Después de tanto pensar y escuchar tantas y tan diversas opiniones, de escuchar y leer tantos mensajes y de recordar la historia de este terruño en el que nos ha correspondido habitar; hoy desperté con la mente abierta a la realidad, mirando un amanecer claro y sin nubes.
Me quedó claro que los hombres del monte en un comienzo eran un puñado de idealistas iluminados por la razón, en un triste momento histórico en el que solo podían escoger entre morir o sobrevivir. A los de ahora en cambio solo los ha acompañado la sin razón. Es que todo se corrompe cuando pierde el sentido común y se anteponen intereses políticos y económicos, cuando se pierde el respeto por la vida y la libertad del otro, cuando se siembra la tierra y los caminos con trampas mortales que mutilan y matan al desprevenido caminante, sin importar que las víctimas sean niños. Se autoproclamaron defensores de un pueblo al que solo le han dejado temor, dolor y muerte.
La lista de sus desafueros es grande y no quiero seguir enumerándola pues todos bien la conocemos.
Ellos son uno de los platos de la balanza de nuestra historia, ahora veamos el otro.
Desde que tengo memoria este país ha sido manejado por hábiles titiriteros que han ostentado el poder, y obviamente nosotros hemos sido sus marionetas. Nos educaron para ser fieles a dos movimientos políticos y a volear con emoción el trapo rojo o el azul. Luego llegaron los comunistas, y aunque obtuvieron su reconocimiento jurídico nos enseñaron a tenerles miedo, algo muy parecido a lo que ocurría con los protestantes.
Más tarde los partidos se multiplicaron, es que eso se había convertido en un buen negocio, y de repente hasta se podría llegar a los más altos cargos del gobierno. Los políticos también perdieron su norte y el sentido común, el poder es para poder.
Muchos son como veletas que giran hacia donde sople el viento.
Los cocteles, los grandes actos sociales, los viajes, la entrega de mil millonarios contratos para hacer estudios que seguramente ya existen en los armarios de las universidades; el despilfarro del presupuesto público en general, mermelada y almendras.
Este es el sainete al que asistimos todos los días. No niego que hubo excepciones que corroboraron la regla. Igual que en el caso de los del monte, el interés por el pueblo siempre ha estado en los renglones de abajo y se refleja en la miseria del salario mínimo, que una vez decretado se minimiza más ante el desmesurado aumento del costo de la vida. La salud y la educación van de mal en peor, tres pasos adelante y luego cuatro atrás.
Estos son los protagonistas de la controversia que vivimos, del mal llamado proceso de paz, que solo es un acuerdo entre el gobierno y un grupo insurgente. La paz está más allá de esto, pero por algo se empieza.
Igual que en el tiempo de los trapos de colores la gente agita los cartelitos del sí y del no, desconociendo que todo está consumado. Se insultan y sacan a relucir algunas veces buenos argumentos, pero por lo general, mendaces; sacados de alguna página al estilo de actualidad panamericana.
Dejémonos de peleas y tomemos conciencia de que esta pugna en las redes es una táctica de distracción, estamos en el mismo equipo, somos el pueblo.
Me gustó mucho lo que publicó en su página el humorista Dany Alejandro Hoyos, Suso el Paspi:
“A mí la verdad me importa muy poco lo que le pase a Timochenko o a los otros miembros del secretariado de las Farc, me gustaría que pagaran cárcel, pero si no, los prefiero en la vida política que generando muerte y terror, entre políticos se entenderán”.
Seguramente muchos nos identificamos con esto, que no es otra cosa que: “Del ahogado el sombrero", o un “Yo veré”, pura sabiduría popular.
Voten por el sí o por el no, o no voten, eso es ejercer la democracia, una de esas poquitas cosas que medio nos quedan.
Pagina relacionada: El plebiscito
Me quedó claro que los hombres del monte en un comienzo eran un puñado de idealistas iluminados por la razón, en un triste momento histórico en el que solo podían escoger entre morir o sobrevivir. A los de ahora en cambio solo los ha acompañado la sin razón. Es que todo se corrompe cuando pierde el sentido común y se anteponen intereses políticos y económicos, cuando se pierde el respeto por la vida y la libertad del otro, cuando se siembra la tierra y los caminos con trampas mortales que mutilan y matan al desprevenido caminante, sin importar que las víctimas sean niños. Se autoproclamaron defensores de un pueblo al que solo le han dejado temor, dolor y muerte.
La lista de sus desafueros es grande y no quiero seguir enumerándola pues todos bien la conocemos.
Ellos son uno de los platos de la balanza de nuestra historia, ahora veamos el otro.
Desde que tengo memoria este país ha sido manejado por hábiles titiriteros que han ostentado el poder, y obviamente nosotros hemos sido sus marionetas. Nos educaron para ser fieles a dos movimientos políticos y a volear con emoción el trapo rojo o el azul. Luego llegaron los comunistas, y aunque obtuvieron su reconocimiento jurídico nos enseñaron a tenerles miedo, algo muy parecido a lo que ocurría con los protestantes.
Más tarde los partidos se multiplicaron, es que eso se había convertido en un buen negocio, y de repente hasta se podría llegar a los más altos cargos del gobierno. Los políticos también perdieron su norte y el sentido común, el poder es para poder.
Muchos son como veletas que giran hacia donde sople el viento.
Los cocteles, los grandes actos sociales, los viajes, la entrega de mil millonarios contratos para hacer estudios que seguramente ya existen en los armarios de las universidades; el despilfarro del presupuesto público en general, mermelada y almendras.
Este es el sainete al que asistimos todos los días. No niego que hubo excepciones que corroboraron la regla. Igual que en el caso de los del monte, el interés por el pueblo siempre ha estado en los renglones de abajo y se refleja en la miseria del salario mínimo, que una vez decretado se minimiza más ante el desmesurado aumento del costo de la vida. La salud y la educación van de mal en peor, tres pasos adelante y luego cuatro atrás.
Estos son los protagonistas de la controversia que vivimos, del mal llamado proceso de paz, que solo es un acuerdo entre el gobierno y un grupo insurgente. La paz está más allá de esto, pero por algo se empieza.
Igual que en el tiempo de los trapos de colores la gente agita los cartelitos del sí y del no, desconociendo que todo está consumado. Se insultan y sacan a relucir algunas veces buenos argumentos, pero por lo general, mendaces; sacados de alguna página al estilo de actualidad panamericana.
Dejémonos de peleas y tomemos conciencia de que esta pugna en las redes es una táctica de distracción, estamos en el mismo equipo, somos el pueblo.
Me gustó mucho lo que publicó en su página el humorista Dany Alejandro Hoyos, Suso el Paspi:
“A mí la verdad me importa muy poco lo que le pase a Timochenko o a los otros miembros del secretariado de las Farc, me gustaría que pagaran cárcel, pero si no, los prefiero en la vida política que generando muerte y terror, entre políticos se entenderán”.
Seguramente muchos nos identificamos con esto, que no es otra cosa que: “Del ahogado el sombrero", o un “Yo veré”, pura sabiduría popular.
Voten por el sí o por el no, o no voten, eso es ejercer la democracia, una de esas poquitas cosas que medio nos quedan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario