Los miedos de los niños aún no se generaban por la televisión o la red, que aún no existían. Nos llegaban por las historias de brujas y duendes que contaban en voz baja las muchachas de la cocina en noches de luna llena; matizadas por el canto de los grillos y el ulular de los buhos.
También nos atormentaba el chupasangre, un señor que cargaba un costal para llevarse a los niños desobedientes que salían sin permiso a la calle.
Muchas veces, ya en la penumbra del cuarto, y dispuesto a dormir, surgían los monstruos que me hacían pasar esas noches de terror que hoy recordé con asombrosa claridad.
Aunque ahora estos episodios son objeto de estudios médicos, y se considera que no sobrepasan del 4 al 6 % en los niños preescolares; seguramente a muchos les traerán recuerdos de esas noches de pánico.
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