jueves, 5 de noviembre de 2015

EL HONRADO

"Ser honrado no conduce a ninguna parte que aprecien los demás".

Jaume Perich (1941-1995) Humorista español.



Honradez es la rectitud de ánimo y la integridad en el obrar. Quien es honrado se muestra como una persona recta y justa, que se guía por aquello considerado como correcto y adecuado a nivel social. Por ejemplo: “Mi abuelo me enseñó que la honradez es lo más importante a la hora de los negocios”, “El gerente fue despedido por faltar a su honradez”, “Encontré un maletín con dinero y documentos importantes en un taxi e hice todo lo posible por contactar con su dueño: mi honradez no me permitió dudar ni por un segundo”.


Ser honrado hoy día es algo complicado, no por el hecho de ser honrado sino por el efecto que causa en nuestro entorno esta forma de actuar.

Es que la honradez parece que es algo pasado de moda, cosa de tontos. No olvido el caso de una empleada de un reconocido  almacén de cadena en Medellín que devolvió un paquete lleno de dinero que olvidó una cliente, cosa que tristemente la hizo blanco de un inmisericorde matoneo por parte de casi todos sus compañeros de trabajo. La muchacha tuvo que retirase y buscar trabajo en otra parte guardando en secreto su “vergonzosa” acción. Es que el honrado en lugar de ser honrado por su proceder, solo recibe repudio, burlas y hasta odio. (Puede leer este caso dando click AQUÍ.

La razón que me motivó a escribir sobre este tema se debe a una charla que sostuve hoy con un maestro de obra que hacía un trabajo en el edificio. Esto fue lo que me contó:

- Mi hijo es una persona maravillosa. Hace no mucho tiempo me dijo que dejara este pesado trabajo y que me diera el descanso que merecía a mi edad. Me reveló que durante años estuvo pagando mensualmente una cuota para asegurarme el derecho a la jubilación, cosa que en ese momento ya garantizaba que recibiera una entrada económica por el resto de mis días.

Don José, así se llama el personaje que me cuenta estas cosas continuó confiándome estos retazos de su vida:

- Cierto día estaba mi hijo lavando su automóvil cuando salió un señor a un balcón del edificio del frente. Era nuevo en el barrio y luego supimos que había regresado a la ciudad después de haber trabajado muchos años en los Estados Unidos.

- Con el tiempo se hicieron muy amigos y fueron muchas las cosas que compartieron.

Cierto día cuando regresaba de un trabajo vi mucho movimiento en la casa del vecino por lo que me acerqué para saber qué era lo que pasaba.

Alguien me dijo que el vecino había fallecido hacía poco a causa de un infarto. Me impresionó mucho esa noticia y me preocupaba la forma en la que la tomaría mi hijo.

- Ya en la noche cuando estábamos en la sala le relaté lo sucedido e inmediatamente rompió en llanto. Me contó que en esos días su amigo le había comprado el carro y le había entregado el dinero acordando que lo reclamaría en una semana mientras hacían los trámites legales. La familia del difunto no sabía nada del asunto por lo que mi hijo días después me pidió que lo acompañara para poner al tanto del negocio a la viuda del vecino y entregarle el vehículo.

Hasta ahí todo marchó bien, mi hijo había hecho lo correcto y yo lo apoyaba.

Pero no tardaron en comenzar a llegar los comentarios ofensivos y el chismorreo en el barrio. Que era un bobo decía unos, que un atembado otros, y no faltaron las expresiones de grueso calibre.

Algunos amigos cercanos le hicieron saber lo que pensaban: - "Que si yo hubiera sido me quedo con la plata y con el auto".

- Fue difícil consolar a mi hijo, ahora sumándole las decepciones que acumuló  al escuchar tantas sandeces.

Es que ser honrado es cosa complicada en estos días.

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