Foto: Manuel Álvarez Bravo. (México DF, 1902-2002) |
Abatida por las tempestades del alma
la memoria es un mar profundo
de aguas oscuras y procelosas
donde los recuerdos se confunden
con el recuerdo de los recuerdos
y los olvidos naufragan
en el olvido de los olvidos.
Mar de la memoria
donde guardamos
los recuerdos soñados
que creemos recordar.
Mar del olvido
donde ocultamos
los sombríos olvidos
que soñamos olvidar.
Recuerdos que beben tanto de la memoria
como de la imaginación y de la ensoñación
que son los filtros de los recuerdos
que añaden poesía a la memoria.
Porque cuando la memoria imagina
se carga de poesía
y revive con nuevos brillos.
Mientras que cuando la poesía se ausenta
se ahueca…se hace el vacío
y como sucede con los sueños
se adocena y muere.
Porque no existe la memoria como algo abstracto
como una caja o almacén de recuerdos.
En última instancia
toda memoria es memoria imaginante
de sueños reimaginados
de efímeras sensaciones
de miradas huidizas
de voces entre susurros
del olor de tu cabello mojado por la lluvia.
Recuerdos de tu piel de melocotón
que después de tantos años
todavía erizan la mía
retoñando mi cansado corazón.
Porque la memoria de la piel
también es memoria
que imagina y sueña sueños de amor.
Y es que no hay memoria sin ensueño
ni sueños sin imaginación.
Todo y nada puede ser memoria.
Todo y nada puede ser un sueño.
Sueños que son…y no son.
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