martes, 10 de enero de 2017

Zygmunt Bauman

Presentación animada para el blog

El filósofo y sociólogo polaco Zygmunt Bauman falleció el domingo 8 de enero a los 92 años. La noticia fue publicada por Gazeta Wyborzca, el diario de su país. Bauman fue uno de los intelectuales más importantes del siglo XX y el creador del concepto de la “modernidad líquida”, que reflexiona, entre otros aspectos, sobre la debilidad de los nexos sociales y emocionales, la incertidumbre sobre el futuro y los cambios que ha traído la globalización al poder del Estado-nación.

Testigo de primera mano de las transformaciones que experimentó la sociedad europea, Zygmunt Bauman  no dejó descansar su brazo y su cerebro y continuó escribiendo y reflexionando sobre la realidad sociopolítica mundial hasta su último día de vida. Su trabajo fue reconocido en 2010 con el Premio Príncipe de Asturias, que compartió con Alain Touraine.

En los últimos años se le vio mucho más preocupado por comprender cómo las redes sociales habían cambiado la interacción entre las personas, así como la instrumentalización de la ciberseguridad para usos políticos.
Fuente: Periódico El Espectador de Bogotá.


domingo, 8 de enero de 2017

EL ÚLTIMO VUELO


Esa mañana se habían agotado los pasajes para volar a su ciudad, la mujer estaba desolada pues era veinticuatro de diciembre y quería pasar la navidad al lado de sus hijas.

Cuando le dijeron que tenía que esperar hasta el día siguiente no pudo evitar el llanto. El calor era insoportable en el aeropuerto, pero ella decidió quedarse al lado del mostrador de la aerolínea esperanzada en que alguien cancelara el viaje.

Esta mujer era una de esas comerciantes empíricas que viajaba con frecuencia a la isla a conseguir mercancía para vendérsela en su casa a los vecinos, era entonces un buen negocio; sin duda el preámbulo de  los futuros Sanandrecitos.

Pensaba en los regalitos que había conseguido para sus pequeñas mellizas y en el aguinaldo que tenía para su amado esposo. No podía creer que se habían agotado los pasajes. Estaba allí desde temprano en la mañana y ya eran las dos de la tarde. La fila de viajeros era interminable, mientras que sus esperanzas de viajar eran cada vez menores.

Su llanto atrajo la atención de una pareja que estaba a punto de acceder a la taquilla, eran dos personas mayores de unos setenta años que conmovidas con la historia de esta triste y joven madre decidieron posponer su viaje para que ella pudiera pasar la navidad entre los suyos.

Los abrazó con fuerza mientras les agradecía por tan bondadoso favor. Así fue que tomó el último vuelo del día y se embarcó en el elegante Super Constellattion cargando su arrume de cajas y maletas. 

Sus niñas tendrían el traído de navidad y sus vecinas sus encargos. Las ganancias de las ventas serían ese año jugosas y ayudarían para mejorar el exiguo presupuesto familiar. 

La isla quedó atrás; igual que la angustia que le produjo el pensar en una navidad tan lejos de su hogar.

El avión estaba totalmente ocupado y parecía un bus de escalera rumbo a un pueblo, es que hasta equipaje llevaban en la cabina ocupando parte del corredor central. Toda la gente llevaba las sonrisas propias que produce la alegría de volver a casa cargados de regalos.

El mar Caribe llenaba todo el paisaje a través de las pequeñas ventanas, era un largo vuelo desde las islas a la capital de la montaña.

De repente vieron las riveras del continente suramericano, sus selvas y ríos. El verde de la inmensa selva de Urabá y el ocre de los caudalosos ríos. El cielo estaba despejado, no podría ser más hermosa la vista de ese azul y verde profundo.

En su regazo tenía los regalos para sus hijas bien agarrados con sus brazos. Eran dos inmensas muñecas que puestas en pie caminaban al halarlas de sus manitos, las mellizas estarían felices esa noche. 

Las cabineras le entregaron un refrigerio que le supo a gloria, si la felicidad existía debería ser algo muy semejante a lo que sintió esta mujer en ese momento.

El piloto les pidió a los pasajeros ponerse el cinturón de seguridad ante una repentina turbulencia. Una fuerte vibración sacudía todo y muchos agarraron las manijas del equipaje que estaba en el piso para que no se alejara de su lugar. Para ella, que viajaba con frecuencia, no era nada raro aquello; ocurría con frecuencia al pasar sobre el departamento de Córdoba.

Pero aquello no pasaba, y al contrario el zarandeo se intensificaba. Cuando las azafatas corrieron a sentarse y asegurarse en sus puestos no quedaba duda de que algo malo sucedía.

Las mellizas son mis amigas ahora, son dos mujeres sesentonas muy alegres y simpáticas, no casualmente son comerciantes de mercancías que traen desde Panamá. Ellas me hablaron de esa navidad en la que no recibieron su traído del niño Dios y de la triste muerte de su madre en un accidente aéreo en Planeta Rica.