viernes, 9 de septiembre de 2011

EL ENTIERRO DEL HÉROE

LOS RECUERDOS DE DOMINGO GIL


El teatro funcionaba en una vieja casona de dos pisos en la esquina de la calle Real, diagonal al edificio donde funcionaban la cárcel municipal y la oficina de teléfonos.
Era inmensa esa casa, con grandes puertas y balcones de madera y macana, pintados de verde oscuro.

Se usaba para cine y también para teatro y espectáculos como este que vamos a narrar. El patio era el sitio donde se hacía todo esto, era un patio colonial empedrado y enmarcado por el mirador con chambranas de macana del segundo piso, el público se acomodaba en el patio y en ese mirador desde el que tenían una vista privilegiada.

Pero vamos al grano, la hora del anunciado entierro llegó y vimos el hueco que habían cavado en una esquina del patio, igual que los del cementerio. En el corredor habían armado un escenario donde harían representaciones los de la compañía viajera.

Se levantó el telón y salieron varios señores, entre ellos el que había viajado en el globo. Saludaron muy sonrientes y luego agarraron al viejito del globo, lo envolvieron en unas sábanas blancas hasta que quedó como un cigarrillo, apenas se medio asomaban su nariz y su boca para que respirara. Le pidieron que sacara la lengua y sobre ella colocaron algo que le produjo al señor como un sueño cataléptico, este se estiró y quedó como muerto.

Ya lo manejaron como un cadáver, pero sin llorarlo. El silencio del respetable público era hasta miedoso, todos estaban en suspenso. Al señor ese, el que quedó como un tabaco, lo metieron dentro de un tosco ataúd al que luego clavaron su tapa con verraquera para que no se fuera a salir el muerto. Le cantaron responsos y lo despidieron para llevarlo al sepulcro. Que como que ese día había llovido, el hueco estaba lleno de agua y tuvieron que achicarlo para que no se mojara el cajón. Bajaron el cofre al hueco con ayuda de lazos hasta tocar fondo y luego colocaron sobre él varias tablas para protegerlo, entonces unos peones empezaron a palear tierra hasta cubrir completamente el hoyo y dejarlo nivelado con el patio. Y listo el entierro.

Ahí dejaron a ese güevón metido el resto de la noche, mientras los artistas presentaban números sueltos en el escenario. La función terminaba a las doce de la noche y el último número era la exhumación del bobo.

Faltando poco para sacar al señor, el muerto ya había cantado varias veces desde ultratumba, fueron cancioncitas tristes con olor a cementerio para que el cuadro fuera más tétrico.

En punto de la media noche se pusieron a sacar la tierra entre varios trabajadores hasta llegar a las tablas y finalmente sacar el ataúd. Repitieron la ceremonia de responsos mientras que sacando el cigarrillo, perdón, el cadáver del cajón, comenzaron a desenvolverlo al tiempo que le pidieron que sacara la lengua para untarla con algo que lo trajo de nuevo a la vida, aún antes de ser descubierto totalmente el viejito comenzó a reírse.

Ahí termina la historia de este trotamundos, que en el día se iba en globo hasta el cielo y por la noche se sumergía entre las tinieblas de la puta mierda. De todas maneras el espectáculo fue muy importante, de esos que ya no se ven, pues los de ahora son más flojos que bollo en agua. Guardo un profundo agradecimiento con estos saltimbanquis que llevaron a ese pueblo donde no pasaba nada, momentos de solaz. Y mis respetos al héroe de ese día, pues no es lo mismo viajar a la luna con toda la tecnología y seguridad de este tiempo, que subirse a un destartalado globo, con hambre y sin calzoncillos.

Domingo Gil Cardona

jueves, 8 de septiembre de 2011

UN AERONAUTA EN CAÑASGORDAS

LOS RECUERDOS DE DOMINGO GIL

Una compañía circense sin payasos pero con variedades llegó al pueblo anunciando dos números hasta raros. Que dizque elevarían un globo tripulado y que enterrarían un día entero a un hombre vivo que sería el mismo héroe del globo.. Ni el diablo se perdería tamaña demostración.

Pues si, el día de la elevación llegó, que fue por cierto un domingo, aprovechando que los campesinos afluían al pueblo convirtiéndolo en un hervidero de gente y asegurando una gran concurrencia al espectáculo.

Muy hacia el costado norte de la plaza hicieron un fogón de adobe pegado con tierra, ese fogón tendría un círculo de dos metros de diámetro y una altura como de un metro. Tenía una abertura en uno de los lados de unos ochenta centímetros por el que metían el combustible, que en este caso eran troncos de leña. A lado y lado del fogón izaron dos guaduas como de ocho metros, cada una con una gran argolla en su punta por las que pasaron dos lazos muy gruesos que sostendrían el globo hasta que tomara fuerza, El globo estaba hecho con una tela bastante gruesa, parecida a la que usan para las carpas.

El globo ya guindado tenía su boca sobre la chimenea del fogón y estaba todo metido en una inmensa red hecha con una piola muy resistente, tal vez de nylon. Atado a la canastilla había un trapecio de unos diez metros de largo al que se pegaría el héroe o navegante cuando los amarres de las guaduas fueran quitados.

Creo que con esta explicación ya entenderán que este globo inflado a golpe del humo de la leña, sería soltado y con el se iría al espacio un hombre cabalgando la barra de un trapecio flotante.

Desde muy temprano la gente acudió llevando leña mientras otros ayudaban a meterla al horno ya encendida y cuidaban la lumbre. Ya como a las cuatro de la tarde estaba ese globo que reventaba y tirando para irse, un montón de ayudantes sostenían las cuerdas aguantando ese armatoste que cabeceaba furioso agitándose y luchando para emprender vuelo de tal forma que si la gavilla no hubiera sido tan grande, ese aerostato hubiera partido sin el trapecista. En medio de los aplausos de la multitud salió de una casa vecina el súper héroe vestido como de almirante medieval, algo así como pintan a Cristóbal Colón pisando tierra Americana.

Venía ese hombre como con una especie de tricornio en la cabeza, una camisa blanca de manga larga y cuello redondo, un pantalón bombacho rojo a la rodilla y sin bolsillos, medias largas blancas y zapatillas negras sin tacón, Era curioso el gran escapulario de la Virgen que llevaba entre pecho y espalda a modo de mulera. Llegó sonriendo y saludando con finos ademanes a la concurrencia que ya llenaba la plaza de bote en bote, se situó al lado del trapecio haciendo señas para que soltaran en globo cuando se aferrara a el.

Sueltos los amarres es globo salió disparado y silbando como una nave espacial y con ese hombre guindado en ese trapecio que flameaba en el aire, se sostenía al comienzo el maromero con sus corvas, luego sentado, después parado en el travesaño del trapecio agitando una bandera grande de Colombia que movía conforme se elevaba. Subió tanto que se veía como un puntito en el firmamento. De pronto el hombre soltó la bandera que tenía por asta una barra metálica que terminaba en punta de lanza, para que se clavara en la tierra y orientara a la gente que recuperaría al artista cuando el globo bajara. La bandera cayó en el morro de Don Abel, hoy llamado Gonzalito Pérez, eso entonces era un caturral.

El globo comenzó a descender por efecto de gravedad, y cuando faltaban pocos metros el tipo se deslizó ágilmente por una cuerda que pendía del travesaño del columpio hasta tocar tierra, retirándose prontamente para que no le fuera de pronto a caer ese globote encima. Corrimos hasta ese lugar para ver como estaba el súper héroe y lo encontramos sano y salvo. Lo cargaron en hombros gritando hurras y vivas mientras lo bajaban al pueblo. Gracioso fue ver la entrada de ese hombre como héroe en procesión.

Estaba anunciado que ese noche, ese mismo hombre que había conquistado las alturas, sería enterrado vivo desafiando las tétricas tinieblas de una tumba.

Si quierenj saber como salió el acto del hombre enterrado vivo pueder ir a EL ENTIERRO

Domingo Gil Cardona. In memoriam +