Tienda de barrio - Foto de Jairo Osorio. |
Cuando todavía no se habían inventado los supermercados en Medellín la gente conseguía los abarrotes en los graneros del barrio. En mi calle había a falta de uno, tres. El granero El Chaquiro”, el granero América y el granero Rosales. El granero América por cierto tiempo fue de mi padre, pero luego lo vendió y el nuevo dueño lo convirtió en tienda mixta, o sea prácticamente en una cantina.
El Chaquiro era un granero más bien pobre donde no se conseguía casi nada, sus estantes se mantenían prácticamente vacíos y los pocos clientes que lo visitaban solo encontraban la respuesta de “No hay”.
El granero Rosales en cambio aprovechando esa situación se fortaleció y se convirtió en el sitio preferido del vecindario para comprar el mercado semanal. Había de todo, desde granos hasta delicatesen, dulces y vinos.
Plaza de mercado Medellín 1955 |
Don José Rosas lo atendía y era muy amable con sus clientes a los cuales siempre les daba “La encima” (Un artículo gratis por la compra).
Como yo era el menor de mi casa siempre fui el mandadero, por lo que me ganaba la encima que podía ser una fruta o una golosina.
Igual por esa razón recuerdo muy bien cuáles eran los artículos de primera necesidad de las familias de esa época. El azúcar y el arroz no se vendían en los empaques plásticos que conocemos ahora y por una simple razón, aún el plástico no se conocía, pues si bien se descubrió en el año 1860, las bolsas de polietileno solo se fabricaron en los años setentas.
Empacaban entonces el arroz y el azúcar en bolsas de papel Kraft. Los aceites vegetales no habían nacido y solo se conseguía para freír la manteca de cerdo, que horror. Esta manteca la llevaban a los graneros en unos grandes tarros metálicos y los clientes la compraban por libras que eran empacadas en papel de envoltura.
Los granos se vendían al comienzo por “Puchas”, un cajoncito cuadrado de madera de 15.3 centímetros de lado por 5 de profundidad. Una vez lleno con el grano se quitaba el rebose con una tablilla llamada “Raya”, así la pucha rayada era una pucha exacta. Pero pronto me correspondió ver el cambio de este sistema de medida cuando llegaron las primeras balanzas.
El detergente que se vendía era el jabón Fab que venía en cajas de cartón, y el lavaloza favorito de las señoras era el jabón lucero, el jabón de baño era más variado, recuerdo las pastas de jabón Palmolive, Yodora, Sanit, Reuter y Paramí. El desodorante apenas recién había llegado siendo el más popular el Yodora en crema que venía en un tarrito metálico azul y luego en un bonito potecito de vidrio grueso blanco, el roll on era cosa de extraterrestres aún.
No podía faltar el tarro de galletas Noel, el chocolate Luker o Cruz y el paquete de café La Bastilla. La emulsión de Scott, la Kola granulada y el aceite de hígado de bacalao eran los reconstituyentes que nos daban las mamás.
Como la pecueca era muy común el talco Mexana se vendía bastante. La maizena era muy popular y en tiempos de navidad la vendían por montones para la natilla y los buñuelos tan tradicionales en Antioquia. El arroz amarillo y el blanco se compraban para las arepas y la mazamorra que diariamente se hacían en los hogares paisas. Ya a las cinco de la mañana las matronas estaban armando la máquina de moler “Corona” para moler el maíz que previamente había sido cocido. Y ahí también entraba yo como ayudante de molienda.
La panela era otro producto que no podía faltar en el mercado, es que los paisas somos algo aguapaneleros. La sal creo que al comienzo no era yodada, la vendían pura y traída de las minas de Guaca envuelta en hojas de Viao.
Ah, olvidaba algo muy curioso y que de seguro ahora muchos no conocieron, el jabón de tierra, Venía esto envuelto en unos capachos secos. Parece que aún se consigue.
La leche se conseguía ordeñada, había todavía fincas con vacas en la misma ciudad. Ya había pasteurizadoras como Proleche y San Martín que la vendían en litros de vidrio con tapas de cartón. Traían tanta grasa que su nata servía de mantequilla para las arepas.
Se mercaba muy ecológicamente pues todos los clientes debían llevar su canasta de mercado, generalmente de mimbre, eran muy bonitas.
Las verduras y frutas si prefería la gente conseguirlas en la plaza de mercado que estaba en la plaza de Cisneros.
El mercado del doctor pulgarín.
Una pucha |
Y lo traigo a esta historia porque una tarde que estaba yo comprando algunas cosas en El Rosales llegó el Doctor Pulgarín a mercar. Como era muy tomatrago (alcohólico), Comenzó a hacer su pedido:
Don José… Un kilo de frisoles por favor…
Y mientras Don José empacaba los granos él agregaba: Y un aguardiente doble…
Y así seguía, producto tras producto… Y un aguardiente doble…
Así las cosas cuando tenía llenas las canastas del mercado había que llevárselas a su casa pues el Doctor Pulgarín apenas podía tenerse en pié.
Aunque todavía hay tiendas de barrio ya no son lo mismo, no como las que conocí y les cuento, que igual que sitios de aprovisionamiento eran puntos donde socializaba el vecindario. Es que llegaron los supermercados y las grandes superficies que comenzaron a absorverlas y aniquilarlas. Seguramente no en mucho tiempo los graneros solo serán cosa de la historia, cosas del tiempo del Doctor Pulgarín.
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