lunes, 6 de enero de 2014

LA NIÑA DEL TREN


A veces ocurren eventos que nos sorprenden. Esta historia no estoy seguro si la escuché o la leí hace mucho tiempo. Algo extraordinario y totalmente verídico, una de esas “casualidades” que se dan de cuando en cuando y que nos dejan perplejos.

Le ocurrió a un famoso actor de Hollywood de la época de Gary Cooper, John Wayne y esos otros de antaño. Por más que me he  esforzado aún no recuerdo su nombre, puede o no  que luego lo recuerde o alguien me lo diga.

Lo importante es que amerita contarlo pues es uno de esos relatos entretenidos  que cualquiera quisiera sacar a flote en las reuniones de amigos.

Siendo aún muy joven y  apenas comenzando su carrera, el actor que menciono iba un día en un tren totalmente desprevenido y seguramente ojeando el periódico. El viaje era largo y tedioso esa fría tarde de invierno, a través de la ventana se entretenía a ratos viendo como la nieve lo cubría todo, los árboles, los techos y las calles.

El acompasado traqueteo del tren sobre los rieles le causaba sueño mientras el murmullo de las conversaciones de los pasajeros llenaba el vagón. Sacó del maletín el libreto de la película en la que entonces trabajaba y aprovechó para repasar sus líneas, es que tenía que esforzarse para lograr hacer realidad el sueño de ser uno de los mejores actores y a lo mejor algún día ganarse una de las estatuillas doradas. 

Sin darse cuenta se quedó dormido y se vio en medio de la sobria ceremonia de entrega de óscares, era el momento exacto en el que el presentador abría el sobre para anunciar el nombre del ganador, todos guardaban silencio expectantes de la decisión, al fin mirando la tarjeta el presentador dice: Ladies and gentlemen the winner is…

En ese momento el tren frenó bruscamente y el chirrido de las ruedas lo sacó de su sueño inesperadamente. Habían llegado a una estación donde se bajaban y subían pasajeros. Estaba algo molesto por no haber escuchado quién era el ganador de la estatuilla dorada y comenzó a ordenar las páginas que habían caído de sus manos.

Otro tren llegó y se estacionó al lado del suyo, miró con curiosidad y exactamente frente a su ventana contempló al ser más celestial que nunca habría podido imaginar, una preciosa niña que igualmente lo miraba con gran interés desde la ventana del otro tren, su rostro estaba salpicado de graciosas pecas que le daban un aire travieso. Recordó entonces que llevaba en su maletín una cámara que recién había comprado y se aprestó a tomarle una foto antes de que los trenes reanudaran su marcha.

Afortunadamente lo logró justo a tiempo, los trenes se fueron moviendo en direcciones opuestas mientras la niña sin dejar de mirarlo se despedía agitando su manita.

Pasaron los años y los éxitos se fueron dando, al punto que el actor se posicionó entre los más célebres y conocidos. 

Estaba pintando sus primeras canas cuando conoció en el estreno de una de sus películas a una joven mujer que lo flechó de inmediato. No tardaron en contraer matrimonio y conformaron un lindo hogar que fue la envidia de todos.

Casi sin darse cuenta llegaron al décimo aniversario de bodas que celebraron en un elegante hotel de la ciudad. 

Una noche en la estrenaban una de sus películas, y mientras su esposa bajaba luego de emperifollarse para ir a la premier, fue al cuarto donde tenían la biblioteca y le llamó la atención un viejo álbum de fotos que no había visto antes, se sirvió un whisky y comenzó  a mirar las viejas fotografías, ya sabía que las mujeres en eso de arreglarse para un acontecimiento especial se tomaban su tiempo.

Al pasar varias páginas encontró una foto que lo dejó paralizado. Era una foto de su esposa cuando era niña. Su rostro travieso y lleno de pecas no dejaba dudas, era la misma niña del tren, esa a la que le había tomado una foto hacía tantos años. En ese momento entró su esposa y no resistió el deseo de enseñársela y relatarle la curiosa historia. Ella palideció y casi balbuceando le dijo: Oh, lo recuerdo ¿Entonces tú eras el hombre del otro tren?

domingo, 5 de enero de 2014

POEMA A CAÑASGORDAS

A veces escribimos cosas que se van quedando olvidadas en algún cajón o en la pila de libros de un armario, entonces las hojas de papel que las contienen se van poniendo amarillas o sepias, como las fotos viejas. Pero esas cosas que escribimos parece que van madurando con el tiempo, como si ganaran un nuevo significado, y cuando de repente las volvemos a leer nos sorprenden tanto como si las viéramos por primera vez. Ahora entiendo el por qué, es que fueron escritas por ese ser que fuimos en el pasado, bajo otras circunstancias y otros estados de ánimo que ya no recordábamos.

La verdad me alegró que alguien me las recordara para rescatarlas del cajón del olvido, releerlas y poderlas compartir en el blog. Gracias Edwin Jiménez por sorprenderme con su mensaje en facebook.


PUEBLO MÍO

Pedacito de cielo en la tierra,
donde aún el aire es limpio como tus hijos.

Pueblo de mis amores,
resístete a ser ciudad.

Te quiero así pequeño 
libre de apuros y de ruidos,
como eras el día en que nací.

Quiero llevar de tu tierra en mis uñas
y de tu aire en mi pulmón.

Aún no han sembrado semáforos en tus esquinas,
pueblo de mi corazón.

Aún eres libre, resístete a crecer
y sigue siendo niño por favor.