lunes, 10 de agosto de 2015

EN EL TIEMPO DE UPA

Hubo en el tiempo de upa costumbres, que si entonces eran comunes, ahora podrían parecer exóticas. Algunos que aún andamos por este mundo las vivimos en carne propia y creo que debemos contarlas para que no se pierdan en la bruma del olvido. Rememorando estas cosas encuentro que de muchas hemos prescindido sin problema, pues fueron solo veleidades del momento, pero en cambio muchas otras son de deseable retorno, pues constituyen la preservación de nuestra educación y cultura.

Igual que en la entrada del diccionario paisa me gustaría recibir los aportes y recuerdos del los lectores para engrosar esta lista de cosas idas, que subyacen en los retazos de sus vidas.

Hubo un tiempo  en el que:

Las señoras asistían a misa con chalina y misal. Los señores usaban sombrero de fieltro, pisacorbatas y mancornas.


Bus municipal de Medellín
En los años cincuentas los buses municipales de Medellín tenían torniquetes, que solo dejaban acceder al servicio luego de echarles diez centavos. Los conductores siempre iban de camisa blanca, pantalón gris, corbata y  quepis. Esos buses hacían un recorrido entre el barrio Aranjuez y La América. Hubo otra ruta que iba de La América hasta el barrio Sucre, eran de color amarillo. Del tranvía solo recuerdo los rieles y las catenarias que perduraron mucho tempo luego de que se suspendió el servicio. Muy bueno sería recibir algún aporte de los que tuvieron la suerte de conocerlos. 

No sé en qué año se instalaron los primeros semáforos en Medellín, lo sí que recuerdo es a los policías de tránsito parados sobre tarimas de madera dirigiendo la circulación de los automotores.

En ese tiempo abundaban los avisos de neón, eran coloridos y algunos simulaban movimiento, guardando las proporciones, similares a los que se ven hoy día en Las Vegas.


Hubo un tiempo en el que todos los niños usábamos pantalón corto, jugábamos a las bolas (canicas), corríamos impulsando un aro de caucho con un palito, teníamos un caballito de palo y siempre les pedíamos la bendición a los padres antes de acostarnos o salir a la calle. Cuando los niños llegábamos a los doce o trece años empezábamos a usar pantalón largo y nos decían “Los pernipeludos”. Al cumplir quince años los niños y niñas ya éramos “Cocacolos”.

Si nos encontrábamos al padrino lo saludábamos diciéndole: “La bendición del altar padrino”. Si nos encontrábamos a un sacerdote le pedíamos la bendición, y si era el Santísimo al que nos topábamos en el camino, nos arrodillábamos con mucho respeto inclinando la cabeza. 

Los dulces preferidos de los niños eran los confites de menta y las bananitas, a cinco centavos cada uno. También causaban furor las chupetas que a veces traían un pequeño premio dentro. Había unos muñequitos de azúcar rellenos de menta que guardaban en cajas llenas de aserrín para que no se derritieran. En la panadería La Gloria de San Juán con la 88 vendían en bolsas de papel craft recortes de galletas con confites y bolas de cristal.

Los niños siempre tratábamos a los mayores de: Señor, señora, señorita, a nuestros padres de: Apá y amá, a los abuelos de apito y amita. Una orden de los padres era ley, de los profesores, acato.
Iré agregando otras cosas que recuerde, o que ojalá nos aporten, los que lean esto.

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