Que siempre pasan desapercibidos y no se manifiestan, lo que ahora llamamos bajo perfil.
Sospecho que a veces ni ellos mismos están muy seguros de su dignidad y que hasta se sorprenden de ser tan diferentes del común.
Para nuestra suerte puede que los tengamos más cerca de lo que imaginamos. Tal vez un vecino, un amigo, o un desconocido que sorpresivamente nos empujó a tiempo para evitar que un automóvil nos atropellara. Quién sabe.
Benditos sean esos ángeles que viven con nosotros, esos que dan todo sin pedir nada, Esos que siempre perdonan antes de pedirles perdón, esos que nunca odian porque son seres de amor y luz. Para ellos este coro que flota en el aire y que hoy escuché.
Y los ángeles cantaron:
“Bendito eres tú que has llegado al mundo a conocer las sensaciones de la carne. Esas que ninguno en nuestras huestes ha sentido. Conocerás el amor y el odio, el placer y el dolor, la risa y el llanto.
Disfrutaras los aromas que son para el disfrute humano, pero igual percibirás el hedor de la carroña. Te extasiarás cuando te llegue la fragancia de las flores, el vaho de las hojas y el olor del pomar y del guayabo. La emanación de la tierra mojada te invitará a la siembra y a la recolección de la cosecha.
Escucharás los dulces sonidos del viento que silba entre las ramas y el murmullo del agua que corre entre las rocas. Descubrirás el placer de la música y el canto, y tú mismo podrás cantar y hacer la música.
En las noches al mirar al cielo, te conmoverá la inmensidad del universo, pero al tiempo, la luz de una luciérnaga te hará notar la grandeza que mora en lo pequeño.
Conocerás el amor, disfrutando en su tálamo mullido. Disfrutarás una divina sensación cuando lleguen tus hijos, a los que les harás conocer la letra de este coro.
Conocerás seres de luz que han encarnado y te acompañarán en el camino; pero igual verás a muchos de las huestes del maligno.
Es que en el planeta donde vivirás ahora, esas dos fuerzas se enfrentan desde antaño, y eres por lo tanto un celestial soldado.
Aprenderás tantas cosas que te sorprenderán y que por senderos de la ciencia te encaminen. Esas te darán fuerzas y poderes para crear y hacer visibles tus ideas.
Bendito tú que has llegado al mundo. Recorre sin temores tu destino. Mira, escucha, huele, siente, habla, canta, piensa, aprende y lucha, pero sobre todo… ama.
Un día sabrás que tu ciclo ha concluido y que es hora de volver a casa”.
La armonía del coro celestial se fue desvaneciendo hasta confundiese con el canto de las aves y comprendí que para mi suerte un ángel me acompaña.
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