martes, 11 de enero de 2011

CAÑASGORDAS

EL NACIMIENTO DE UNA VILLA
PRIMERA PARTE.

Cañasgordas - Foto antigua.

Quiero contar la historia de la tierra de mis padres, mis abuelos y mis tatatatarabuelos, algunos seguramente venidos del otro lado de la mar, otros de la Nación de Dabaibe, en definitiva cuatrocientos años no son nada. No la narraré en estricto orden cronológico como que las tierras de mi pueblo fueron visitadas por los conquistadores por primera vez en 1536, luego de que Vasco Nuñez de Balboa escuchara la fabulosa historia del país de Dabaibe de boca de su bella amante, la india Anayanci.

Ella le habló de una hermosa mujer que convivió con los aborígenes Catíos y que les enseñó muchas artes, como construir viviendas y pueblos, labrar la tierra, fabricar tejidos de algodón y hasta economía de hogar, decían también que después de concluir su misión ella ascendió a los cielos desde las cumbres del cerro León, y que desde el mismo cielo continúa su labor tutelar presidiendo las lluvias, los rayos y todos los fenómenos naturales.

Después también Don Pedro de Heredia conoció la fantástica historia y de las valiosas ofrendas que le hacían a la diosa Dabaibe, que consistían en preciosas figuras de oro. El mismo Heredia ya había conocido una de ellas, un hermoso puerco espín de oro macizo que pesaba cinco arrobas y media, esta en realidad fue la
primera expedición en pos del dorado.

Aquí publicaré retazos de esta historia, escritos en libros antiguos y contemporáneos.

Tampoco me extenderé ahora en los detalles del descalabro sufrido por Pedro Heredia en su primera expedición, por la inesperada defensa de los Catíos, ni en las otras cuatro expediciones que se hicieron posteriormente para lograr penetrar a esas fantásticas tierras.
Todo esto lo contaré más adelante pues primero quiero rescatar la historia de los inusuales colonos que llegaron a construir una villa en ese lugar.

Desde Boquerón de Toyo vieron su tierra prometida estos aventureros que habían llegado allende el mar después de haber cruzado el Atlántico, selvas ignotas, ríos torrentosos y escabrosos abismos. Venían de las tierras de Castilla, Viscaya y Andalucía, y en lugar de espadas
y arcabuces, traían herramientas de labranza y su semilla de Hispanidad. Varios días tardaron en llegar allí desde su partida desde Santa Fe, entonces capital de la provincia de Antioquia.

Eran los Guisao, Restrepo, Goes, Torres y Rengifo, un grupo de colonos bien diferentes a los conquistadores tan ávidos de oro que asolaban estas tierras. Venían a conquistar su propio destino. En su viejo reino dependían de la merced del rey y en cambio aquí se sentían los dueños de su vida, el más pequeño aquí era rey y el más humilde un encumbrado duque. Visionarios y aguerridos en el trabajo, traían semillas de mies, ganado, muebles y trastos, seguramente contaron con la ayuda de varios nativos cargueros y silleteros, además tenían conocimientos para la obtención del oro y otras ciencias.

Miraron fascinados desde la brumosa cumbre el pequeño valle que sería su hogar, rememorando nombres de pequeñas villas de su lejano reino: Santillana del mar, Alcolea del Pinar, Alba de Tormes, entonces comprendieron que habían hallado su destino.

Comenzaron desde allí el difícil descenso y fue cuando vieron por primera vez en su vida los guaduales que se extendían desde la ladera hasta las riveras del río.
Nunca habían visto árbol igual y de tallo tan gordo, así fue que llamaron a la colonia que fundaron, Cañasgordas. Mucho tiempo después hubo varios intentos de cambiar su nombre: Balboa en 1926, San Carlos de Milán en 1924, Miramar en 1932 y otro más. Ninguno finalmente logró cambiar el primigenio nombre que los aguerridos fundadores habían decidido y que queda hasta nuestros días.

Cada familia delimitó sus fundos y ante esta nueva misión tan llena de adversidades se les encendió la proceridad de su casta. No pocas vicisitudes debieron sufrir aquellos hombres para construir su propia villa y preparar las tierras para la siembra, la ganadería y la explotación de la minería, el clima si era muy amable y sin estaciones y así fue que nunca más vieron la nieve.

Esporádicas escaramuzas debieron soportar con los nativos de esas tierras que eran los feroces Catíos, integrantes de la nación Catía o país de Dabaibe, cazadores, cultivadores de yuca, maíz y que también tenían las valiosas salinas de Uramita. Estos nativos de Cañasgordas rendían vasallaje al Cacique Toné, señor del Penderisco, que vivía en una enorme casa de cañas gordas, (guaduas), construida sobre una loma protegida por un gran fuerte de guadua y madera. Los poblados Catíos en las cercanías de la nueva colonia eran: Penco, Prorruto y Guarumí, sus viviendas en las cercanías del río eran aéreas, colgadas entre las ramas entrelazadas de los grandes árboles como nidos de mimbre entretejido y endurecidos con arcilla.

Las construidas en laderas o en tierras planas, que eran las más, eran bohíos circulares de cañas gordas con techo cónico de paja. Estos poblados siempre estaban cercados con guaduas. Se recuerda en las crónicas de Sardella la aldea de Coromé, cuyas viviendas estaban construidas alrededor de la del cacique del mismo nombre.

Sería lógico que los colonizadores construyeran sus viviendas en el más puro estilo Español, casas de tapia o bareque con gruesas puertas de madera al igual que ventanas de comino enrejadas en macana, maderas muy comunes en la región. Los techos en un comienzo debieron ser de de paja por la dificultad de hacerse sus propias tejas, el tiempo apenas debía alcanzar para apurarse en las primeras siembras y en el cuidado de las reses, cerdos y gallinas. Las mujeres se dedicaban al cuidado de los niños, a la cocina y a los tejidos.

Las calles y el pequeño parque se fueron empedrando, y por la escasez de tiempo y cura entonces no hicieron iglesia. Como eran muy católicos no es difícil imaginar a un patriarca de tupida barba blanca, presidiendo diariamente a las seis de la tarde las sagradas oraciones antes de entregarse al reparador sueño.


PARTE ll

ORIGEN DE LA COLONIZACIÓN

Conquista vs Colonización

Si bien es cierto que la conquista se hizo a filo de espada, el tronar de arcabuces y motivada por la ambición de riquezas y poder, es bueno rescatar que luego fueron llegando familias Españolas que estaban dispuestas a formar sus colonias buscando un futuro mejor para sus descendientes, gentes que a golpe de hacha y arado sembraron sus nuevos terruños, construyeron villas y poco a poco creando una nueva forma de vida en este continente como consta en la historia de los colonizadores de las tierras de Cañasgordas.

Todo esto surgió tras las denuncias de personas como Fray Bartolomé de las Casas que con publicaciones como “Brevísima relación de la destrucción de las Indias”, e “Historia de las Indias”, narraba las atrocidades cometidas contra los indígenas por parte de los conquistadores
Españoles. Proponía en estos libros como solución a esta barbarie el envío de colonos dispuestos a ir remplazando a los soldados, que se habían dedicado al pillaje, y que en lugar de armas llevarían herramientas de labranza.
Los libros de Fray Bartolomé crearon gran escándalo en toda Europa y animó a otros autores a reforzar estas denuncias, entre estos se destacaron Fray Marcos de Niza y el Capitán Alfonso Palomino que llegaron hasta poner en duda el derecho moral o jurídico que tenía España para someter a otros pueblos en nombre de su civilización, destruyendo de paso culturas milenarias y muchas vidas. Afectaron algunas de estas publicaciones hasta a la misma iglesia, que se había atrevido a entregar como regalo a sus hijas favoritas (España y Portugal), los territorios que se descubriesen. Esto consta en la Bula Papal del tratado de Tordesillas el 4 de junio de 1494.

Debió ser un escándalo, guardando las proporciones, semejante al que ahora que se está generando por las publicaciones de Wikileaks.

Tal revuelo causaron estas denuncias que durante los reinados de Carlos V y Felipe ll bien fuera por sincera convicción o solo por congraciarse con los influyentes descontentos, acogieron las recomendaciones del misionero y comenzaron a sustituir la espada y el arcabuz, por herramientas de trabajo y semillas.
Como dato curioso Cañasgordas perteneció a la jurisdicción político administrativa de Popayán, que abarcaba desde Otavalo, hoy Ecuador, hasta el mar de las Antillas y desde el océano Pacífico hasta el río Magdalena. Esto cambió en 1579 cuando se creó la Gobernación de la Provincia de Antioquia. Fue por pertenecer a la Gobernación de Popayán tanto tiempo, que debieron llegar los primeros colonos desde el sur luego de haber gestionado su gobernador Don Cayetano Vuelta Lorenzana la creación de la parroquia de Cañasgordas y que por Real cédula de Carlos V solo debía recibir gentes de acrisolada cristiandad.
El propio Colón desde su primer viaje había recomendado que al nuevo mundo no pasaran ni moros, ni judíos o sus descendientes, cosa que no pudieron controlar, pues muchos judíos cambiaron sus apellidos para lograr hacerse a la mar y llegar a tierras de Antioquia. Tan curioso giro lograron los inflamados libros de Fray Bartolomé de las Casas y sus consecuentes multiplicadores, que al menos en algunas regiones cambiaron el rumbo de la invasión Española, porque a la luz de la razón y así históricamente se le haya dado otro nombre eso fue.


PARTE lll
CONQUISTA

Los conquistadores al conocer de oro y riquezas inmediatamente dirigían su campaña invasora a esos lugares, fue a sí que supo Jorge Robledo de las opulentas minas y riquezas de los Catíos e inmediatamente partió hacia ese sitio con sus tropas arremetiendo con fuerza y barbarie para someterlos.
Sabedor el Mariscal Jorge Robledo de la existencia de estas tierras, por boca de los expedicionarios descubridores con quienes se da encuentro en inmediaciones de la recién fundada Cali, dirige sus pasos a territorio Catío con el fin de conquistarlo para su Monarca. Llega, por el sur al sitio de Coromé, que perteneció a Cañasgordas hasta el 29 de abril de 1912, cuando pasó a conformar el nuevo municipio de Abriaquí. Allí libra encarnizado combate con los aborígenes, al término del cual tiene que improvisar una fragua para herrar sus cabalgaduras. Parece que de este episodio proviene el nombre del río Herradura.
En los últimos días de noviembre de 1541, desde Coromé, por la vía del Alto de Pizarro, denominado así en honor de Francisco Pizarro, con quien Robledo había compartido las fatigas de la conquista del imperio de los Incas, baja personalmente el Mariscal al mando de una columna de guerreros escogidos hasta las riberas del río Cañasgordas.

Lo precede una jauría de alanos (feroces perros de presa que deben su nombre a una tribu de bárbaros que asoló a España en el siglo quinto), a cuyos ladridos huyen los habitantes, avisados como han sido por veloces correos o chasquis, de la batalla de Coromé. Encuentra el conquistador abandonados los pueblos de Penco, Parruto y Guarumí, ubicados en el trayecto que hoy corresponde entre la actual cabecera de Cañasgordas y Uramita.

Al mes siguiente, funda Robledo la antigua Ciudad de Antioquia, que quiere instituir como centro de su Gobernación. Después de un accidentado viaje a España, en donde obtiene el título de Mariscal y el reconocimiento de las tierras conquistadas, regresa al cabo de cuatro años para entrar en disputa con don Pedro de Heredia y Sebastián de Belalcázar, personajes estos que anhelan la anexión de Antioquia a sus respectivas Gobernaciones. Belalcázar se queda con el territorio para su Gobernación de Popayán, después de dar muerte a Robledo.


EXPEDICIONES A LA NACIÓN CATÍA

Conociendo Don Pedro de Heredia las maravillosas historias del país de Dabaibe, la misteriosa y hermosa mujer que adoraban como una diosa y que con gran sabiduría les enseñaba a cultivar la tierra, construír bohíos y pueblos, fabricar tejidos de algodón y a administrar la economía hogareña. Les enseñó ha hacer hermosas esteras y canastas, cerámicas y tintes para pintarse el cuerpo. Los indujo a pintarse los dientes de negro brillante, con el tallo de huitoque. La tradición Catía cuenta que tuvieron la suerte de ver aparecer a Dabaibe por primera vez en las llanuras orientales del río Atrato.

Oyó Heredia también que mucho tiempo Dabaibe fué solicitada en el cielo por el dios Caragabí y que entonces ella subió a lo alto del cerro León desde el cual ascendió al reino de su padre. Dicen que la vieron perderse entre las nubes y que desde entonces preside los fenómenos naturales como la lluvia, el reyo, los terremotos, las tempestades y los huracanes.

Cuando llueve o tiembla es por que ella quiere el bien para los campos y desea que la recuerden. Como ella les diera tantos beneficios, le habían construído un templo que atiborraron de oro. Estas historia motivaron a muchos Españoles a ir en busca de ese tesoro en tierras de Chocó y Antioquia.

Entre esas expediciones se recuerda la del Gobernador de Cartagena, licenciado Juan Vadillo a la serranía de Abibe. Como se sabe también expedicionaron en busca del tesoro, Vasco Núñez de Balboa, Pedro de Heredia, Jorge Robledo y Francisco Cesar, atribuyéndosele a este último la constitución oficial del poblado de Cañasgordas.


PRIMERA EXPEDICIÓN DE HEREDIA

Retomando esta historia de la expedición de Heredia, puesto ya en conocimiento del tesoro de Dabaibe partió con sesenta hombres de a caballo y ciento cincuenta de infantería hacia su gran aventura el 12 de abril de 1536. Se embarcaron aguas arriba por el Atrato en medio de selvas inundadas. No es difícil imaginar las peripecias de estos hombres navegando en medio de este torrentoso río en contra corriente, seguramente atormentados por los mosquitos y los bichos propios de esa manigua inexplorada.


La visión de ese paisaje exótico y desconocido debió ser para ellos apabullante y conmovedor, la espesura de un verde inenarrable de selva, las ensordecedoras voces de los animales llegando desde la espesura y ese inmenso y bravo río que debió mecer la embarcación como si fuera un trocito de balso en medio de su titánica corriente. Muchas serían las peripecias para mantener tranquilos a sus espantados caballos y la lucha para no perder sus menajes en las aguas del Atrato.

Después de tres meses encontraron un sorprendente pueblo aéreo, como nunca se había visto, con zarzos en las copas de milenarios árboles. Allí vivían los nativos completamente desnudos, de la pesca en abundancia y de la caza de puercos montaraces.

Al ver a los invasores les lanzaron lanzas, flechas, cenizas y agua caliente. Atemorizados y exhaustos, decidieron regresar a San Sebastián de Buenavista sin una morrocota para recuperar fuerzas, ya la ruta estaba trazada.

SEGUNDA EXPEDICIÓN

A pesar del descalabro sufrido en la primera expedición de Heredia, entonces Gobernador de Cartagena, el teniente Don Francisco César le solicitó autorización para regresar a las tierras de Dabaibe y reintentar la búsqueda de los tesoros de los Catíos. Así fue que a finales de ese mismo año 1536 emprende camino por una ruta diferente al mando de una selecta columna de cien hombres. Esta vez la travesía tardó nueve meses para llegar hasta el valle de Guacá, luego de las penurias lógicas del inhóspito territorio selvático. Era un sitio lleno de sembradíos y caseríos, ideal para reponer fuerzas antes de lanzarse a la conquista de la nación Catía. Los nativos los recibieron allí pacíficamente para fortuna de los cansados hombres.

Lo que no se imaginaban era que el Cacique Nutibara, Gran Señor de esas tierras, se había enterado de su presencia y estaba organizando un grupo de más de dos mil guerreros
para atacarlos de sorpresa. El momento llegó para los Españoles que fueron atacados con fiereza por los hombres de Nutibara, la batalla fue cruel y cuando estaban a punto de ser derrotados los intrusos acertó Don Francisco César a arrojar una lanza contra Quinunchú, general en jefe de los nativos y hermano de Nutibara, el lanzazo fue certero y acabó con la vida del guerrero, compungidos los aborígenes se retiraron llevando su cadáver en medio de gritos y llantos lastimeros.

Así fué que entonces terminó esa batalla. Los Españoles recogieron ese día un gran botín tomando de los guerreros muertos sus joyas y adornos de oro, mejor no podría haber sido su suerte al hallar a una anciana que no había podido huir y que llena de temor los guió hasta una bóveda en la que encontraron cien mil pesos en oro fino.
Mucho fué el botín que consiguieron los invasores después de esta batalla ya que sabemos que los guerreros llevaban un caracol de oro para cubrir su sexo, además de diversas joyas de oro como chagualas, diademas, brazaletes repujados, narigueras y orejeras. Tanto hombres como mujeres de la tribu usaban por igual el cabello largo, salvo los que estaban prestando servicio militar que se lo debían cortar, exactamente como en otra época histórica y al otro lado del mundo lo ordenara Alejandro Magno a sus soldados.
Las mujeres casadas y las de estirpe superior llevaban brasieres de fina orfebrería con hermosas figuras de pájaros, lagartos, ranas y otras figuras zoomorfas.
En este episodio murió ahogado el soldado Gonzalo Hernández de Alcántara al vadear un río.
Los espías de Francisco César le trajeron luego preocupantes informes, como que el Cacique Nutibara estaba convocando como a veinte mil guerreros para vengar la muerte de Quinunchú.

Mientras, en el valle al sordo retumbar de los tambores y del trompitar de los estridentes caracoles marinos recubiertos de oro, acudían a rendir vasallaje al Señor de Nutibara la flor de los
guerreros nativos, desfilaron reverentes Nagobarco, Tuatoque, Nabonuco, Buriticá, Nancuí, y el valiente Toné. Llegaron desde tierras ignotas que hoy corresponden a Sabanalarga, Buriticá, Cañasgordas, Abriaquí, Giraldo, Frontino, Urrao y Dabeiba.

Sabiendo todo esto Francisco César ordenó la más veloz retirada de la que se tenga noticia, desandan el camino que les había tomado nueve meses en solo diez y siete días. Fiero y valiente si fue Francisco César al cubrir la retirada de sus hombres de los enardecidos aborígenes que los perseguían. Se había quedado en la retaguardia con unos pocos soldados cuando mataron su caballo, pié en tierra se quedó luego sin espada y sin lanza, entonces cubriéndose como podía con su escudo lleno ya de hendiduras causados por los macanazos que le daban sus enemigos, se quitó las espuelas y se lanzó como loco a degollar a la indiada que sorprendida huyó despavorida.

Cuando regresa César a San Sebastián de Calamar (Hoy Cartagena), Heredia ya no estaba, pues había sido puesto preso por el Oidor de Santo Domingo, Don Juan de Badillo que está a punto de remitirlo a España. Francisco César al enterarse de la triste situación de Heredia y olvidando
viejas humillaciones que le había infringido, le da religiosamente y a hurtadillas su parte del botín y aún más, de su propio pecunio paga su defensa en las cortes de España. Menudo personaje fuiste Paco.


CARTAGENA

Antes de continuar con la tercera expedición al País Catío, queda bien contar aquí algo sobre el origen de Cartagena, hecho en el que fue absoluto protagonista Don Pedro de Heredia.


 Nació Heredia en Madrid en año desconocido y murió en Cádiz en 1554, fundó la ciudad de Cartagena de Indias el 1 de junio de 1533. Su espíritu pendenciero y aventurero lo trajo a tierras Americanas, inicialmente vivió en La Española y mas tarde aceptó el ofrecimiento de teniente que le hizo el gobernador de Santa Marta, Pedro Badillo. Pronto se hizo muy rico al hallar en el Valle de Upar mucho oro, entonces regreso a España.


Pero su temperamento aventurero lo trajo de nuevo a las nuevas tierra, y así fue que partió de España con la misión de explorar las tierras al sur de la provincia de Andalucía, hoy Santa Marta.
Pernocta en Santa Marta y continúa su periplo hasta llegar a la desembocadura del río Magdalena, descubierto ya por Bastidas, fue esto al final del año 1532. Continuó Heredia bordeando la costa hacia el sur hasta encontrar en un montículo de arena una empalizada cerca de la playa. El 10 de enero de 1533, día de San Sebastían llegó Heredia a la isla de Manga, en la bahía de Cartagena, no funda entonces a Cartagena en esa fecha, como algunos historiadores lo afirman erróneamente.

Heredia utilizaba para conquistar los indios, espejos, peines, pañuelos y coloridos collares de cuentas y a fe que le funcionaba la estratagema para lograr sus propósitos.

La cosa fue así: una india de los Calamaríes llamada Catalina aprendió el español rudimentariamente, entonces comenzó a servirle de intérprete a Heredia, a los nativos intérpretes como ella les llamaban "Lenguas". Lo conduce a las tierras con mejores aguas y se gana su confianza, pero como el amor aún no le llegaba urdió con los Calamaríes una emboscada a los invasores. Un día llegó Heredia a un caserío y no encontró a nadie, bueno, casi a nadie, pues allí si estaba un anciano llamado Corinche. Este le narró la falsa historia de una mortal epidemia que habían sufrido, notó Heredia que el poblado de Calamarí estaba en un sitio árido, sin aguas y vegetación.


 Corinche por medio de la intérprete Catalina le indicó a Heredia el camino hacia un sitio en la zona de Yurbaco, hoy Turbaco, donde había agua en abundancia y climas más benignos. Cruzó entonces el Español toda suerte de malezas hasta llegar al lugar indicado, pero la sorpresa fueque un grupo de guerreros nativos que lo atacaron, salió milagrosamente ileso del ataque dando de baja a muchos Calamaríes , mientras que el anciano ya había puesto pies en polvorosa. Regreso Heredia a Calamarí el primero de junio de 1533, derribó la choza del jefe y luego clavó una estaca con un letrero que decía: San Sebastían de Calamar. Ya a finales de ese mismo año de 1533 y por idea de Juan de la Cosa su nombre fue cambiado por el de Cartagena de Indias. Heredia se dedicó a la edificación y organización de la ciudad y solicitó a la Casa de Contratación de España, monjes, albañiles y provisiones. Al comienzo sus construcciones eran de madera, lo que la ponía en riesgo de incendio, de hecho, uno de ellos casi consumió la Villa en 1535.


LA INDIA CATALINA

Algunos dicen que era de Galerazamba, ubicada en región Bolivar en limites de Atántico, era hija del Cacique Galeras. Seguro si es que Diego Nicuesta la raptó en 1509 cuando solo tenía siete años y la llevó a Santo Domingo donde fue bautizada con el nombre de Catalina. La educaron como Española y nunca más se vistió como aborigen. Heredia quiso regresarla a su tierra y la llevó a Galerazamba veintitrés años después donde causó gran admiración entre sus coterráneos por su belleza y finas ropas. Era de temperamento solitario y algo místico y poco atraída a los romances, pese a que tuvo muchos pretendientes que siempre rechazaba.

Su inteligencia no se discute pues llegó a ser la mano derecha de Don Pedro de Heredia y fué el puente entre los Europeos y la gente de su raza. Durante los años que estuvo en Galerazamba vivió con una tía anciana y Capitán, un feroz perro que trajo de Santo Domingo. Siempre confió en que la Iglesia sacaría a su gente de los vicios y la ignorancia, pero tuvo un gran desengaño al ver la matanza de miles de ellos. A tal punto estaba decepcionada que llegó a declarar en el primer juicio que se le hizo a Heredia.

A pesar de eso hizo las paces con Heredia y se casó a los treinta y cinco años con Alonso Montañéz, sobrino de este radicándose desde entonces en Sevilla, España, donde vivió hasta su muerte, ya viuda centenaria y rodeada de sus hijos y nietos.

BANNABA

En la lengua Kuna y Dule Bannaba significa muy lejos o más allá, esa fué la palabra con la que Panquiaco, hijo del cacique Comagre le reveló a Balboa la existencia de otro mar y otras naciones. Panquiaco extendiendo su brazo y señalando con su índice hacia el sur le dijo en dulegaya: "Banaba". Fué así que los ojos del primer Europeo, acompañado por setenta y siete Dules contemplaron por vez primera la mar del sur.

Luego Balboa, animado por las historias sobre Dabaibe que le contara su amada la doncella Anayansi, se aventuró a viajar a ese fantástico pais del oro, surgiendo la leyenda de Dabaibe, que luego los cronistas recogen como la triste y fatal historia de Abya Yala. Luego se fundó Panamá tal vez sacando su nombre de la ya mencionada expresión BANNABA, pero esto aún es asunto que se discute por los expertos lingüistas.


INSURRECCIÓN CATÍA

El cacique Toné protagoniza una insurrección violenta de nativos en 1557 en la que está a punto de acabar con los colonizadores Españoles en ese territorio. El lugarteniente de Robledo y fundador de Caramanta, Capitán Gómez Fernandez fué encargado para sofocar el levantamiento y como incentivo recibe la gobernación del Chocó. Durante meses el cacique Toné resiste desde su poderosa fortaleza, que solo pudo ser combatida mediante fuego para descubrir que todos habían huído por un pasaje secreto. Los Españoles vieron a Toné internarse en la sela llevando a rastras a un oficial Español que se atrevió a ponerle sus manos encima.
Se atrincheró Toné en otro lugar ya unido al Cacique Nagobarco. El valiente guerrero es atraído al Cristianismo por un capellán expedicionario y depone las armas y recibe el bautismo, viviento el resto de sus días con ejemplar cristianismo. Oh, glorioso Toné, ¿que te pasó?

Mientras llega el capítulo final les dejo esta historia de un ilustre empresario de Cañasgordas, Don José Yepes

4 comentarios:

el drummondvillano dijo...

Buen articulo, interesantes apartes de nuestra historia, tan desconocida para nosotros.

danubio dijo...

De acuerdo, es interesante descubrir detalles aveces casi desconocidos de esta etapa de nuestra historia, seguiré escudriñando retazos para compartirlos en el blog. Gracias por el comentario.

el drummondvillano dijo...

Bueno de Cañasgordas el articulo se extendió a muchos mas episodios de la conquista. No sabía esa historia de la india Catalina, que se parece en algo a la Malinche mexicana, interprete que le sirvió a Cortes en su conquista del imperio azteca. La Malinche tiene sus admiradores y sus detractores que la consideran como una traidora. Todo lo anterior alimentado por leyendas que rodean a estos personajes.

danubio dijo...

Si, es inevitable regodearse en hechos paralelos de nuestra historia, buscando algo uno se topa con tremendos hechos que sin duda irán al texto del blog. Gracias por el comentario