Cuando aún estaba en la escuela primaria recuerdo muy bien la llegada de un circo, era el circo Ayala Hermanos, desfilaron por las calles y me llamaron la atención sus payasos con zancos. Ese era el acontecimiento más grande en el poblado que prendió la mecha de la felicidad en toda la gente. A esa gente tan extraña la mirábamos con mucha fijeza y pensábamos que eran personajes muy importantes y especiales. La devoción era inmensa y las ganas de asistir al espectáculo aumentaban cada día. Esos circos llegaban y casi siempre se desintegraban aquí por falta de dinero, a veces algunos artistas no tenían ni para regresar a Medellín y se quedaban viviendo en el pueblo, como Jorge Lara, Argentino que abrió un negocio de solteritas y gauchos, una deliciosa golosina como jamás he vuelto a probar.
El tiempo pasó y este circo ya llevaba seis meses en Cañasgordas pero yo no había podido asistir por falta de dinero pues la entrada valía la módica suma de diez centavos y mis padres no podían costear tal gasto.
Un día vi en la cartelera que la compañía daría la última función esa noche, para darle oportunidad de verla a quienes aún no hubieran asistido. Inmediatamente pensé en perriarme* la entrada. Dicho y hecho, al medio día me fui a la casa donde el circo daba el espectáculo y le dije a la dueña que yo le cargaba el agua que ella quisiera si me permitía perriarme la entrada.
Ni corta ni perezosa ella aceptó. Desde ese momento, las dos de la tarde, me puse a cargar agua como loco. Fue mucha la que cargué hasta que fueron las cinco de la tarde, en que ya cansado y muerto de hambre entré a esa casa y me metí debajo de una cama que había en el fondo. Como me agarró el sueño me di el gusto de quedarme dormido mientras llegaba la hora del espectáculo.
Desperté en punto de las siete de la noche con hambre y frío con la emoción que solo causan algunas cosas prohibidas y la ansiedad de conocer el circo. Cuando me disponía a salir de mi escondite entró al cuarto una pareja de enamorados que justo se echaron en la cama que me servía de escondrijo. Comenzaron a suspirar placenteramente y a secretearse. En ese entonces yo ni sospechaba lo que estaban haciendo, fue muchos años después que comprendí que estaban pasando una ardiente noche de amor.
De todas formas esa funcioncita amorosa si fue mortificante para mi, pues tenía que quedarme quieto y respirando para dentro para no hacer ruido hasta que fueran las ocho de la noche y evitar que Romeo y Julieta me descubrieran y me echaran a patadas y no pudiera ver el circo de mis sueños, peor aún pues con esa cargadera de agua y el frío y dureza del piso me dolía hasta el pelo.
Los redobles y la música comenzaron y el ajetreo arriba continuaba, no aguanté más y fue entonces que comencé a arrastrarme calladito saliendo a gatas del escondite y luego a hurtadillas abandoné ese cuarto rumbo al solar donde estaba la carpa, me confundí con el gentío que se acomodaba en el gallinero, que era el sitio de precio módico, pero como mi espera y esfuerzo eran invaluables me atreví a sentarme en el palco, donde estaba la gente principal.
Eso estaba muy bonito, muchas cadenetas coloridas y papel picado en el piso de la pista donde actuarían los maromeros y los payasos. Al golpe exacto de las nueve de la noche, ya listos los artistas para lo que llaman el paseo salió un caballero de vestido negro, saco de levita, sombrero de copa alta y amplio corbatín. El traje era de larga trayectoria y trajín por el aspecto brilloso que tenía. El hombre con ceremonia comenzó así a dirigirse a la concurrencia:
Respetable público, la compañía circense Ayala Hermanos que ha hecho travesía por todo el mundo presentando su espectáculo de saltimbanquis y sus famosas payasadas, ha encontrado en esta querida y simpática población mucha acogida por parte de sus moradores y ya es tiempo de abandonar este sitio y proseguir la correría. La empresa con el ánimo de retribuir todas sus atenciones ha resuelto por ello que esta última presentación sea “SIN NINGÚN COSTO POR PARTE DE LOS CONCURRENTES”.
Conclusión, aquella noche trabajarían gratuitamente para la gente y yo que me mamé no solo con la tediosa carga de agua sino con la penosa estadía debajo de una cama desde las cinco de la tarde. Eso me causaba un sentimiento indescifrable entre rabia y tristeza, me dolió sentirme como un pendejo, pero de verraco me quedé para ver lo que no había visto y oír lo que no había oído, a lo que vine, a conocer un circo y a gozar con el payaso con zancos.
Con lo que yo no contaba era que con el cansancio y la acumulación de tantas emociones me quedé al poco rato dormido.
*Perriar: Entrar furtivamente a un espectáculo sin pagar.
Ni corta ni perezosa ella aceptó. Desde ese momento, las dos de la tarde, me puse a cargar agua como loco. Fue mucha la que cargué hasta que fueron las cinco de la tarde, en que ya cansado y muerto de hambre entré a esa casa y me metí debajo de una cama que había en el fondo. Como me agarró el sueño me di el gusto de quedarme dormido mientras llegaba la hora del espectáculo.
Desperté en punto de las siete de la noche con hambre y frío con la emoción que solo causan algunas cosas prohibidas y la ansiedad de conocer el circo. Cuando me disponía a salir de mi escondite entró al cuarto una pareja de enamorados que justo se echaron en la cama que me servía de escondrijo. Comenzaron a suspirar placenteramente y a secretearse. En ese entonces yo ni sospechaba lo que estaban haciendo, fue muchos años después que comprendí que estaban pasando una ardiente noche de amor.
De todas formas esa funcioncita amorosa si fue mortificante para mi, pues tenía que quedarme quieto y respirando para dentro para no hacer ruido hasta que fueran las ocho de la noche y evitar que Romeo y Julieta me descubrieran y me echaran a patadas y no pudiera ver el circo de mis sueños, peor aún pues con esa cargadera de agua y el frío y dureza del piso me dolía hasta el pelo.
Los redobles y la música comenzaron y el ajetreo arriba continuaba, no aguanté más y fue entonces que comencé a arrastrarme calladito saliendo a gatas del escondite y luego a hurtadillas abandoné ese cuarto rumbo al solar donde estaba la carpa, me confundí con el gentío que se acomodaba en el gallinero, que era el sitio de precio módico, pero como mi espera y esfuerzo eran invaluables me atreví a sentarme en el palco, donde estaba la gente principal.
Eso estaba muy bonito, muchas cadenetas coloridas y papel picado en el piso de la pista donde actuarían los maromeros y los payasos. Al golpe exacto de las nueve de la noche, ya listos los artistas para lo que llaman el paseo salió un caballero de vestido negro, saco de levita, sombrero de copa alta y amplio corbatín. El traje era de larga trayectoria y trajín por el aspecto brilloso que tenía. El hombre con ceremonia comenzó así a dirigirse a la concurrencia:
Respetable público, la compañía circense Ayala Hermanos que ha hecho travesía por todo el mundo presentando su espectáculo de saltimbanquis y sus famosas payasadas, ha encontrado en esta querida y simpática población mucha acogida por parte de sus moradores y ya es tiempo de abandonar este sitio y proseguir la correría. La empresa con el ánimo de retribuir todas sus atenciones ha resuelto por ello que esta última presentación sea “SIN NINGÚN COSTO POR PARTE DE LOS CONCURRENTES”.
Conclusión, aquella noche trabajarían gratuitamente para la gente y yo que me mamé no solo con la tediosa carga de agua sino con la penosa estadía debajo de una cama desde las cinco de la tarde. Eso me causaba un sentimiento indescifrable entre rabia y tristeza, me dolió sentirme como un pendejo, pero de verraco me quedé para ver lo que no había visto y oír lo que no había oído, a lo que vine, a conocer un circo y a gozar con el payaso con zancos.
Con lo que yo no contaba era que con el cansancio y la acumulación de tantas emociones me quedé al poco rato dormido.
*Perriar: Entrar furtivamente a un espectáculo sin pagar.
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