sábado, 20 de noviembre de 2010

GRACIAS POR EL TINTO



Llegaste cuando ya entraba en la recta final de la jornada, como brisa fresca que renueva mis ansias de vivir. Llegaste en el momento en que ya no esperaba nada, como un fabuloso regalo inesperado.


Al mirarte contemplo el universo, el todo. Tus ojos negros fulgurantes como estrellas furtivas me miran de frente, como solo lo hacen los seres honestos y sinceros y escrutan el entorno con la curiosidad natural de sus años dorados.


Llegaste para regalarme tu ternura de primera, en estos años míos de tercera. Con solo verte, con oír tu voz, mi cuerpo vibra igual que la primera vez que mis nacientes hormonas hicieron su ancestral trabajo.


Eres el fresco guarapo con limón que sacia mi sed en los tórridos días y el rico chocolate caliente de mis noches frías.


Ahora en la penumbra y frente a la chimenea de la cabaña, te miro mientras atizas los leños que al renovar su fuego iluminan tu rostro con juguetones visos de luces amarillas, rojas y naranjas. Gracias por acompañarme en este tramo de mi vida y permitirme saborear el delicioso vino tinto de tu vida.


D.Z.R.