bilbao, Aguaduchu de 1983

Alberto López

El ambiente cargado de humedad
espesaba el bochorno de la noche
mientras la gente volcada en la calle
celebraba las fiestas patronales
entre gritos, música y fuegos artificiales.

De pronto un solitario estruendo seco
retumbó en la noche de la Ría
como si fuera el grito de un monstruo en celo
que ascendiera de las profundidades marinas
haciendo temblar como un junco a los hombres y a las cosas.

Al poco, una sinfonía de truenos
se derramó sobre los tejados
acompañada de relámpagos que
desgarrando el cielo
se filtraban por sus grietas
Iluminando las aguas pardas que
impulsadas por la marea viva
subían encabritadas y amenazantes hacia la ciudad vieja.

Alguien comento:

Es el aguaduchu…ya viene… ya viene…

Despeinando la ciudad
un viento racheado comenzó a bramar
hasta convertirse en una furiosa galerna
que acompañada por el ruido de cristales rotos
arrastraba todo lo que encontraba a su paso.

Los paraguas volaban como cometas
las sillas y las mesas de las terrazas de los bares
corrían por las calzadas
acompañadas por carros de basura
y coches de niño.

En su loca carrera hacia sus casas
buscando donde guarecerse
las gentes se pegaban como lapas contra las paredes
para evitar ser arrastradas por la ventisca.
Nadie se atrevía a cruzar la calle.

La plaza desierta se había cubierto
de restos de banderitas, farolillos, guirnaldas y gallardetes.
El tambor de la banda, rodaba hacia un lado y otro
en busca del músico que lo había abandonado.
La enseña nacional, humillada por la lluvia
yacía abandonada en el suelo
sin que ningún patriota se arriesgara a recogerla.

Las novias se abrazaban a los novios
los niños a sus padres
y los perros callejeros aullando a la muerte
corrían como condenados
en busca de algún agujero donde enjaularse.

Despegando de los tejados
las tejas planeaban como avioncitos de papel.
Los cables de la luz bailaban un vals
mientras las antenas de televisión se inclinaban
como caballeros corteses
y la veleta de la iglesia giraba enloquecida
olvidándose de señalar el norte.

Una luna chismosa
se asomaba a hurtadillas
entre los visillos de nubes
animando a las aguas a rebelarse
contra las barreras que encarcelaban su cauce.

Y el viento de pronto se paró.
Y como un mal presagio
se impuso un silencio amenazador.

Es el aguaduchu…ya viene…ya viene...

Unas gotas gruesas y calientes
como lágrimas de plomo fundido
llegaron bailando sobre los tejados
como vanguardia del temporal
rompiendo la efímera tregua.

El perfume a tierra mojada
se mantuvo unos minutos
hasta que el cielo comenzó a caerse sobre la tierra
con una cortina de agua
gruesa como el telón de un teatro
acompañada de canicas de hielo
que explotaban violetamente al llegar al suelo.

Es el aguaduchu…ya viene…ya viene…

Las luces de las farolas
Iluminaban la intensa lluvia
haciendo brillar el asfalto
como si fueran proyectores
de un campo de concentración.
Pero de pronto la energía cayó
y toda la ciudad, como boca de lobo
quedó a oscuras.

Algunos barcos, rompiendo amarras
dejaron de sufrir
y se lanzaban a la deriva, Ría abajo, en busca del mar.
Los pequeños gasolinos y pesqueros bailaban el rock
mientras algunos botes se soltaban de las boyas
haciéndose astillas contra los pretiles del cauce.

Con las narices pegadas al vidrio
de las ventanas bien aseguradas
los niños, a la luz de las velas
contemplábamos fascinados, como la borrasca
haciendo de las aguas del cielo y del mar una unidad
convertía a la orgullosa ciudad
en una comadreja acobardada enroscada en su refugio.

Es el aguaduchu…ya viene…ya viene…

Las viejas rezaban
los niños pequeños lloraban.
los viejos rememoraban en voz baja
el gran diluvio de aquel año
que cubrió los bajos de la ciudad vieja
hasta casi arruinarla.

La naturaleza en toda su magnificencia
clamaba venganza
lanzando rugidos de furia en la oscuridad
que aterrorizaban a los orgullos hombres que
como a Segismundo en la cueva
se habían atrevido a encadenar a la Ría
entre los pesados muros de la civilización.

Es el aguaduchu…ya viene…ya viene…