(Séneca)
En esta semana de reflexión en la que los cristianos nos hacemos un examen de conciencia creo que esta es la pregunta precisa que debemos hacernos. Por más que tratemos de obrar correctamente la naturaleza humana es débil y de vez en cuando indefectiblemente metemos la pata.
Lo que me sorprende es que cuando leemos o vemos en la televisión algunas entrevistas hechas a personajes destacados esa es una de las preguntas que no falta.
¿De qué te arrepientes?, le preguntan a un político, y él responde sin ruborizarse: De nada.
Igual respuesta la escuchamos de actrices, actores, empresarios, amas de casa. Parece que nadie se arrepiente de nada y es entonces cuando soy invadido por el demonio de uno de los pecados capitales: La envidia.
Me hacen sentir estas respuestas como el peor de los seres humanos, candidato a irme de vacaciones al mismísimo averno. Es que yo si tengo muchas cosas de que arrepentirme. Desde la más tierna infancia ya estaba haciendo cosas de las que aún me arrepiento, como esa vez que arrastré del pelo a una amiguita del barrio que quería obligarme a jugar a la casita, es que yo odiaba ese juego en el que tenía que hacer de papá mientras la niña cocinaba un su estufa de juguete o le cambiaba los pañales a sus muñecas. Y de ahí en adelante perdí la cuenta de las cosas de las que me arrepiento, unas chicas y otras gordas. Como es entonces que toda esa gente de las entrevistas asegura que no se arrepienten de nada, los envidio realmente.
Una de dos, son ángeles encarnados en la tierra o es que perdieron la conciencia del bien y el mal y para ellos todo vale. Me inclino ahora por la segunda opción y pensando eso ya nos los envidio, los compadezco.
El empresario dice que no se arrepiente de nada, ni siquiera de pagar salarios de hambre a sus empleados pues solo le basta cumplir con el pago de un salario mínimo acordado por unos señores que tampoco se arrepienten de nada.
Viendo esto voy sintiéndome menos pecador y mis faltas se van tornando en leves.
¿Y los otros entrevistados?, pues de seguro también mienten, y eso de que no se arrepienten de nada solo significa que no les importa. Defraudar el erario público no es un delito, a menos que te pillen, y el que defrauda lo hace en el supuesto que nunca lo harán. Quien engaña vendiendo con ganancias exageradas tampoco se arrepiente, es que así funciona el comercio. El banquero que cobra intereses de usura, a lo sumo se arrepentirá de no haberlos puesto un poco más altos. El que empeña los recursos del País en condiciones desventajosas a cambio de favores o recompensas pasadas bajo la mesa de que va a arrepentirse, malo sería no aprovechar la oportunidad y hacer lo contrario si lo haría llorar. Es que la canción Cambalache compuesta en 1934 por Enrique Santos Discépolo no puede ser más acorde a este tema. De que te vas arrepentir si tu concepto de la vida está más centrada en el tener que en el ser.
Pero siempre se está a tiempo de despertar y de ser generoso cuando se está en la opulencia, de compartir la prosperidad en forma de salarios justos y dignos, de negociar los recursos en condiciones ventajosas, de tratar al otro con respeto sin importar su condición social o económica, esa debe ser la regla.
Hacer cosas buenas te hará sentir bien y tener la conciencia tranquila no tiene precio ni se consigue en ningún almacén.
Ahora en serio, ¿De qué te arrepientes?
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