La gatita que salió en busca de aventuras
Como narré en una entrada anterior nuestra gata consentida La Negra escapó de la casa el 2 de septiembre, como su partida fue voluntaria tuvimos que aceptar que saliera en busca de aventuras, era su decisión aunque nos causara tristeza su ausencia. Una tarde siete días después la vimos caminando y maullando en el muro del patio, parecía estar reportándose como para que supiéramos que estaba bien y solo nos dio tiempo para subirle con una vara su recipiente con agua y comida mientras nos ingeniábamos la forma de subir por ella.
Pero La Negra tenía otros planes y luego de beber y comer rápidamente emprendió de nuevo su camino, la verdad la dimos por perdida, aunque en el fondo nos quedaba una pequeña esperanza de tenerla de nuevo con nosotros. Pasaron los días y procurábamos mantener agua fresca y comida sobre el alto muro sin que ella retornara. Hubo noches de lluvia en las que me la imaginaba guareciéndose bajo algún auto o cualquier otra cosa que se prestara para tal fin, los gatos son muy recursivos e independientes y seguro se las ingeniaría.
Su alimentación tampoco sería un grave problema, ella era una experta cazadora de pájaros, aunque de seguro extrañaría su alimento gatuno, el cual disfrutaba bastante.
De lo que si estaba seguro era que echaría de menos el calor de hogar, los mimos y las palabras cariñosas que recibía día a día, el sentirse querida, protegida y sobre todo aceptada. Es que ella había sido un felino callejero que por casualidades del destino había venido a parar en nuestra casa.
La noche del 15 de septiembre, 13 días después de su desaparición Carito estaba en el patio pintando con vinilos un paisaje cuando escucho unos maullidos, y al mirar hacia arriba vio a la la minina parada en el muro, entonces me llamó feliz y vimos como se pasó al árbol de mango de un patio vecino. Sin pensarlo dos veces corrimos y llamamos a la puerta de la vecina explicandole la situación y fue así que entramos y la vimos trepada en una alta rama del árbol, maullando medio disfónica y temblando asustada.
Para nuestra fortuna había allí una escalera que usé para acceder hasta el sitio en que estaba el aterrorizado animal al que logré agarrar justo antes de que tratara de ganar de nuevo el muro. Carito estaba feliz con el improvisado rescate que por suerte resultó exitoso, regresamos alegres los tres a casa, es decir Carito, la gata y yo, es que la gatita había decidido regresar a su hogar donde luego de beber agua y comer se arrellanó en su sillón favorito en el que exhausta se quedó dormida.
Esa noche recordé una vieja canción de los Trovadores de Cuyo a propósito de la pérdida de La Negra y se la canté a Carito quien la disfrutó mientras mimaba a la gatita.
Donde andará.
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