No deja de sorprendernos el presidente de Uruguay con sus contundentes declaraciones, sin duda es un hombre que se guía por el sentido común sin temor alguno. Necesitamos en el mundo muchos hombres como este. Vale la pena repasar sus comentarios sobre la educación publicadas en este blog EL PODER DE LA EDUCACIÓN.
Ahora en la cumbre de Río pronunció este tremendo discurso que como el mismo dice podrá chocar a muchos, sobre todo a aquellos que anteponen los privilegios de unos pocos al bienestar de sus pueblos. Habla entre otras cosas de la obsolescencia programada que atenta contra la economía familiar.
José Mujica habló ante representantes de los 139 países presentes en la cumbre inaugurada por el Secretario General de Naciones Unidas Ban Ki-moon en Río de Janeiro, Brasil. Habló con coherencia y contundencia, esas virtudes que solo se logran cuando se habla con la verdad. De José Mujica se podrán decir muchas cosas de su pasado, que podrá ser cuestionado, pero hoy demuestra ser un hombre de ley, sencillo y derecho, además de tener un gran sentido común (Y no lee su discurso). Ya sé, ya sé... no te gusta porque no da imágen de presidente, no usa corbata y su saco le queda chico. Si piensas así sigue sufriendo por pertenecer a la gran masa, al grupo de los que creen que un presidente debe vestir con ropa de Armani, cartera de Louis Voitton joyas de 250.000 dólares, tomar champagne etc.
Sin más preámbulos veamos el texto de su discurso en la cumbre de Río.
Texto del discurso pronunciado por José Mujica, Presidente de la República del Uruguay, en la cumbre Río
Autoridades presentes de todas la latitudes y organismos, muchas gracias. Muchas gracias al pueblo de Brasil y a su Sra. Presidenta, Dilma Rousseff. Muchas gracias a la buena fe que, seguramente, han manifestado todos los oradores que me precedieron. Expresamos la íntima voluntad como gobernantes de acompañar todos los acuerdos que, esta, nuestra pobre humanidad, pueda suscribir. Sin embargo, permítasenos hacer algunas preguntas en voz alta. Toda la tarde se ha hablado del desarrollo sustentable. De sacar las inmensas masas de la pobreza. ¿Qué es lo que aletea en nuestras cabezas? ¿El modelo de desarrollo y de consumo, que es el actual de las sociedades ricas?
Me hago esta pregunta: ¿qué le pasaría a este planeta si los hindúes tuvieran la misma proporción de autos por familia que tienen los alemanes? ¿Cuánto oxígeno nos quedaría para poder respirar? Más claro: ¿Tiene el mundo hoy los elementos materiales como para hacer posible que 7 mil u 8 mil millones de personas puedan tener el mismo grado de consumo y de despilfarro que tienen las más opulentas sociedades occidentales? ¿Será eso posible? ¿O tendremos que darnos algún día, otro tipo de discusión?
Porque hemos creado esta civilización en la que estamos: hija del mercado, hija de la competencia y que ha deparado un progreso material portentoso y explosivo. Pero la economía de mercado ha creado sociedades de mercado. Y nos ha deparado esta globalización, que significa mirar por todo el planeta. ¿Estamos gobernando la globalización o la globalización nos gobierna a nosotros? ¿Es posible hablar de solidaridad y de que “estamos todos juntos” en una economía basada en la competencia despiadada? ¿Hasta dónde llega nuestra fraternidad?
No digo nada de esto para negar la importancia de este evento. Por el contrario: el desafío que tenemos por delante es de una magnitud de carácter colosal y la gran crisis no es ecológica, es política. El hombre no gobierna hoy a las fuerzas que ha desatado, sino que las fuerzas que ha desatado gobiernan al hombre. Y a la vida. Porque no venimos al planeta para desarrollarnos solamente, así, en general. Venimos al planeta para ser felices. Porque la vida es corta y se nos va. Y ningún bien vale como la vida y esto es lo elemental.
Pero si la vida se me va a escapar, trabajando y trabajando para consumir un “plus” y la sociedad de consumo es el motor, -porque, en definitiva, si se paraliza el consumo, se detiene la economía, y si se detiene la economía, aparece el fantasma del estancamiento para cada uno de nosotros- pero ese hiper consumo es el que está agrediendo al planeta. Y tienen que generar ese hiper consumo, cosa de que las cosas duren poco, porque hay que vender mucho. Y una lamparita eléctrica, entonces, no puede durar más de 1000 horas encendida. ¡Pero hay lamparitas que pueden durar 100 mil horas encendidas! Pero esas no se pueden hacer porque el problema es el mercado, porque tenemos que trabajar y tenemos que sostener una civilización del “úselo y tírelo”, y así estamos en un círculo vicioso. Estos son problemas de carácter político que nos están indicando que es hora de empezar a luchar por otra cultura.
No se trata de plantearnos el volver a la época del hombre de las cavernas, ni de tener un “monumento al atraso”. Pero no podemos seguir, indefinidamente, gobernados por el mercado, sino que tenemos que gobernar al mercado. Por ello digo, en mi humilde manera de pensar, que el problema que tenemos es de carácter político. Los viejos pensadores –Epicúreo, Séneca o incluso los Aymaras- definían: “pobre no es el que tiene poco sino el que necesita infinitamente mucho, y desea más y más”. Esta es una clave de carácter cultural. Entonces, voy a saludar el esfuerzo y los acuerdos que se hacen.
Y los voy acompañar, como gobernante. Sé que algunas cosas de las que estoy diciendo, “rechinan”. Pero tenemos que darnos cuenta que la crisis del agua y de la agresión al medio ambiente no es la causa. La causa es el modelo de civilización que hemos montado. Y lo que tenemos que revisar es nuestra forma de vivir. Pertenezco a un pequeño país muy bien dotado de recursos naturales para vivir. En mi país hay poco más de 3 millones de habitantes. Pero hay unos 13 millones de vacas, de las mejores del mundo. Y unos 8 o 10 millones de estupendas ovejas.
Mi país es exportador de comida, de lácteos, de carne. Es una penillanura y casi el 90% de su territorio es aprovechable. Mis compañeros trabajadores, lucharon mucho por las 8 horas de trabajo. Y ahora están consiguiendo las 6 horas. Pero el que tiene 6 horas, se consigue dos trabajos; por lo tanto, trabaja más que antes. ¿Por qué? Porque tiene que pagar una cantidad de cuotas: la moto, el auto, y pague cuotas y cuotas y cuando se quiere acordar, es un viejo reumático –como yo- al que se le fue la vida.
Y uno se hace esta pregunta: ¿ese es el destino de la vida humana? Estas cosas que digo son muy elementales: el desarrollo no puede ser en contra de la felicidad. Tiene que ser a favor de la felicidad humana; del amor arriba de la Tierra, de las relaciones humanas, del cuidado a los hijos, de tener amigos, de tener lo elemental.
Precisamente, porque ese es el tesoro más importante que tenemos, la felicidad. Cuando luchamos por el medio ambiente, tenemos que recordar que el primer elemento del medio ambiente se llama felicidad humana.
Así respondió Pepe Mujica, presidente de Uruguay, sobre la nota que recientemente publicara el diario “ABC” de España titulada: “Mujica, el presidente más pobre”.
Mujica: “Yo no soy pobre”
“Yo no soy pobre, pobres son los que creen que yo soy pobre.Tengo pocas cosas, es cierto, las mínimas, pero sólo para poder ser rico".
“Quiero tener tiempo para dedicarlo a las cosas que me motivan. Y si tuviera muchas cosas tendría que ocuparme de atenderlas y no podría hacer lo que realmente me gusta. Esa es la verdadera libertad, la austeridad, el consumir poco.La casa pequeña, para poder dedicar el tiempo a lo que verdaderamente disfruto.Si no, tendría que tener una empleada y ya tendría una interventora dentro de la casa. Y si tengo muchas cosas me tengo que dedicar a cuidarlas para que no me las lleven. No, con tres piecitas me alcanza. Les pasamos la escoba entre la vieja y yo; y ya, se acabó. Entonces sí tenemos tiempo para lo que realmente nos entusiasma. No somos pobres”.
WILLIAM OSPINA OPINA
En su columna del periódico El Espectador publicó esta interesante columna sobre José Mujica que no dudé en anexar en esta entrada.
UN SER HUMANO
Ya otras veces sus intervenciones nos habían revelado la singular personalidad de este hombre que alguna vez fue guerrillero de izquierda, que estuvo preso doce años, y que ahora representa algo que parecería una contradicción insoluble: un gobernante que es también un filósofo. Un político situado en su mundo y en su época, con un nítido sentido de la realidad y al mismo tiempo con altos ideales humanos, pues ya se sabe que para estar de veras en el mundo hacen falta una causa y un ideal de vida.
Mujica no vaciló en decir a gobernantes y funcionarios que el desarrollo concebido como crecimiento de la economía, de la industria, del consumo, es una locura con la que estamos sacrificando al planeta; que el mundo no soportaría generalizar unos índices de consumo como los practican las sociedades opulentas y como los predica la publicidad en todas partes. Que la humanidad debe discutir sobre otro modelo de civilización: más austero, menos atrapado en el frenesí del consumo, más respetuoso con la naturaleza y más comprometido con el sueño de la felicidad humana como plenitud afectiva; ser dueños de nuestra vida en lugar de abandonarnos a un trabajo frenético que aplaza siempre la realización de los sueños personales.
Claudia Palacios entrevistó a Mujica cuando él como presidente, en cumplimiento de la ley, pidió a la sociedad perdón por las acciones de la dictadura militar. La periodista le preguntó cómo se sentía él, un exguerrillero, “que estuvo enfrentado a los militares en la época de la dictadura, y fue víctima de la dictadura”, al asumir esa responsabilidad.
Las respuestas de Mujica vale la pena oírlas. Pocas veces uno puede advertir tanta sencillez y tanta humanidad en el manejo de cuestiones que para nuestros países son siempre de urgente actualidad.
“Es una paradoja histórica como otras que he vivido. Pero en lo que me es personal, yo vivo hacia adelante, mi manera de ver es otra. Esto lo tengo claro desde cuando salí preso. Yo me enrolé con una juventud que quería cambiar el mundo: no cambiamos nada, y el mundo siguió su curso. Con el paso de los años aprendí que el mundo va cambiando en escalones y muy lentamente, y que la vida humana es mucho más corta que la profundidad de sus causas. Lentamente, con contradicciones, el mundo va mejorando, y creo que alguna vez sobre el mundo lo mío y lo tuyo no va a separar a los hombres... pero va a costar, va a costar”.
Mujica ha comprendido que uno de los deberes de un gobernante en países como los nuestros es el de educar. Y sólo se educa con el ejemplo. El continente recibió con sorpresa la noticia de que este presidente decidió donar más del 80 por ciento de su salario para fondos de ayuda social, y no residir en el palacio presidencial sino seguir viviendo en su pequeña granja en las afueras de Montevideo, transportándose en su automóvil personal como siempre.
La periodista le recordó que en el Uruguay apenas se han encontrado los restos de tres personas, “de centenares (de víctimas) que seguramente hubo” en los tiempos de la dictadura; y que Mujica “también ha dicho cosas como que el perdón va a llegar cuando todos se mueran, y para eso faltará al menos una generación”. ¿Cómo armonizar la defensa del derecho de las víctimas con la recomendación de “no mirar tanto hacia el pasado y no negarse a vivir el día a día y el futuro”?
Mujica: “Uno puede tener una filosofía, y la dice, y la expresa. También comprende lo que sienten los otros. Por eso en la vida somos diversos y somos distintos. A mí no me gusta tener viejos presos: estoy en contra de tener viejos presos, en general, porque envejecer es el camino de acercarse a la muerte. Quiere decir que el envejecimiento le pone a uno esto: te estás preparando para morirte, es un mandato de la naturaleza, y la vida es tan linda que abandonar la vida es una pena. No quisiera nunca, encima de la pena de tener que abandonar la vida, castigar con otra. Pero es mi manera de pensar”, dice sonriendo, “en la sociedad en que vivo la gente no tiene esa manera de pensar. Yo lo que rescato es la libertad de decir lo que pienso. Respeto el modo de pensar que tiene otra gente, que seguramente son mayoría”.
No es frecuente ver que un gobernante se atreva a formular sus opiniones personales aunque sepa que no puede cumplirlas, sólo como una manera de hacer pedagogía, de formular para su pueblo sueños posibles. La periodista le preguntó entonces si él indultaría a los militares procesados y condenados.
Mujica: “No, no, yo no indulto nada. Yo los mando presos a la casa, que se mueran con la familia. Si pudiera. Pero mando también a todos los presos: a los presos de 75 años para arriba: que se vayan, a morirse con los suyos, con ciertas condiciones, que se vayan a morir presos en sus casas, no en una cárcel. Pero lo haría si mi sociedad lo entiende, pero mi sociedad no lo va a entender. Por eso lo digo”.
“Usted lo dice, simplemente”.
“Lo digo, porque es una manera de educar contra la barbarie. Algún día, puede ser que la plantita prenda”.
Hay muchas entrevistas de Pepe Mujica en internet. No sólo es un gobernante inteligente, es un gran ser humano.
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