A veces ocurren eventos que nos sorprenden. Esta historia no estoy seguro si la escuché o la leí hace mucho tiempo. Algo
extraordinario y totalmente verídico, una de esas “casualidades” que se dan de
cuando en cuando y que nos dejan perplejos.
Le ocurrió
a un famoso actor de Hollywood de la época de Gary Cooper, John Wayne y esos
otros de antaño. Por más que me he esforzado aún no recuerdo su nombre, puede o
no que luego lo recuerde o alguien me lo
diga.
Lo
importante es que amerita contarlo pues es uno de esos relatos
entretenidos que cualquiera quisiera
sacar a flote en las reuniones de amigos.
Siendo aún
muy joven y apenas comenzando su carrera,
el actor que menciono iba un día en un tren totalmente desprevenido y
seguramente ojeando el periódico. El viaje era largo y tedioso esa fría tarde de invierno, a través de la ventana se entretenía a ratos
viendo como la nieve lo cubría todo, los árboles, los techos y las calles.
El acompasado
traqueteo del tren sobre los rieles le causaba sueño mientras el murmullo de
las conversaciones de los pasajeros llenaba el vagón. Sacó del maletín el
libreto de la película en la que entonces trabajaba y aprovechó para repasar sus líneas, es que tenía que esforzarse para
lograr hacer realidad el sueño de ser uno de los mejores actores y a lo mejor
algún día ganarse una de las estatuillas doradas.
Sin darse cuenta se quedó
dormido y se vio en medio de la sobria ceremonia de entrega de óscares,
era el momento exacto en el que el presentador abría el sobre para anunciar el
nombre del ganador, todos guardaban silencio expectantes de la decisión, al fin
mirando la tarjeta el presentador dice: Ladies and gentlemen the winner is…
En ese
momento el tren frenó bruscamente y el chirrido de las ruedas lo sacó de su
sueño inesperadamente. Habían llegado a una estación donde se bajaban y subían
pasajeros. Estaba algo molesto por no haber escuchado quién era el ganador de
la estatuilla dorada y comenzó a ordenar las páginas que habían caído de sus
manos.
Otro tren
llegó y se estacionó al lado del suyo, miró con curiosidad y exactamente frente
a su ventana contempló al ser más celestial que nunca habría podido imaginar,
una preciosa niña que igualmente lo miraba con gran interés desde la ventana del otro tren, su rostro estaba
salpicado de graciosas pecas que le daban un aire travieso. Recordó entonces
que llevaba en su maletín una cámara que recién había comprado y se
aprestó a tomarle una foto antes de que los trenes reanudaran su marcha.
Afortunadamente
lo logró justo a tiempo, los trenes se fueron moviendo en direcciones opuestas
mientras la niña sin dejar de mirarlo se despedía agitando su manita.
Pasaron los
años y los éxitos se fueron dando, al punto que el actor se posicionó entre los
más célebres y conocidos.
Estaba pintando sus primeras canas cuando conoció en el estreno de una de sus películas a una joven mujer que lo flechó de inmediato. No tardaron en contraer matrimonio y conformaron un lindo hogar que fue la envidia de todos.
Estaba pintando sus primeras canas cuando conoció en el estreno de una de sus películas a una joven mujer que lo flechó de inmediato. No tardaron en contraer matrimonio y conformaron un lindo hogar que fue la envidia de todos.
Casi sin
darse cuenta llegaron al décimo aniversario de bodas que celebraron en un
elegante hotel de la ciudad.
Una noche en la estrenaban una de sus películas, y mientras su esposa bajaba luego de emperifollarse para ir a la premier, fue al cuarto donde tenían la biblioteca y le llamó la atención un viejo álbum de fotos que no había visto antes, se sirvió un whisky y comenzó a mirar las viejas fotografías, ya sabía que las mujeres en eso de arreglarse para un acontecimiento especial se tomaban su tiempo.
Una noche en la estrenaban una de sus películas, y mientras su esposa bajaba luego de emperifollarse para ir a la premier, fue al cuarto donde tenían la biblioteca y le llamó la atención un viejo álbum de fotos que no había visto antes, se sirvió un whisky y comenzó a mirar las viejas fotografías, ya sabía que las mujeres en eso de arreglarse para un acontecimiento especial se tomaban su tiempo.
Al pasar
varias páginas encontró una foto que lo dejó paralizado. Era una foto de su esposa cuando era niña. Su rostro travieso y lleno de pecas no dejaba dudas, era la misma niña del tren, esa a la que le había tomado una foto hacía tantos años. En ese momento entró su esposa y no resistió
el deseo de enseñársela y relatarle la curiosa historia. Ella palideció y casi
balbuceando le dijo: Oh, lo recuerdo ¿Entonces tú eras el hombre del otro tren?
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