Nunca digas nunca, ni siempre digas siempre.
No vuelvas a decir, yo soy así,
cuando no sabes lo que eres.
Solo en los breves despertares del sueño de la vida
vislumbramos débilmente lo que somos.
No tomes decisiones presurosas,
dictadas al calor de la locura.
Aprende a callar cuando convenga,
y habla solo cuando hay sabiduría.
Cuando no sepas que hacer
sitúate en el mar junto a sus olas,
a veces calmas, o tal vez embravecidas.
Pero siempre regresando complacidas.
Así es la vida, como esas bellas olas,
en tiempos de temporal enfurecidas,
pero siempre al final agradecidas.
Nunca digas nunca, ni siempre digas siempre,
pues de errores se colma nuestra vida.
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