lunes, 23 de marzo de 2020

LA MUERTE VIAJA EN ESCALERA

La muerte tenía veinte años cuando llegó al pueblo en un carro de escalera. Y no tenia guadaña, sino un machete que amolaba a su manera. Era el machete más filudo que habían visto en La Pradera. No era un esqueleto de negra túnica vestida; esta muerte era distinta, joven, melancólica y agorera.





Simón salió esa mañana del año cuarenta y cuatro a revisar sus cafetos luego de tomarse los tragos que le preparó su esposa. Apenas comenzaban a verse los destellos del sol que pronto saldrían sobre los verdes cerros del oriente. La neblina aún flotaba sobre el pastizal cuando tomó el camino que conducía a los cafetales.

Su hijo Jorgito resolvió seguirlo ese día, según él para ayudarle en sus tareas. Su padre se detuvo por un momento, y sonrió mientras le chantaba al niño su sombrero. Cuando llegaron al cultivo, Simón comenzó a retirar la mala hierva con su azadón, mientras Jorgito se internaba en los sembrados, comenzando a coger los granos más rojos, y echándolos en el sombrero.

Todo marchaba bien en esos parajes que ya se llenaban con los trinos de los sinsontes y los turpiales.

El silencio se rompió con el estruendo de una detonación. Jorgito corrió a buscar a su padre y antes de llegar al sitio, aterrado y escondido entre las ramas, pudo ver a su papá tirado en el piso con su camisa manchada con sangre; mientras un hombre lo remataba con otro balazo. 

El malvado miró hacia el sitio donde estaba el niño, pero no pudo verlo, pues este pudo contener el grito que se atoraba en su garganta.

Los años fueron pasando y Jorgito fue creciendo al lado de su amorosa madre. Con solo trece años era ya un muchacho alto y fornido que hacía los trabajos de la finca a las mil maravillas.

Pero ese grito aún seguía atorado, y el odio que sentía por el asesino, crecía día a día. por eso amolaba su machete hasta dejarlo como una navaja de afeitar. Ya sabía el nombre del infame, donde vivía y el motivo de su vil acto.

Resulta que el tipo quería, bajo amenazas, comprarle la finca a su padre por chichiguas. Ante tantas negativas se llenó de rabia y resolvió matarlo.

Ese grito quiere salir cada que recuerda esa triste mañana, pero sigue reprimiéndolo mientras lija su machete sobre la piedra de amolar. Toño Morales se llama el infame.

Averiguó por él. Dicen que desde ese día se fue del pueblo y vendió sus tierras. Pero ya tiene algunas pistas sobre su paradero.

Todos los domingos Jorge viaja en buses de escalera al pueblo vecino y recorre sus calles buscando entre el gentío al criminal. Han pasado veinte años desde el triste suceso, y paciencia es lo que le sobra. Él piensa que tarde o temprano se lo topará, para pasarle el filo del machete por la garganta.

Tenia Jorge veinte años cuando un domingo, desde el capacete del camión de escalera distinguió al objeto de su venganza. Se veía algo envejecido, peo sin duda era él. Se lanzó a la calle y corrió hasta alcanzarlo y cerrarle el camino. El hombre palideció, como  presintiendo que algo muy malo pasaba. Se dio vuelta e intentó huir, pero nada pudo hacer, pues el sol se reflejó un instante en el filo del machete que le rebanó la cabeza, 

En aquel pueblo aún recuerdan el grito feroz que se escuchó ese domingo.                             

 

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