domingo, 19 de julio de 2020

100 días a bordo de mí mismo.

Pensamientos de pandemia.



Aunque me gusta la soledad y la disfruto y aprovecho para hacer, escribir, leer, soñar y pensar lo que a bien  tenga. Aún así, estos días de encierro obligatorio por pandemia se van haciendo pesados pues una soledad impuesta se hace jarta.

Vivir con uno mismo inevitablemente nos lleva a hurgar el cajón de los recuerdos y descubrir que es cierto que hemos tenido varias vidas anteriores, pero en esta misma. 

Algunas llenas de momentos felices y otras no tan agradables en las que hemos conocido penas y dolores.

En otra estuve al borde de la muerte, en la boca del túnel, y felizmente resurgiendo cual cigarra para continuar andando el camino.

Nada se olvida, aunque a veces pensamos eso, todo queda guardado en el baúl de los recuerdos neuronales, e inevitablemente en en los registros akashicos que reposan en la web profunda de la nube cósmica, donde solo pueden ser consultados por los que trascendemos espiritualmente.

"Porque nada hay oculto, que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de ser conocido, y de salir a luz".

Más de 100 días a bordo de mi mismo en esta soledad impuesta redescubren mis afectos y carencias afectivas propias de la condición humana: esos te extraño y me haces falta que había tras la neblina de lo cotidiano. 

100 días que pueden convertirse en una eternidad mental, donde el reloj parece andar marcha atrás buscando el génesis de nuestra vida que dormita en nuestra célula primigenia, origen del big bang de nuestra existencia.

100 días que pueden ser 200, 1.000 o para siempre, viviendo a bordo de mi mismo y sintiendo que te extraño y me haces falta.

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